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ENTREVISTA

Edgar Dutra Zanotto: Con un ojo en la ciencia y el otro en la industria

El ingeniero narra cómo la inteligencia artificial ayudará a crear nuevos vidrios y explica su definición sobre ese material

Eduardo CesarAl ingeniero de materiales Edgar Dutra Zanotto le agrada citar un artículo científico para demostrar la importancia de los vidrios. “Los vidrios son los ojos de la ciencia”, afirma, traduciendo el título del paper (“Glass: The eye of science”). La autoría de esa tesis le pertenece al estadounidense Marvin Bolt, curador de Ciencia y Tecnología del Museo del Vidrio de Corning, una localidad del estado de Nueva York (EE.UU.). En un texto que redactó en febrero de 2017 para el periódico International Journal of Applied Glass Science, Bolt sostiene que la revolución científica iniciada en el siglo XVII tuvo como herramientas más importantes al microscopio y al telescopio, cuyas lentes de vidrio constituyen los elementos principales de ambos instrumentos.

Cuando comenzó a interesarse por el tema, a mediados de la década de 1970, Zanotto no tenía tal nivel de comprensión, pero advirtió que ese era un objeto de investigación interesante y poco estudiado en Brasil. Graduado como ingeniero de materiales en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) en 1976, fue en el Instituto de Física de São Carlos de la Universidad de São Paulo (USP) y en la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido –donde cursó su maestría y su doctorado, respectivamente– que el entonces joven investigador encontró las mejores referencias para iniciar su carrera.

Una de las características de la trayectoria de Zanotto es su interés simultáneo por la ciencia básica y aplicada. “Siempre trabajé con un pie en cada una”, dice. Sus estudios en física e ingeniería le sirven tanto para formular y testear hipótesis científicas como para desarrollar vidrios especiales para la industria, o bien, con características funcionales para el organismo humano, como son los biovidrios.

Natural de Botucatu (interior de São Paulo) y desde hace 42 años docente en la UFSCar, Zanotto se desempeñó como profesor visitante en universidades de Europa y de Estados Unidos, y como consultor científico en empresas de Brasil y del exterior. También fue uno de los coordinadores adjuntos de la Dirección Científica de la FAPESP. Desde 2013 coordina el Centro de Investigación, Educación e Innovación en Vidrios (CeRTEV), uno de los 17 Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) financiados por la FAPESP, que aglutina a científicos de la UFSCar, de la USP y de la Universidade Estadual paulista (Unesp). También preside el Consejo Científico del Instituto Serrapilheira, de Río de Janeiro. Ambas experiencias lo impulsaron a comprometerse en forma más intensa en la difusión de la ciencia.

En la entrevista que se transcribe a continuación, Zanotto, casado y padre de dos hijas, se refiere a su trabajo más reciente y hace mención a una propuesta audaz, que publicó en 2017, acerca de un nuevo estatus de la materia, el estado vítreo.

Edad
64 años
Especialidad
Ciencia de los materiales/ Vidrios
Institución
Universidad Federal de São Carlos (UFSCar)
Estudios
Título de grado en ingeniería de materiales en la UFSCar (1976), maestría en física en el IFSC-USP (1978), y doctorado en ciencia y tecnología de vidrios por la Universidad de Sheffield, Reino Unido (1981)
Producción científica
3 libros, 20 capítulos de libros, 250 artículos y 20 patentes

¿Cómo es su investigación más reciente, sobre el desarrollo de la inteligencia artificial para ganar tiempo en el laboratorio?
Nos enfocamos en la previsión. Casi el 100% de la ciencia se ocupa de entender y describir fenómenos naturales. Cada vez que comprendemos y describimos algo nuevo, podemos publicar un artículo científico. Lo ideal sería preverlo, pero es algo muy difícil. Si pudiéramos anticipar un fenómeno o una tendencia en forma correcta, no necesitaríamos invertir un tiempo enorme, recursos económicos y energía llevando a cabo una gran cantidad de experimentos. Por ahora, trabajamos con alumnos y posdoctores, los profesores Pedro Rino y André Moura, de la UFSCar, y André Ponce de Leon, del CeMEAI [Centro de Ciencias Matemáticas Aplicadas a la Industria, un Cepid que funciona en la USP de São Carlos], en simulaciones por computadora para predecir fenómenos relacionados con la estructura, los procesos dinámicos y las propiedades de los vidrios. Si eso funciona, será posible fabricar vidrios no existentes en un tiempo significativamente breve. Se están redactando los dos primeros artículos, que aún están en fase de corrección. Un posdoctor de nuestro grupo, Daniel Cassar, recabó alrededor de 55 mil datos de temperatura de transición vítrea para poder comenzar con ese estudio.

