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Política C&T

El capitalismo verde

Las acciones de conservación sólo fructificarán con una visión de rentabilidad a largo plazo.

Las medidas tendientes a proteger los paisajes naturales no son contrarias al capitalismo; sólo se oponen a las formas de explotación económica que buscan rentabilidad fácil e inmediata, dijeron expertos reunidos en el Tercer Congreso de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN), realizado en finales de noviembre en Bangkok, capital de Tailandia. Una multitud estimada en 5 mil personas asistió durante tres días a las ponencias y debates, que analizaron las perspectivas de cambio de la situación muchas veces crítica de los ecosistemas y de la biodiversidad en el mundo.

“Tenemos que revisar algunas elecciones”, sugirió Robert Watson, científico jefe del Banco Mundial y uno de los coordinadores del Millenium ecosystem assessment, probablemente el más amplio estudio sobre la explotación de los recursos naturales del planeta. “Tenemos que decidir si queremos pensar a corto o a largo plazo, en atender sólo las necesidades de los ricos o también las de los pobres, y si vamos a destruir o a preservar los recursos naturales. Actualmente, según los cálculos de Watson, el 5% de la población del mundo consume 80% de los recursos naturales en forma de alimentos, energía y agua.

Si el crecimiento económico a corto plazo implica olvidarse de las preocupaciones con la preservación del ambiente, de acuerdo con la evaluación de Eduardo Guerrero, coordinador del programa de América del Sur de la IUNC, la opción por el desarrollo a largo plazo y por la inclusión social implica la necesidad “de conciliar los intereses económicos y la conservación, promoviendo un ordenamiento de la ocupación del territorio”. Según Guerrero, cuando se definen las áreas de agricultura intensiva y las que serán protegidas, el paisaje natural deja de ser un obstáculo para la acumulación de riquezas, y se genera un espacio esencial para mantener las existencias de agua, la calidad del suelo y la estabilidad del clima.

De acuerdo con Guerrero, Latinoamérica es una de las regiones del mundo donde estos conflictos entre economía y conservación se expresan con mayor nitidez, y puso como ejemplo la presión que los productores de soja brasileños ejercen para ocupar las áreas de selva aún intactas. Ésa es una de las razones por las cuales Brasil aparece en la Lista roja de especies amenazadas, un estudio de la IUCN dado a conocer al iniciarse el congreso, como uno de los países con mayor número de mamíferos y aves amenazados de extinción, junto con Indonesia, India y China. Según ese estudio, 15.589 especies de plantas y animales – o una de cada tres variedades de anfibios, una de cada cuatro de mamíferos y una de cada ocho de aves – están en alto riesgo de desaparición en un futuro próximo, como resultado de razones diversas, como la pérdida de hábitats, la contaminación y los cambios climáticos globales. Ése es un fenómeno que se agrava con el tiempo y con la acción humana; los ecologistas estiman que las actuales tasas de extinción son entre cien y mil veces mayores que los valores esperados de desaparición natural de las variedades de plantas y animales.

Acciones articuladas
Sin embargo, en los últimos años el problema principal de los proyectos tendientes a mantener intactos los ambientes naturales no es el financiamiento. Según Guerrero, lo que hace falta es una articulación más eficaz entre los agentes financistas, los que implementan los proyectos, las iniciativas multilaterales, los gobiernos y la sociedad civil. “Hay una enorme cantidad de actores trabajando en forma no coordinada”, aseveró. Como resultado de ello, se instala una desconfianza en las acciones del gobierno y una frustración en el seno de la sociedad civil con relación a las medidas que deberían preservar las áreas de bosques ocupadas con actividades económicas.

Al asumir en mayo la secretaría general de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA, Rosalia Arteaga Serrano conocía tales abismos. Por eso se ha abocado a establecer puentes entre financistas, gobierno y comunidades de los ocho países cubiertos en mayor o menor medida por la Selva Amazónica. “El ser humano”, dice Rosalia, haciendo referencia a uno de los principios de su trabajo, “es el principal elemento del medio ambiente”. A comienzos del año próximo, según Rosalia, empezará a implementarse el primer proyecto regional de gestión de recursos hídricos, que cuenta con financiamientos internacionales de orden de los 30 millones de dólares, de los cuales 700 mil ya se han otrogado. Para ella, Brasil, aun cuando abarca el 67% de la cuenca amazónica, no debe dejar de mirar hacia los países vecinos. “Es muy importante la relación entre los Andes y la cuenca amazónica para la preservación de los recursos hídricos y de la biodiversidad.

Más allá de la búsqueda de acciones integradas y de soluciones comunes, otro logro de la OTCA, según su secretaria general, indica que a los problemas de la región han dejado de tratarlos solamente los altos funcionarios de los ministerios de relaciones exteriores, asumieron un carácter más práctico y ahora, en las reuniones sectoriales, hay también representantes de los ministerios de medio ambiente, de defensa, de salud y de obras públicas. A veces toman parte también representantes de otros países, como pudo verse en un encuentro realizado en Río de Janeiro para abordar la contaminación de los ríos con mercurio, en el cual participó Guyana Francesa, que no integra la OTCA.

Áreas protegidas
Existen perspectivas de cambios en los propios proyectos de conservación que, en general privilegian la creación de áreas protegidas y excluyen a las comunidades locales en todo el mundo. Pero los representantes de los pueblos indígenas que asistieron al congreso realizado en Tailandia pretenden cambiar esta situación. “debe haber participación de los pueblos indígenas en la definición de las estratégicas de conservación”, comentó Ramon Tomedes Kuyujani, de la Organización Indígena Río Caura, de Venezuela. Con los pies sobre la tierra y el micrófono en la mano, en una tienda de caña de bambú cubierta de paja ubicada junto al edificio principal del centro de convenciones, Kuyujani reivindicó: “No queremos quedarnos al margen de la negociación, sino compartir el conocimiento que acumulamos durante miles de años y conservar la tierra, para ustedes y para nosotros”. Posteriormente, Esther Comac de la Asociación Ixacavaa de Desarrollo e Información Indígena de Puerto Rico, añadió: “Queremos sumar el conocimiento ancestral a la investigación científica”.

Pero el diálogo que derive en soluciones innovadoras y socialmente más justas requiere también la participación de los representantes de las empresas, recordó Esther, citando como ejemplo a Ecuador, cuya empresas mientras no consultan a las comunidades locales ni los planes de preservación ambiental antes de avanzar en su búsqueda de nuevos terrenos para la explosión. A medida que las conversaciones iban avanzando, se hacía claro que las alianzas – entre culturas, sectores de la sociedad, formas de pensar e incluso entre generaciones – han dejado de ser una opción. Ahora son una necesidad para conciliar los intereses inmediatos con los de largo plazo.

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