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Medicina

Duda atroz

Nadie sabe si son realmente las células madre adultas las que funcionaron en los casos relatados de éxitos.

A inicios de mayo el cearense Sátiro de la Costa contó en el Jornal Nacional que se sentía mejor después de recibir una dosis de células madre en un hospital de Río de Janeiro. Delante de la posibilidad remota de transplante de corazón, la aplicación de esas células, que forman un líquido blanquecino, era una alternativa para restablecer el vigor del músculo cardíaco debilitado por el mal de Chagas (trapanossomíase americana). En Riberón Prieto, interior paulista, una semana después de recibir células madre extraídas de su propia médula ósea, la ama de casa Martinha de la Cunha verificó que comenzaba a reconquistar la libertad de movimientos perdida con la esclerosis múltiple, que le paralizara el lado derecho del cuerpo. En el mundo entero corren por lo menos 65 pruebas de células madre adultas, con el propósito de combatir tumores, problemas cardíacos, mal de Parkinson, lesiones en la médula espinal, enfermedades auto-inmunes y anemias. Pero hasta ahora ni investigadores ni médicos aseguran que los aparentes beneficios se deban de hecho a las células madre adultas.

Capaces de especializarse en otros tipos de células, de acuerdo con el órgano o tejido en que se instalen, las células madre adultas son fabricadas  y retiradas  conjuntamente con otros tipos de células principalmente en la médula, la masa enrojecida que rellena a los grandes huesos del cuerpo. A todo el mundo le gusta usar el rótulo terapia con células madre, pero aquí mismo en Estados Unidos la mayoría de los investigadores ni llega a purificar las células antes de aplicarlas, dice Alysson Muotri, genetista brasileño que trabaja en el Instituto Salk de los Estados Unidos.

¿Pero cómo explicar los resultados? Ricardo Ribeiro de los Santos, coordinador del Instituto del Milenio de Bioingeniería Tecidual, que hace cuatro años estudia esa forma de terapia para reducir el impacto del mal de Chagas (tripanossomíase americana), cree que las células madre puedan liberar hormonas y accionar las células para que restablezcan la actividad de los tejidos danificados. Seria una forma de entender la recuperación del cuadro general de salud exhibida hace por lo menos un año por las 50 personas que ya recibieron aplicaciones de células madre en la unidad de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) en Salvador, donde Santos trabaja: 20 sufrían de graves problemas en el hígado y estaban lejos de recibir un transplante y otras 30 eran portadoras del mal de Chagas (trapanossomíase americana). Como inyectamos una mezcla de poblaciones de células, comenta Santos, aún no es posible decir cual o cuales están funcionando.

Tarcísio Barros Filho, del Hospital de las Clínicas de la Universidad de São Paulo (USP), tampoco tiene como probar si las células madre que él y su equipo usaron para tratar las lesiones crónicas de la médula espinal se diferenciaron en neuronas o apenas se adhirieron a otras y así ayudaron a recuperar la capacidad de transmisión de los impulsos nerviosos. No pasaba ningún estímulo nervioso por la médula espinal de las 30 personas que habían perdido el movimiento de las pernas y participaron de un estudio experimental en el HC. Dos años después, ninguna volvió a andar, pero en el 60% de los participantes de ese estudio se verificó una recuperación en el paso de los impulsos eléctricos sensitivos de las pernas en dirección al cerebro. Es un resultado animador, dice Barros Filho, pero está lejos de ser la cura.

A una cuadra de allí, en otra unidad del HC paulista, el Instituto del Corazón (InCor), 35 personas infartadas se sometieron a un implante de una vena en el corazón para restaurar la irrigación del músculo cardíaco y, al mismo tiempo, recibieron dosis de células madre directamente en el corazón. Dos años después, se recuperaron con más rapidez que las otras 30 que recibieron apenas el vaso sanguíneo. A José Eduardo Krieger, uno de los coordinadores de ese estudio, le gustaría mucho saber como esas personas se recuperaron.

Hasta ahora uno de los pocos resultados comprobados de que las células madre pueden funcionar tanto en animales de laboratorio cuanto en seres humanos  descartándose efectos colaterales causados por otros tipos de células de la médula ósea  fue obtenido por Irving Weissman, de la Universidad Stanford, y aludió a la perspectiva de nuevos tratamientos contra la leucemia y a algunas formas de cáncer en células sanguíneas. El transplante de células madre hematopoéticas (que originan las células de la sangre) es la única forma de terapia con células madre en uso médico seguro hoy, asegura Marco Antonio Zago, profesor de la USP de Riberón Prieto. Ese tipo de transplante, hecho normalmente con células de la propia persona que va a ser tratada, es una forma de reponer las células de la sangre ya maduras que fueron destruidas por los tratamientos contra el cáncer es una técnica adoptada con regularidad hace por lo menos diez años, bien antes, por lo tanto, de que esa forma de terapia celular ganase visibilidad.