¿De qué se trata?
El vidrio es un material rígido que se elabora a partir de la mezcla de varios reactivos que generalmente se funden y luego se enfrían rápidamente, evitando la cristalización. De este modo, los átomos quedan aprisionados en un estado de desorden, conformando un líquido temporariamente congelado, el vidrio. En tanto, en una estructura cristalina, los átomos están perfectamente ordenados y configuran un sólido. La cristalización es un proceso que ocurre naturalmente en todos los vidrios, pero puede demandar segundos o milenios, dependiendo de la temperatura. Cuando se los calienta, todos los vidrios sufren un fenómeno que se denomina transición vítrea, o Tg –una temperatura en la que se produce una transformación entre la rigidez y un líquido de alta viscosidad– que se relaciona con su composición química. Para desarrollar un vidrio con nuevas funcionalidades, sin gastar demasiado tiempo y energía en pruebas experimentales, resulta fundamental conocer la Tg, además de otras propiedades. A partir de esta ideia, Daniel Cassar pudo detectar en la literatura de los últimos 50 años trabajos que indicaban la composición química y las respectivas Tg. Él compiló 55 mil composiciones de diversos óxidos vítreos. Hoy en día, se encuentran catalogados 400 mil vidrios. Con la ayuda del experto en inteligencia artificial André Ponce de Leon, creó un algoritmo al que se lo “entrenó” para realizar la correlación entre la Tg y la composición química de 45 mil de esos vidrios. A continuación, usamos los datos de los otros 10 mil vidrios, que no se utilizaron en la etapa de entrenamiento, para testear la habilidad del nuevo algoritmo para prever la Tg y los comparamos con los valores reportados para cotejar si eran correctos. La red neuronal resultante puede optimizarse, pero por ahora, la misma conduce a un error máximo de un 6% en el 90% de los test, lo que representa un resultado excelente porque se iguala al error típico de los propios datos experimentales. Con ese software, se podrá prever la Tg de cualquier óxido vítreo aún no existente. Esa misma lógica podrá aplicarse para la previsión de otras propiedades fisicoquímicas de los vidrios.

¿Por qué ese programa permitirá ganar tiempo?
En 2004, junto a Chico Coutinho [el físico Francisco Bezerra Coutinho, de la Facultad de Medicina de la USP], publicamos un artículo en el cual calculamos cuántas composiciones de vidrios serían posibles utilizando 80 elementos químicos “amigables”. Para hacer una cuenta redonda, variamos la composición de un 1% en un 1%, combinando aquellos elementos de múltiples maneras. En ese ejercicio de previsión, estimamos que podrían obtenerse 1052 tipos de vidrios, una cifra astronómica. Los 400 mil –es decir, 4 x 105– vidrios inorgánicos que se conocen representan solamente una fracción minúscula de ese total. Necesitaríamos una cantidad incalculable de años y recursos para producir la cantidad anteriormente mencionada de vidrios. Sería inviable. La solución pasa por realizar simulaciones por computadora hasta detectar fórmulas interesantes que puedan conferirles propiedades inusuales. Entonces sí, testearemos cada composición en el laboratorio y verificaremos si ellas realmente aportan las propiedades indicadas por el software.

Si nuestra estrategia funciona, se podrán crear nuevos vidrios en un tiempo mucho menor

El año pasado usted propuso un nuevo estado de la materia, el estado vítreo, algo que ni es sólido ni es líquido. ¿Entonces qué es?
Empezaré respondiendo con otra pregunta: ¿cuál es la diferencia entre información y conocimiento? En determinada época obtenemos una información, luego otra y otra… Se van acumulando con el paso del tiempo. Al hacer juntarlas y conectarlas, alcanzamos el conocimiento. Fueron 40 años estudiando e investigando para obtener el insight, reflexionar y redactar ese artículo sobre el estado vítreo, que salió publicado en el Journal of Non-Crystalline Solids [JNCS].

