Parado, apoyado sobre el marco de la puerta de entrada de su casa, el profesor de biología Vitorino Coelho de Sousa oía sin prestarle mucha atención el relato de un locuaz muchacho que le enumeraba las enseñanzas de la Biblia, con la esperanza de convertirlo a la religión evangelista. Estaban en eso cuando, repentinamente, esa charla tranquila -una de las tantas que rellenan todavía hoy en día los atardeceres de las pequeñas ciudades y pueblos- fue tomando un cariz inesperado, dando así origen a una historia rica en aparentes casualidades, que desembocó días después en el hallazgo de alrededor 70 fósiles de dinosaurios datados en unos 110 millones de años, localizados en el interior del estado de Maranhão, y en el descubrimiento de una probable nueva especie de esos gigantescos reptiles prehistóricos que desaparecieron de la faz del planeta hace 65 millones de años. Hasta ese momento, las muestras de dinosaurios de tal antigüedad de eran raras en la región nordeste de Brasil.
Recapitulando: estamos en Coroatá, una localidad de 50 mil habitantes ubicada en el interior de Maranhão, 200 kilómetros al sur São Luís, la capital de ese estado brasileño, en medio a una tarde de finales de julio del año pasado. Luego de oír al visitante durante unos largos minutos, Vitorino perdió la paciencia y se metió de lleno en un embate entre ciencia y religión, con argumentos acalorados de ambos lados cuando el joven evangelista afirmó que los animales existentes en el mundo eran de origen divino. Como Vitorino es profesor de biología en una escuela secundaria, resolvió entonces enseñarle al muchacho un poco de ciencia. Le explicó así que los restos de plantas y animales petrificados, llamados fósiles, eran una prueba fehaciente de que los seres vivos actuales no eran obra de Dios, sino habían evolucionado partiendo de otras especies, surgidas hace millones de años. Admirado ante esta explicación, el joven comentó: “Hace pocos días vi en la casa de otra persona, acá mismo enCoroatá algunas piedras que parecían huesos”.
Vitorino se la pasó durante días intrigado con ese comentario. Así fue que, llegado el fin de semana, resolvió cerciorarse. Tomó su cámara fotográfica y se encaminó a la zona indicada; llegó hasta el campo del agricultor Alexandre Marques Vaz, un plantador de mandioca, batata, arroz y maíz, que efectivamente había juntado durante 13 años unas piedras que parecían huesos. La forma de tales piedras ya había generado largos debates entre Alexandre y sus vecinos. Algunos creían que eran efectivamente huesos de animales -quizás de elefante, debido a su tamaño; ¿por qué no?-, mientras para otros todo aquello no era otra que, sencillamente, piedras.
Vitorino tuvo que extenderse en la charla para convencer al desconfiado agricultor a mostrarle las tan mentadas piedras, guardadas con el celo propio de quien esconde un tesoro. Y no eran pocas: llenaban el suelo de una de las habitaciones de la casa de paredes sin revoque en que este agricultor de 32 años vive con su mujer y sus hijos. Alexandre había juntado esas piedras en las orillas de los afluentes del río Itapecurú, que atraviesa Coroatá y corre en sentido hacia el noroeste. Entre julio y noviembre, época en que llueve poco, el lecho del río baja y quedan expuestos los terrenos socavados por el agua, antes cubiertos de bosque de palmeras de babasú -una zona conocida como Mata dos Cocais, con la vegetación típica de esa región del nordeste brasileño que se expande hacia el este por los estados de Piauí y Ceará, ocupando un área mayor que Inglaterra.
