Cuando asumió en 2013 el cargo de directora de Cooperación Internacional en Investigación e Innovación (I&I) de la Comisión Europea, la politóloga italiana Cristina Russo aceptó la tarea de expandir las asociaciones con científicos de fuera del continente en el marco del Programa de I&I de la Unión Europea, el Horizonte 2020, el principal programa científico del bloque, con un presupuesto de 77.000 millones de euros entre 2014 y 2020. Abierta a socios extranjeros, esta iniciativa cuenta con la participación de brasileños apoyados por varios acuerdos de cooperación, como el firmado con la FAPESP en 2015. Por medio del mismo, los investigadores vinculados a instituciones de investigación y educación superior del estado de São Paulo pueden valerse de las modalidades de apoyo que ofrece la Fundación para financiar su participación en proyectos asociados al Horizonte 2020. El trabajo de Cristina Russo también apunta a la articulación de las políticas de ciencia y tecnología en todo el mundo.
Al visitar Brasil por quinta vez, la misión principal de Russo era monitorear la implementación de la cooperación bilateral y reforzar el compromiso de la Unión Europea de continuar la cooperación estratégica en el área de investigación e innovación con el país. Su visita a Brasil también fue una oportunidad para presentar los principios del Plan S de acceso abierto, un pacto lanzado en septiembre por la Comisión Europea, con una fuerte adhesión de Francia, Italia, el Reino Unido y otros 10 países, para garantizar que enero de 2020, toda la investigación científica financiada con fondos públicos se publicará de inmediato en plataformas de acceso abierto. “Tenemos de nuestro lado a instituciones científicas de Europa y países tales como Estados Unidos y China, que ya se han sensibilizado con respecto a esta iniciativa. Sería importante para el Plan S tenga aceptación global”, dijo Russo en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP durante su paso por São Paulo en diciembre.
La representante de la Comisión Europea reconoce la importancia de la agencia de São Paulo en el tema: “La FAPESP tiene experiencia en la promoción de la publicación científica en acceso abierto. Los principios del Plan de S podrían entrar en diálogo con las prácticas ya implementadas en Brasil”. Desde 1998, la Fundación ha financiado la biblioteca científica virtual SciELO (Scientific Electronic Library Online), que en 2018 reunió 291 publicaciones nacionales de acceso abierto en todos los campos del conocimiento e inspiró la creación de colecciones similares en varios países de Latinoamérica, Portugal, España y Sudáfrica.
Los 28 países de la Unión Europea ya habían aprobado en 2016 una directriz para que los estudios financiados con fondos públicos tengan acceso abierto (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 245). Sin embargo, dada la lentitud de ese proceso, los consejos científicos de 11 países tomaron una decisión más radical y lanzaron el Plan S, con el objetivo de “hacer realidad el acceso abierto pleno e inmediato”. Uno de los principios de este plan consiste en que los autores de estudios científicos mantengan los derechos de autor de su trabajo sin restricciones, dando preferencia a la licencia de uso flexible. La iniciativa va más allá del llamado sistema de publicación híbrido. En este modelo, los artículos están disponibles para los suscriptores, pero el autor puede pagar una tarifa adicional para que su trabajo se publique sin restricciones en el sitio web de la revista, incluso antes de que se publique el número, lo cual tiene altos costos de publicación. Para Cristina Russo, el Plan S constituye un gran desafío para los editores, que deberán repensar sus modelos operativos.
El Plan S apunta a acelerar la transición completa al modelo de acceso abierto y abarca distintos niveles de las relaciones con otros países
El Plan S ha recibido algunas críticas de los editores de revistas que no siguen el modelo de acceso abierto. ¿Ya se esperaba esta controversia en la Comisión Europea?
No estoy de acuerdo con la idea de que haya controversia en torno al Plan S. A decir verdad, la iniciativa está siendo bien recibida. Se esperaba la reacción de algunos editores y grupos de científicos, ya que hay temas que aborda por el Plan S que les interesan directamente. Esto no significa que haya un rechazo del plan, que, por cierto, es muy valiente. El Plan S fue lanzado en Europa por Robert-Jan Smits, consultor sénior de acceso abierto en el Centro Europeo de Estrategia Política de la Comisión Europea y por Science Europa, una asociación de organizaciones científicas con sede en Bruselas, Bélgica, que ayudó a coordinar la iniciativa. Si hay controversia, esta reside en el hecho de que las principales editoriales científicas enfrentarán grandes desafíos. Esto es absolutamente normal, forma parte del debate.
