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Ciencia

Detectan más oro bajo la selva

Dos volcanes ubicados en la Amazonia pueden esconder en su seno vastas reservas de minerales preciosos

Alunita (arriba) y adularia vistas en el microscopio

En el sur del estado brasileño de Pará, entre los ríos Tapajós y Jamanxim, dos discretos cerros esconden dos de los más antiguos volcanes del mundo, formados hace casi 1.900 millones de años, cuando la Tierra tenía poco más de la mitad de la edad actual. Debajo de éstos, a una profundidad que oscila entre los 100 metros y un kilómetro, pueden existir, en medio a las rocas, amplios depósitos de oro, plata, zinc, cobre y molibdeno, de acuerdo con lo que sugieren recientes estudios realizados por geólogos de la Universidad de São Paulo (USP).

Si las prospecciones confirman lo que indican los modelos geológicos del equipo paulista, la Provincia Aurífera del Tapajós, tal como es conocida la región, puede contener reservas de oro diez veces mayores que las que se estimaba hasta ahora -los cálculos anteriores sugerían la existencia de depósitos de hasta cien toneladas de oro, lo suficiente como para justificar el comienzo de la explotación. “Nuestros datos indican que allí pueden existir depósitos de hasta mil toneladas”, dice Caetano Juliani, investigador del Instituto de Geociencias (IGc) de la USP y coordinador de los estudios. “En Perú”, añade Robert Rye, investigador del Servicio Geológico de Estados Unidos y socio del equipo brasileño, “un depósito de características geológicas similares posee aproximadamente 250 toneladas de oro explotable”.

Las consecuencias de esta investigación no se restringen a los aspectos económicos. Dos estudios -uno de éstos ya ha sido aceptado para su publicación en Precambrian Research, una importante publicación de referencia en el área- proponen un nuevo modelo de formación de estos depósitos minerales en la Amazonia. Anteriormente se creía que esos minerales existieran únicamente en las fallas geológicas, pero los hallazgos del grupo de la USP indican que dichas reservas existen también en las rocas volcánicas, que se extienden por regiones que van mucho más allá del Tapajós, alcanzando el río Xingu, al este, y hasta la frontera con las Guyanas, al norte.

Pero los geólogos tienen otro motivo para celebrar: los volcanes prácticamente no sufrieron la erosión ni la ación de los movimientos de la corteza terrestre, y por tal motivo se encuentran bastante preservados. Actualmente, uno de éstos tiene 200 metros de altura y 1,7 kilómetros de diámetro, y el otro, 300 metros y un diámetro aún desconocido. Según Juliani, éstos deben haber perdido solamente 400 metros de altura -muy poco si se los compara con los 20 kilómetros que la lluvia, el viento y las glaciaciones se llevaron de la Sierra do Mar, formada hace tan solo 600 millones de años. Por esta razón, los investigadores creen que pueden obtener informaciones sobre la atmósfera terrestre de hace dos mil millones de años, mediante el análisis de los isótopos (átomos de un mismo elemento químico con masas diferentes) almacenados en minúsculas inclusiones de líquidos y gases encontrados en minerales del volcán, además de comprender mejor cómo se formó la porción de la corteza que constituye la Amazonia.

Los volcanes, frecuentes en la región del Tapajós, esparcían ríos de roca pastosa e incandescente -la lava-, y nubes de cenizas ardientes que cubrieron un área de miles de kilómetros cuadrados, desde río Tocantins, al este, hasta la Sierra do Cachimbo, al oeste, y hasta el extremo norte de Pará. El análisis de las imágenes de satélite y de radar, sumado al estudio de la composición de las rocas y de los minerales, mostró que ambos volcanes integran un área que registró una intensa actividad volcánica en aquel período y que permaneció activa durante casi 40 millones de años.

El resultado de esto es el desarrollo de una serie de calderas -regiones circulares rebajadas y agrupadas, que pueden estar asociadas a depósitos minerales de importancia económica. A medida en que las erupciones cesaron, el magma del interior de la corteza terrestre y de la superficie se enfrió y luego se solidificó, generando respectivamente las rocas magmáticas profundas (plutónicas) y las volcánicas. En medio a ese proceso el magma liberó líquidos y vapores -los fluidos hidrotermales- que precipitaron minerales formados por elementos químicos tales como el oxígeno, el azufre y el hidrógeno, actualmente estudiados debido a que pueden revelar detalles acerca de la temperatura y la composición de los fluidos del referido período.

