Los brasileños que se instalan en Estados Unidos, en general con planes de regresar a su país de origen al cabo de algunos años, tienden a mantener la invisibilidad y a luchar para que no los confundan con los hispanos, a no ser en lugares y en situaciones en que esa aproximación les resulta beneficiosa. De modo opuesto, los hijos de japoneses nacidos en Brasil, después de ser rechazados por la tradicional sociedad oriental, cuando migran a Japón asumen la identidad y los hábitos brasileños: se exponen en desfiles de Carnaval y exhiben comportamientos disonantes tales como hablar en portugués en voz alta en público, de acuerdo con los análisis de investigadores extranjeros y brasileños.
En Estados Unidos, el primer movimiento es el rechazo de una identidad indeseable. “Al llegar a Estados Unidos, lo primero que los brasileños aprenden a decir es: ‘No soy hispano y no hablo en español’, porque en general los estadounidenses creen que el portugués se habla únicamente en Portugal, no en Brasil”, comenta la antropóloga Maxine Margolis, profesora emérita de la Universidad de Florida, Estados Unidos. Autora de un libro de referencia entre los estudiosos del área, llamado Little Brazil: Imigrantes brasileiros em Nova York, de 1994, Margolis inauguró el día 16 de junio una serie de conferencias sobre los movimientos migratorios de los brasileños en el Museo de la Inmigración, en São Paulo, organizada por el Observatorio de las Migraciones, dependiente del Núcleo de Estudios Poblacionales de la Universidad de Campinas (Nepo-Unicamp). Según la investigadora, la mayoría de los estadounidenses no distinguen las diferentes culturas latinas, más de tres décadas después del famoso viaje del presidente Ronald Reagan en 1982, cuando propuso un brindis “al pueblo de Bolivia” en una cena oficial en Brasilia.
Los hispanos son actualmente casi 50 millones entre los 310 millones de habitantes de Estados Unidos, mientras que los brasileños forman un contingente estimado entre los 350 mil del Censo de 2010 de Estados Unidos y 1.400.000 del ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil. Sin embargo, no siempre son mundos aparte. Margolis observó que la afinidad con la comida y la música latina, que raramente se siente en Brasil, emerge en ciudades como Miami, ciudad de Florida con elevada proporción de sudamericanos, donde los brasileños se sienten a gusto y con relativa facilidad encuentran restaurantes que sirven arroz con frijoles. “Hay brasileños que ya me han dicho: ‘¡Vinimos a Florida y descubrimos que somos latinos!’”, comenta la investigadora.
“Para el brasileño que llega a Estados Unidos, su reconocimiento como hispano es casi un susto”, afirma la socióloga Ana Cristina Braga Martes, docente de la Fundación Getulio Vargas. Braga Martes arribó a esa conclusión al entrevistar a sus compatriotas en la década de 1990 en Boston como parte de su doctorado, bajo la dirección de la antropóloga Ruth Cardoso (1930-2008), y después reiteró esa visión mediante otros estudios que realizó sobre el tema. Según la investigadora, bolivianos, colombianos y otros latinos también pierden la primacía de la identidad nacional cuando se los encaja en el mismo grupo étnico hispano, tal como se los denomina a todos aquéllos que provienen Latinoamérica en Estados Unidos. Esta clasificación, aunque resulta indeseable, puede facilitar el acceso a beneficios y a políticas públicas. “Varios inmigrantes brasileños me contaron que se valieron del cupo para hispanos para inscribir a sus hijos en las escuelas o conseguir un trabajo”, dice Braga Martes. “Dependiendo del contexto, la identidad nacional es flexible. Ser brasileño deja de ser tan importante cuando la prioridad es asegurarse una mejor inserción económica o social en otro país.”
En su libro New immigrants, new land: A study of Brazilians in Massachusetts, la socióloga describe las estrategias de construcción de la identidad y de supervivencia en el mercado de trabajo. En general los brasileños aceptan trabajos más sencillos –las mujeres como empleadas domésticas y los varones en la construcción civil o en restaurantes–, pero la caída del estatus en parte se ve compensada por los ingresos mayores y por las relaciones sociales más formales, según la investigadora. “Los inmigrantes que entrevisté dicen que sienten que los tratan bien y que es posible tener dignidad y una vida mejor trabajando en tareas domésticas”. En un estudio realizado en 2012, ella verificó que los brasileños en Boston preferían la red de asistencia médica estadounidense, en la cual eran atendidos en el marco de programas destinados a poblaciones de escasos recursos, a la brasileña.
Una tierra lejana
“En Brasil la identidad sencillamente se presume, es algo abstracto, raramente expresada y reconocida por mención a la ciudad o al estado de origen, a la clase económica y a la profesión. En Estados Unidos –y también en Portugal–, los brasileños son tenidos esencialmente como extranjeros de una tierra lejana y exótica, sin diferenciación”, dice Maxine Margolis. “Noté este fenómeno en Nueva York y después otros investigadores vieron lo mismo en ciudades de Florida y de California. Por consiguiente, muchos se preguntan: ‘¿Quién soy?’.” En su libro más reciente, Goodbye, Brazil: Emigrantes brasileiros no mundo, la antropóloga estadounidense comenta que los hijos de los brasileños que emigraron quizá acepten más fácilmente que sus padres el hecho de ser latinos, y de ese modo tal vez ingresen a grupos más organizados.
En Japón, también analizado en ese libro, los brasileños descendientes de japoneses, llamados de nikkeijins, también son recibidos con frialdad por los nativos. “El orgullo étnico decae cuando, tras ser vistos en forma positiva en Brasil a causa de la herencia japonesa, se los trata como inferiores en Japón debido a la herencia brasileña”, dice la investigadora. La reacción de los inmigrantes brasileños en Japón –se estima que son alrededor de 250 mil– es peculiar. “En lugar de volverse más japoneses, tal como pretendían, los nikkeijins se vuelven más brasileños, se visten con ropas auriverdes, desfilan en Carnaval, muchos por primera vez, y hablan en portugués en voz alta en público. En los edificios residenciales, los japoneses de quejan de que los nikkeijins pone música alta, no saben reciclar y, fundamentalmente, debido a su expresiones amorosas en la calle.”
Libros
MARGOLIS, M. L. Little Brazil: Imigrantes brasileiros en nueva York. Papirus, 1994.
MARGOLIS, M. L. Goodbye, Brazil: Emigrantes brasileiros no mundo. Contexto, 2013.
MARTES, A. C. B. New immigrants, new land: A study of Brazilians in Massachusetts. Gainesville: University Press of Florida, 2011.