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El cielo no puede esperar

La reestructuración del programa espacial brasileño apunta a instaurar un ritmo acelerado de lanzamiento de satélites

ABR y DIVULGAÇÃOEl cohete Cyclone-4, en colaboración con Ucrania, que atraviesa un impasseABR y DIVULGAÇÃO

La reestructuración del programa espacial brasileño ha ingresado en la agenda del país. Su actual configuración, en la cual la Agencia Espacial Brasileña (AEB), con sede en Brasilia, coordina estrategias y gira fondos para las vertientes civil y militar del programa, sufrirá un replanteo, y la hipótesis más probable es la fusión de la AEB con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), de São José dos Campos, o al menos con parte de su estructura. La constatación de que el AEB se ha convertido en una instancia de carácter burocrático, desprovista de buenos cuadros técnicos o con escasa ascendencia sobre las prioridades de los organismos que coordina, otorga impulso a la propuesta de cambio cuyas ambiciones, sin embargo, son mucho más amplias. Entre ellas se destacan el incremento del volumen de los recursos para el programa, fuertes inversiones en la renovación de los recursos humanos, un activo calendario de lanzamientos, capaz de colocar en el espacio, en lo posible mediante cohetes nacionales, una colección de satélites diseñados para cumplir misiones de interés para la sociedad, el gobierno y la comunidad científica, así como una efectiva implicación de la industria brasileña en la búsqueda de soluciones novedosas y en el fortalecimiento de los sistemas. “Si actualmente lanzamos un satélite cada cuatro años, queremos pasar a lanzar entre uno y dos por año, ya que la sociedad lo necesita”, dice Marco Antonio Raupp, presidente de la AEB, quien coordina los debates y presentará una propuesta este mes. “Lo primordial es que la sociedad logre vislumbrar las utilidades del programa para varios sectores, que van desde el control ambiental hasta la seguridad pública. Así es más fácil luchar por la financiación”.

Uno de los objetivos consiste en duplicar el presupuesto del programa, que en 2010, fue de 326 millones de reales. Se necesitan por lo menos 500 millones de reales anuales en inversiones para el programa de satélites del Inpe, ligado al Ministerio de Ciencia y Tecnología, y 200 millones de reales para el desarrollo de cohetes por parte del Departamento de Ciencia y Tecnología Aeroespacial (DCTA), ligado a la cartera de Defensa. El director general del Inpe, Gilberto Câmara, recuerda que esa cifra resulta modesta si se la compara con la inversión de los países del bloque de los Brics. “Para competir con el programa de la India, deberíamos multiplicar nuestro presupuesto por cinco y, en el caso de China, por siete. Nuestro programa no cuenta con finalidades bélicas, como en el caso de la India, ni constituye una herramienta de afirmación nacional, como sucede con China, pero la duplicación del volumen de recursos resulta esencial para proveer los servicios que el país requiere”, afirma.

El golpe de timón busca amplificar la escala del programa. El Inpe, que a lo largo de su historia logró fabricar y poner en órbita cinco satélites, cuenta con una serie de proyectos en desarrollo, algunos con colaboración internacional, y ambiciona lanzar 14 satélites hasta 2020. El primero de ellos es el Cbers-3, un satélite de monitoreo terrestre resultante de una cooperación con China que ya dura 23 años. Una de sus cámaras tomará imágenes de la Amazonia cada cinco días, con una resolución de alrededor de 70 metros, en lugar de los 260 metros que logra la cámara de su antecesor, el Cbers-2B, que dejó de funcionar en mayo de 2010. El Cbers-3 será lanzado al espacio en el 2012, luego de soportar un retraso de cinco años debido a restricciones de Estados Unidos para la provisión de componentes electrónicos. Otros dos satélites de la familia se encuentran previstos en el acuerdo con China. Aparte de ellos, el Inpe desarrolla la Plataforma Multimisión, diseñada para poner en órbita cargas de varios tipos de hasta 500 kilogramos (kg). Satélites de pequeño porte servirán para monitorear los incendios en la Amazonia (Amazonia-1 y 2) y los océanos (Sabiá-1 y 2, en colaboración con Argentina) y cumplir misiones científicas, tales como estudiar el espectro del suelo y de la vegetación (Flora Hiperespectral), la emisión de rayos X (Lattes-1), el clima espacial (CLE-1) y la astrofísica (AST-1 y 2).

