En la edición de diciembre de 2010, Pesquisa FAPESP publicó un artículo cuyo título era “El misterio de Ringo y Suflair”. Se trataba de dos perros de la raza golden retriever, padre e hijo, respectivamente, que estaban siendo estudiados por investigadores de la Universidad de São Paulo (USP). Si bien los animales no producían distrofina, una proteína esencial para la integridad de los músculos, no parecían verse afectados por ello. Eso intrigaba a los científicos, que deseaban averiguar qué era lo que hacía que los canes fueran prácticamente inmunes al problema. Esa información tal vez pudiera ayudar al desarrollo de nuevos tratamientos para personas incapaces de producir distrofina. Luego de cinco años e intensas investigaciones, el equipo de la USP ‒trabajando en forma conjunta con científicos de dos centros en Estados Unidos‒ detectó un gen, el Jagged1, que se localizó en el cromosoma 24 de los perros, cuya expresión (activación) protegía a los animales. Misterio resuelto.
Para transformar ese hallazgo en una terapia que ayude a los pacientes con distrofias musculares, tales como las de Duchenne y Becker, se necesita desandar un largo camino. Nuevos tratamientos sólo serán posibles si los investigadores logran una mayor activación del Jagged1, puesto que es la anomalía en ese gen la que compensa el efecto de la ausencia de distrofina. Una parte importante del asunto ya está resuelta. Ahora se requerirán más años de investigación para obtener resultados concretos para los seres humanos.
De hecho, el descubrimiento sobre la distrofia será útil para la medicina de precisión, un concepto que aporta informaciones clínicas y moleculares sobre enfermedades, con miras a desarrollar tratamientos específicos para cada paciente. En la actualidad, São Paulo cuenta con varias iniciativas de impacto en esa dirección. La más reciente de ellas es una plataforma común de datos genéticos, denominada Brazilian Initiative on Precision Medicine (BIPMed), que agrupará a centros de investigación de São Paulo con la premisa de estimular la creación de terapias a partir de la genómica. El esfuerzo de la plataforma paulista abarca, por ahora, a 5 de los 17 Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) patrocinados por la FAPESP. Otro trabajo destacado en esa área es la nueva generación de test para la detección del cáncer en la etapa inicial de la enfermedad, que podrán ser de ayuda en el análisis de la eficacia del tratamiento.
La inversión en el conocimiento parece ser uno de aquellos activos que siempre brindan resultados en todas las áreas, incluso cuando demoran en aparecer. En el mes de junio, un estudio presentado por el rector de la Universidad de Toronto (Canadá), Méric Gertler, reforzó esa idea. El investigador demostró que la Región Metropolitana de São Paulo, incluyendo Campinas y São José dos Campos, es uno de los conglomerados urbanos donde más se ha expandido el conocimiento generado por las universidades entre 1996 y 2013, ubicándose sólo detrás de las megalópolis de Shanghái y Pekín, en China, y de Seúl, en Corea del Sur. De acuerdo con Gertler, las universidades multiplicaron su interacción con empresas y organizaciones de la sociedad provocando modificaciones altamente positivas en la economía y en el ambiente de las ciudades.
Gertler también analizó la producción científica de las últimas dos décadas y creó dos rankings. En el primero, São Paulo registró un crecimiento porcentual del 400% en la producción de ciencia y figura en el 4º puesto, tan sólo detrás de los asiáticos. El segundo ranking se basa en el volumen de las publicaciones científicas de instituciones entre 2011 y 2013 y ubica al conglomerado paulista en el puesto 32º. Ese trabajo confirma el axioma de que las universidades de investigación son catalizadoras de dinamismo para las regiones donde se encuentran instaladas y, con ello, impulsan la innovación, la creatividad y, por consiguiente, la economía.
Buena lectura.
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