Una planta acuática de la misma familia de la victoria regia brasileña (Victoria amazonica) puede desvendar uno de los mayores misterios de la biología: cómo se diferenciaron hace 150 millones de años, las angiospermas, plantas floríferas, de sus parientes más próximas, las gimnospermas, plantas de semillas descubiertas, como los pinos y otras coníferas. Fue estudiando la nenúfar (Nuphar polysepalum) que los investigadores Joseph Williams y William Friedman, de la Universidad de Colorado, Estados Unidos, encontraron una pista para resolver el enigma. Ellos explican que escogieron una planta de la familia de las ninfeáceas por causa de registros fósiles y recientes análisis moleculares que la coloca entre las más antiguas familias de plantas con flores. En ese trabajo, publicado en la revista Nature (de 31 de enero), los investigadores recuerdan que una característica que distingue a las plantas con flores es que cada semilla se divide en dos partes: un embrión similar al de todas las otras plantas y un tejido único llamado endosperma, que sirve para nutrir al embrión. Todas las angiospermas tienen endosperma, que es triploide, es decir, contiene tres copias de cada cromosoma: dos de la madre y una del padre. Este endosperma triploide contrasta radicalmente con las semillas de las gimnospermas, en las cuales, el tejido nutritivo es haploide, contiene una única copia de cada cromosoma. Williams y Friedman evaluaron el contenido de ADN de las células del embrión y del endosperma y descubrieron: el nenúfar tiene un endosperma diploide, con un conjunto de cromosomas de la madre y otro del padre. La hipótesis es que el nenúfar puede representar un intermedio entre el gimnosperma haploide y el angiosperma triploide.
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