La vértebra y la guía telefónica -Bajo la mirada desconfiada del dueño de casa, Vitorino enseguida divisó un hueso cilíndrico petrificado de casi 20 centímetros de diámetro. Se acordó de sus clases de paleontología, cuando estudiaba en la Universidad Federal de Piauí (UFPI), y arribó rápidamente a la siguiente conclusión: no era un hueso de elefante, tal como habían imaginado, sino una vértebra petrificada de la cola de un dinosaurio.Como son raros los fósiles de dinosaurios hallados en el país, Vitorino sabía que estaba adelante de un material de gran interés científico. Por esta razón, decidió hacer público el descubrimiento y llamó a un equipo de TV Mirante, la repetidora de la Red Globo de Maranhão, para hacer una nota. Pero el programa, que salió al aire algunos días más tarde, solamente en la región de Coroatá, no fue de su agrado. “Fue sensacionalista”; así lo definió. Insatisfecho, Vitorino pasó revista al catálogo telefónico en busca de un experto y arribóal paleontólogo Manuel Alfredo Medeiros, de la Universidad Federal de Maranhão (UFMA). “Creí que fuera otra falsa alarma”, recuerda al respecto Medeiros. “Antes, en otras dos oportunidades, me habían llamado para ver fósiles en otras ciudades, pero eran huesos recientes.”
Pero, como la zona podía efectivamente albergar fósiles de dinosaurios, Medeiros se arriesgó. Fue a Coroatá y no se decepcionó: los fósiles eran realmente de dinosaurios. La mayor parte de los huesos petrificados corresponde a saurópodos, dinosaurios herbívoros con cola y pescuezo largos -los mayores saurópodos, que han sido hallados en Argentina, llegaban a medir 30 metros de longitud y pesar 70 toneladas. La pieza de mayor valor científico es justamente la vértebra de la cola vista por Vitorino por ocasión del primer encuentro con el agricultor. Según Medeiros, el fósil pertenece a una nueva especie de saurópodo que debe haber habitado esa región hace entre 110 y 100 millones de años, durante el período geológico denominado Cretáceo. Fue una datación indirecta, efectuada con base en estudios geológicos de Petrobras y de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
El descubrimiento confirma también que esta región de Maranhão es un inmenso depósito de fósiles continentales de una fase del Cretáceo correspondiente a entre 110 y 95 millones de años atrás. De acuerdo con Medeiros, estos hallazgos son raros porque las capas de rocas más superficiales que contienen fósiles se encuentran en una franja situada entre los 5 y los 15 metros de profundidad debajo del “Cerrado” [la Sabana] y de la región de Mata dos Cocais. “Si una nueva datación corrobora la edad de los fósiles entre los 110 y los 100 millones de años, este material aportará informaciones preciosas sobre la fauna continental de esta fase del Cretáceo”, dice Medeiros. En aquellos tiempos, Sudamérica y África se encontraban en pleno proceso de separación, y el paisaje de Maranhão era muy diferente al actual. Las investigaciones de la UFRJ y Petrobras demostraron que el clima erapredominantemente árido o semiárido, pero en las regiones ubicadas cerca de los ríos había bosques de coníferassimilares a la araucarias, helechos con porte arbóreo y plantas denominadas equisectos, similares a la cola de caballo.
Y, charla va charla viene, Medeiros convenció al agricultor Alexandre Marques Vaz a que le donara al menos la vértebra de saurópodo, actualmente guardada en el Laboratorio de Paleontología de la UFMA. Con base en ese hueso, el investigador pretende ahora identificar a cuál animal perteneció -de entrada, parece realmente tratarse de algo nuevo, de un género y especie aún desconocidos para la ciencia. “Pretendemos saber si esos grupos existieron también en África o si son exclusivos de Brasil”, dice el paleontólogo. Ahora le compete a Darciléa Castro, del equipo de Medeiros, conjuntamente con paleontólogos paulistas, dar inicio a la clasificación de unos 70 huesos petrificados. A costa de muchos argumentos científicos, el reticente Alexandre abdicó de su acervo, que, tal como fuera acordado, quedará bajo custodia de la Casa de Cultura de Coroatá.
