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NECROLÓGICAS

Defensor del acceso a la ciencia

El bioquímico Isaías Raw produjo investigaciones de impacto internacional, trabajó en la difusión del conocimiento y contribuyó a la producción de vacunas e insumos inmunobiológicos

Raw en 2005: décadas de trabajo como investigador, educador y divulgador

Miguel Boyayan

Si los científicos natos existieran, el bioquímico Isaías Raw sin duda sería uno de ellos. Nació en 1927 en São Paulo, durante su adolescencia leyó libros que iban desde historias de aventuras de científicos hasta la trayectoria del químico francés Louis Pasteur (1822-1895), pasando por la química farmacéutica. A principios de la década de 1940, cuando cursaba el secundario, ya merodeaba las instalaciones del palacete de la alameda Glete, que en aquella época albergaba a la que entonces era la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de São Paulo (USP). “Por mera curiosidad, asistía a la universidad incluso antes de tener vínculo alguno con ella y comenzó a encantarse”, relata el biólogo Paulo Lee Ho, investigador del Instituto Butantan, donde Raw dejaría huellas importantes. El bioquímico falleció el 13 de diciembre, a los 95 años, de causas naturales.

Raw ingresó a la Facultad de Medicina (FM) de la USP en 1945 y se recibió en 1950. Cuatro años después completaría el doctorado en bioquímica en la misma universidad. En 1957 se convirtió libre docente. Como investigador y profesor en la misma FM-USP, Raw solía desconfiar de los saberes establecidos y reproducidos por la mayoría de sus colegas. “Cuestionaba el statu quo y bregaba por cambiar la realidad para mejor. Fue un revolucionario”, dice la biomédica Helena Nader, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) y presidenta de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC).

Sus colegas comentan que el joven profesor no aceptaba las estructuras de poder académico que anquilosaban la medicina y obstaculizaban la construcción del conocimiento. En el statu quo al cual Raw se oponía primaba el origen social y no el mérito, tanto en el ingreso a la facultad como en la contratación de docentes. Como respuesta a ello, colaboró en la creación, en 1964, del Centro de Selección de Aspirantes a ingresar a las Facultades de Medicina (Cescem), que unificó el proceso selectivo de estudiantes de las mayores facultades de medicina del estado de São Paulo y fue precursor de la fundación Fuvest.

Para él, la formación de los médicos debía tener una base estrictamente científica. No en vano, en 1958 creó la asignatura de genética humana y diseñó la carrera de Medicina Experimental en la FM-USP, que apuntaba a integrar en un mismo cuerpo de conocimiento las ciencias básicas y la práctica clínica. Para apuntalar la investigación científica en el departamento y perfeccionar la enseñanza de la bioquímica, contrató a docentes sin formación médica, como el genetista Pedro Henrique Saldanha y el químico Júlio Pudles. Sus colegas opusieron resistencia, porque la facultad nunca había contratado a docentes que no fueran médicos.

El bioquímico Walter Colli, profesor emérito de la USP y dirigido por Raw en su doctorado, relata que cuando lo conoció, en 1958, “Raw ya discutía el funcionamiento de las mitocondrias con los científicos más eminentes del mundo en el área de la bioquímica”. El debate giraba en torno a si la mitocondria tenía que estar entera para poder fabricar trifosfato de adenosina (ATP, la principal fuente de energía celular) o si esto podía ocurrir igualmente con tan solo una fracción de ella. Colli informa que Raw llevaba la razón en ese debate y acabó por demostrar que una fracción submitocondrial podía generar ATP, en un artículo publicado en la revista Journal of the American Chemical Society. En modo inédito, demostró la existencia de muchas enzimas en el metabolismo del protozoo Trypanosoma cruzi.

La oposición de Raw al elitismo enquistado en el ambiente académico, sazonada por su personalidad contestataria, le granjeó toda una colección de antipatías. Tras el golpe militar de 1964, lo acusaron de ser comunista, fue arrestado y pasó dos semanas preso. Finalmente fue liberado tras las protestas de colegas eminentes, quienes advirtieron que Raw era un científico reconocido a nivel internacional que debía atender compromisos en el exterior. Trabajó en proyectos científicos y educativos hasta que se decretó el Acto Institucional Número 5, el AI-5, en 1968, que lo obligó a jubilarse de la universidad en 1969.

