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Personalidad

El filósofo del diálogo posible

Bento Prado Jr. acercó la filosofía a la literatura y a otras ciencias humanas, redimensionándolas en Brasil y siendo respetado en todo el mundo

La discreción intelectual, proporcional a su talento, distinguía a Bento Prado Jr., uno de los más importantes filósofos brasileños, que falleció el día 12 de enero, a los 69 años. Se cuenta que, para encontrar privacidad, se habría refugiado, a partir de 1977 y hasta el fin de su vida, en el interior de São Paulo, precisamente en la Universidad de São Carlos, donde enseñaba. Para ser rigurosos, desde 1969, estaba impedido de enseñar en la Universidad de São Paulo (USP) por acción de la dictadura militar, que lo cesanteó a los 31 años de edad, como hiciera con otros 29 profesores. La discreción extrema justificaría también el hecho de que recién en 1985 decidiera publicar su primer libro.

Y fue así, del mismo modo reservado, que pasó el último fin de año, al lado de Paulo Eduardo Arantes, ex alumno, discípulo, y principalmente, amigo desde hacía 40 años. Se encontraban con sus respectivas esposas y otro matrimonio de amigos. Cómodo, en su casa, Prado Jr. bromeó, contó algunos chistes, sonrió. Todos sabían que su estado de salud era precario. Pero en él sólo se notaba cierto cansancio y alguna dificultad para respirar. De Arantes recibió como obsequio la edición conmemorativa de “Grande sertão: veredas”, de Guimarães Rosa, uno de sus libros predilectos y a quien dedicó un importante artículo en 1967.

Juntos, antes de fin de año, vieron el DVD que acompañaba el libro, que trae, entre otros testimonios, el de Antonio Candido. Con cierta nostalgia, Prado Jr. dijo que pretendía escribir nuevamente sobre el escritor de Minas Gerais. Y comentó acerca de un viaje que deseaba realizar en breve. Arantes no lo vio más personalmente. Ambos, sin embargo, se hablaron todos los días. Casi dos semanas después, en una rápida aceleración de la enfermedad, el maestro desaparecía para siempre, dejando un legado único para la filosofía del país. Dejó también tres hijos – Raquel, Cristina y Bento Prado Neto – y su mujer, Lúcia.

Graduado en la USP, Prado Jr. escribió pocos aunque fundamentales artículos, ensayos y libros acerca de sus pasiones: la literatura y la filosofía. Fue también traductor. Poseía el raro don de observar el todo para comprenderlo, desentrañarlo y darlo a entender. Como filósofo, actuaba como un articulador del saber sin ser jamás soberbio o prepotente. Proponía diálogos, buscaba caminos. Se hizo conocido por una escritura que combinaba estilo propio y refinada ironía. Todo eso, sin dejar de ser un hincha del Palmeiras devoto y habiendo acumulado recuerdos de un pasado de bohemia en los bares del centro de São Paulo entre los años 1950 y 1960.

Si bien los militares lo cesantearon de su cargo en la USP, su capacidad de producción no decreció. En la libre docencia, Prado Jr. escribió una tesis sobre el filósofo francés Henri Bergson (1859 – 1941), “Presencia y campo trascendental: conciencia y negatividad en la filosofía de Bergson”, defendida en 1965, y que permanece como referencia internacional acerca del tema. El libro recién sería lanzado en 1988 por Edusp, con edición del colega Renato Janine Ribeiro. En 2002, fue traducido y publicado en Francia. Su bibliografía contaría con tan sólo otros tres volúmenes: “Algunos ensayos” (Max Limonad, 1985) y “Error, ilusión, locura” (Editora 34, 2004). Organizó también “Filosofía del psicoanálisis” (Brasiliense, 1991).

Para el filósofo Oswaldo Porchat, docente jubilado de la USP y fundador del Centro de Lógica y Epistemología (CLE) de la Unicamp, Prado Jr. era un raro caso de alguien que vivía la filosofía las veinticuatro horas. Los dos eran grandes amigos y vecinos en la década de 1960, en el barrio de Higienópolis, cuando se hablaban prácticamente todos los días. “Nuestra convivencia fue una de las experiencias más significativas de mi vida ligada a la filosofía”, asevera. La partida del colega para São Carlos dificultó el contacto personal, pero conversaban por teléfono regularmente. “La filosofía era el alimento de su vida. A punto tal que, en cualquier momento, situación o lugar, bajo cualquier pretexto, él comenzaba a investigar filosóficamente los hechos y las cosas”.