018-023_ProgramaEspacial_186-1En el campo del desarrollo de vehículos lanzadores, a cargo del DCTA, también existen varios proyectos en curso. La explosión, en agosto de 2003, del Vehículo Lanzador de Satélites (VLS-1), en la base de Alcântara, que mató a 21 ingenieros y técnicos, puso en evidencia las dificultades de Brasil para dominar la tecnología de utilización de combustibles sólidos. El VLS todavía se encuentra en los planes del DCTA, aunque hay otros cohetes en estudio, con tecnología más simplificada, y el Inpe cuenta con ellos para llevar sus satélites de menor porte al espacio. Tal es el caso del Vehículo Lanzador de Microsatélites (VLM-1), capaz de transportar satélites de hasta 100 kg de peso, tales como el del clima espacial CLE-1. También se encuentra en fase de desarrollo el VLS Alfa, una variante del VLS-1, con tres etapas y empleo de propulsor líquido, en reemplazo de los propulsores sólidos de la tercera y cuarta etapas. La ambición del DCTA es desarrollar una nueva familia de cohetes, capaz de colocar en órbita, hacia 2022, satélites del porte del Satélite Geoestacionario Brasileño (SGB), de cuatro toneladas, que interconectará los sistemas de defensa de todo el territorio brasileño. En una artículo publicado este año, el coronel Avandelino Santana Junior, jefe de la División de Propulsión del Instituto de Aeronáutica y Espacio (IAE), dijo que uno de los supuestos para el programa es la cooperación entre Brasil y un país con competencia en el área espacial, especialmente en el desarrollo de la tecnología de propulsión líquida.

La expansión del tercer pilar del programa, que es el Centro de Lanzamiento de Alcântara, en el estado de Maranhão, depende de otras variables. Creada en 1983, es la base que se encuentra más cerca de la línea del ecuador, lo cual le permite aprovechar al máximo la rotación de la Tierra para impulsar los cohetes con economía de combustible y costos menores (entre un 13% y un 31% de ventaja en relación con Cabo Cañaveral, en Estados Unidos). En la práctica, está siendo subutilizada. Para resolver este problema, es necesario, como primera medida, remover un obstáculo diplomático que traba el lanzamiento de cohetes norteamericanos. Brasil firmó con Estados Unidos en el año 2000, un Acuerdo sobre Salvaguardias Tecnológicas, estableciendo reglas para el lanzamiento de cohetes. El Congreso brasileño se negó a ratificar el acuerdo, alegando que algunas cláusulas avasallaban la soberanía nacional, y el resultado de eso es que el país responsable por el 80% del mercado de lanzamientos no utiliza Alcântara. El ministro de Ciencia y Tecnología, Aloizio Mercadante, quien se opuso al acuerdo de salvaguardia cuando se desempeñaba como legislador, ya anunció su predisposición a patrocinar un entendimiento. “Nos hallamos en un nuevo marco de la relación bilateral”, afirmó Mercadante, durante la asunción de Raupp como presidente de la AEB, en marzo.

Satélite del programa Cbers en test: nuevos lanzamientos

inpeSatélite del programa Cbers en test: nuevos lanzamientosinpe

Para darle mayor utilidad a Alcântara, Brasil celebró un acuerdo con Ucrania para concluir el desarrollo de un cohete ucraniano, el Cyclone-4, capaz de poner en órbita geoestacionaria cargas de hasta dos toneladas desde la base marañense. Ese cohete es el resultado de la adaptación de un misil soviético, pero hay que invertir 1000 millones de reales en el proyecto. El acuerdo condujo a la creación de una empresa binacional, Alcântara Cyclone 4, mediante la cual ambos países compartirían los dividendos producidos por la utilización de la base. El programa se encuentra en un impasse. Brasil ya ha girado 218 millones de reales, pero Ucrania atraviesa dificultades para cumplir su parte y ha invertido 98 millones de reales. El primer vuelo de prueba del Cyclone-4, previsto inicialmente para 2010, ahora se reprogramó para 2013.

