Un caserón de paredes blancas y puertas azules, que fuera hogar de gente acaudalada, una escuela pública y palacio municipal, y permaneció abandonado durante 18 años, ahora domina la noche con elegancia, bajo las luces de los reflectores, sobre uno de los laterales de una plaza de Bananal, una localidad paulista cercana al límite con el estado de Río de Janeiro. La restauración de algunos tramos de las paredes, de las 16 puertas y 32 ventanales de la fachada, y la recuperación de su interior, de donde salieron 11 camiones con escombros y detritos de ratas y de murciélagos, fue una tarea que asumieron tres residentes, el matrimonio integrado por Reinaldo Afonso y Margarida Duarte Afonso, y Vera Lúcia de Paula Antunes da Silva, quienes voluntariamente se abocaron en 2001 a la tarea de remozar el edificio donde aprendieron a leer. Aún queda mucho por hacer. En el interior, la vista es desoladora. Penumbra, puertas desvencijadas, agujeros en el piso. Veinte postes de eucalipto, dispuestos de forma provisoria en 1985, apuntalan las vigas de un techo frágil. Un piano roto al pie de la escalera evoca a las antiguas clases de música.
Las luces y sombras del Solar Vallim expresan los contrastes, la incertidumbre y las dificultades para la conservación del patrimonio cultural arquitectónico en el denominado Vale Histórico Paulista, la primera región ocupada por las plantaciones de café en el estado de São Paulo, al comienzo del siglo XIX. El nombre del solar remite a su primer propietario, Manoel de Aguiar Vallim, quien mandó construir la mansión en 1855 para recibir a comerciantes ingleses y autoridades del gobierno. Muchas de las construcciones históricas de Bananal y de ciudades vecinas han sido restauradas, como es el caso del Concejo Municipal de São José do Barreiro, un caserón que en otros tiempos fue el eje de la ciudad. Otras, tan sólo conservan la fachada, con su interior ya deteriorado o modernizado, y algunas están siendo refaccionadas. Varias casas, en proceso de reforma o vacías, con tramos de sus paredes sin revoque, dejan a la vista la tierra rojiza y troncos de árboles que evocan huesos y venas de un cuerpo desprovisto de piel. Se comenta por allí que varias casas antiguas se desplomaron y, como eran de tierra, desaparecieron, consumidas por las lluvias.
“La pérdida es permanente”, afirmó la historiadora Sílvia Helena Zanirato, investigadora de la Escuela de Artes, Ciencias y Humanidades de la Universidad de São Paulo (EACH-USP). Entre febrero de 2013 y diciembre de 2014, ella y su equipo, integrado por historiadores, ambientalistas, microbiólogos, biólogos, químicos y climatólogos, realizaron un inventario donde registraron 195 construcciones urbanas y rurales del período cafetero en cinco ciudades de la región: Bananal, São José do Barreiro, Areias, Silveiras y Queluz, todas fundadas durante el período colonial sobre el antiguo camino que unía São Paulo con Río de Janeiro. Ese censo indicó que 78 casas, el equivalente al 40% del total, corren riesgo de desplomarse o requieren reparación urgente. En consonancia con ese inventario, 36 casas necesitan refacciones porque el tejado se está desmoronando, 16 porque las paredes presentan grietas y 8 porque se encuentran cerca de la costa, y corren riesgo de derrumbe por deslizamientos del terreno o inundación en caso de lluvias fuertes o crecientes de los ríos.
Termitas omnipresentes
Los investigadores registraron una reducción constante del patrimonio histórico. La ciudad de Queluz, con 10 mil habitantes, conserva solamente once casas urbanas y un casco de estancia de la época del café. En Silveiras, de casi 6 mil habitantes, tan sólo hay siete. La mayor ciudad de la región, Bananal, con poco más de 10 mil habitantes, goza de un patrimonio más amplio, con sesenta y cinco casas históricas urbanas y rurales de la época del café en la propia ciudad y nueve en la zona rural. En São José do Barreiro, de 4 mil habitantes, hay cincuenta y dos; y en Areias, con 4 mil vecinos, son cuarenta y dos.
“Aquí no hay casas en malas condiciones”, dijo Cláudio Carvalho Costa, secretario de Cultura de Areias. Según el funcionario, tan sólo había dos casas con valor histórico en estado crítico, con los techos derruidos, al lado del edificio donde funciona la secretaría, pero las compraron y las reformaron. En Areias, según Zanirato, los problemas mayores se observan en las construcciones de las estancias. En todas las ciudades, la mayoría de las construcciones históricas exhibe cambios o adaptaciones que ponen en duda su autenticidad. “Por las calles del casco histórico preservado de Bananal, observamos edificaciones que fueron o están siendo remodeladas y profundamente alteradas sin la debida comunicación a los organismos de protección del patrimonio histórico”, comentó Zanirato.
