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El desafío de la inserción en la sociedad

La Ciencia y la Tecnología deben entrañarse en la cultura nacional

En momentos en que Estados Unidos de América, respaldado en su poderío militar y su riqueza económica, impone al mundo sus caprichos belicosos, Brasil prácticamente carece de voz en el escenario internacional. La diferencia entre las dos naciones es clara. Cabe por lo tanto indagar: ¿por qué dos países, con áreas y recursos naturales comparables, descubiertos y colonizados en la misma época por los europeos, llegan al tercer milenio con tamaña discrepancia, especialmente con relación a las condiciones de vida de sus poblaciones?Sin lugar a dudas, un factor determinante de esa diferencia es el dominio de la tecnología, que los estadounidenses tienen y nosotros no.

Esta situación es conocida por una parte considerable de nuestra sociedad, pero lo que eso representa no es bien comprendido. Políticos, empresarios y economistas en general entienden por tecnología algo que únicamente puede comprarse, y consideran que nuestro problema es fundamentalmente económico. Así, la percepción general es que la investigación y la innovación no están a nuestro alcance, y que con políticas públicas adecuadas el país podría desarrollarse económicamente, y entonces, comprar la tecnología que desee. Cándida ilusión. La tecnología es conocimiento, y por lo tanto, está íntimamente ligada a la ciencia.

Los norteamericanos tienen un formidable dominio tecnológico porque empezaron a hacer ciencia hace mucho tiempo. Alrededor del año 1750, cuando la ciencia parecía restringirse a Europa, Benjamin Franklin ya realizaba experimentos con electricidad y contribuía para el descubrimiento de las leyes de conservación de las cargas eléctricas. Franklin fue el primer físico americano. Pero además de haber sido investigador, fue militante político. Fundó un periódico que pregonaba ideas libertarias; fue diputado por Filadelfia y tuvo una importante participación en la redacción de la declaración de la independencia estadounidense en 1776.

Cien años después, EE.UU. era una República Federativa independiente, soberana y en rápido proceso de industrialización. Los científicos estadounidenses realizaban experimentos pioneros y se disputaban con los europeos los grandes descubrimientos. Ellos contribuyeron mucho para el desarrollo del electromagnetismo durante la segunda mitad del siglo XIX, lo que resultó en la invención del generador y del motor eléctrico, responsables del uso de la energía eléctrica en la iluminación y con un sinnúmero de aplicaciones hogareñas e industriales.

También inventaron el telégrafo, el teléfono y la radio, artefactos que revolucionaron las comunicaciones. Surgieron así los primeros grandes emprendedores en el área de tecnología. Alexander Bell, inventor del teléfono, creó una empresa para explotarlo comercialmente, que posteriormente se transformó en AT&T.

Thomas Edison inventó la lámpara eléctrica y el micrófono de carbón para teléfonos, y fundó RCA. Bel y Edison no eran científicos, pero sabían que sin ciencia sus empresas no podrían competir y ganar mercados. AT&T y RCA crearon centros de investigación y contrataron a los primeros Ph.Ds. egresados de Harvard, MIT, Yale, etc. Pero para consolidar su dominio tecnológico, hacía falta más ciencia. Entonces Estados Unidos abrió sus puertas a los científicos que huían de los peligros de las guerras de Europa. El trabajo de esos científicos en EE.UU. fue esencial para dar un gran impulso al sistema de C&T y para la creación de un programa de formación en masa de investigadores, por medio de las carreras de maestría y doctorado.

La historia de la formación de los políticos y empresarios de nuestro país es muy diferente. En la época de Franklin, Brasil era conducido por gobernadores generales o virreyes, que se turnaban en el poder protegiendo sus intereses personales y manteniendo sumisa a la colonia. Nuestros colonizadores portugueses no permitían que aquí hubiera tipografías para imprimir panfletos, periódicos o libros, medios esenciales para la educación y la difusión de ideas.

Cien años después vivíamos todavía siendo gobernados por una monarquía esclavista. Nuestros empresarios eran los dueños de los ingenios de caña de azúcar, los barones del café y los estancieros del cacao, que dominaban la política, protegiendo los intereses de la elite y actuando en sintonía con los dueños del capital internacional. Nuestra independencia no fue conquistada, sino consentida por razones que eran convenientes para nuestros dominadores. Fue así como Brasil se desarrolló, siempre tullido por los intereses externos, con injusticia social y sin empresas con riquezas generadas con base en la educación, la ciencia y la tecnología, sino en la producción de productos simples y en la exportación de materia prima.