La cuenca del río Itapecurú, que dibuja un arco que se extiende de sur a norte del estado de Maranhão, es considerada actualmente un verdadero valle de los dinosaurios. De ella salieron los fósiles de la más “reciente” especie brasileña de dinosaurio: el Amazonsaurus maranhensis, descrito por el equipo del geólogo Ismar de Souza Carvalho, de la UFRJ (lea en el recuadro). En 2001, los equipos de Medeiros y de Carvalho encontraron en Ilha do Cajual, Alcântara, la vértebra de una nueva especie de saurópodo, de los corpulentos dinosaurios herbívoros de cola y pescuezo largos y cabeza pequeña. Ese hueso petrificado, de alrededor de 95 millones de años, perteneció a un saurópodo de un grupo de saltasaurinos. Éstos, hasta ese momento solamente encontrados en Argentina, medían unos 8 metros de la cabeza a la cola -son los enanos de la familia de los titanosaurios, animales que podían llegar a medir hasta 30 metros y a pesar casi 70 toneladas.
El descubrimiento del fósil de Ilha do Cajual, casi 20 millones de años más antiguo que los saltasaurinos argentinos, les permitió a los paleontólogos brasileños presentar una nueva versión de la evolución de estos animales. “Probablemente hayan surgido en la región en que hoy se encuentra el norte de Brasil y luego migraron hacia el sur”, dice Medeiros. Los investigadores de Río y de Maranhão han determinado el género y la especie del saltasaurino marañense, pero su nombre recién será revelado dentro de algunos meses, con la publicación del artículo científico que lo describe.
De norte a sur
Tras la extinción que acabó con una buena parte de la vida en la Tierra hace 210 millones de años, los dinosaurios evolucionaron partiendo de un carnívoro bípedo que no llegaba a medir un metro de altura: el tecodonte. Fósiles encontrados en diferentes regiones del planeta indican que los dinosaurios fueron los animales terrestres más abundantes durante 150 millones de años, una fase en la que el clima del globo era más cálido y los continentes del Hemisferio Sur aún estaban unidos en un mismo supercontinente llamado Gondwana.Los paleontólogos creen que diversas especies de dinosaurios deben haber habitado el actual territorio brasileño, pero los fósiles de esos animales son raros en estas tierras, principalmente debido a que los grandes reservorios de huesos petrificados están cubiertos por el bosque de la zona de Mata dos Cocais en Maranhão, o por la vegetación del “Cerrado”, en Mato Grosso y en São Paulo.
Los fósiles de Araripe
Aun cuando son pocos, los fósiles de dinosaurios brasileños revelan valiosas características físicas de esos reptiles, y ayudan a entender como éstos evolucionaron. No muy lejos de Maranhão se ubica uno de los más importantes depósitos mundiales de fósiles de una fase del Cretáceo que se extendió desde los 140 hasta los 100 millones de años atrás. Es en Chapada do Araripe, un tablero de 160 kilómetros de extensión por 50 kilómetros de ancho que se erige a 900 metros de altitud en el sur de Ceará, y se propaga hacia el este por Pernambuco y hacia el oeste por Piauí.En las minas de calcáreas y de yeso de la zona se han encontrados fósiles de otras tres especies de dinosaurios. Dos de éstas integran el grupo de los espinosáuridos, reptiles bípedos de hasta 10 metros de longitud de cuyo lomo sobresalía una especie de cresta. Uno de estos espinosáuridos es el Angaturama limae, descrito en 1999 por el paleontólogo Alexander Kellner, del Museo Nacional de la UFRJ, basándose en fósiles del hocico del animal. Pariente de especies encontradas en África y Europa, este dinosaurio vivió hace alrededor de 110 millones de años. Tenía la cabeza y el hocico alargados y dientes similares a los de los cocodrilos actuales.
David Martill, de la Universidad de Portsmouth, Inglaterra, identificó en 1996 otra especie de espinosáurido: el Irritator challengeri basándose en la porción posterior de un cráneo encontrado en Chapada do Araripe y contrabandeado a Europa. El Irritator debe su nombre a la ira que suscitó su identificación. Martill notaba que la parte trasera del cráneo pertenecía a un dinosaurio, pero el hocico no era compatible con la descripción de ningún grupo conocido. Posteriormente se develó el misterio: el hocico del animal había sido reconstituido artificialmente por los contrabandistas para elevar el valor de venta del fósil.
