Eduardo CesarMeses atrás, el geógrafo Carlos Augusto de Figueiredo Monteiro celebró la llegada de la obra completa del poeta estadounidense Wallace Stevens, proveniente de Estados Unidos. Los libros quedaron acomodados junto a los de Jorge Luis Borges, Guimarães Rosa, Shakespeare, James Joyce y Euclides da Cunha, que reinan en la estantería de su sala de trabajo, mezclados con objetos que trajo de Nepal, la India y Minas Gerais, y con la muñeca Betty Boop. A los 86 años, el geógrafo que ayudó a sentar las bases de la climatología en Brasil lee y escribe sobre literatura todos los días. Tan pronto como se jubiló en la Universidad de São Paulo (USP), en 1987, Monteiro pasó en limpio sus 40 años de trabajos pioneros en climatología en Río de Janeiro, Santa Catarina, Brasilia y São Paulo. Sus estudios desembocaron en nuevos abordajes destinados a análisis del clima urbano, detallados en 1974 en el libro Clima urbano, y tuvieron una síntesis en Clima e excepcionalismo, en 1991. Recién entonces se entregó a otras dos pasiones: la literatura y la filosofía, y escribió otro libro, O mapa e a trama, en donde analiza la obra de escritores tales como Guimarães Rosa, Graciliano Ramos y Graça Aranha desde el punto de vista de la geografía y de las estructuras sociales. Antes de empezar la charla en su departamento en la ciudad de Campinas, Monteiro pone sobre la mesa los libros que escribió, los dibujos que hizo (algunos se reproducen aquí) y fotos de Teresina (la capital del estado de Piauí), ciudad de la que salió a los 18 años y sobre la cual ha escrito cinco libros valiéndose de la historia de la familia como pretexto para abordar las transformaciones de la cuidad, la sociedad y el mundo. El geógrafo raramente concede entrevistas, pero decidió conversar sobre geografía, literatura y por supuesto, de su pasado como investigador.
¿Cómo era Teresina en 1945, cuando usted se fue?
Teresina en esa época tenía unos 40 mil habitantes. Fue la primera ciudad de Brasil construida para ser capital; algunos piensan que fue Belo Horizonte, pero Belo Horizonte tiene un siglo, cumplió 100 años en 1997. Teresina fue la primera ciudad que se construyó como un tablero de ajedrez, la segunda fue Aracaju. Salí de allá a los 18 años y me fui a Río de Janeiro. Durante los dos primeros años no pude estudiar. Tenía que trabajar.
¿Qué hacía?
Me pasé dos años haciendo de todo: fui cobrador a pie por Río de Janeiro, y después hice un trabajo como personal de emergencia en el Ministerio de Educación y Salud, en Morro da Viúva. En 1947 entré en la Facultad Nacional de Filosofía de la Universidad de Brasil. Entré en historia y terminé desviándome a geografía porque era más dinámica, había trabajo de campo y mi meta siempre fue investigar. Cuando estaba en primer año de la carrera, el profesor Francis Ruellan, que era consultor del IBGE [el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística], nos invitó a los alumnos a entrar en el equipo del Consejo Nacional de Geografía y participar en uno de los mapeos de la nueva capital de Brasil en la Meseta Central. Fue mi bautismo de campo. Era para pasar el mes de julio, pero nos quedamos durante julio y agosto. Cuando volví me había quedado sin trabajo por haber tardado más de 30 días. Los colegas del consejo se apenaron y le preguntaron a Fábio [de Macedo Soares] Guimarães, el director del consejo, si no podían incluirme entre los geógrafos auxiliares. Él me tomó y tuve la oportunidad maravillosa de hacer la carrera en la facultad, estudiando la teoría al mismo tiempo que hacía investigación en el IBGE. De mañana iba a clases, y a veces también a la tarde, y después trabajaba hasta la noche.
¿Cómo era la geografía de esa época?
La geografía tenía una visión muy optimista, porque estábamos viviendo una nueva fase. Antes de 1935 había geógrafos, aunque sin formación académica, eran autodidactas que trabajaban en los institutos históricos y geográficos, graduados en ingeniería, derecho o medicina, como Raja Gabaglia, que era profesor del Colegio Pedro II, y Delgado de Carvalho. Somos de la generación que fue a la Facultad de Filosofía, a las carreras de geografía e historia, que se separaron recién en 1957. Nuestra generación se creía que era revolucionaria. Hicimos la geografía moderna, típica, que no solamente describía las cosas, sino que también las explicaba.