En su opinión, la prioridad debería ser la erradicación de las termitas, que carcomieron las maderas del techo, de las paredes, del piso, de las puertas y ventanas de las 78 casas en riesgo. “He visto niños durmiendo en casas con revestimientos que parecían tejidos de encaje, de tanta termita y podrían desplomarse fácilmente”, relató. “En São José do Barreiro, sería necesaria la realización de un tratamiento contra las termitas en toda la ciudad, porque los tejados y paredes del caserío del centro están todos unidos, y no sirve que cada uno se ocupe de la suya”. Para el principio del mes de agosto se concertó una presentación en la Secretaría de Cultura de São Paulo, de las conclusiones del trabajo de campo y propuestas de un plan de acción.
Si se toman como base las circunstancias actuales y los escenarios climáticos para la región que elaboraron las meteorólogas Rita Ynoue y Rosmeri Porfírio da Rocha, ambas del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la USP, las perspectivas de conservación del patrimonio cultural son preocupantes. Un análisis de las informaciones recabadas en cinco estaciones meteorológicas de la región y las simulaciones efectuadas por computadora indicaron un probable aumento de 3 oC en las temperaturas mínimas y máximas de la región para las últimas décadas de este siglo (2070-2100). En teoría, comentó Zanirato, un calor más intenso podría estimular la actividad de las temidas termitas.
Las proyecciones también señalaron que habría una reducción del 3% en la humedad relativa del aire y un leve incremento de las precipitaciones. “Las precipitaciones resultan más difíciles de prever porque los resultados varían bastante entre un modelo climático y otro”, dijo Ynoue. El trabajo fue convergente en las perspectivas de aumento de la temperatura y lluvias más intensas e irregulares en la región sudeste que elaboraron los equipos de José Marengo, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) y Tércio Ambrizzi, del IAG-USP.
El microbiólogo Felipe Chambergo Alcalde, junto a su equipo de la EACH-USP, recolectó 2.317 muestras de aire del interior de las edificaciones históricas e identificó 34 especies de hongos y 74 de bacterias, que proliferan por la humedad, que llega al 80% durante los primeros meses del año. La mayoría de los microorganismos producen enzimas capaces de digerir la celulosa, que podría instalarse sobre los marcos y vigas del techo, corroyéndolos. Andrea Cavicchioli, también de la EACH, junto a Alejandra Fazio y Dalva Faria, del Instituto de Química de la USP, identificaron 14 especies de hongos, algunos de ellos descriptos por primera vez, que colonizan las paredes de tierra de las construcciones históricas urbanas y rurales de São José do Barreiro y Areias, provocando su deterioro mediante la liberación de sustancias ácidas. Según Cavicchioli, esa región es una de las únicas en São Paulo que alberga los tres tipos de construcciones de tierra: bajareque, adobe y tapia. “La arquitectura con tierra no cocida, anterior al ladrillo y al cemento, es un patrimonio muy característico del estado de São Paulo que corre el riesgo de perderse”.
Desconfianza y resistencia
La conservación de construcciones públicas o particulares no resulta sencilla, incluso aunque se cuente con el dinero para solventar las reformas y se desee respetar las normas de restauración que establece el Consejo de Defensa del Patrimonio Histórico, Arqueológico, Artístico y Turístico (Condephaat). Muchos inmuebles están abandonados o deteriorándose, como es el caso del Hotel Brasil, de 1847, junto al Solar Vallim, a causa del reparto de la herencia y el empobrecimiento de los herederos. El equipo de la USP notó “una gran desconfianza entre la población en lo referente a los organismos responsables de la conservación del patrimonio a nivel estadual y nacional”, tal como consta en uno de los informes del trabajo.
“A pesar de la presencia constante de técnicos en el lugar y del canal abierto para el diálogo, la población en general ofrece mucha resistencia para acatar las sugerencias técnicas y realizar los proyectos necesarios para la formalización de las aprobaciones”, comentó Lara Melo Souza, directora del grupo de preservación y restauración de propiedades registradas como patrimoniales por la Secretaría de Cultura del Estado. “Se suscitó el mito de que la restauración es cara y que el Condephaat no aprueba las intervenciones, pero no existe ninguna preocupación por entender cuáles fueron las razones que pueden haber conducido al Condephaat a rechazarlas”. Según Melo Souza, las edificaciones declaradas patrimonio histórico, debido a sus particularidades arquitectónicas, requieren un proceso de restauración cuidadoso para preservar sus características originales. “Eso no necesariamente significa que sean procedimientos onerosos; se realizan generalmente con materiales disponibles en la región, pero son intervenciones que requieren mayor atención al momento de planificarlas”.
“¿Esto no era un lugar turístico?”, inquirió Lauro Maia Cavalcanti delante de una sepultura colectiva en el denominado cementerio de los esclavos, en São José do Barreiro. En la lápida puede leerse: “Aquí reposan los restos mortales de los últimos esclavos. No somos hijos de la servidumbre y del desprecio, sino los herederos de la libertad y de la misericordia de la Iglesia y de Jesucristo”. Cavalcanti y su esposa, Joseane Paes Leme Fontaine, residentes del municipio, donde poseen una finca, se hallaban desolados ante lo que observaban: “Faltan tumbas completas”, dijo él. Como el cementerio ha recibido escasa atención de los organismos públicos, el robo de placas y estatuas de mármol –también enterraban allí a otros habitantes de la ciudad– ha sido permanente.
