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Política C&T

Crisis, virtudes y oportunidades

La importación de equipos e insumos encarece el costo de la investigación hecha en Brasil

EDUARDO CESARLa calidad y el dinamismo de la producción científica brasileña son incuestionables. En muchas áreas – como las de biotecnología, genómica e inmunología, para mencionar tan solo algunos ejemplos – ya se está actuando en la frontera del conocimiento. En otras, como ingeniería, física y ciencias agrarias, las investigaciones ganan en competitividad y proyección internacional. Esta posición de relieve, conquistada en los últimos años, debe ser considerada un gran logro, pues hacer investigación en Brasil cuesta caro. El país se encuentra aún abocado a consolidar su infraestructura de ciencia y tecnología, lo cual exige inversiones pesadas para la compra de equipos de punta, insumos y servicios; elementos que, en casi en su totalidad, son importados y cuyos gastos se miden en dólares.

Se importan equipamientos tales como microscopios, cromatógrafos, centrífugas, freezers de baja temperatura, láseres y espectofotómetros, entre otros. Y eso sin contar los materiales utilizados en las investigaciones, tales como reactivos perecederos, explosivos, corrosivos, pipetas, punteras e incluso animales vivos. Pero las empresas nacionales, pese a las gestiones llevadas a cabo por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) ante la iniciativa privada durante los últimos años, y al know how acumulado en las propias universidades e institutos de investigación en la elaboración de productos y prototipos, no se ha interesado todavía en producir equipos o insumos similares, probablemente debido a la ausencia de una política de incentivos.

Brasil invierte aproximadamente un 1% de su Producto Bruto Interno (PBI) en investigación y desarrollo, un porcentaje que representa alrededor de 5 mil millones de dólares. Al menos el 60% de dichos gastos – es decir, 3 mil millones de dólares -, es de responsabilidad del sector público. Es difícil calcular precisamente cuánto se gasta con la importación de equipos y material de consumo para la investigación académica: por lo menos 312 instituciones están acreditadas por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) para realizar compras externas directamente, con exención en el pago de tributos, con base en un sistema de cuotas establecido anualmente. Asimismo, no existen datos sólidos disponibles sobre las importaciones brasileñas para la investigación científica y tecnológica.

Es posible hacer solamente estimaciones, con base en las operaciones de compras externas de algunas agencias de fomento. El primer llamado del CT-Infra I, uno de los Fondos Sectoriales administrados por la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep), destina, por ejemplo, 149,3 millones de reales para financiar 68 proyectos de instalación y modernización de infraestructura de investigación en universidades e instituciones públicas. De dicho total, reservó 80,5 millones de reales para la compra de equipos para laboratorios y redes de informática, entre otros elementos, de los cuales un 28%, es decir, 23 millones de reales, es para pagar productos importados, de acuerdo con Fernando Ribeiro, director de la Finep.

Los gastos con obras en el total de proyectos sumaron 63 millones de reales, y los referentes a costeo y servicios generales, otros 5,7 millones de reales, siendo que de éstos, 4,1 millones de reales también se refieren a importación, pues incluyen gastos aduaneros, fletes, etc.

En tanto, los gastos de la FAPESP en São Paulo con importaciones ascienden anualmente a alrededor de un 30% del presupuesto. El año pasado fueron autorizadas importaciones por un valor total de 61,7 millones de dólares, de un presupuesto de 171, 8 millones de dólares. En 2002 – la proyección es de un presupuesto de 165 millones de dólares – fueron autorizados gastos por 34,4 millones de dólares para importaciones de bienes y servicios para proyectos de investigación. En la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de Minas Gerais (Fapemig), con un presupuesto de 35 millones de dólares en este año, las importaciones representarán entre un 30% y un 40% del total de inversiones en los proyectos de investigación, de acuerdo con los cálculos de Naftale Katz, director científico de la citada institución.

La Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de Río Grande do Sul (Fapergs) también utilizaba hasta un 30% de su presupuesto en compras externas de equipos e insumos de investigación, hasta que una crisis sin precedentes redujo el presupuesto de 19 a 12 millones de reales este año, paralizando las inversiones tanto en reales como en dólares. Entretanto, la proporción de gastos en dólares es de un 20% del presupuesto de la recientemente inaugurada Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de Bahía (Fapesb), que cuenta con un presupuesto de 21,5 millones de reales en 2002. Pero hay excepciones. En Río de Janeiro, los gastos en dólares representan alrededor del 10% del presupuesto de 50 millones de reales de la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado (Faperj), según informa su director científico, Luís Manoel Fernandes.