¿De línea francesa?
De línea francesa y tutelada por Francia. Los primeros docentes de geografía, historia y sociología de la Facultad de Filosofía vinieron todos de Francia. En 1956, Brasil fue sede del Congreso Internacional de Geografía, donde apareció la nueva generación de geógrafos brasileños, del IBGE, de la universidad y de la Asociación de Geógrafos Brasileños (AGB). Nuestros geógrafos fueron los guías de cinco excursiones, una por cada región del país, y arreglaban para que los geógrafos de más alta categoría fuesen recibidos en las casas de grandes familias de Río, como las de Marcos Carneiro de Mendonça y Anna Amélia Carneiro de Mendonça. Yo me recibí en 1950. En 1951, el Día de Muertos, me fui a Francia, con una beca de estudio, y estuve allá dos años. Por influencia de Ruellan, fui más para el lado de la naturaleza. También por algo de timidez, porque yo para salir y ver el relieve, tenía que observar o hacer pocas preguntas: ¿A qué profundidad se encuentra agua en ese pozo ¿En qué meses llueve En geografía humana uno pregunta sobre la producción, la gente piensa que somos del gobierno, siempre cobrando impuestos, y a mí me daba un poco de vergüenza.
¿Por qué se decidió por climatología?
Era el área con más carencias. En geomorfología estaba Aziz AbSaber, [João José] Bigarella en Paraná, Gilberto Osorio [de Oliveira Andrade] en Pernambuco, mucha gente buena. Yo no había tenido una buena formación en meteorología, ni acá ni en Francia. Creía que aquello no era la climatología que se necesitaba en geografía, especialmente para relacionarla con el lado humanístico de la geografía. Yo quería hacer algo en que la atmósfera se viera desde esa perspectiva, relacionada con el hombre. Pero era necesario cambiar el paradigma dado por la meteorología, el estado medio de los elementos de la atmósfera sobre un determinado lugar. El clima era todavía algo muy estático; se decía que por la media se llegaba a la conclusión. Si uno aplicase la clasificación de Köppen [Köppen-Geiger], llegaría a la conclusión de que Belém de Pará tenía el mismo clima que Santos, lo que es un absurdo, porque Belém nunca tuvo una ola de frío, y Santos, en inverno, está sujeto a días de paso frontal, cuando baja la temperatura y nadie tiene coraje como para ir a la playa, algo que difícilmente suceda en Belém…
¿Cómo fue su regreso?
Regresé de Francia y el IBGE estaba medio complicado, no se hacían muchos trabajos de campo. Se lo conté a una amiga, Maria Conceição Vicente de Carvalho, la hija del poeta y la primera doctora en geografía de Brasil. Ella se encontró con el profesor João Dias da Silveira, que estaba organizando un departamento de geografía en una facultad de filosofía de Santa Catarina. Pero entonces llegó Jânio Quadros y dijo que no quería que nadie más de São Paulo estuviera a disposición de otros estados. Silveira tuvo que volver, pero me recomendó. No tuve que salir del IBGE para ir a la universidad porque Santa Catarina era uno de los raros estados que tenían servicios de geografía y cartografía. Empecé donde los otros terminan, siendo jefe de departamento y miembro del consejo técnico. Nunca más en la vida quise ser jefe de departamento, me causa horror la administración. Trabajaba a la tarde y a la noche allá y a la mañana en el departamento estadual de geografía y cartografía.
CARLOS AUGUSTO DE FIGUEIREDO MONTEIRO
¿Cuántos años estuvo allá?