¿Cuáles son esas informaciones?
La primera trata sobre la estructura atómica del vidrio, que es igual a la del líquido con el que está conformado. El vidrio es un líquido congelado temporalmente sin llegar a cristalizarse. Luego viene el concepto de relajación estructural –un reordenamiento espontáneo y parcial de las moléculas en el material– y, finalmente, la cristalización, que ocurre cuando todos los átomos y moléculas se alinean en un modelo tridimensional bien definido. Eso sucede con todos los vidrios, que se cristalizarán tarde o temprano. ¿Cuánto demorarán? A temperaturas relativamente altas, ese proceso insume tan sólo algunas horas. A temperatura ambiente, es muy difícil saberlo con exactitud; tendremos que realizar cálculos y simulaciones. Por consiguiente, los elementos de esta nueva definición del vidrio propuesta en el artículo de 2017 sostienen que la estructura molecular del mismo es igual a la del líquido madre, con sus átomos congelados en una disposición particular, muy diferente a la del cristal. Con el tiempo, el vidrio se va relajando espontáneamente hasta cristalizarse. Si su temperatura fuera cercana a la Tg, se cristalizará en minutos o acaso en horas, pero si estuviera muy por debajo de aquella, demandará mucho más tiempo.

¿Esos conceptos ya existían?
Los científicos del área vienen reflexionando sobre esos conceptos, pero nadie los había combinado a todos, como lo hicimos John Mauro [de la Universidad del Estado de Pensilvania, en Estados Unidos] y yo. Redacté la primera versión del artículo y John se sumó durante ese proceso. Juntamos las informaciones y esclarecimos la naturaleza del vidrio.

Archivo personal Los físicos Robert Weeks, Phillipe Bray y Nevil Mott (Nobel de 1977) junto a Zanotto, que recibía el premio Zachariasen, que concede el JNCS, y el ingeniero David Pye, en 1990 (de izq. a der.)Archivo personal

¿Cómo fue esa colaboración?
En septiembre de 2016, presenté esas ideas en el marco de una sesión plenaria durante el evento que se realizó en Sheffield para celebrar el centenario de la Society of Glass Technology. Un antiguo amigo mío, el indioestadounidense Arun Varshneya, de la Alfred University, a quien se lo conoce como el “gurú del vidrio”, me dijo de entrada: “No estoy de acuerdo con todo eso, tenemos que debatirlo”. Conversamos mucho en Sheffield y cuando regresé a Brasil resolví redactar un borrador. Se lo envié a Arun, quien invitó a debatirlo a un primo de él, Prabhat Gupta, de la Universidad del Estado de Ohio, en Estados Unidos, un teórico de renombre. También involucró en la discusión a John Mauro, quien había sido su alumno de doctorado más destacado: fue uno de los inventores del Gorilla glass, un vidrio que se utiliza en teléfonos celulares. Luego de intercambiar con ellos una docena de correos electrónicos, los invité a todos a participar como coautores, pero ellos no respondieron. Creí que eso era una muestra de que no acordaban con mi propuesta. Eso fue en octubre de 2016. En diciembre, estaba terminando de corregir el manuscrito cuando John Mauro me envió un mensaje de buenos augurios navideños y además me preguntaba qué había pasado finalmente con el artículo. Le respondí que estaba casi listo, pero que lo había firmado yo solamente, porque ellos no quisieron participar. Él me respondió inmediatamente que aún estaba interesado. Entre Navidad y Año Nuevo, cada uno tuvo el artículo durante un día hasta que estuvo listo para mandarlo a publicar. Hace algunas semanas, el paper  ya había registrado 7 mil visualizaciones. Para un artículo científico de una subárea menor de la ciencia de materiales eso es mucho. Para brindar una idea cuantitativa, el sitio web del JNCS dispone de 26 mil artículos y todos pueden descargarse. Desde su publicación hasta la fecha actual [24/06/2018], nuestro paper figura en el primer puesto entre todos ellos en el ranking de descargas.

¿Cuál es el tamaño de la comunidad que estudia los vidrios?
Las estimaciones apuntan que hay alrededor de 3 mil científicos del vidrio en todo el mundo, y solamente entre 100 y 120 en Brasil que estudian y publican regularmente sobre el área. Entre ellos, nuestro CeRTEV cuenta con 14 docentes y 60 alumnos y posdoctores. En el exterior hay empresas con muchos más investigadores, pero en las universidades hay pocos grupos de fuste. Tan sólo conozco uno, enorme, en Francia, que es mayor que el nuestro. En China posiblemente haya grupos mayores porque ellos publican incluso más que los estadounidenses sobre el tema. En Japón, Estados Unidos y Europa hay de uno a tres profesores en cada grupo. Por eso estimo que nuestro equipo es uno de los cinco mayores del mundo. Cuando Hellmut Eckert [químico alemán, vicecoordinador del CeRTEV y docente en la USP de São Carlos] y yo formamos el grupo del Cepid, el centro ganó visibilidad internacional.