Comparado con los demás países emergentes, el programa espacial brasileño está perdiendo relevancia. Cuando celebró el acuerdo con China, en 1988, Brasil poseía un alto estatus en materia de desarrollo tecnológico de satélites. “Ahora la asimetría entre ambos países se ha ampliado bastante, aunque el gobierno chino continúa interesado en la cooperación con Brasil”, dice Ricardo Cartaxo, coordinador del programa Cbers. Los retrasos en el programa espacial brasileño incomodan a los chinos, que, durante este año, deberán decidir si quieren mantener la cooperación luego del lanzamiento de los Cbers-3 y 4. Según un informe de Futron Corporation, de Estados Unidos, Brasil ocupa la última colocación entre los 10 países analizados mediante el Índice de Competitividad Espacial, que evalúa tres dimensiones principales: programas gubernamentales, capital humano y participación de la industria. “La búsqueda de autonomía, tanto en cuanto al dominio de tecnologías críticas como en el acceso al espacio o en el uso de los servicios y aplicaciones espaciales, no se ha logrado, y eso sigue generando dependencia de los operadores y proveedores internacionales”, sostuvo el senador Rodrigo Rollemberg (PSB-DF), quien, durante el año pasado, desempeñándose como diputado federal, coordinó un amplio estudio sobre la política espacial en la Cámara Baja.

018-023_ProgramaEspacial_186-2La Misión Espacial Completa Brasileña (MECB), iniciada en 1979, establecía como meta la construcción de dos satélites de recolección de datos y dos de observación de la Tierra para ser lanzados en Brasil, con cohetes nacionales. En la práctica hubo tres intentos de lanzamiento del VLS, que culminaron con la tragedia de 2003, dos satélites de recabado de datos (SCD) fueron lanzados por cohetes extranjeros y tres satélites de observación desarrollados y lanzados en cooperación con China (Cbers), aparte de la cooperación con Ucrania para el lanzamiento de cohetes desde Alcântara. Además de los retrasos, el programa perdió su articulación inicial. Actualmente el proyecto VLS no contempla la nueva generación de satélites basados en la Plataforma Multimisión, desarrollados por el Inpe. Los cohetes Cyclone-4 podrían ocuparse de esa tarea, pero no servirían para transportar grandes satélites de países desarrollados, que generalmente pesan más de dos toneladas. “Construir satélites resulta más sencillo que construir cohetes”, recuerda Luiz Gylvan Meira Filho, presidente de la AEB entre 1994 y 2001. “La intención de los ideólogos de la MECB era la mejor posible y la misión sirvió, en aquella época, para darle una dimensión ambiciosa al programa espacial brasileño. Pero fue un error tratar a la estrategia como una misión, que precisa cumplirse para recién entonces dar origen a una nueva misión”, afirma. Otra equivocación, según Gylvan, fue intentar desarrollar lanzadores sin colaboradores internacionales en el gobierno militar. Ello condujo al programa a un aislamiento del cual no pudo recuperarse.

Si bien es cierto que el programa espacial brasileño enfrenta retrasos crónicos y dificultades para dominar tecnologías críticas, hay que reconocer que generó frutos importantes. Permitió la nacionalización de los materiales para la fabricación de propelentes ‒los compuestos químicos utilizados como combustibles‒, de aleaciones metálicas y de materiales cerámicos. Los propelentes se producen actualmente en escala industrial y se utilizan como materia prima para la fabricación de pegamentos, pinturas y espumas. Brasil adquirió capacidad internacional en el procesamiento de imágenes satelitales y el Inpe se convirtió en una referencia en servicios en el campo de la meteorología, en el monitoreo de quemas en la Amazonia y en la investigación de cambios climáticos, del mismo modo que su Laboratorio de Integración y Ensayos (LIT) es reconocido como uno de los mejor equipados en el mundo para el desarrollo de satélites. La decisión de distribuir gratuitamente imágenes realizadas por los tres satélites Cbers causó impacto en ese mercado. Incluso los estadounidenses resolvieron permitir el acceso a las imágenes del Landsat.