De 1955 a 1959. En 1960 fui a Rio Claro. Carvalho Pinto [el gobernador de São Paulo] estaba creando los Institutos Aislados de Enseñanza Superior dispersos por São Paulo, que después se juntaron en la Universidad Estadual Paulista [Unesp] actual. En Santa Catarina había empezado a cambiar mi paradigma del clima. Allá yo publiqué los primeros artículos en que criticaba esa historia de que el clima es un estado medio y sostenía que el clima debía tener una visión dinámica. Eso no fue algo que se me ocurrió a mí, sino que era la crítica de un gran geógrafo francés, Maximilian Sorre. Él era de geografía humana y decía que el estudio del clima basado en medias de un lugar no cuajaba bien para la actividad humana. Entre 1955 y 1960 publiqué varios artículos, apoyándome en los meteorólogos brasileños Adalberto Serra y Leandro Ratisbonna. Ellos eran politécnicos, graduados en ingeniería, y empezaron con la meteorología no Brasil. En 1963 salió el estudio Geografia regional do Brasil, del IBGE. En el capítulo que escribí sobre el clima de la región sur del país eché mano de todo lo que había aprendido con Adalberto Serra e hice algo más accesible, porque él era muy confuso. Demostré que todo el tiempo de Brasil va de sur a norte, un frente polar, e intenté darle un aspecto más didáctico a conceptos tales como el de ola de frío. En 1942, Serra y Ratisbonna habían publicado un trabajo clásico, Las olas de frío en la cuenca amazónica, que decía que cuando hacía frío en Acre y en la Amazonia occidental era por los deshielos en la cordilleras de los Andes, lo que es una estupidez, porque si una cosa bajase no se enfriaría, sino que se calentaría. En Rio Claro hice mi primera investigación de porte, que me agradó mucho, porque fue un trabajo que hice con los alumnos. Debíamos demostrar ese paradigma, del clima como dinámica. Después esa investigación se transformó en el libro A dinâmica climática e as chuvas no estado de São Paulo. En ese trabajo tomé todos los recaudos para corregir lo que fuera necesario. Por ejemplo, el meteorólogo considera que un lugar tiene buenos datos para extraer medias cuando tiene 30 años de observaciones, cosa que aquí en Brasil es difícil de encontrar. Uno encuentra una estación que tiene 30 años, pero otras tienen 10 ó 3, y el así se comete el absurdo de comparar puestos con medias tan diferentes. En este trabajo seleccionamos estaciones con el mismo período de observaciones. Si ese período de tres años coincidió con un período de sequía o con un período lluvioso, y siempre se produce ese zigzag, uno pierde la confiabilidad. Otra preocupación fue ver el tipo de tiempo y el ritmo de sucesión; elegir algunos años típicos: un año muy lluvioso, un año seco y un año que fuese entre uno y el otro, al cual lo denominé año patrón. Ratisbonna decía que no podía hacer un solo estudio en 17 años, pero 17 años era lo máximo que conseguí de observaciones con el mismo período. Saqué el promedio para ver si dentro de estos 17 años hubo años de muchas o de pocas lluvias, agarré los extremos y los comparé: un año muy lluvioso, un año muy frío. Un francés, Pierre [George], adoptó este mismo concepto, pero reemplazó la media por la totalidad de tipos de tiempo, como si uno tuviera una cajonera de escritorio, descubriese los tipos de tiempo y pusiera cada un separado en un cajón. Yo creía que no era necesario relevar todos los tipos de tiempo, lo importante era ver de qué manera los tipos de tiempo se encadenaban unos a otros, la cadena de tipos de tiempo es lo que determina la cosa. Por ejemplo: si viene un calentamiento frontal, uno no ve aquellos días en que sopla un viento noroeste, hace un calor insoportable y de repente llega ese frente, se desata aquel temporal y el frente pasa y la temperatura baja. Ese encadenamiento es importante para ver, y no decir que existe el tiempo prefrontal o el tipo frontal. Los hacíamos con datos horarios, usábamos metros de papel, pero a medida que construíamos el gráfico íbamos percatándonos del juego de las relaciones; ésa fue la novedad. Esa investigación la terminé en 1964 y recién fue publicada en 1973, 10 años después, cuando yo ya estaba en la USP y Aziz AbSaber consiguió un resto de una partida de acá y otro resto de allá y lo publicó.
¿Y la timidez, cómo la venció?
¡En la universidad me incliné hacia el lado de la física para no fisgonear la vida ajena como en la geografía humana! Del otro lado de la AGB, presentaban trabajos, que eran juzgados para ver si merecían o no ser publicados; nunca tuve coraje de presentar un trabajo en la AGB. Pero como yo tenía artículos y capítulos publicados, me eligieron socio efectivo en la asamblea de Londrina, en 1961. Mi bautismo fue con Manoel Correia, de Pernambuco, que ese año fue elegido presidente de la AGB. Correia se esmeró para organizar la asamblea en su gestión y eligió a Penedo, en Alagoas. Quería estudiar el problema en el bajo São Francisco, que en aquella época se caracterizaba por el cultivo del arroz. Aquel paisaje contrastaba con una miseria muy grande debido a las relaciones de producción entre los dueños de la tierra y los trabajadores. Manoel Correia lo convenció a Caio Prado Jr. a ir a una región donde había un problema que le interesaba mucho a la izquierda. El estudio sobre la ciudad de Penedo estuvo a cargo de Lísia Bernardes; el del problema del arroz lo coordinaba yo; el de Itabaiana, una ciudad de Sergipe, famosa desde el punto de vista de geomorfología porque cuenta con una cúpula, una estructura enorme, además del problema humano, estaba con Milton Santos. Trabajamos durante cuatro días, fuimos en canoa, en lancha, por las carreteras, desde Propriá hasta la desembocadura del São Francisco, fue una locura. Al final reuní las unidades morfológicas, el tipo de vegetación, el tipo de ocupación y el tipo de problema en un cuadro que dibujé en papel kraft con pincel mágico. Lísia decía que yo me había metido en un aprieto, porque eran todos comunistas, y yo debería exponer las conclusiones delante de los hacendados y decirles que ellos explotaban a los pobres.