Tuvo que exiliarse para vivir primeramente en Israel, donde fue profesor de la Universidad Hebraica de Jerusalén. Luego se marchó a Estados Unidos en donde se desempeñó como docente en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en la Universidad Harvard y en el City College de Nueva York. El exilio se extendió por diez años. Cuando regresó a Brasil, en 1980, Raw no retomó su cargo en la docencia. “La formación de científicos significa formar alumnos que serán mejores que uno. Esta es la función del docente”, dijo en 2015, en una entrevista concedida a Univesp TV. Consideró exitosa su misión en este aspecto y asumió un cargo como investigador en el Laboratório Lavoisier de Análises Clínicas y, poco después, en el Instituto Butantan.

Según sus colegas, la labor de Raw en el Butantan revela el énfasis puesto en lo colectivo y en mejorar la salud pública. Antes de su arribo, dice Ho, el país padecía limitaciones en cuanto a la producción de vacunas y sueros antiofídicos: pruebas realizadas a principios de la década de 1980 habían demostrado que los sueros no eran eficaces ni seguros. Él empezó a reorientar al instituto hacia la autosuficiencia en inmunobiológicos.

Fue director del instituto entre 1991 y 1997, pero trabajó allí desde 1984 hasta hace poco. “Raw era intempestivo, peleaba por las cosas que consideraba correctas, y a menudo lo eran”, dice el inmunólogo Osvaldo Sant’Anna, ex director científico del instituto. Desde ese posicionamiento, coordinó el proyecto de transferencia tecnológica de la empresa farmacéutica Sanofi Pasteur, de Francia, al Butantan, con miras a la producción de vacunas contra el virus de la gripe. Tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, trajo científicos rusos al instituto para que desarrollaran aquí la capacidad de producción de vacunas contra la hepatitis B. También fue un éxito, así como la producción de surfactante pulmonar para recién nacidos con problemas respiratorios. Según Nader, Raw transformó el Butantan en un instituto estratégico para la salud pública brasileña.

Entre sus intereses estaban la educación y la divulgación científica, como le confió a Pesquisa FAPESP en una entrevista concedida en 2005. Ya en la época en que era docente de enseñanza media en el colegio Anglo Latino, creó en la escuela un pequeño museo de zoología. Colli comenta que a finales de la década de 1950, Raw trabajaba en la construcción de pequeños dispositivos, entre ellos, microscopios rudimentarios y baratos, con los que era posible visualizar células y podían utilizarse en las escuelas para la enseñanza de conceptos científicos. También fue el creador de los kits llamados “Los científicos”, que les posibilitaban a los estudiantes de la educación básica llevar a cabo experimentos científicos: se produjeron y vendieron 3 millones de ellos en los kioscos de diarios y revistas.

Junto a Myriam Krasilchik, de la Facultad de Educación de la USP, entre otros colegas, tradujo libros didácticos de ciencias y escribió obras de divulgación científica. Dirigió instituciones centradas en la promoción de la enseñanza y la popularización de la ciencia, como el Instituto Brasileño de Educación, Ciencia y Cultura (Ibecc), en los años 1950. “Era un emprendedor que no ganaba dinero. Para él todo giraba en torno a la educación: siempre aparecía con ideas originales, factibles. Muchos de nosotros tomábamos esas ideas y las plasmábamos con éxito”, recuerda Colli. “Fue uno de los tipos más altruistas que he conocido”, dice Ho.

De las declaraciones de todos quienes lo conocieron de cerca surge la estampa de un científico determinado. “No paró a lo largo de toda su vida. Era una maquinita”, recuerda Sant’Anna. En la misma tónica, Nader concluye: “Era una aplanadora. Para él, las dificultades estaban ahí para enfrentarlas y superarlas”.

Tuvo tres hijos, dos de los cuales aún viven, y varios nietos.

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