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INNOVACIÓN

El drama de la pobreza menstrual

La falta de condiciones para lidiar con la menstruación de una manera adecuada les causa perjuicios sociales y económicos a millones de mujeres en todo el mundo

Rovena Rosa / Agência BrasilEn la escuela municipal Espaço de Bitita, en São Paulo, un proyecto contra la pobreza menstrual distribuye toallas femeninas gratisRovena Rosa / Agência Brasil

El informe “Pobreza menstrual en Brasil, desigualdades y vulneración de derechos”, elaborado por el Fondo de la Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), define a la pobreza menstrual como un fenómeno “vivenciado por adolescentes y mujeres adultas debido a la falta de acceso a recursos, infraestructura y conocimientos que les permitan cuidar su menstruación en plenitud”.

Esta condición está asociada a la falta de agua corriente para higienizarse, la ausencia de un cuarto de baño y de privacidad para realizar el recambio de los productos de higiene menstrual y la falta de dinero para adquirir estos artículos o fármacos para mitigar los dolores. Las personas que menstrúan y están en una situación de vulnerabilidad socioeconómica también se ven perjudicadas por la falta de educación menstrual y reproductiva y la escasez de políticas públicas destinadas a la comprensión y la gestión de un aspecto fundamental para la salud de las mujeres.

En Brasil, recién este año ha entrado en vigencia una iniciativa del gobierno federal, el Programa de Protección y Promoción de la Dignidad Menstrual, centrado en la distribución gratuita, a través del Sistema Único de Salud (SUS), de toallas femeninas descartables para las mujeres carenciadas, en situación de calle o presas. El programa llegará a 4 millones de adolescentes y adultas de 3.500 municipios.

Los daños económicos, sociales y fisiológicos asociados a la pobreza menstrual son numerosos y, a menudo, irreversibles. Cuando la higiene íntima no puede llevarse a cabo en forma adecuada, se pierden días de trabajo y de asistencia a la escuela, las niñas dejan de jugar y sus contactos sociales se ven perjudicados.

La investigación “El vínculo de las brasileñas con el período menstrual y el fenómeno de la pobreza menstrual”, realizada por el Instituto Locomotiva, de São Paulo, apunta que, entre las mujeres que trabajan, más de 5.5 millones, el 19 % del total, han faltado a su empleo por falta de dinero para adquirir productos de higiene menstrual. Según datos recogidos por Unicef, alrededor de 321.000 alumnas, el 3 % del total de las estudiantes brasileñas, asisten a escuelas que no cuentan con retretes en condiciones adecuadas de uso. De este total, 121.000 viven en el nordeste brasileño.

La enfermera Mônica Maria de Jesus Silva, docente de la Escuela de Enfermería de Ribeirão Preto de la Universidad de São Paulo (Eerp-USP) y coordinadora del proyecto MenstruAÇÃO, hace un cálculo sencillo para traducir el daño escolar derivado de la pobreza menstrual. “Si las personas que menstrúan faltan a la escuela durante cada ciclo, de aproximadamente cinco días, perderán unos 60 días de clase al año, lo que equivale a casi el 30 % del total”.

Calcetines y miga de pan
En Brasil, se estima que hay alrededor de 60 millones de mujeres que menstrúan. Según muestra la investigación intitulada “Libre para menstruar”, las que pertenecen al segmento del 5 % más pobres necesitarían trabajar hasta cuatro años para poder pagar las toallas descartables que utilizarán a lo largo de su vida reproductiva, que ascenderían a aproximadamente 11.000 unidades.

En los grupos con acceso limitado a los productos de higiene menstrual, es habitual que el recambio de estos productos no se realice con la frecuencia recomendada y sus usuarias acaben expuestas a alergias, enfermedades tales como candidiasis, infecciones urinarias recurrentes y vaginosis bacterianas.

“Ante la falta de compresas íntimas, copas menstruales o tampones, las soluciones para contener el flujo suelen improvisarse con retazos de tela, medias, miga de pan y bolsitas de arena o espuma de maquillaje envuelta en hojas de periódicos”, informa De Jesus Silva. Sin embargo, no se trata de un problema exclusivo de Brasil o de los países pobres. Según el Banco Mundial, hay al menos 500 millones de mujeres y niñas en todo el mundo que no tienen acceso a instalaciones sanitarias para cuidar de su higiene menstrual.

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