¿Cuál es la etapa actual de las discusiones sobre el plan?
La situación en este momento indica que hay diferentes organismos de financiación europeos, y algunos otros de fuera de Europa, que han adherido a los 10 principios* del Plan S. La adhesión de un gran número de organizaciones, tales como la propia Comisión Europea, el Consejo Europeo de Investigación [ERC] y también algunas instituciones de apoyo importantes, como la Fundación de Ciencias Naturales y las bibliotecas Nacionales de Ciencia y Ciencia y Tecnología, en China, el Wellcome Trust en el Reino Unido y la Fundación Bill y Melinda Gates en Estados Unidos significan que el plan se está extendiendo con éxito.
¿Cómo puede contribuir la FAPESP?
La FAPESP ya tienen experiencia en el tema de acceso abierto. El plan se rige por 10 principios que se les presentaron a los líderes de la Fundación. Creo que eventualmente los principios del Plan S podrían ser adoptados por FAPESP, teniendo en cuenta, por supuesto, las especificidades de los sistemas de investigación de São Paulo y también nacionales. El Plan S puede dialogar con prácticas de acceso abierto ya implementadas en otros lugares. La propuesta no consiste únicamente en tener un impacto local en Europa. Se trata de una iniciativa que estamos implementando con miras a acelerar la transición completa al modelo de acceso abierto y que alcanza a diferentes niveles de relaciones con otros países.
¿Con qué propósito?
Europa es uno de los mayores financiadores de programas multilaterales de investigación científica en el mundo, tal como es el caso de Horizonte 2020, de la Unión Europea, que luego de su finalización continuará como Horizonte Europa y contará con un presupuesto más grande que su predecesor. Se espera que Horizon Europe tenga un presupuesto de entre 100 mil millones y 120 mil millones de euros. Debido a esto, hemos sido pioneros en la financiación de la investigación a gran escala y, por lo tanto, queremos que el Plan S se convierta en una iniciativa global. Se trata de garantizar que los contribuyentes, que están financiando una gran cantidad de investigaciones, obtengan el mejor valor de su contribución. Según la Comisión Europea, cuando la investigación se financia con fondos públicos, los resultados deben quedar accesibles al público, de modo tal que cada euro, dólar o real gastado tenga el máximo impacto en la vida de las personas.
¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrenta en la tarea de diálogo con otros países? ¿Cómo obrar con las diferencias culturales, políticas, burocráticas y legales?
La Unión Europea tiene una política muy clara de I&I, que está abierta al mundo. Nuestra estrategia, tal como lo destacó por Comisionado de I&I de la Unión Europea, Carlos Moedas, consiste en promover la ciencia y la innovación abierta y permanecer abiertos al mundo. El programa Horizonte 2020 refleja bien este modelo de apertura, al permitir generalmente la participación de instituciones de investigación y científicos de cualquier país del mundo. Por supuesto, hemos establecido un diálogo político con nuestros socios e identificado áreas estratégicas de interés mutuo. Tenemos diálogo con Brasil a través de acuerdos de ciencia y tecnología. También estuve en Brasilia y participé en una serie de conversaciones con la presencia de organizaciones científicas y autoridades políticas, incluidos ministros.
¿En qué áreas se destaca la cooperación con Brasil?
Algunas de las áreas de cooperación entre Brasil y la Unión Europea son, por ejemplo, la investigación marina y la salud. Tenemos un diálogo con proyectos oncológicos apoyados por la FAPESP. También tenemos una estrategia cuyo propósito consiste en establecer la investigación científica y la innovación como uno de los elementos de nuestra política internacional. Para mí, el desafío consiste en promover la participación en programas europeos por parte de organizaciones científicas de países de fuera del continente, porque creemos que las mejores mentes deberían trabajar juntas en proyectos de investigación innovadores. También creo que la ciencia y la innovación son piezas importantes para construir relaciones sólidas con otros países. Por lo tanto, se trata de desarrollar una noción de diplomacia científica. A menudo, la ciencia puede hacer cosas que los gobiernos no pueden.
¿Cuál es el interés principal de la Unión Europea en establecer asociaciones científicas hoy en día? ¿Es esta una forma de aumentar la competitividad en Europa?
