Con excepción de un solo reportaje, la presente edición de la revista no fue revisada por el profesor Ricardo Brentani. El director presidente de la FAPESP (2004-2011), falleció a causa de un infarto en la noche del martes 29 de noviembre. Hasta entonces, cada fin de mes, desde diciembre de 2004, su lectura recorría el producto preimpreso que rutinariamente enviamos para la aprobación del presidente y de los directores de la Fundación, antes de enviar los archivos a la imprenta, se concentraba un poco en los reportajes relacionados con sus áreas de interés científico, examinaba las ilustraciones elegidas, atento a lo que le parecieran ambigüedades peligrosas y, curiosamente, se detenía en páginas que para otros serían de escaso interés: las de las cartas de los lectores y las de los pocos anuncios publicitarios.
El profesor Brentani tenía sus razones para ello. Mediante la revisión de las cartas, buscaba evitar problemas innecesarios para la FAPESP; de hecho, contábamos con el antecedente de una extensa y airada misiva de un investigador por no haber citado su nombre en un reportaje al respecto del desarrollo de un determinado producto por parte de una pequeña empresa, y que insistía con la publicación integral de la epístola en la revista, sin omisión siquiera de las palabras, digamos, poco gentiles, que repartía como flores del mal a diestra y siniestra. Brentani concluyó sabiamente que la carta constituía más bien un elemento para el departamento jurídico que para las páginas de Pesquisa FAPESP.
En cuanto al interés en los anuncios, su propósito era la observación estricta de los criterios para publicidad de la revista, aprobados durante la reunión del Consejo Superior de la Fundación (CS), el 21 de noviembre de 2001. Como administrador experimentado, sin el más leve rasgo de ingenuidad, sabía que “el diablo está en los detalles” y que las artes de la abundante retórica publicitaria siempre podían encontrar brechas para eludir las determinaciones del CS al respecto de las categorías de anuncios factibles de publicarse. Pero debo destacar que fuese lo que fuese que él tuviera que decirnos al finalizar la lectura de cada nueva edición (que a menudo era simplemente un “está todo bien”), cuando lo hacía en persona, en la redacción, lo usual era escuchar las risas, e incluso carcajadas, de quien recibía su apreciación. Porque el profesor Brentani, aquél respetado e influyente científico que formó a tantos otros investigadores, especialmente en estudios sobre el cáncer, paralelamente con la comunicación seria que brindaba, siempre tenía una historia graciosa, un comentario irreverente, una saludable maledicencia a flor de labios para contarnos, estimulando nuestro humor y alegría. Todo con su manera expansiva, grandulona, sin pelos en la lengua, que tanto extrañaremos. Por eso, más allá de un informe periodísticamente importante y necesario, el texto del editor especial Carlos Fioravanti sobre el profesor Ricardo Renzo Brentani, sumado a los tramos inéditos de la reciente entrevista que la periodista Mônica Teixeira le hiciera – relacionada con el libro que está preparando sobre los 50 años de la FAPESP -, y que publicamos a partir de la página 30, con el soporte editorial del editor de política, Fabrício Marques, cobra la forma de un homenaje de la revista a una hermosa personalidad de la investigación científica brasileña. Queda claro que destinamos esas páginas a todos los lectores de Pesquisa FAPESP, aunque están especialmente dedicadas a las científicas Maria Mitzi y Helena Brentani, esposa e hija del profesor, respectivamente, a toda su familia y a sus discípulos.
A propósito, el único reportaje de esta edición que fue leído “y aprobado” por Brentani, elaborado por el editor especial Marcos Pivetta (página 56), aborda una investigación sobre drogas con potencial para el tratamiento, tanto de tumores cancerígenos como de la obesidad. Sus autores son el matrimonio de científicos brasileños formado por Renata Pasqualini y Wadih Arap, jefes de un laboratorio con sede en el respetado MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas, en Houston, Estados Unidos, antiguos discípulos con quienes él se encontró justamente ese martes, pocas horas antes del infarto que se lo llevó.
En este exiguo espacio restante, me gustaría recomendar la lectura del reportaje de tapa sobre los hallazgos científicos realizados en Río de Janeiro, que materializan bajo la forma de huesos el crimen de la esclavitud en nuestro país, un trabajo del editor de humanidades, Carlos Haag (página 24). Y también el artículo del editor de ciencia, Ricardo Zorzetto, sobre las nuevas evidencias del intrigante matriarcado de los muriquíes, los grandes primates brasileños (página 44). Les deseo a todos un buen festejo de fin de año, con un brindis por las vidas bien vividas.
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