Vengo de una familia sencilla. Nací en Vila Matilde, en la zona este de São Paulo. Mi padre trabajaba en el área de la publicidad y mi madre es docente. Tengo dos hermanas, también docentes. A principios de la década de 1990, nos mudamos a Cunha [São Paulo], la ciudad natal de mi madre. A los 10 años, mi tío me regaló una flauta dulce y recuerdo que pasaba horas en mi cuarto sacando canciones de oído. Poco después entré en el coro de la escuela. El maestro, al reparar en mi inclinación, me pidió que ensayara las voces masculinas del coro. Suelo bromear diciendo que mi primera experiencia con la música ya fue como director de orquesta. Aunque no sabía leer partituras, tenía facilidad para descifrar la notación musical. Sin embargo, mis padres no estaban en condiciones económicas de poder matricularme en una escuela de música o contratar un profesor particular.
Solo pude tomar clases de música más tarde, cuando empecé a estudiar violín en el marco de un proyecto social en Cunha, coordinado por el maestro Carlos Kaminski, profesor del Instituto de Artes de la Unesp, en su campus de la ciudad de São Paulo, y hoy en día ya jubilado. Para entonces tenía 15 años, una edad que se considera avanzada para la iniciación musical, sobre todo en el violín. El proyecto se inició en 1998 y al año siguiente me convertí en uno de los ayudantes. En aquella época, me propuse formar mi propio coro, un madrigal a ocho voces, compuesto por los estudiantes del curso de violín, algunos músicos aficionados e incluso mi madre. Ahí fue cuando me di cuenta de lo que quería ser: maestro.
Empero, ese sueño tuvo que esperar. Como no contaba con la formación suficiente para superar una prueba de aptitud específica, un requisito del examen de admisión en la carrera de música, me decanté por la carrera de ciencias biológicas, una disciplina que me agradaba. En 2001 ingresé a la carrera en la Universidad Federal de Alfenas [Unifal], en Minas Gerais, y enseguida me interesé por dos áreas: el estudio de los reptiles y la fisiología vegetal. Durante el primer año, trabajé como pasante en el serpentario de la Unifenas [Universidade Professor Edson Antônio Velano] y después comencé una investigación de iniciación científica en la Unifal sobre los efectos alelopáticos de los frutos de cuatro especies vegetales: el tomate, la berenjena, Solanum lycocarpum o aguara yva [en guaraní, fruta del zorro, que en Brasil es conocida como lobeira, porque forma parte esencial de la dieta del lobo-guará, como allí se denomina al aguará guazú], y Solanum viarum, conocida en Brasil como joá-bravo, un arbusto espinoso de Sudamérica considerado una maleza.
La alelopatía estudia la capacidad de ciertas plantas de emitir sustancias al medio ambiente, o sea, al suelo o al aire para impedir o dificultar el crecimiento de otras plantas a su alrededor. En mi investigación, pude constatar el efecto alelopático de los frutos de esas especies sobre cultivos de lechuga, cuyas plantas, cuando crecían, desarrollaban raíces y hojas de menor tamaño y en poca cantidad debido a este factor. Pero nunca dejé de lado la música. Incluso porque para mantenerme daba clases de violín y viola, además de dirigir el coro de la Unifal y un grupo coral en Paraguaçu, una localidad vecina de Alfenas.

Archivo PersonalEn los años 2000, cuando trabajaba como pasante en el serpentario de una universidad en Alfenas (Minas Gerais)Archivo Personal
Tras graduarme, en 2005, vine a vivir a São Paulo y durante los cuatro años siguientes trabajé como profesor de ciencias en el colegio Objetivo y paralelamente como músico profesional. Fui director del coro del banco estatal Caixa Econômica Federal y coordinador pedagógico de un proyecto social de la Iglesia Presbiteriana de São Paulo, que incluía una orquesta, además de director del recientemente creado conservatorio de Alfenas. En 2009 tuve la oportunidad de asistir a un curso de dirección de orquesta sinfónica en Canadá y regresé a Brasil decidido a profundizar en este campo. Finalmente, en 2010, ingresé a la licenciatura en dirección de orquesta del Departamento de Música de la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de São Paulo [ECA-USP], donde me gradué en 2016.