¿Y cómo lo hizo?
Yo dije: La naturaleza ofrece las condiciones, pero las relaciones de producción…. Porque era una relación de verdadera esclavitud, los pobres trabajaban con el arroz para los dueños de la tierra, que les pagaban un precio miserable, y a veces, escondidos, por las noches, agarraban un saco y salían a vendérselo a otro, para obtener un precio mejor. Un hacendado una vez protestó: Pero eso no es así precisamente….
CARLOS AUGUSTO DE FIGUEIREDO MONTEIRO¿Y después de Rio Claro?
Hubo un lapso de tiempo en que salí de Rio Claro y volví al IBGE. Pasé 1965, 1966 y 1967 entre el IBGE y la Universidad de Brasilia. No quería reemplazar a los profesores que habían sido expulsados por la dictadura, solo fui porque estaban creando la carrera de geografía. Seguía sin gustarme el IBGE. Hay algo que fue sumamente importante, porque antiguamente la división regional de Brasil estaba a cargo de los geógrafos: Fábio Guimarães hizo una en 1941, porque el IBGE fue una creación de Getúlio Vargas; Brasil era un de los pocos países que tenía a la geografía como elemento de soporte de políticas públicas. La división regional estaba a cargo del IBGE y el IBGE dependía de la Presidencia de la República; después sí se convirtió en fundación. La geografía fue importante hasta 1968, cuando los geógrafos del IBGE hicieron una serie de mapas, de geología, etc. y escribieron aportes para la regionalización. Y allí se dio el paso hacia la declinación de los geógrafos, que perdieron prestigio, y la ascensión de los economistas, porque aquellos aportes para la regionalización eran un montón de mapas hechos para el análisis a cargo de los economistas; los economistas se volvieron importantes, y también la división en microrregiones homogéneas, las teorías de la sectorización, de centro-periferia, todo eso, y 1968 es precisamente el año de mi entrada a la USP y del Acto Institucional nº 5.
Usted llegó a São Paulo justo un año que fue terrible…
El primer día de clase entré al aula, los alumnos se levantaron e hicieron una asamblea debido al Acto Institucional y a la política que estaba hirviendo. Los estudiantes vivían protestando contra la dictadura. Entraron, hicieron su acto; yo me quedé escuchándolos y después me fui. No fue una hostilidad para conmigo, era una protesta general.
¿Cómo era trabajar en la USP?
En materia de recursos la cosa era difícil, el edificio era una porquería, no había nada. El ómnibus de excursión estaba de última, no era muy fácil salir… La mayor dificultad del mundo era hacer una proyección, porque cuando todo funcionaba no había cable para enchufarlo en el tomacorriente. Hoy en día los profesores hacen su trabajo de campo, van a Campos do Jordão cuantas veces quieren, tiene años para hacer sus doctorados en el exterior, después hacen sus posdoctorados, cuentan con becas sándwich… Nunca tuve nada de eso. De la USP querría subrayar dos cosas. La primera es la libertad para crear. Hace 20 años yo hacía cosas que hoy no se hacen.
¿Por ejemplo?
Una prueba con un cuaderno con 27 cuestiones y decirle a un alumno que si no desease desarrollar ninguna de las 27 cuestiones que plantease una y que la desarrollase. O que un alumno me haga una prueba en dibujo o en verso y se saque un 10. Lo otro fueron mis viajes al exterior. En 1976 hubo un Congreso Internacional de Geografía en Moscú. Yo hice el sacrificio, usé mis ahorros, escribí, preparé trabajos y me fui allá. Nunca ningún gobierno brasileño me pagó un pasaje a ningún lado, viajé durante 12 años a costa mía.
