Walter RegoLa revista Oncogene, del grupo Springer Nature, publicó un editorial condenando dos comportamientos recurrentes que generan alboroto en la investigación de fraudes o falsificaciones en artículos científicos. Uno de ellos es la costumbre de denunciar sospechas de mala conducta en forma anónima, generalmente por medio de cartas o correos electrónicos firmados bajo pseudónimos. “Existen razones válidas para la protección del anonimato de los denunciantes y esos detalles no se revelan a las partes involucradas durante las averiguaciones. Pero es importante que el denunciante se identifique ante el editor cuando formaliza su denuncia”, escribieron Justin Stebbing, editor en jefe de la revista e investigador del Imperial College de Londres, y David Avram Sanders, de la Universidad Purdue, en Estados Unidos. “Eso no significa que las denuncias anónimas deban ignorarse. Las mismas deben evaluarse según su importancia. Pero la costumbre del anonimato no condice con los valores del emprendimiento científico y clínico y hay que desalentarla”.
El dúo de editores también criticó en forma airada e irónica las respuestas evasivas que muchos autores brindan ante los pedidos de aclaraciones motivados por alguna sospecha o incongruencia detectadas en artículos publicados. Ellos recopilaron una lista de las excusas más frecuentes. La más común consiste en negar la existencia del problema incluso cuando las evidencias de que una imagen fue copiada son abrumadoras. Esa estrategia adopta distintos matices: también hay autores que, sin descalificar totalmente la denuncia, intentan convencer a los editores de que las imágenes obviamente copiadas no son idénticas y que hay sutiles diferencias entre ellas, como si se tratara del juego de los siete errores.
Otra respuesta frecuente, que los autores bautizaron con el apelativo “mi perro se comió los datos”, es cuando dicen que ya no se pueden poner en duda porque los datos originales se perdieron. Esa excusa, reza el editorial, eventualmente podría ser válida. “Pero en ocasiones el amaño es tan evidente que la ausencia de los datos originales no resulta una circunstancia atenuante”. También es algo usual intentar exculparse atribuyendo el problema a la inexperiencia de investigadores júnior o a la falta de familiaridad con los estándares de calidad de colaboradores de otros países, para entonces argumentar que la copia de datos no compromete los resultados del artículo. No obstante, ninguna de ellas disminuye el impacto causado por el error o exime al autor de sus responsabilidades.
Finalmente, está quien se victimiza y atribuye la denuncia a una persecución anónima. “Puede que sea verdad, pero es irrelevante”, analiza el editorial. Al fin y al cabo, no es porque el investigador fue objeto de maledicencia que el fraude o la falsificación que cometió se tornarán aceptables.
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