Se guardan las plumas y los trajes con lentejuelas usados durante el Carnaval y se ingresa en el período de la Cuaresma, signado por la penitencia, el silencio y el abandono de los placeres mundanos. Pero no es necesario llegar a la Semana Santa para descubrir que las fiestas religiosas brasileñas son tanto o más exuberantes que el más profano de los Carnavales.
El libroFestas de fé [Las fiestas de la fe ] lanzado recientemente por la editorial Metalivros (230 páginas, R$ 120) hace las veces de una pasarela que reune imágenes de las más distantes manifestaciones religiosas nacionales. De la devoción a Padre Cícero, en Ceará, a la fiesta de Nuestra Señora de Achiropita, de los descendientes de calabreses de São Paulo, todo son colores, disfraces y alegorías: la fiesta de Iemanjá, lapinha, bumba-meu-boi, Corpus Christi, fiestas juninas, el ritual de paso de los indios.
A las hermosísimas fotografías, tomadas al cabo de veinte años por Rosa Gauditano, se les suma el texto de un profundo conocedor del arte y de la cultura brasileñas: Percival Tirapeli, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), que se inició en el tema en 1968. La edición es bilingüe y está enlazada por el proyecto gráfico de Dora Levy, que enfatiza el didactismo pretendido por el autor.
“El lenguaje es intencionalmente sencillo y accesible, ya que se dirige también a extranjeros. Además el libro ha sido distribuido en bibliotecas públicas de todo el territorio nacional”, dice Tirapeli. Su texto fue desarrollado en el transcurso de los últimos cuatro años cuando el investigador, al margen de haber entrado en contacto con las fotos de Rosa Gauditano, salió al campo con la fotógrafa para captar fiestas y manifestaciones religiosas como la Fiesta del Divino de São Luís do Paraitinga, São Paulo.
“Aunque Rosa contaba ya con un gran archivo cuando Metalivros decidió publicar el libro, regresó a algunos sitios para registrar las transformaciones de las manifestaciones”, comenta el investigador. “En São Luís do Paraitinga, por ejemplo, Rosa había tomado sus primeras fotos en 1984.”
Además de la preocupación con la actualidad de las imágenes, Festas de fé está dividido de acuerdo con el origen cultural de cada una de las fiestas. Entre las ibéricas, basadas en el cristianismo popular, se encuentran las celebraciones de Navidad (folías de Reyes, pesebres, etc.), la Semana Santa, las procesiones (Corpus Christi y las que se hacen sobre las aguas), la Fiesta del Divino, las fiestas juninas [de los santos de junio], las romerías, los santuarios y otras. Entre las manifestaciones afro-brasileñas están los congos, las congadas, los maracatús, el lavaje de Bonfim y la fiesta de Iemanjá.
El legado indígena está representado por los rituales de paso de los Wai’a y por manifestaciones que muestran la permanencia de la aculturación obrada por los portugueses. Tal es el caso del Baile de la Santa Cruz, que remite a un hábito de los albores de la Colonia, cuando los jesuitas hincaban una cruz en el centro de las aldeas indígenas en cuyo derredor se debería bailar.
Para que la contribución europea no se resumiera a la presencia de los portugueses y los españoles -no hay que olvidarse que el período de la unión de las Coronas Ibéricas estuvo bastante presente en la colonización brasileña-, Festas de fé muestra también algunas fiestas religiosas italianas, como la famosa Achiropita; al margen de los homenajes a Nuestra Señora de Casaluce, la más antigua fiesta religiosa italiana de São Paulo, que data de 1900.
“La gran curiosidad de las fiestas religiosas en Brasil reside en que éstas siguen el calendario religioso europeo, por un lado, y los ciclos naturales de la siembra y la cosecha, por el otro. Ocurre que, como las estaciones son diferentes en los trópicos que en Europa, hay discrepancias, como el hábito de asociar el blanco de la nieve a la Navidad”, explica Tirapeli.
Si bien la incongruencia de la nieve está presente en una fiesta sumamente urbana como lo es la Navidad, otras características naturales se superponen a los orígenes europeos cuando se habla de ritos y festividades practicadas en el interior del país, principalmente en las áreas rurales. Son los casos de las procesiones fluviales y marítimas, que se realizan en casi todos los estados brasileños y respetan la vocación de un país volcado hacia el océano y surcado por grandes ríos. Ejemplos de ello son las de Nuestra Señora de los Navegantes, en Río Grande do Sul, y del Cirio de Nazaret, en Pará, que se ha ido extendiendo hacia varias ciudades ribereñas desde 1992. También Iemanjá, diosa de las aguas, facilitó por estos parajes la adaptación de los ritos de origen africano.
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