Prado Jr. agregó, se tornó un modelo de interlocutor filosófico, alguien capaz de oír, interactuar, procurar comprender, reflexionar, pensar, proponer caminos y, a partir del diálogo, escuchar lo que la otra parte tenía por decir.

Sabía también ser elegante en el trato con el pensamiento de otros filósofos. “Los encuentros con él eran sumamente fecundos desde el punto de vista filosófico, algo muy poco común de suceder”. Otro aspecto destacado por Porchat era la capacidad de movilización del colega para discutir la filosofía a partir de temas provenientes de otros saberes. “Era una persona de gran cultura, capaz de hacerla reverberar sobre su pensamiento filosófico”.

Renato Janine Ribeiro apuntó en un artículo inmediatamente después de la muerte del filósofo, que muchas de las ideas y conceptos de Prado Jr., transmitidos en forma oral, podrían ser rescatados a partir de anotaciones de clases, tramos de conversaciones y de sus escritos – probablemente una parte del material es inédita. Algunas veces, presentaba a sus alumnos artículos nunca publicados, luego de largas conversaciones. Lo describió como un gran conversador, que poseía facilidad para imaginar nuevas ideas. Ribeiro recordó la identificación del filósofo brasileño con el francés – éste, uno de los más allegados a la literatura y a las artes, quien ayudó a establecer o a reforzar los lazos entre el filosofar y la creación artística.

No por casualidad, Paulo Arantes dedicó al maestro su imprescindible “Un departamento francés de Ultramar – Estudios sobre la formación de la cultura filosófica en la USP” (Paz e Terra, 1994). Prado Jr. es destacado en tres capítulos del libro – que, además de reconstituir históricamente la implantación de la filosofía universitaria en la USP, procura dilucidar el lugar ocupado por la filosofía en la formación y en el funcionamiento del sistema cultural brasileño. El filósofo aparece como uno de los exponentes de la generación surgida en los años 1960 que, inspirada en técnicas y métodos franceses, vino a filosofar por su propia cuenta y riesgo. Formaron parte de ese grupo Oswaldo Porchat, José Arthur Gianotti y Ruy Fausto.

En “El móvil de la filosofía”, Arantes cuenta de los tres años de enseñanza de filosofía en la calle Maria Antonia (1965 a 1968) y destaca la importancia de Prado Jr. en ese período. En “La timidez de la filosofía”, realiza consideraciones acerca de un ensayo del profesor, publicado por la revista Discurso en 1988, luego de permanecer inédito durante 21 años – “Romance, moral y política en el siglo de las luces: el caso de Rousseau”. “Parece mentira, pero aún existen filósofos tímidos en Brasil. Bento Prado Jr. es el más eminente de ellos”, observó. “La musa del departamento” lo relaciona con la filosofía “uspiana” de la literatura de los años 1960.

Sin esconder su admiración, Arantes lo define como alguien que, a mediados de aquella década, era “una isla de literatura rodeada de filosofía por todos lados”. No es que careciese del indispensable apetito profesional por los problemas técnicos; muy por el contrario, cumplía exactamente los mandamientos del modesto aunque eficiente modelo universitario francés, que en aquella misma década acabara por afirmarse en la mayor universidad paulista. “Por eso, veremos que Bento armó un sistema de vasos comunicantes entre esos dos compartimientos”.

Aún docente, Prado Jr. trabajó hasta concluir el último semestre de 2006, como profesor y director de tesis. Se hallaba empeñado en una investigación para demostrar puntos de contacto y raíces comunes entre la fenomenología francesa del siglo pasado y la filosofía analítica anglosajona.

En un artículo de 2003, su ex alumna y ex orientada de maestría (1967) Marilena Chaui escribió que, como él, aprendió el sentido de una existencia filosófica docente formadora: “Con él aprendí que existe enseñanza filosófica cuando el profesor no se interpone entre el estudiante y el saber”. Si existe enseñanza filosófica cuando el estudiante también deviene profesor, dice Chaui, eso sucede porque el profesor no es más que el signo de una búsqueda infinita, abierta a todos. En otras palabras, agrega, con Prado Jr. descubrió el sentido de la libertad que preside el enseñar y el aprender.

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