Una vez hechas las cuentas, se constata que esas seis FAPs, con un presupuesto total de 199 millones de dólares, invirtieron este año 64,4 millones de dólares, es decir, un 32% de su presupuesto, en la compra de materiales, insumos y servicios importados. Esa muestra puede considerarse significativa: seis entre las 15 fundaciones brasileñas agrupan el 69,4% de los grupos de investigación, según el Directorio Nacional de Grupos de Investigación del CNPq. Pero aun así es imposible proyectar ese porcentaje de gastos en dólares de las FAPs o del CI-Infra I para el conjunto de la actividad de investigación en el país, pese a que esos datos pueden constituir un buen indicador del grado de dependencia externa de la ciencia brasileña.

Pacto federal
Se puede argumentar que ése es el precio para recuperarse de un retraso histórico en las inversiones en ciencia y tecnología. O incluso considerar que esos gastos son la contracara del actual dinamismo de la producción científica nacional y de los esfuerzos recientes del MCT para descentralizar la actividad de investigación, respetando aptitudes y demandas regionales. “La investigación en Brasil se encuentra en estadios diferentes. Y su ejecución es más cara en los primeros pasos, cuando aún no se domina la máquina y el diálogo no es tan amplio”, recuerda Evandro Mirra, presidente del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE), del MCT.

A las inversiones destinadas erigir la infraestructura, es preciso sumarles los dispendios con las cada vez más frecuentes necesidades de actualización e incluso con el reemplazo de equipamientos, sin soslayar el apoyo a los servicios contratados fuera del país, producto de los saltos registrados en la instrumentación científica en el ámbito internacional. Esa ecuación incluso podría justificar el alto costo de la investigación hecha en Brasil. Pero es interesante acotar que el desafío de la actualización no es exclusivamente brasileño. Está en la agenda internacional y debe ser afrontado por cualquier país que pretenda ser competitivo en el área de ciencia y tecnología.

Con todo, en el caso brasileño existen también otros puntos frágiles. El primero de éstos está directamente relacionado con la inestabilidad de la moneda. Y el segundo con la ausencia de una agenda que dé relevancia a la ciencia y la tecnología en el marco de una estrategia de desarrollo. “La ciencia y la tecnología implican una cuestión de política económica”, dice José Carlos Silva Cavalcanti, de la Fundación de Apoyo a la Ciencia y la Tecnología del Estado de Pernambuco (Facepe). “Es fundamental la implementación de una política de sustitución de importaciones combinada a nivel nacional”, añade Fernandes, de la Faperj. “Debemos pensar en un pacto federal para ciencia y tecnología que redefina las prioridades y la articulación entre las agencias de fomento estaduales y federales, entre el gobierno federal y los estados”, sugiere José Fernando Perez, director científico de la FAPESP.

Este año el aumento de un 52,4% en la cotización del dólar provocó un gran estrago en el presupuesto y en los programas de compras externas de esta agencia de fomento, lo que significó una seria repercusión en la investigación en casi todas las áreas del conocimiento. La FAPESP tuvo que suspender en agosto, en carácter de emergencia y temporalmente, el giro de recursos para la importación de bienes y servicios para proyectos ya en marcha, así como también el apoyo a nuevos proyectos, por ejemplo. Están autorizadas únicamente las compras de material de consumo y piezas repuesto, en cantidades mínimas e indispensables, y en carácter excepcional.

La Fapemig, la agencia de fomento de Minas Gerais, estado brasileño que congrega a 1.257 grupos de investigación – el 8,3% del total nacional -, también sintió los efectos de la variación cambiaria en su presupuesto, afirma Naftale Katz. Pero decidió no interrumpir las importaciones. “Decidimos continuar financiando la importación de material de consumo permanente, y estamos autorizando compras al límite del techo previsto para los gastos”, dice Katz.

En el área de biotecnología, por ejemplo, uno de los puntos fuertes de la investigación en Minas Gerais, no existen productos nacionales. Katz prevé que será inevitable reducir el ritmo de la aprobación de proyectos. “En este año, las inversiones destinadas a proyectos de demanda espontánea eran de 10 millones de dólares. Cuando lleguemos a ese nivel, deberemos parar”, dice. “Espero que estos aumentos sean solo un accidente en la ruta, pues no se puede sobrevivir con esas oscilaciones cambiarias”.

Los ejemplos de dificultades en las universidades e institutos de investigación se multiplican por todo el país. El aumento en la cotización del dólar obligó a la recientemente inaugurada Fapesb a rever las becas de apoyo a viajes al exterior. “Estamos apagando incendios”, dice Cleilza Andrade, directora general de la entidad, que apoya a 473 grupos de investigación bahianos, correspondiente a un 3,1% del total brasileño. La inestabilidad cambiaria también comprometió proyectos tales como el de la Red de Reducción de Contaminantes Atmosféricos (Reapa, sigla en portugués), desarrollado en el ámbito de las Redes Cooperativas de Investigación (Recope) del estado, implementado en asociación con la Finep.