¿Esa visibilidad vale para las áreas científica y tecnológica?
Para ambas. En cuanto a las investigaciones de carácter fundamental, científico, tenemos un grupo que apela a distintas técnicas para caracterizar los detalles estructurales del vidrio. La estructura y la composición química son el conjunto que determina las propiedades ópticas, mecánicas, térmicas, magnéticas, químicas y biológicas del material. Ese grupo también trabaja en los procesos dinámicos, un conjunto de mecanismos que ocurren cuando calentamos el vidrio, y entonces los átomos empiezan a desplazarse, relajarse, fundirse o cristalizarse. Y esa es mi área de mayor injerencia, la cristalización. Estudiamos la estructura y los procesos dinámicos, y estas dos áreas determinan las propiedades y aplicaciones, que se dividen en cinco tópicos en nuestro Cepid: las propiedades mecánicas, que procuramos entender para el desarrollo de vidrios y vidrios cerámicos cada vez más fuertes y resistentes, un punto con una demanda industrial global; las eléctricas, con vidrios conductores iónicos, con potencial de aplicación en baterías nuevas y más eficientes; los biovidrios, elaborados con material bioactivo para su uso en organismos vivos; las ópticas, o sea, el vidrio por excelencia, donde agregamos impurezas para alterar las propiedades, cambiando el color, la absorción, etc.; y por último, materiales para procesos catalíticos.

Eduardo Cesar Material vitrocerámico bioactivo: implante ocular (a la izq.) y huesecillos del oídoEduardo Cesar

¿Los estudios con biovidrios continúan?
En efecto, se trata de un material sumamente prometedor. Lo inventaron al comienzo de los años 1970 a partir de una composición química que incluye sodio, silicio, calcio y fósforo. Eso deriva en un vidrio con alta bioactividad cuando entra en contacto con los fluidos corporales. Se los puede utilizar para regenerar huesos, como en el caso de prótesis, problemas dentales y también heridas en la piel y en la degeneración de nervios y cartílagos. En polvo, funciona como una especie de adhesivo. Algunas de esas posibles utilidades ya son funcionales. Existe, por ejemplo, un hueso ilíaco artificial elaborado con vitrocerámica bioactiva que puede implantarse en la cadera. Ese implante fue desarrollado por Tadashi Kokubo, de la Universidad Chubu, en Japón. Según él, se lo ha implantado en miles de personas. Aquí en la UFSCar, con la ayuda de dos exalumnos que hoy en día son docentes, Oscar Peitl y Murilo Crovacce, junto a varios posdoctores, entre los cuales se destaca Marina Trevellin, y alumnos, creamos un biovitrocerámico cuya estructura es similar a la de los huesecillos del oído medio y que se utiliza para sustituir a aquellos que se necrosan cuando alguien contrae una infección severa. Realizamos ensayos clínicos exitosos en la Facultad de Medicina de la USP de Ribeirão Preto, bajo la conducción del equipo del médico Eduardo Tanaka Massuda, pero tendremos que realizar más pruebas para obtener la aprobación de la Anvisa [Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria]. Este de aquí [muestra una pieza] es otro ejemplo cabal: se trata de un ojo artificial elaborado con material bioactivo y patentado. Una vez implantado, se fusiona con los nervios de la cavidad ocular cuyo resultado es un movimiento natural igual al de un ojo sano. Llevamos a cabo óptimos ensayos clínicos en la Facultad de Medicina de la Unesp, en su campus de Botucatu, a cargo de Silvana Schellini y Simoni Milani Brandão. Pero también debemos proseguir con las pruebas.

Usted publica en el JNCS, del cual es editor. ¿No hay conflicto de intereses?
Mi labor como editor arrancó en 2010, pero para entonces ya había publicado alrededor de 70 artículos previos en ese periódico. Es mi revista favorita, porque cuenta con una trayectoria de 50 años, se caracteriza por ser muy rigurosa –rechaza las dos terceras partes de lo que le remiten–, el tiempo promedio de respuesta es de solo seis semanas y, principalmente, porque la leen y respeta toda la comunidad que estudia los vidrios. Cuando me propusieron el cargo, le respondí a la publisher Karine Van Wetering, de Elsevier, que lo aceptaría siempre y cuando pudiera continuar publicando en el periódico. Ella me respondió que no habría problema porque los editores seríamos tres. Ellos son los que les remiten mis papers a revisores ad-hoc sin que yo sepa quiénes son. A ella le interesa que otros editores y yo sigamos publicando ahí porque piensa que los lectores notarán que el editor valora la revista que edita.