Hasta el siglo XX no había en este país universidades, ni un sistema amplio de enseñanza básica, ni industrias nacionales. Nuestra primera universidad -la USP-, sería fundada recién en 1934.El país solamente se dio cuenta del rol de la ciencia tras la Segunda Gran Guerra. La enseñanza de posgrado foi institucionalizada en la década de 1960, y el sistema de financiamiento de la investigación y formación de personal cobró dimensiones de fuste en la década de 1970. Así, pese al atraso, Brasil cuenta actualmente con un contingente de más de 50 mil científicos e ingenieros de alto nivel, que forman un complejo sistema de C&T, lejos el mayor y más cualificado de Latinoamérica. Sin embargo, llegamos al final del siglo XX sin consolidar el sistema de C&T, con una magra articulación entre las universidades, los centros de investigación y las empresas, y con pocas actividades de investigación e innovación tecnológica desarrolladas en las empresas.

Por lo tanto, enfrentamos hoy una cuestión crucial: ¿los países sin tradición científica y tecnológica están condenados a un eterno subdesarrollo? Algunos países asiáticos han demostrado que no. Corea y Taiwán, por ejemplo, despertaron a la educación, la ciencia y la tecnología recién en la década del 70, pero supieron hacer de éstas la base de su desarrollo para multiplicar sus PBIs. Es evidente que el problema de Brasil es mucho más complejo. Nuestra área geográfica y nuestra población son mucho mayores que las de Corea y Taiwán. Tenemos hoy, afortunadamente, un régimen democrático, pero que requiere mucha articulación y mucho trabajo para construir soluciones colectivas. Y la elección del presidente Lula representa el signo del cambio.

Ha llegado la hora de hacer que la educación y C&T se conviertan en los pilares de la agenda nacional y de un proyecto de nación, con soberanía y con gran parte de la población inserta en el sistema productivo. Pero para ello es necesario que la investigación y la innovación se masifiquen en el sistema productivo, y que la realización del trabajo de investigación y desarrollo se haga rutina en nuestra sociedad. Es necesario fijar como prioridades la sustitución de importaciones y el aumento del valor agregado de los productos de nuestra industria, para redefinir la inserción de nuestra economía en el sistema internacional.

El Ministerio de Ciencia y Tecnología tendrá un papel importante en el nuevo proyecto nacional de desarrollo, y junto a éste, la Financiadora de Estudios y Proyectos – Finep. Los planes para la Finep en la nueva gestión aún se encuentran en fase de elaboración. La Finep es parte integrante del MCT y trabajará en estrecha articulación con todas las unidades del ministerio, en particular, el CNPq. El MCT elaborará su programa en articulación con otros ministerios y otras agencias, y discutirá las propuestas con la sociedad.

En los últimos años la Finep se ha afirmado como la Agencia Nacional de Innovación, acercándose mucho a las empresas y creando diversos programas para estimular al sector empresarial a incrementar sus actividades de investigación e innovación. Estos programas serán perfeccionados y ampliados, para adecuarlos a la política industrial que será elaborada como parte del programa para cambiar el país. Esta política será capitaneada por el MDIC y por el BNDES, y contará con una gran participación del MCT. La Finep tiene un papel importante por cumplir en esta nueva política industrial: viabilizar financiamientos a empresas, combinando recursos reembolsables con recursos a fondo perdido, y promover incentivos fiscales y otros instrumentos. El firme ejercicio de estas actividades dará a la Finep un fuerte poder de inducción de actividades volcadas a la investigación y a la innovación, esenciales para el aumento de la competitividad.

Esto resultará en una participación activa de las empresas: deben absorber más másteres y doctores e interactuar más con las universidades.Cabe a la Finep ampliar sus acciones con relación a las empresas, al tiempo que se acerca a las universidades y a la comunidad científica, ya que allí reside la gran carta de triunfo de la que Brasil dispone para que el conocimiento contribuya decisivamente al desarrollo del país.

En articulación con el CNPq, la Finep financiará programas de apoyo a las actividades de la comunidad, desde la investigación básica a la popularización de la ciencia. Al ejecutar estos programas, la Finep se convertirá en una agencia más eficiente en todos los sentidos, inspirada en el ejemplo exitoso de la FAPESP. Contribuirá con todo su potencial para que Brasil delinee y ponga en ejecución un proyecto de nación soberana y con mejor distribución de la riqueza. Eso es lo que esperan millones de personas, que eligieron a Lula como presidente de Brasil.

Sergio M. Rezende , es físico y profesor titular de la Universidad Federal de Pernambuco. Es presidente de la Financiadora de Estudios y Proyectos – Finep

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