Jefferson Luis Braga de la Silva, de la Pontificia Universidad Católica (PUC) de Río Grande del Sur, reconoce: Los testes con células madre dieron mucha falsa esperanza. Él mismo sintió el peso de la angustia de quien sufre de una enfermedad crónica después de que el Jornal Nacional del 17 de abril presentó los resultados de sus estudios para tratar lesiones de los nervios. En menos de un mes él recibió más de mil mensajes electrónicas de personas que insistían en  ser voluntarias en sus próximos testes. Sólo cinco, sin embargo, habían sufrido rompimientos en nervios periféricos hacia menos de un año y aún tenían algún chance de recuperación. Silva había empleado tubos de silicona rellenos con células madre para tratar lesiones de hasta 3 centímetros en los nervios del antebrazo de 20 personas, que, según él, recuperaron los movimientos y la sensibilidad en hasta un año, mientras que otras 22, tratadas apenas con el tubo de silicona, demoraron tres años. Las ganancias son claras, dice él. Solamente no tengo como afirmar si fueron precisamente las células madre que funcionaron, porque no las marqué.

Bianca Gutfilen y Lea Mirian resolvieron ese problema en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) marcando las células madre con tecnécio 99-m, un isótopo de un elemento radioactivo bastante utilizado en la medicina nuclear. Fue ese el elemento radioactivo usado en las células de Sátiro, el cearense que participa de un de los testes de evaluación de las células madre en andamiento en la UFRJ. Ahora sabemos exactamente adonde van a parar las células madre, cuenta Bianca. Según ella, solamente se recuperaron de los danos de la enfermedad de Chagas las regiones del músculo cardíaco que recibieron células madre, pero persiste el desafío de demostrar que esas células son las que son las responsables por esos beneficios.

Mucha gente está saltando etapas y queriendo poner la carreta delante de los bueyes, observa Sílvio Duailibi, investigador de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), que defiende más investigaciones básicas y preclínicas antes del uso en seres humanos, para que se pueda entender con claridad lo que puede suceder. Antes de la aplicación en humanos, necesitamos de más investigaciones básicas y preclínicas, para entender con claridad lo que puede suceder, dice. Krieger, del InCor, alerta: estudios como los hechos hasta ahora, con decenas de personas, aunque traigan resultados positivos, deben de ser vistos con cautela. No representan la población de usuarios potenciales ni exhiben argumentos científicos suficientes, de acuerdo con los modelos internacionales de investigación médica, para dar la palabra final sobre los límites de la eficiencia de esa forma de terapia celular.

Las Conclusiones más consistentes sólo llegarán con los testes clínicos hechos con centenas de personas al mismo tiempo en más de una institución de investigación. Con el apoyo del Ministerio de la Salud, Antonio Carlos Campos de Carvalho, profesor de la UFRJ, coordina uno de esos estudios, llamados multicéntricos. Cuatro equipos  en Río, en Salvador, en São Paulo y en Porto Alegre comenzaron en el inicio de este año a tratar a 1.200 personas con Chagas, con los corazones dilatados por otro tipo de enfermedad o con lesiones causadas por infarto. Es el tipo de estudio conocido como doble-ciego: hasta el final del trabajo ni los pacientes sabrán se recibirán células madre el placebo ni los médicos que los aplicaran (la seringa será cubierta para no mostrar lo que contiene. Tenemos que presentar los resultados en un máximo dos años, se aflige Ricardo Santos, que acompañará el tratamiento de los portadores de Chagas.

Hasta que lleguen las demostraciones decisivas, las células madre deben seguir un recorrido semejante al de la terapia génica, vista con grandes esperanzas hace diez años, pero aún distante de la aplicación. La notoriedad debe seguir la desilusión, cuando se verifique que gran parte de las actuales promesas de sus aplicaciones médicas no puede ser alcanzada a mediano plazo o son inasequibles, comenta Zago en un artículo publicado en la revista Hipertensión. Las correcciones no deben quitar el valor de los avances, parte de ellos retratados en el libro Células madre. La nueva frontera de la medicina, organizado por Zago y por Dimas Tadeu Covas, también de la USP de Riberón  Prieto. Como diría Barros Filho: Arreglamos solamente las primeras piezas de ese enorme rompecabezas, pero aún tenemos mucho que aprender.

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