Gilberto Câmara destaca que el Inpe desempeña un rol fundamental de apoyo a lo que denomina como economía del conocimiento de la naturaleza. “Brasil es el líder mundial en cuanto al desarrollo sostenible. Reducimos el desmonte en la Amazonia. Contamos con el mejor sistema de monitoreo ambiental mediante satélites del mundo. Poseemos el mayor porcentaje en relación con la matriz energética proveniente de fuentes renovables. La visión que defiende el Inpe para el programa espacial civil sostiene que la tecnología debe constituir un valor agregado a la economía del conocimiento de la naturaleza. Y ya estamos poniendo en práctica esa visión”, dice Câmara. “Le damos apoyo a la agricultura y a la preservación de los ecosistemas, los estudios de cambios climáticos, el pronóstico del tiempo y la previsión de desastres naturales, y la gestión de las megaciudades”.

Los destrozos provocados por el accidente en la base de Alcântara, en 2003

ROSE BRASILLos destrozos provocados por el accidente en la base de Alcântara, en 2003ROSE BRASIL

Existe un consenso en cuanto a que la limitación de recursos es causal de buena parte de los contratiempos del programa. La crisis de los años 1980 y la hiperinflación de los 1990 tornaron inestable el aporte de dinero y comprometieron la evolución de la investigación. “La construcción de satélites, de cohetes y de infraestructura terrestre reviste complejidad y riesgos tecnológicos, alto costo y ciclos largos de desarrollo, en general, de entre cuatro y ocho años”, escribió Himilcon de Castro Carvalho, gerente ejecutivo del Programa Nacional de Actividades Espaciales (Pnae) de la AEB, en un artículo publicado en un dossier sobre el programa espacial realizado por la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República. “La gestión de los proyectos y de las actividades espaciales se convierte en rehén de la incertidumbre, a largo plazo, del soporte financiero necesario para la ejecución de las tareas y de los contratos involucrados, lo cual acaba generando constantes soluciones de continuidad y desgastantes acciones de replanificación”.

Luego de la tragedia del VLS en 2003, el gobierno federal determinó un aumento en la inversión en el programa, con gastos previstos por valor de 5.500 millones de reales entre 2005 y 2014. Aunque el volumen de recursos de hecho haya aumentado entre 2004 y 2009, en dicho período se invirtió solamente un tercio de lo prometido. Existen varias propuestas destinadas evitar que el programa espacial vuelva a claudicar debido al bajo e inestable presupuesto. Una de ellas es la vigente en Francia, donde el Estado celebra un acuerdo por seis años con el Centro Nacional de Estudios Espaciales (Cnes) y asume el compromiso de que el presupuesto de un año sea, de mínima, igual al del año precedente. O también el caso del Reino Unido, donde el presupuesto de la Agencia Espacial Británica está conformado por aportes directos de los organismos usuarios de productos espaciales, tales como el Departamento de Transportes y la Agencia de Meteorología.

La ampliación del programa espacial también implica la creación de capacidad en el seno de la industria nacional, convirtiéndola en colaboradora en el desarrollo y provisión de tecnologías. Eso comenzó, de manera incipiente, con los cinco satélites lanzados por el Inpe. Las empresas, especialmente las de la región de la localidad paulista de São José dos Campos, comenzaron a especializarse como proveedoras. Pero la cantidad de contratos resultó insuficiente para darle consistencia a esa base naciente. Para desarrollar el sistema inercial de navegación del satélite Amazônia-1 fue necesario contratar en 2008 a una empresa argentina, Invap. El Inpe llegó a realizar ocho licitaciones en vano para la industria nacional.

El ingeniero Cesar Ghizoni, director presidente de Equatorial Sistemas, una empresa creada para desarrollar sistemas para los satélites Cbers, propone que la estrategia destinada crear un parque empresario sea más ambiciosa de lo que se vislumbra actualmente. Y cita el ejemplo de las necesidades de la Estrategia Nacional de Defensa, que requieren el desarrollo de satélites capaces de producir imágenes de alta resolución para controlar las fronteras, y que no se hallan contempladas en el esfuerzo actual. “El proyecto Cbers utiliza tecnología de la década de 1980. La Plataforma Multimisión constituye un proyecto de la década de 1990. Las especificaciones, especialmente las de los equipamientos del subsistema de control de órbita y altitud, no resultan adecuadas para las misiones de observación con alta resolución”, expresa. Mediante una propuesta elevada al Ministerio de Defensa y a la AEB, Equatorial sugirió traer del exterior una plataforma de satélites de última generación para montarla en Brasil y, gradualmente, desarrollar proveedores locales de sus partes constitutivas. La empresa, dice Ghizoni, está lista para participar en ese esfuerzo. “Con el trabajo que desarrollamos para el Cbers fue posible subsistir, pero la industria necesita de una escala mucho mayor”, afirma.