En la maestría en la ECA-USP, realicé un estudio sobre la Congada de São Benedito, con sede en Cunha. De origen afrobrasileño, la congada es una celebración popular anual que combina danza, música y canto, en la que se entremezclan la devoción católica y las tradiciones caipiras o interioranas. En mi estudio, concluido en 2016, además de la historia y la organización general del evento analicé las transcripciones musicales y los patrones rítmicos de los instrumentos principales de este repertorio, como la caixa de rastilho y los bastones. La tesina fue publicada en 2023 por la editorial Casa Cultura y a principios de este año, las escuelas públicas de Cunha incorporaron el libro como material de apoyo para sus docentes.
Cuando aún era un estudiante, la profesora Monica Isabel Lucas me invitó a formar parte del Conjunto de Música Antigua de la USP, del que ahora soy su director titular. En los conciertos, tratamos de reproducir las obras tal como fueron creadas originalmente, especialmente en los siglos XVII y XVIII, tanto utilizando réplicas de instrumentos de aquel período como mediante el estudio de los manuscritos originales y los tratados musicales de la época. Mientras actuaba en el conjunto, conocí otras perspectivas del quehacer musical más allá del enfoque que se consolidó en el siglo XIX, durante el llamado período romántico, y ello despertó mi interés por la musicología.
Fue a partir de estas discusiones que elegí el tema de mi doctorado, concluido en 2022, en el que analicé la obra sinfónica de Beethoven [1770-1827], el célebre compositor al que se considera el precursor del lenguaje musical romántico del siglo XIX. No obstante, en mi trabajo, sostengo que este autor está más alineado a la tradición del siglo XVIII, que se conoce como el período clásico, muy influenciado por figuras predecesoras como Haydn [1732-1809] y Mozart [1756-1791]. En 2022, la investigación ganó el Premio a la Tesis Destacada del Programa de Posgrado en Música de la ECA-USP, lo que hizo posible la edición de un libro en formato digital y de acceso gratuito, publicado por Editora CRV el año pasado.
Hace cinco años que dirijo el Coro de la Osesp [Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo]. En 2024 estamos conmemorando el 70º aniversario de la Osesp, el 30º aniversario del coro y el 25º aniversario de la Sala São Paulo. Para celebrar estas fechas, incluí en el programa del coro obras del italiano Antonio Lotti [1667-1740] y de autores contemporáneos, entre quienes se cuentan la joven compositora y pianista brasileña Juliana Ripke, Heitor Villa-Lobos [1887-1959], Gilberto Gil y Dorival Caymmi [1914-2006].
La formación de los músicos en Brasil se basa en compositores europeos y esto acaba reproduciéndose en los programas de los conciertos. Es por ello que trato de llevarle al público un repertorio más variado e inclusivo, con compositoras y compositores de orígenes y géneros musicales diversos. Tengo una conexión afectiva con la música popular. En casa se escuchaba mucha música popular brasileña, pero también mucha música caipira. Para mí, no existe una jerarquía que marque una diferencia entre la música popular y la erudita, un término que incluso considero equivocado y es motivo de mucho debate en los círculos académicos. Hay música bien escrita y mal escrita en todos los estilos, tanto en la música de concierto como en la popular.
En la esfera personal, también tengo motivos para celebrar. Acabo de aprobar un concurso para asumir las asignaturas de dirección coral y educación musical en el Departamento de Música de la ECA-USP. Estoy muy contento de poder continuar con mi carrera como investigador, pero espero no dejar las salas de conciertos. Al fin y al cabo, como cantaba Gilberto Gil en “Quanta” [1997], el arte es hermano de la ciencia.
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