Uno de los fósiles más preciosos es el Santanaraptor placidus, que también salió de la ciudad de Santana do Cariri, en Chapada do Araripe. Es el primer fósil de dinosaurio que, al margen de los huesos, preservó parte de su cuero, los músculos y los vasos sanguíneos del animal. Este carnívoro de tan solo un metro ochenta de longitud, que vivió hace 110 millones de años, es un ancestro del conocido y temido Tiranosaurus rex, el enorme predador que dominó América del Norte alrededor de 40 millones de años más tarde.Quizá tan feroz como el Tiranosaurus fue Pycnonemosaurus nevesi, el mayor predador brasileño, un reptil bípedo de 8 metros de largo que vivió hace 80 millones de años en el interior de Mato Grosso.
Con sus extremidades anteriores cortas y los músculos de la cola bastante desarrollados, el P. nevesi es similar a otros animales del mismo grupo hallados en la India, África y Argentina. Pero las formas más parecidas a las Pycnonemosaurus están en Argentina. “Debe haber existido una fauna común a Brasil y Argentina, diferente a su vez de la encontrada en África”, dice Kellner, quien describió al gran predador en 2002 en Arquivos do Museu Nacional, en conjunto con el paleontólogo Diógenes de Almeida Campos, del Departamento Nacional de Producción Mineral con sede en Río de Janeiro. En 1971, el equipo de Farid Arid, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), halló en la región de São José do Rio Preto una de las dos especies de titanosaurio identificadas en São Paulo. Eran solamente tres huesos petrificados del Antarctosaurus brasiliensis, un animal sobre el cual se tiene muy poca información. A mediadosde los años 1980, un agricultor de Presidente Prudente, localidad del oeste paulista, encontró fósiles de otro titanosaurio, que Kellner denominó en 1999 Gondwanatitan faustoi. Ése fue uno de los esqueletos de dinosaurio más completos encontrados hasta ahora en Brasil. Pese a sus aproximadamente 8 metros, el Gondwanatitan, que vivió hace entre 90 millones y 80 millones de años, tenía el cuello y la cola más cortos que elAmazonsauru s.
Los más antiguos
Pero la cuna de los dinosaurios brasileños está efectivamente en las adyacencias de la localidad de Santa Maria, en la zona central del estado de Río Grande do Sul. Las tres especies más antiguas del país “y probablemente del mundo” habitaron el territorio “gaúcho” hace 225 millones de años, durante el Triásico. El más antiguo de éstos -y probadamente el primer dinosaurio brasileño- es el Staurikosauruspricei. Descubierto en 1937, este carnívoro de alrededor de 2,5 metros es uno de los más antiguos dinosaurios de los que se tenga noticia hasta ahora.
Decenas de millares de años más joven que el Staurikosaurus es el Saturnalia tupiniquim, un herbívoro de no más de 4 metros de longitud descrito hace cinco años por Max Langer, actualmente docente de la USP de Ribeirão Preto. Una característica curiosa de este reptil, un ancestro de animales como el Amazonsaurus y el Gondwanatitan, es que, aunque fuera cuadrúpedo, era capaz de desplazarse solamente sobre sus patas traseras en algunas situaciones.En la localidad de Candelária, a orillas del río Guaíba, se descubrieron fósiles de un dinosaurio de 1,20 m, bastante primitivo. Se trata del Guaibasauruscandelaria, aproximadamente un millón de años más joven que el Staurikosaurus. Inicialmente clasificado como un carnívoro, actualmente se cree que ese cuadrúpedo, que probablemente lograse caminar solamente sobre sus patas traseras, fuera a decir verdad un herbívoro.
El nuevo dinosaurio de Maranhão
En enero pasado, el equipo del geólogo Ismar de Souza Carvalho, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), presentó la reconstitución de una nueva especie de dinosaurio brasileño que vivió en Maranhão hace 110 millones de años. Es el Amazonsaurus maranhensis, un herbívoro cuadrúpedo de 10 metros de largo total y un peso de 10 toneladas. Fue descrito en la edición de diciembre de 2003 de Cretaceous Research, la más importante revista científica sobre el Cretáceo, el último período geológico en el que estos grandes reptiles habitaron el planeta.