El tratado fundador de la Unión Europea declaró que el objetivo de la política científica y de innovación consiste en aumentar la competitividad del bloque. Así que seguramente este es el punto de partida de nuestro trabajo en la Comisión Europea sobre ciencia, tecnología e innovación. Pero, por supuesto, no voy a venir a Brasil solo para ayudar a Europa a ser más competitiva. Para mí, es importante trabajar en asociación con otros países de fuera de la Unión Europea porque estamos cada vez más afectados por los retos de la sociedad interconectada y necesitamos trabajar juntos para abordarlos. Otra razón para superar la competitividad es que Europa produce ciencia, tecnología e innovación de alto nivel y necesita estar junto con socios claves en todo el mundo para abordar problemas comunes.
¿Cómo puede ayudar la ciencia brasileña en esta estrategia?
La cooperación en ciencia e innovación también tiene una dimensión política, que va más allá de la producción científica en sí misma. En los últimos años, hemos firmado muchos acuerdos con Brasil. En 2018, por ejemplo, se estableció un acuerdo entre la Comisión Europea, el Confap [el Consejo Nacional de Fundaciones de Apoyo a la Investigación Científica de los Estados], el CNPq [el Consejo Nacional para el Desarrollo Científico y Tecnológico] y la Finep [la Financiadora de Estudios y Proyectos], con el objetivo de que estas instituciones apoyen a los investigadores brasileños que toman parte en Horizonte 2020. En esta transición política por la que atraviesa Brasil, espero que el país siga comprometido con los acuerdos científicos que ha firmado con la Unión Europea. Brasil es un socio fuerte para I&I.
¿Cómo evalúa los acuerdos con la FAPESP en programas tales como Horizonte 2020 y ERA NET, en el área de bioenergía, y también en proyectos llevados a cabo en el marco del European Research Council, que brinda apoyo a excelentes grupos de investigación? ¿Podría hacer un balance?
En general, la evaluación de nuestra asociación con FAPESP es muy positiva. Dedicamos parte de la reunión en São Paulo a conversar sobre el compromiso de la FAPESP para financiar algunos proyectos importantes de cáncer y biocombustibles, por ejemplo. La Fundación fue la primera con la que emitimos convocatorias para seleccionar investigadores brasileños para Horizonte 2020. Consideramos que es un socio muy importante y por eso, durante mi misión en Brasil, antes de regresar a Europa, hice una parada en Sao Paulo. Mi visita tuvo algunas metas. Primero, ver aquellos proyectos concretos para los cuales los investigadores brasileños fueron seleccionados recientemente. El otro fue el de presentar el Plan de S, que es parte de mi trabajo tendiente a comprometer a actores globales para que adhieran a los principios de la publicación de acceso abierto.
Usted se unió a la Comisión Europea en 1992 como oficial de políticas en la Dirección de Relaciones Exteriores, abordando las Relaciones con los Nuevos Estados Independientes de la antigua Unión Soviética. ¿Cómo se hizo este trabajo? En ese momento, ¿todavía no trabajaba con temas de investigación científica?
Mi carrera es muy diversa. Soy una politóloga, pero no una investigadora. De hecho, comencé a trabajar con los Nuevos Estados Independientes, que más tarde se convirtieron en la Comunidad de Estados Independientes, compuesta por países que pertenecían a la antigua Unión Soviética. La Comisión Europea en ese momento estableció programas de asistencia para estas naciones. Era importante apoyar no solo a Rusia, sino también a los demás países que formaban parte de la Unión Soviética durante la transición a la democracia. Estuve a cargo del Programa de Asesoría Jurídica, que se encargó de redactar códigos civiles, algo que no existía en esos países. Les ofrecimos soporte técnico para estructurar sus códigos. También hubo un programa para asesorar a los países acerca de cómo cambiar sus sistemas políticos del socialismo a otro modelo y adaptar estas transformaciones políticas al contexto económico.
Un trabajo desafiante …
Sí, fue una tarea muy difícil. Recuerdo que, en una misión a una de las repúblicas de Asia Central, el debate sobre la redacción de un código civil fue muy tenso, fue muy complicado para ellos. Fue una experiencia rica. Solo trabajé en política científica después de pasar unos años en la Secretaría General de la Comisión Europea entre 1995 y 1999, que es el departamento central de la Comisión Europea. En 1999 trabajé como miembro del gabinete de Philippe Busquin, Comisionado de I&I. Pero una cosa que no está en mi currículum es que realmente comencé en la Comisión Europea en 1990 como pasante del Comisionado de I&I de la época. Entonces, puedo decir que mi carrera comenzó con temas relacionados con la política científica.
*Los principios del Plan S están disponibles en bit.ly/PlAnS
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