El equipo responsable está armando un equipamiento de control de la contaminación, que será utilizado por empresas del Polo Petroquímico de Camaçari, entre otras, cuyos componentes son adquiridos en Alemania. “Las dificultades empezaron cuando ellos tuvieron que identificar y negociar con una firma alemana la provisión de todas las piezas, reuniendo material de otros proveedores, de manera tal de realizar una sola importación, facilitando así el proceso de compra”, cuenta Tânia Mascarenhas, coordinadora del proyecto. “Mientras tanto, el dólar subió y los recursos destinados ya no eran los suficientes”, añade. La alternativa fue postergar la ejecución del proyecto y aguardar una posible caída en la cotización del dólar, para entonces retomar los procedimientos de importación.

La crisis cambiaria solamente no tuvo repercusiones tan graves en los medios académicos en Río Grande do Sul. En dicho estado, la Fapergs ya tenía su cartera de proyectos prácticamente paralizada, en función de una reducción del presupuesto: los 21 millones de reales inicialmente previstos para el año llegarán con suerte a 12 millones de reales. El gobierno estadual, que de acuerdo con su Constitución debería destinar a la fundación el 1,5% del Impuesto sobre Circulación de Mercaderías y Servicios (ICMS), redujo el giro de partidas para el apoyo a los 1.769 grupos de investigación, que representan un 11,7% del total de grupos brasileños. “El estado no giró los recursos”, explica Rogério Isotton, director administrativo. En 2001, el presupuesto de la Fapergs fue de 19 millones de reales. Históricamente, los gastos en dólares de la fundación equivalen al 30% del presupuesto.

En Río de Janeiro, pese a que las inversiones en importación consumieron alrededor del 10% de los recursos de la Faperj, el alza del tipo de cambio se hizo sentir bajo la forma de una “lluvia” de pedidos de aditivos para cubrir contratos ya comprometidos, de acuerdo con el presidente de la entidad. “Revisamos algunos proyectos, los enviamos para su análisis al comité asesor y, en la medida de lo posible, reasignamos partidas en el marco de los presupuestos ya aprobados”, dice. “En algunos casos, aprobamos aditivos para los contratos”. En Río de Janeiro actúan 2.111 grupos de investigación, el 13,9% del total brasileño.

La revisión de partidas presupuestarias y la aprobación de aditivos para los contratos se han convertido en la alternativa adoptada por la mayoría de las agencias de fomento, para no comprometer gravemente el desarrollo de las investigaciones. La buena noticia es que la comunidad científica brasileña está compartiendo equipamientos de porte. “Esto aumenta su índice de utilización, lo que añade una aptitud complementaria a los instrumentos. Esto a su vez no era parte del historial brasileño en el área”, observa Mirra, del CGEE. Pero, en el caso de la Facepe, se optó por una solución más radical y definitiva: la redefinición de su política de inversiones.

“Estamos refrenando proyectos importadores y elaborando estrategias más productivas, procurando establecer asociaciones internacionales que no comprometan el pago de equipos y permitan la sustitución de importaciones”, dice José Carlos Silva Cavalcanti, presidente de la entidad. El buque insignia de este nuevo modelo de negocios es el Puerto Digital, una plataforma de generación y atracción de negocios de tecnología de la información que está siendo estructurada desde hace dos años, en asociación con el gobierno del estado, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Finep. “Contamos con socios como Siemens, Motorola y Oracle, entre otros”, explica Cavalcanti.

A principios de noviembre, acertaron otro acuerdo, en este caso en Alemania, que involucró al gobierno estadual, “para una gran iniciativa en el área”, dice Cavlacanti, sin revelar la identidad del futuro socio. “No se puede comprar tecnología extranjera”, reitera. El tipo de cambio puede incluso volver a ser favorable, pero la decisión de la Facepe ya ha sido tomada. La ingeniería y la ciencia de la computación son puntos fuertes de la investigación en Pernambuco, en donde actúan 579 grupos de investigación, el 3,8% del total del país.

C&T y política económica
El actual cuadro de la investigación en Brasil, de acuerdo con el presidente de la Facepe, muestra, “de manera chocante”, un hecho innegable: que las inversiones en investigación en el país deben ser abordadas como parte de la política económica. “Si pretendemos que Brasil se fortalezca dentro de una perspectiva global, es necesario invertir en I&D modernos, y eso requiere audacia y compromiso”. Cavalcanti menciona el ejemplo de China, que recientemente presentó al mundo un sistema para TV digital para competir con los sistemas norteamericano, japonés y europeo. “Brasil también debe arriesgarse, ya que existe aptitud para ello, y hacer tecnología.”