El Amazonsaurus es el más antiguo saurópodo (dinosaurio cuadrúpedo herbívoro) brasileño del Cretáceo, un período geológico que se extendió entre 144 y 65 millones de años atrás, en el cual surgieron las plantas con flores y América del Sur comenzó a separarse de África. El equipo de la UFRJ encontró los fósiles de este dinosaurio en las orillas del río Itapecurú -en la localidad de Itapecurú-Mirim, 130 kilómetros al sur de São Luís, capital de Maranhão-, un área de transición situada entre la Selva Amazónica y el llamado “Cerrado” [Sabana], también en territorio de la Amazonia Legal brasileña. Por tal motivo, este animal es considerado el primer dinosaurio de la Amazonia cuya especie se haya identificado.
Las características más importantes de esta especie son el pescuezo y la cola más largos y afilados en las puntas que los de los de otros saurópodos. En el torso del A. maranhensis aparece una pequeña elevación: son los prolongamientos de las vértebras de la columna, las llamadas espinas neurales, que llegan a medir 20 centímetros. De acuerdo con Carvalho, la nueva especie es pariente lejana de un saurópodo que vivió en la región noroeste de África durante ese mismo período: el Rebbachisaurus garasbae. Las vértebras de ambas especies son bastante semejantes -una señal indicativa de que deben haber evolucionado de una misma especie ancestral.
El descubrimiento del Amazonsaurus ayudará a comprender cómo evolucionaron los ambientes terrestres brasileños en el Cretáceo, mucho menos estudiados que el ambiente marino del mismo período durante el que se formaron las reservas brasileñas de gas y de petróleo ubicadas en el Atlántico. “De ahora en adelante, el análisis de la evolución de los saurópodos deberá incluir el estudio del Amazonsaurus maranhensis“, afirma Carvalho.
El anuncio de ese descubrimiento coronó 13 años de trabajo signados por percances. Bajo la coordinación del veterano químico Cândido Simões Ferreira, en la actualidad profesor emérito de la UFRJ, con 84 años, cinco jóvenes investigadores hicieron el primer viaje al interior de Maranhão en 1991 para mapear las áreas en las cuales afloran rocas formadas durante el Cretáceo, que servirían para la capacitación de los alumnos de geología de la UFRJ. Dichas áreas con rocas del Cretáceo, consideradas de gran interés económico, pues albergan aproximadamente la mitad de las reservas de gas y petróleo del planeta, abarcan 150 mil kilómetros cuadrados -o una vez y media el tamaño de Portugal- solamente en Maranhão.
Acomodándose de la mejor manera posible en una van cargada de suministros, los seis investigadores partieron de Río de Janeiro y atravesaron la mitad del país en un viaje de cinco días. En tres semanas de trabajo intenso, el equipo anduvo centenares de kilómetros analizando terrenos próximos a los ferrocarriles y a las carreteras, sin ubicar una sola área con las rocas procuradas. Tensos y cansados, los investigadores decidieron cambiar de estrategia y pasaron a recorrer en barco los ríos de la región, y así llegaron a la localidad de Itapecurú-Mirim -situada a 70 kilómetros de Coroatá, donde se encontraron recientemente más fósiles de dinosaurios.
En una de las primeras paradas a orillas del río Itapecurú, al bajar del barco, Ferreira tropezó con una gran pieza ósea, inicialmente confundida con un hueso de vaca. Era la primera parte del esqueleto del Amazonsaurus maranhensis, reconstituido a partir de 20 piezas muy bien preservadas y otros 150 pedazos reunidos en el transcurso de seis años de excavaciones a orillas del río Itapecurú. Tan difícil cuanto la extracción de los fósiles de la roca dura fue el reconocimiento del trabajo, que Carvalho firma junto con Leonardo dos Santos Ávila, del Museo Nacional, y Leonardo Salgado, de la Universidad Nacional del Comahue, Argentina. Por tratarse de un animal de género y especie desconocidos, el artículo pasó por muchas revisiones en el transcurso de tres años, antes de su aceptación para su posterior publicación en Cretaceous Research.
Republicar