¿Cómo fue que llegó a interesarse por los vidrios?
Yo soy parte de la tercera promoción de graduados en ingeniería de materiales de la UFSCar, que inauguró la carrera en 1970 y fue la primera en América Latina. En aquel tiempo no había muchos docentes disponibles en el área. Por esa razón, la UFSCar invitaba a profesores visitantes. Venía gente de la USP, de la Unicamp y muchos otros del exterior. Uno de ellos, Osgood James Whittemore [1919-2010], de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, me invitó a trabajar en un proyecto de iniciación científica. Se trataba de un estudio experimental sobre la durabilidad química de vidrios propuestos para encapsular residuos radioactivos. El objetivo era recolectar desechos de las centrales nucleares, agregarles reactivos, fundir todo y enfriarlo rápidamente de forma tal que se formara un “bloque vítreo”. El bloque resultante quedaría compacto e impermeable y se lo enterraría en una mina de carbón abandonada y a muchos metros de profundidad, pero bien aislado del ambiente superficial, encapsulado, sin contaminar la atmósfera ni las napas freáticas. Este método aún se utiliza en la actualidad. Así fue que comencé a estudiar los vidrios. Conseguí libros en la biblioteca, empecé a leer papers y me interesó sobremanera. Así también pude practicar bastante el idioma inglés. Esas actividades me sirvieron para obtener una vacante como docente auxiliar educativo en el Departamento de Ingeniería de Materiales [DEMa] de la UFSCar.

¿Ese fue el único motivo por el que lo contrataron siendo tan joven, a los 22 años?
Yo era un alumno aplicado, hablaba inglés e investigaba vidrios. El DEMa necesitaba docentes en el área y no había expertos. Como solamente contaba con el título de grado, el jefe del departamento, Dyonísio Garcia Pinatti [1946-1986] me dio un ultimátum: “Usted tiene dos años para hacer una maestría en cualquier tema relacionado con vidrios e inmediatamente después viajará al exterior para realizar el doctorado y luego regresará y conformará el grupo de vidrios”. Por suerte, quien probablemente fuera el único investigador que trabajaba con vidrios en Brasil era Aldo Craievich, docente de Física de la USP de São Carlos. Mucho de mi formación científica se lo debo a haber realizado el máster en física con él. Después de eso, Aldo me recomendó con un conocido suyo, el entonces famoso físico Peter James [1940-2005], de la Universidad de Sheffield. Obtuve una beca de la Capes [Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior] y me marché para hacer el doctorado con él entre 1979 y 1982. En esa época ellos contaban con el mejor equipo científico del planeta en vidrios. Esa experiencia resultó fundamental para mi formación.

Grabo todas mis clases y las pongo a disposición en internet. Si el alumno se pierde alguna, le basta con mirar el video

¿De qué manera se desarrolla la colaboración de su grupo con las empresas?
La cooperación abarca todos los niveles. Podemos descubrir algo interesante y buscamos empresas potencialmente interesadas en realizar ensayos a escala piloto y en licenciar el invento. En otras ocasiones es la empresa la que nos busca. Por ejemplo, contribuimos para perfeccionar este material [muestra un vidrio de 1 centímetro cuadrado y lo ilumina con un láser] que difracta la luz. En su interior hay cristales nanométricos alineados a una distancia igual a la longitud de onda de la luz visible, o sea, alrededor de 400 nanómetros de separación entre uno y otro. Este es el único material del mundo para redes de difracción de láseres de alta potencia. Hay un holograma de cristales aquí dentro. Cualquier sistema de alta potencia, como en los casos de los láseres industriales, por ejemplo, requiere de varias piezas de estas dentro de la máquina. Tan sólo hay tres empresas que producen este material. Esta pequeña pieza cuesta 5 mil dólares. Es algo que ya existía, y yo colaboré para optimizarla. El material fue inventado por empleados de la empresa Corning, y Optigrate, una fábrica de la ciudad de Orlando, en el estado de Florida (EE.UU.), lo perfeccionó y comenzó a producirlo. En 2005 pasé 10 meses allá como invitado, mientras me tomaba un período sabático en la Universidad de Florida Central. El material de ellos era pésimo, no se vendía porque difuminaba demasiado la luz. Aparte de la colaboración, ellos me permitieron publicar algunos artículos. Eso no es algo muy frecuente dada la cláusula de secreto industrial que existe en los contratos con empresas.

