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Especial

El Butantan equilibra las líneas de producción e investigación

Los recursos del Infra impulsan el trabajo en el laboratorio

La contribución que el Instituto Butantan – un centro de excelencia internacional en investigación y producción de sueros antiponzoñosos – ya ha dado al país es inestimable. Creado en 1901 por el médico Vital Brazil para combatir una epidemia de peste bubónica en el puerto de Santos, en sus laboratorios se desarrolla la tecnología de producción a gran escala de vacunas y sueros contra venenos animales y enfermedades que amenazan al ser humano. Allí se fabrican actualmente 15 variedades de sueros antiponzoñosos, seis tipos de vacuna simple y combinadas contra tétanos, difteria, coqueluche, tuberculosis y rabia, y además, el Anti CD3, utilizado en la prevención al rechazo en operaciones de transplante. Todos los años, se producen allí muchos millones de dosis para abastecer a centros de salud de todo el país.

Apesar del reconocimiento en el campo científico y de la importancia para la salud pública, sus investigadores afrontaban dificultades. Hasta 1984, la producción de sueros era artesanal. Sin inversiones para la introducción de técnicas modernas, la producción de vacunas se veía seriamente comprometida. Entonces se creó el Centro de Biotecnología: la línea de producción pasó a ser automatizada y se lanzó una nueva generación de productos destinados al sistema público de salud. La inversión se destinó a la ampliación de la línea de medicamentos: vacunas contra la meningitis C y la hepatitis B, la toxina botulínica y biofármacos, como la eritropoetina (para pacientes que están esperando un trasplante de riñón) y el surfactante pulmonar (usado en el combate contra el síndrome de inmadurez pulmonar).

Sin embargo, el Butantan necesitaba llenar una laguna en el área de investigación, porque la mayor parte de su presupuesto – partidas gubernamentales y facturación con la venta de vacunas y sueros – estaba prioritariamente destinada a la producción. Por eso, los laboratorios convivieron con problemas de infraestructura, que minaban el desarrollo de las investigaciones. Los edificios eran de la época de la fundación de la institución y algunos fueron construidos para albergar animales, como los garajes, que acabaron transformados en laboratorios. Ivo Lebrun, del Laboratorio de Bioquímica y Biofísica, recuerda que las instalaciones eran inadecuadas a la línea de investigación que allí se desarrollaba, que lidiaba con el aislamiento de toxinas de venenos de serpientes para identificación de principios activos con potencial de uso en el área médica.

Totalmente modernizados con partidas presupuestarias del programa de Infraestructura de la FAPESP, que invirtió cerca de 2.7 de reales en el instituto, los laboratorios pasaron a trabajar con otro nivel de calidad. Las reformas en el laboratorio de Lebrun permitieron, por ejemplo, adecuar espacios e instalar los equipos necesarios para la utilización de técnicas de biología molecular. Son técnicas fundamentales, pues permiten que las toxinas usadas en las investigaciones se produzcan en el propio laboratorio. Con esto, los investigadores no necesitan depender más de que sobre tal o cual veneno. La técnica también evita la constante necesidad de extracción de venenos de los animales, algunos bastante raros.

“La cantidad de veneno siempre fue un factor limitante, sobre todo de animales como la araña y el escorpión. Hoy tenemos la posibilidad de obtener este material por medio de cultivos o en bacterias en la cantidad que queremos, y podemos estudiar con más frecuencia y menos dificultad”, afirma Lebrun. El potencial es grande. “Estos venenos producidos por la naturaleza ofrecen una serie de compuestos biológicamente activos que todavía no pasaron por un estudio más intenso”, dice. Un buen ejemplo de esto es el reciente registro de una patente para un antihipertensivo fabricado con veneno de yarará. El estudio se desarrolló en el Centro de Toxinología Aplicada del Instituto Butantan, que es uno de los diez Centros de Investigación, Innovación y Desarrollo (Cepids, en su sigla en portugués) creados por la FAPESP.

Otra línea importante de las investigaciones es la realizada en el laboratorio de Inflamación y Dolor – un área totalmente reformada y adecuada para este particular tipo de estudio. Allí, los animales, generalmente ratones de laboratorio, pasaron a ser mantenidos en salas con temperatura y luminosidad adecuadas y a prueba de ruidos, para evitar que el estrés provocado por el movimiento de las personas y el olor de otros animales interfirieran en los resultados de los tests. Se les inoculan varios tipos de toxinas y se los somete a pruebas mecánicas para evaluación del nivel de dolor o de analgesia provocada por el envenenamiento.

Antes de las reformas, el laboratorio funcionaba junto con Fisiopatología, lo que provocaba serios inconvenientes. “Estábamos constantemente perdiendo resultados por interferencias externas. Ahora ya no tenemos que repetir tantas veces las pruebas, entonces, la investigación avanza mucho más”, dice Yara Cury, de la Unidad de Dolor. La expectativa aquí también es mejorar la eficacia de los sueros, adicionando sustancias que puedan reducir el fuerte dolor provocado por el veneno de la mayoría de los animales venenosos.

El ambiente principal de trabajo en Fisiopatología, que comprendía cuatro salas, fue transformado en un amplio laboratorio, iluminado y con más espacio para bancos. “Esperábamos esto desde 1994”, cuenta la investigadora Ida Sano-Martins, que desarrolla experimentos en animales y pacientes envenenados para estudiar los efectos de las toxinas y su actividad biológica. Identificando más detalladamente la acción de las toxinas en el organismo, Ida cree que será posible mejorar la eficacia de los sueros antivenenos. Para esto, cuenta con el apoyo de centros médicos en todo el país.

En el laboratorio de Farmacología, también se consiguieron superar las dificultades. “Llovía y teníamos que cubrir los equipos con plásticos”, cuenta Catarina Teixeira, jefe del sector. Otro problema era observar los cambios de comportamiento de los animales en los tests con venenos que actúan en el sistema nervioso central, una de las principales líneas de estudio del laboratorio. Varios factores colaboraron para mejorar la situación: un antiguo baño dio lugar a un bien estructurado bioterio, con sistema de eliminación de residuos y cámara de video para observación. La sala de cultivos se construyó en un área libre según patrones internacionales; la parte eléctrica también recibió especial atención, garantizando el funcionamiento ininterrumpido del invernadero y la calidad en flujo laminar para no comprometer los cultivos.

También en el Centro de Biotecnología, donde las investigaciones están orientadas a la producción en gran escala, se beneficiaron varios laboratorios-fábrica. Uno de los resultados de las inversiones del Programa de Infraestructura fue el montaje del laboratorio donde se está creando la línea de producción de surfactante pulmonar, motivo de celebración para Isaías Raw, director del centro. Los investigadores también lo celebran: creció el intercambio de informaciones y trabajos en colaboración con colegas de otras regiones del país y del exterior. “Hoy las investigaciones son multidisciplinarias y multiinstitucionales. Solo es posible desarrollarlas en condiciones materiales adecuadas”, dice Lebrun.

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