La reformulación del programa resucita antiguas ideas, tales como la necesidad de formar recursos humanos y desarrollar tecnología autónoma ya constaba en las estrategias del gobierno de Jânio Quadros, quien creó en 1961 la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Cobae), en São José dos Campos. Pero intenta extraer lecciones de los éxitos y fracasos del programa. La idea de invertir en misiones diseñadas para necesidades específicas es un reflejo del éxito del Cbers. Brasil sigue estando interesado en el desarrollo de satélites y cohetes, aunque tales objetivos ya no se encuentran supeditados uno al otro, tal como ocurría con la Misión Espacial Completa. “Debemos fortalecer todos los aspectos del programa y asegurar su organización”, dice Marco Antonio Raupp.

Otras lecciones ya habían sido aprendidas con anterioridad. La creación de la AEB, en 1994, apuntó a dotar de un carácter civil al programa espacial y exorcizar la desconfianza al respecto de sus intenciones bélicas, que originaron escollos para la cooperación internacional. El montaje de la agencia coincidió con la adhesión de Brasil, en 1995, a un régimen que limita el desarrollo de cohetes a dimensiones no compatibles con su utilización como arma de destrucción masiva. “La AEB fue creada para acabar con la desconfianza internacional hacia Brasil y, en ese aspecto, fue exitosa. Si tuvo dificultades para la convocatoria de buenos cuadros técnicos, fue debido a un problema estructural de la capital federal, no por causa de la idea original”, dice Luiz Gylvan Meira Filho.

El Atlantis parte para su última misión

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Los frutos de la carrera espacial

Debido al retiro de los transbordadores espaciales, los astronautas estadounidenses realizarán sus viajes hacia la Estación Espacial Internacional (ISS, su sigla en inglés) a bordo de las naves rusas Soyuz. Así será, mientras no madure el proyecto del gobierno de Barack Obama de traspasar a empresas privadas la incumbencia de creación de taxis orbitales, capaces de colocar a los astronautas en órbita. El mundo cambió bastante desde 1961, cuando el presidente estadounidense John Kennedy lanzó el desafío de “enviar hombres a la Luna y traerlos de regreso a salvo”, en esa misma década de 1960. Se trataba de una respuesta a los rivales soviéticos, que colocaron en órbita a Yuri Gagarin, el histórico 12 de abril de 1961. El Apollo 11 hizo historia el 20 de julio de 1969, cumpliendo con el desafío planteado por Kennedy, y los norteamericanos regresaron a la Luna algunas veces, la última de ellas en 1972. Pero la intención de revivir el suceso fue abortada por falta de recursos. Si un hombre regresa a la Luna durante esta década, será un astronauta de China, el único país que programa una misión de esas características.

La conquista del espacio marcó el imaginario de generaciones de terrícolas, pero sus efectos más poderosos se despegaron de aquella visión, ideada por la ciencia ficción, de la exploración humana del espacio. La ISS y los transbordadores espaciales se tornaron demasiado costosos y con escaso provecho. “Hubo un tiempo en que los resultados de la investigación espacial generaron un enorme impacto para la generación de riqueza de Estados Unidos, pero actualmente las fronteras son otras y tienen que ver, por ejemplo, con la tecnología de la información y la neurociencia”, dice Gilberto Câmara, director general del Inpe. Otros frutos de la capacidad espacial desarrollada durante la Guerra Fría son duraderos, tales como la constelación de satélites en órbita terrestre que revolucionaron las telecomunicaciones, la meteorología, la agricultura y la defensa.

En la carrera espacial, sus actores y sus motivaciones cambiaron. China revive los propósitos de afirmación nacional que impulsaban a Estados Unidos y a la Unión Soviética. Puso astronautas en órbita, prepara una estación orbital propia y una misión a la Luna. La India, que anhela enviar un hombre al espacio, desarrolla sondas lunares. La Unión Europea apuesta al envío de sondas interplanetarias. Y Rusia, pragmática, lanza satélites y transporta astronautas, contratada por quien se avenga a pagar por ello.

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