El equipo de la USP empezó a estudiar los volcanes en 1998, cuando Rio Tinto Desenvolvimentos Minerais, una empresa de minería de la región, halló minerales que en principio no deberían estar allí. Los investigadores, viajando a Tapajós en aviones monomotores que aterrizaban en pistas precarias situadas en el interior de la jungla, llegaron al primer volcán, ubicado a 120 kilómetros al sudoeste de Itaituba, la ciudad más cercana en el estado de Pará. Descubrieron el volcán un año después, y la datación confirmó su surgimiento hace alrededor de 1.900 millones de años, en una era geológica llamada Paleoproterozoica. El año pasado, Carmen Maria Dantas Nunes, una de las alumnas de Juliani, comprobó que este volcán alberga minerales generados en sistemas conocidos como de alta sulfidación.

Esos minerales, formados cerca de la superficie y asociados a rocas que ocuparon el cráter del volcán, fueron depositados por fluidos hidrotermales de magma primitivo en un estado de oxidación relativamente elevado. Por tal motivo, desde la superficie de ese volcán hasta una profundidad estimada en 150 metros, se puede hallar alunita, un mineral raro en terrenos antiguos y rico en potasio y sodio, de una tonalidad blanca y rosada, bastante utilizado como piedra ornamental y también como fuente de sulfato. Ésta fue una de las pistas importantes que alertaron sobre el potencial económico de la región, en la medida en que diversos otros estudios ya habían asociado la existencia de alunita a la de minerales más importantes económicamente, como por ejemplo oro, cobre, zinc y molibdeno.

Hasta el descubrimiento de este volcán, el depósito de oro más antiguo formado por un sistema alta sulfidación, situado en Newfoundland, Canadá, databa de 570 millones de años. No obstante, sus rocas sufrieron alteraciones provocadas por las variaciones de temperatura y de presión. El volcán brasileño, tres veces más antiguo, preservó sus características originales, de manera tal que las proyecciones sobre la posible existencia de depósitos minerales, que se desprenden del análisis geológico, se amplían y pueden extenderse más allá de Brasil. “Es probable que existan depósitos minerales de este tipo también en África”, ejemplifica Rye. Hasta hace 130 millones de años, cuando comenzaron a separarse, América del Sur y África formaban un continente único, razón por la cual presentan terrenos de la misma edad y con estructuras geológicas similares.

En abril, otro alumno de Juliani, Rafael Hernandes Corrêa Silva, describió el segundo volcán, descubierto en 2001. Situado 50 kilómetros al norte del primero, es cien metros más alto y se formó en la misma época, pero en una región en la cual el magma presentaba un estado de oxidación relativamente bajo, resultando en un sistema hidrotermal conocido como de baja sulfidación. Como resultado de ese origen, la roca posee allí adularia, un mineral utilizado en la fabricación de vidrios, vajillas y porcelanas. Al igual que la alunita, abundante en el primer volcán, la adularia está asociada a la formación de minerales de oro, molibdeno y cobre.

Los dos volcanes están emplazados en los bordes de calderas, áreas rebajadas y circulares de un diámetro de hasta 20 kilómetros cada una. En el Tapajós de hace dos mil millones de años, las calderas se agruparon y formaron complejos de más de 50 kilómetros de extensión. Se sabe actualmente que no solamente los volcanes, sino también las propias rocas graníticas asociadas a la evolución de las calderas pueden albergar depósitos de oro, plata, cobre, zinc y molibdeno, tal como lo demostraron los investigadores de la USP. El modelo que éstos crearon permite también comprender la distribución de los depósitos de dichos minerales en las calderas. Los más superficiales, llamados epitermales, poseen minerales con alta concentración de oro, plata y cobre, y constituyen filones de volumen relativamente pequeño. Pero en los depósitos más profundos, los llamados pórfiros, la relación se invierte: los metales preciosos se encuentran en concentraciones relativamente bajas y dispersos en grandes volúmenes.

Esta organización de los depósitos minerales determina la forma como la región puede ser explotada, no por cazadores de piedras preciosas, que no consiguen retirar el oro de la roca, sino por empresas de minería de porte, que cuentan con los equipos y el capital necesario. Pero aun así, Juliani teme que el incremento de la actividad extractiva pueda ocasionar daños ambientales similares a los causados en Sierra Pelada, hoy en día un lago de 70 metros de profundidad. Roberto Dall’Agnol, de la UFPA, que trabajó con el equipo de la USP, también está preocupado. Según éste, la confirmación de la presencia de las reservas podrá beneficiará a la economía de Pará solamente si no se sigue el modelo de extracción predatoria que signa la historia de la región.

El Proyecto
Estudio de un Área Típica de Zonas de Alteración Hidrotermal con Mineral de Oro de la Región del Tapajós (Pará)
Modalidad
Línea regular de auxilio a la investigación
Coordinador
Caetano Juliani – Instituto de Geociencias de la USP
Inversión
R$ 41.412,11 y US$ 14.997,00

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