La tranquilidad de las vastas mesetas de los estados Goiás y Tocantins es tan solo aparente. Debajo de la superficie reina una inquietud que recién ahora está llegando a la luz. Un equipo de investigadores de São Paulo, Brasilia y Minas Gerais constató que en esa región se producen anualmente 30 temblores de baja intensidad, con magnitudes que van entre los 2 y 4 puntos, y rarísimos episodios que superan ese límite. Si se consideran también los movimientos más suaves, a partir de la magnitud cero, en esa zona la tierra tiembla en promedio diez veces por día, en sucesos de tres segundos de duración como máximo.
“Ya sabíamos que había temblores en la región central de Brasil, pero no tantos”, observa el coordinador del proyecto, el geofísico Jesús Antonio Berrocal Gomez, del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la Universidad de São Paulo (USP). Desde los años 70 se detectaban en la región uno o dos temblores por año – que al igual que hoy en día, no podrían ser caracterizados como terremotos, un término reservado para los movimientos más intensos, capaces de derribar casas y edificios.
Sucede que había apenas diez sismógrafos – los aparatos que registran el movimiento de la corteza, la capa externa de la superficie terrestre -, todos ellos concentrados alrededor de Brasilia y Sierra da Mesa, en la región norte de Goiás. Pero hace cuatro años, cuando empezó este estudio, se instalaron otros diez, cubriendo así otros puntos estratégicos, y entonces la real actividad de la corteza en esa parte de Brasil comenzó a emerger. Los resultados contaron con el refuerzo de una técnica utilizada por primera vez en el país, la llamada refracción sísmica profunda: los investigadores provocaron temblores artificiales y sondearon la corteza del corazón de Brasil en profundidades de hasta 40 kilómetros.
La incesante agitación subterránea no es motivo de preocupación para las construcciones o para las actividades humanas: en su inmensa mayoría, los temblores son únicamente registrados por los sismógrafos. Pero es importante, pues suministra nuevos detalles de la historia remota de esa parte del país, y es un reflejo de fenómenos a escala planetaria que aún están produciéndose, como probablemente no haya otro en ningún otro lugar del territorio nacional. “Los temblores de la región central de Brasil son ecos de la fragmentación de Pangea”, sentencia Berrocal, refiriéndose al supercontinente formado hace alrededor de 250 millones de años, que alfragmentarse, en un proceso que se inició hace 200 millones de años, originó las actuales Américas, África, Europa, Asia y Oceanía.
El océano de Goiás
Berrocal y su equipo interpretan los tenues cimbronazos de la región central de Brasil al menos como una respuesta local a los movimientos más próximos de acomodación de las placas tectónicas. Es el caso de la separación de África y América del Sur, dos continentes que hace 250 millones estaban unidos, y actualmente constituyen placas distintas, y se separan algunos centímetros cada año. Y eso puede hacer eco en el corazón de Brasil, de una manera tal que los científicos pretenden detallar en breve, incluso detallando los movimientos de acomodación de los bloques rocosos, de cuyo encuentro resultaron los Andes, una cordillera relativamente joven, formada hace 150 millones de años y con bastante energía para liberar aún, tal como lo atestiguan los terremotos que asolan a colombianos, peruanos, ecuatorianos y chilenos.
Con este trabajo fue posible dar un salto hacia épocas todavía más remotas, de manera tal que se tornó más clara la etapa inicial de la formación de esa parte del territorio brasileño, llamada Provincia Tectónica Tocantins, un área de 1.100 kilómetros en sentido norte-sur, con un ancho de entre 400 y 600 kilómetros, y que se extiende desde el sur de Tocantins hasta la divisa de Goiás con Minas, de un lado, y el este de Mato Grosso, del otro. La auscultación de la corteza – efectivamente, ése es el término empleado, como si los geólogos escucharan un corazón latiendo – confirmó algo pensado solamente hace algunos años: hace entre 1.000 y 640 millones de años, un océano de dimensiones similares a las del actual Atlántico ocupaba la porción central del futuro territorio brasileño.
Los bloques de rocas emergentes formaban un archipiélago como el que forma actualmente Japón. En otras palabras: el paisaje ya fue muy diferente al actual, con montañas como las de los Andes y volcanes en actividad. “Lo que vemos hoy en día”, dice Reinhardt Fuck, geólogo de la Universidad de Brasilia (UnB), que participa del proyecto, “es tan solamente la raíz de esos terrenos más antiguos, ya que la cadena de montañas fue casi completamente erosionada.”
Al comienzo de la investigación, se pensó que los temores actuales fuesen producto apenas de la acomodación final de dos cratones (las subunidades de las placas tectónicas): el Amazónico y el São Francisco, cuyo encuentro originó la Provincia Tocantins. No se ha descartado aún completamente esa hipótesis, que debe tener algún peso, pese a que limitado; pero un detalle a la ha hecho bambolearse. “La acomodación de los cratones debería haber terminado hace al menos 500 millones de años”, observa Fuck, que empezó a estudiar la región en 1969.
Arco más joven
Los temblores artificiales, que ayudan a delimitar el alcance de los movimientos de los bloques rocosos, fueron generados rellenando 21 agujeros de entre 40 y 60 metros de profundidad con hasta 1.000 kilos de explosivo gelatinoso. Dichos agujeros están distribuidos a lo largo de tres trayectos, de 300 kilómetros cada uno. Las explosiones, seguidas con 120 sismógrafos, distribuidos a lo largo de las tres líneas, revelaron una variación de casi 11 kilómetros en el espesor de la corteza en la región, que crece deoeste a este. Entre los puntos más distantes de la media de 36 kilómetros de espesor verificada allí, se destaca São Luís dos Montes Belos, en Goiás, cuyos moradores se asientan sobre una capa superficial de rocas de 33,7 kilómetros. En el otro extremo se ubicó la corteza más reforzada debajo de Brasilia: los habitantes de la capital federal viven sobre 43 kilómetros de rocas de la corteza.
Los temores se concentran en una franja de alrededor de 700 kilómetros de extensión, en la cual la corteza es más fina, y es denominada Arco Magmático de Goiás. Su edad se vio reducida en alrededor de 1.600 millones de años a partir del estudio de la corteza y de dataciones de rocas. Según Fuck, este tramo de la Provincia Tocantins se formó con el material extraído del manto terrestre y desplazado a la corteza continental hace entre 930 y 640 millones de años, como consecuencia de la destrucción del océano que separaba a los cratones Amazónico y São Francisco. “Se pensaba que esa parte de la Provincia Tocantins fuera una las más antiguas de Brasil, pero los datos obtenidos indicaron que se trata de una de las más jóvenes”, dice el investigador de la UnB.
EL PROYECTO
Estudios Geofísicos y Modelo Tectónico de los Sectores Central y Sudeste de la Provincia Tocantins, en el Brasil Central
Modalidad
Proyecto temático
Coordinador
Jesús Antonio Berrocal Gomez – IAG/ USP
Inversiones
R$ 423.507,56 y US$ 112.073,90