Con todo, las perspectivas no son muy optimistas. “Ningún candidato a la Presidencia de la República ubicó a la ciencia y la tecnología en sus planes de política económica”, observa el director científico de la FAPESP, José Fernando Perez. “Y el desafío consiste en convertir al área en prioridad absoluta, para asegurar una mayor competitividad, menos importación y más exportaciones”. El empleo, continua Perez, es de hecho una política esencial, pero no se resolverá esa cuestión sin ciencia y tecnología.

Perez sugiere que se piense en un pacto federal para ciencia y tecnología, en el cual que se redefina la forma de articulación entre las agencias de fomento federales y las estaduales, así como también entre el gobierno federal y los estados. “Urge contar con una política más activa para el análisis de prioridades y el compromiso al financiamiento”, dice. En los estados con una actividad de investigación intensa, como es el caso de São Paulo, Río de Janeiro, Minas Gerais, Pernambuco y Río Grande do Sul, subraya, el tamaño de la comunidad científica ya ha superado con creces a la capacidad de financiación de sus agencias de fomento.

La redefinición de la agenda de ciencia y tecnología en Brasil debería contemplar también una política de sustitución de importaciones. “La investigación científica y tecnológica es un patrimonio en un país en desarrollo. Y la industria nacional es reacia a invertir en la producción de equipamientos científicos, e incluso a innovar”, afirma Fernandes, director científico de la Faperj. “Esto depende de una agenda más amplia y estratégica, que implique acciones articuladas en pro de la sustitución de importaciones y de líneas especiales de financiamiento”, sugiere. Fernandes recuerda que todos los candidatos a la Presidencia de la República abogaron por una política de sustitución en áreas estratégicas. “Y ése el caso del área de ciencia y tecnología”.

Sustitución de importaciones
Pese a las dificultades del sector, las universidades e institutos de investigación han desarrollado en los últimos años diversas aptitudes, incluso en el área de instrumentación de alta precisión. “Y las empresas ya se han dado cuenta de ello”, subraya Perez. El laboratorio de Cromatografía del Instituto de Química de la Universidad de São Paulo de São Carlos, por ejemplo, ya domina la técnica de desarrollo de cromatógrafos, equipamientos con aplicaciones para la evaluación cualitativa de cualquier compuesto químico y amplias utilidades, que van desde el análisis de residuos de insecticidas en los alimentos hasta el control de combustibles, pasando por la medición del tiempo de absorción de nuevos fármacos.

El equipo de investigadores ya ha implementado dicha tecnología en el Centro de Investigaciones (Cenpes, sigla en portugués) de Petrobras y en la empresa Usiminas, en este último caso, para el control de calidad de la materia prima. “Nunca tuvimos contacto con empresas nacionales interesadas en su producción”, observa Fernando Lanças, vicedirector del Instituto de Química. Un cromatógrafo, generalmente importado, cuesta entre 30 mil y 100 mil dólares. “Brasil necesita invertir en la producción de esos equipamientos, sin proteccionismos, y acercar a la industria y las universidades”, sugiere. “Un programa específico de instrumentación sería de gran valía”.

Otro ejemplo de la capacitación de los investigadores en el área de instrumentación científica está en el Laboratorio de Instrumentación de Partículas (LIP), del Instituto de Física de la USP en São Paulo. El grupo construyó un espectómetro de masas de ionización por desorción a láser con auxilio de matriz, una especie de balanza para pesar proteínas conocido con la sigla de Maldi, financiado por la FAPESP a un costo de 50 mil dólares. Su similar importado cuesta 500 mil dólares. “No es nuestra función comercializar esos equipos. Estamos contribuyendo al desarrollo de la investigación básica, con tecnología nacional y formando gente”, subraya Suzana Salem Vasconcelos, del LIP.

Y no es el primer equipamiento desarrollado por este grupo, que ya ha construido dos detectores sensibles a la posición para trabajar con cristalografía, por ejemplo. Esos detectores forman parte de un catálogo elaborado por el MCT, con una serie de equipamientos desarrollados por investigadores brasileños, con el objetivo de presentárselos a las empresas privadas, al final de la década del 90. Pero no aparecieron interesados. Se argumenta que la investigación no tiene el porte suficiente como para justificar inversiones en la producción. Pero persisten las dudas: ¿existe una demanda de secuenciadores genéticos para el análisis de ADN, por ejemplo? “No se puede pensar en sustituir todo, pero sí se puede apostar a aquello que sea de uso intensivo y extensivo”, afirma Perez.

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