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Carta de la editora | 205

El dolor de los pensamientos indomables

En el cine o en televisión, los tics, manías raras o la repetición compulsiva de comportamientos aparentemente innecesarios pueden convertir a algunos personajes en sujetos atrapantes y, por eso mismo, aumentar su potencial de fascinación. Por hablar tan sólo de dos ejemplos conocidos, recordemos a Melvin Udall, el escritor de Mejor imposible (1997), que le valiera a Jack Nicholson el Oscar al mejor actor en 1998, y el del detective Adrian Monk, el protagonista de una exitosa serie de televisión estadounidense, lanzada en 2002, que familiarizó a los telespectadores de todo el mundo con el rostro de Tony Shalhoub y al mismo tiempo con una versión muy verosímil del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). El primero tenía pánico de contraer alguna enfermedad por el contacto con la gente y se lavaba las manos con alucinada frecuencia y un jabón nuevo en cada ocasión. El detective, entre otros rasgos curiosos, no soportaba ninguna asimetría, ningún desvío de la rígida norma geométrica en la que deseaba que se encajase el mundo de su entorno. Si lo dejasen, más allá de nivelar los cuadros en las paredes, corregiría también, en la escena del crimen, la posición de las víctimas cuyas muertes debía investigar.

Con todo, y ya fuera de la ficción, nuestro editor de ciencia, Ricardo Zorzetto sostiene que el TOC puede ser más grave y más complejo que en la pantalla, alimentado sobre todo por pensamientos indeseables, las obsesiones, que asaltan sin tregua la mente de quien padece el trastorno, generando ansiedad exacerbada y temores irracionales, seguidos, en la mayor parte de los casos, por la necesidad incontrolable de repetir ciertos rituales mecánicos y mentales. Aunque ha sido abordado desde diferentes perspectivas desde el siglo XIX, y también haya sido objeto de las investigaciones de Freud, que lo presentó bajo el nombre de neurosis obsesiva y lo analizó con audacia en su famoso escrito del “hombre de las ratas”, de 1909, el TOC sigue siendo una enfermedad compleja y desafiante, y a decir verdad, aún no se conoce efectivamente qué la provoca o desencadena. Por eso adquiere gran relevancia una serie de estudios coordinados por investigadores brasileños con miras a ampliar la comprensión del trastorno y suministrar la base científica para tratamientos más eficaces. Tales investigaciones motivaron el reportaje de tapa de la presente edición, a partir de la página 18.

Pasando del conocimiento científico en psiquiatría hacia la innovación tecnológica con efecto directo sobre la economía, me agradaría destacar el reportaje sobre los avances en la calidad técnica de la cerámica producida en São Paulo, en particular en el polo cerámico de Santa Gertrudes, en zona de Rio Claro, que contribuyó a posicionar a Brasil como el segundo fabricante mundial de pisos y azulejos cerámicos, tan sólo por detrás de China. En 2001, el país era el cuarto productor mundial de placas cerámicas y São Paulo era responsable por un 40% de esa producción (473 millones de metros cuadrados). Fue entonces, que un proyecto presentado por investigadores del Centro Cerámico de Brasil (CCB) y por empresas del polo de Santa Gertrudes, en colaboración con otros investigadores vinculados a universidades e institutos de investigación, obtuvo en la FAPESP apoyo sustancial del programa de Consorcios Sectoriales para la Innovación Tecnológica (Consultec). Sus efectos: aumentó significativamente la calidad de los materiales cerámicos brasileños y la participación paulista en la producción nacional trepó hasta un 70% de los 866 millones de m2 fabricados en 2012. Ese trayecto está descrito en el relato del periodista Yuri Vasconcelos, a partir de la página 68.

Para terminar, quisiera recomendar un reportaje que toca un tema sensible al desarrollo contemporáneo del país, como lo es la educación científica, elaborado por nuestro editor de política científica y tecnológica, Fabrício Marques. En el texto que comienza en la página 32, Marques intenta mostrar en qué incide la participación de estudiantes de la enseñanza media en olimpíadas científicas en la formación de nuevos investigadores científicos, y de qué modo la obtención de medallas en esos certámenes se transforma en un especial estímulo para que más jóvenes se sumen a la carrera científica. ¡Buena lectura!

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