En 2012, Lauro Cavalcanti, que es nieto de un hacendado de la región, y estudió derecho y gestión ambiental en la USP, adquirió junto a su esposa la hacienda Catadupa, una de las exponentes de los tiempos del café, y comenzaron a restaurarla. La primera tarea, que demandó 25 días, fue la reconstrucción del puente sobre el río Formoso, con 96 durmientes de vías del tren. “Este muro de piedra se reconstruyó en parte mezclando tierra de termiteros y hormigueros con cal”, dijo él, al lado de la casa principal. “Todavía estamos buscando la mejor combinación de tierra, junto a los investigadores de la USP”. Su esmero contrasta con la prisa de otros restauradores, que mezclan cemento con tierra. “El cemento puede funcionar como un paliativo, pero luego al secarse se cae”. Para la casa de esa finca hay muchos planes: cambiar las maderas y el bambú entrelazado del techo, restaurar la pintura original de las paredes, reconstruir el piso. “Cuando llegamos, la casa se estaba cayendo”, dijo. “Hemos logrado acabar con las goteras”.
Al médico Pedro Teixeira, que se mudó a Bananal en 1996, le insumió 10 años y aproximadamente 2,5 millones de reales la restauración de la finca Loanda, erigida en 1790 y que pertenece a la familia Teixeira desde 1940. Como resultado de ello, él expone salones impecables, con espejos franceses, un gramófono inglés y un piano alemán. “La casa se encuentra actualmente tal como era en 1860”, celebró. Próximo a la casa, él está construyendo un museo, un restaurante y una tienda de venta de productos regionales, que pretende inaugurar este mismo año. Su finca solamente recibe la visita de turistas, pero otras igualmente lujosas de las que se restauraron se transformaron en posadas y escenarios para la filmación de novelas y películas.
La iglesia matriz
En la Parroquia Senhor Bom Jesus do Livramento, de 1811, el padre Tiago Augusto Pereira Vituriano vive inquieto. La capilla está restaurada, incluyendo las pinturas en papel de los apóstoles, pero uno de los altares se está cayendo, corroído por las termitas, que también atacaron el techo de la nave principal y del monasterio, bajo el cual él celebra las misas. Por medio de proyectos de restauración que se remitieron al Condephaat, la restauradora Margarethe Boesing pretende reconstruir el techo, los altares y la iconografía, y recuperar la pintura de 1939, más característica de la iglesia que la posterior, de 1979. Para solventar las reformas, el párroco promueve campañas de donaciones o rifas, como por ejemplo, la de un automóvil, cuyos números cuestan 250 reales (que pueden abonarse hasta en 10 cuotas), y que se sorteará en el mes de agosto. “Nuestros recursos salen del pueblo”, comentó él. “Todo lo logramos con mucho esfuerzo”.
Los tres cuidadores del solar Vallim también recaudaron dinero para las reformas por medio de donaciones de los habitantes, mediante el denominado festival de prendas, que todos los sábados y domingos congrega entre 50 y 100 personas, y a través de una participación en las ventas de la Casa del Artesano, que ocupa una de las alas de la planta baja de la construcción. La municipalidad contribuyó condonando la factura de la energía y colaborando en la limpieza del caserón. Reinaldo Afonso no se olvida de una conversación que mantuviera con el entonces alcalde, en 2001, cuando él y un grupo de amigos se organizaron para recuperar el edificio: “El alcalde me hizo dos pedidos: ‘No me pida dinero’ y ‘No me traiga problemas’”.
Los tres se aliviaron un poco en 2014, al enterarse de que un estudio de São Paulo, VD Arquitetura, estaba elaborando un proyecto de restauración, aprobado por el Condephaat en junio, con un costo estimativo de 8 millones de reales, que será al menos parcialmente solventado por la municipalidad. “Sólo nos iremos de aquí cuando comiencen las obras”, anunció Afonso. A sus 69 años, él, su esposa de 66, y Vera Silva, de 69, llegan cada día a las 9 de la mañana para abrir la Casa del Artesano, donde se venden dulces regionales, bordados y muñecas de trapo. Recientemente, Vera Silva inauguró un local de objetos usados, en una sala anexa. Parte de los ingresos se utilizan para la reforma de la antigua escuela. “Nuestra memoria”, dijo Silva, “todavía está viva”.
Proyecto
Patrimonio cultural del Valle Histórico Paulista: análisis de la vulnerabilidad frente a los cambios climáticos (n° 2011/ 51016-9), Convenio FAPESP-Condephaat); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigadora responsable Sílvia Helena Zanirato (USP); Inversión R$ 229.276,56 (FAPESP) y R$ 69.884,44 (Condephaat).
Artículo científico
FAZIO, A. T. et al. Towards a better comprehension of biodeterioration in earthen architecture: Study of fungi colonisation on historic wall surfaces in Brazil. Journal of Cultural Heritage. may. 2015 (en prensa).