Usted ha grabado muchos videos didácticos sobre vidrios. ¿Por qué?
Hay dos tipos de videos: clases formales y de difusión de la ciencia. Yo grabo todas mis clases y las dejo a disposición en internet. El efecto es fantástico. Si un alumno se pierde una clase le basta con mirar la grabación. Para estudiar para una evaluación, allí esta. También producimos videos muy didácticos, con una duración de 1 a 5 minutos, donde se explican conceptos y experimentos con vidrios, y disponemos de mangas referidos al tema, tanto impresos como en la página web del CeRTEV. Comenzamos a hacer divulgación científica como consecuencia de las exigencias del Cepid. Esa ha sido una experiencia placentera y educativa.

El Instituto Serrapilheira, del cual usted es miembro, tiene intereses en el mismo sentido, ¿cierto?
Tanto Branca y João Moreira Salles, fundadores y financistas del instituto, como el directorio y los consejos Científico y Administrativo, todos esperan que los investigadores  y becarios a los que ayudan, tengan ese anhelo y esa vocación, que realicen actividades de divulgación científica. Este año se abrió un concurso público para el primer programa de apoyo a la divulgación, el Camp Serrapilheira, dedicado a la formación de divulgadores y también a mapear y seleccionar proyectos de divulgación que serán financiados.

¿Cree que el instituto podrá marcar una diferencia en cuanto a la financiación a la ciencia?
Por supuesto. Por ahora Serrapilheira se concentra en conformar grupos de investigación al mando de jóvenes científicos prometedores que demuestren tener potencial para realizar investigación de alto nivel, en la frontera del conocimiento, en temas relevantes. Tenemos contemplado invertir inicialmente entre 16 y 18 millones de reales anuales. El modelo de financiación es un sueño para el investigador, mucho más flexible que el de cualquier institución pública de fomento a la investigación. El sistema de selección de proyectos es riguroso, pero el investigador que obtiene un grant [ayuda para investigar] puede utilizarlo para cualquier actividad de investigación. Por ejemplo, puede sumar a otros investigadores, adquirir equipamiento y material de consumo, contratar servicios o viajar por algún requerimiento de la investigación. Todo esto sin necesidad de reenviar currículos, subproyectos o cálculos de costos, cotizaciones para analizar… Además, la engorrosa etapa de rendición de cuentas la realiza una fundación, no el propio investigador. Les brindamos total flexibilidad porque confiamos en los científicos y deseamos que ellos inviertan la mayor parte del tiempo en la investigación, y no en la gestión de proyectos, algo muy diferente a lo que ocurre en los organismos públicos que normalmente desconfían del investigador. Por ejemplo en mi caso, tengo 42 años de experiencia como investigador, coordino un Cepid, soy miembro de la ABC [Academia Brasileña de Ciencias] y cuando solicito una beca de iniciación a la investigación científica ante cualquier agencia pública tengo que redactar un proyecto, presentar mi currículo actualizado, el del alumno… Es una burocracia insoportable. En Serrapilheira confiamos y le otorgamos libertad al investigador.

Usted suele repetir que “defiende al investigador viejo”. ¿Por qué?
Los científicos “viejos” dedicaron 20, 30, 40 o incluso hasta 50 años no solo para recabar informaciones, sino principalmente para conjugarlas, generando conocimiento. También es obvio que hay jóvenes científicos brillantes que logran realizar la conexión necesaria en menos tiempo. Ese tema lo he discutido varias veces con el biólogo Fernando Reinach, quien también es miembro del Consejo Administrativo de Serrapilheira. Él es de esos que piensan que solo los científicos jóvenes tienen futuro. Yo no coincido, sostengo que los investigadores séniores activos, los que siguen motivados en la lid diaria de la investigación, concibiendo y realizando experimentos, testeando hipótesis, ideando modelos teóricos, participando en congresos, dirigiendo, publicando, enseñando y aprendiendo –y también siendo objeto de críticas– pueden mejorar continuamente. La calidad de mi investigación actual es muy superior a la de mis primeros 10 ó 15 años. Y espero seguir avanzando en las próximas décadas.

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