¿Por qué pagaba sus viajes?
Pedir dinero para viajar es un derecho de los investigadores, pero en este país de excepciones, donde hay chicos que se mueren de hambre o aspiran pegamento, me considero un privilegiado y me pago mi curiosidad, no quiero que me la paguen los contribuyentes. Ese año, en Moscú, entré a la comisión de problemas ambientales, el presidente era Innokenty Gerasimov, un científico de prestigio en aquella academia. Fueron 12 años durante los cuales yo viajé por la comisión. En 1976 fue en Moscú, 1977 en Praga, en 1978 en Nigeria, en Lagos, en 1979 en Rusia de nuevo. Después, en 1980, en Japón, en 1981, en México, y en 1982 en São Paulo la organicé yo. En vez quedarnos quietos en una ciudad viendo papers, organicé una excursión de cuatro días; el primer día fuimos a Piracicaba, almorzamos a orillas del río, que ya estaba contaminado. Después fuimos a São Carlos y ahí pernoctamos; al día siguiente presentamos los papers. Viajábamos un día y trabajábamos al otro. Imagínese usted, que viene de Rusia, de la India y tiene que quedarse encerrado en una sala leyendo papeles que podría leer después ¿Es una lástima, no Después de São Carlos fuimos a la zona cafetalera de Mantiqueira, bajamos por el valle del Paraíba para ver la industrialización del litoral y entramos en Río de Janeiro por la ruta Río-Santos, para evitar la avenida Brasil y aquel desorden. Llegamos allá y dejamos a la gente hospedada en el Hotel Glória. A Gerasimov le encantó, dijo que había sido una reunión circulante.
¿Cuándo se zambulló en la literatura?
Me jubilé a los 60 años, cuando la pelea entre la geografía física y la geografía humana estaba en su apogeo; había gente que quería arrancarles cosas a la física para tener más cosas en la humana, era un despiporre, y a mí no me gustan ni el desbarajuste y ni las peleas. Mi jubilación salió en el Boletín Oficial del día 22 de marzo, víspera de mi aniversario. Lo primero que quise hacer después de jubilarme fue un balance de lo que había hecho en climatología y ver cuál era la nueva tendencia, en todo eso de los movientes, la termodinámica, etc. Estudié mucho y escribí Clima e excepcionalismo. Después agarré todos los libros de climatología y de medio ambiente y se los doné a la Universidad Federal de Santa Catarina [UFSC], los de geomorfología se los mandé al laboratorio de geomorfología de la USP, los didácticos y los mapas a la sala de Aroldo de Azevedo de asistencia al profesor de enseñanza media. Como no quería parar, pensé en investigar algo que fuese factible para mí. Voy a hacer una geografía más ágil, que no necesite fondos. Siempre me ha gustado la literatura, y había visto en los viajes, en Inglaterra, que había una línea de investigación de geografía y literatura, junto a un libro de [el filósofo Karl] Popper, me fui abasteciendo. ¿Por qué no hacer lo mismo con Brasil Es algo que puedo hacer sin necesidad de fondos, tengo los libros y analizaré. Entonces hice O mapa e a trama, una compilación publicada por la UFSC que empieza y termina con Guimarães Rosa, pero tiene a Graciliano Ramos, con Vidas secas, Graça Aranha, con Canaã, un libro maravilloso que poca gente conoce. Intento ver el contenido geográfico dentro de esas obras, porque todas suceden en un lugar y tienen una trama. Un capítulo que dio trabajo, pero creo que quedó bien, fue sobre Machado de Assis, en Memorias póstumas de Brás Cubas, y sobre Marques Rebelo; primero por el contraste entre ambos, porque Machado de Assis fue un mulato al que le fue bien, tanto que en el certificado de defunción figura como blanco. El otro, Marques Rebelo, pobre, fue perseguido, no logró terminar la carrera de ingeniería porque el profesor de mecánica celeste se la agarró con él. Los libros suyos se publicaron con un gran sacrificio en Lisboa. Sufrió muchísimo, pero era un geógrafo nato.
Usted o ve únicamente el espacio…
No, porque está también la parte social. Guimarães Rosa dice que no se preocupa ni con la sociología ni con la historia, pero uno ve en sus trabajos la relación completa de la estructura social: está el hacendado rodeado de yagunzos, el administrador, el mediero, va bajando hasta el labrador más pobrecito.
En uno de sus trabajos, usted planteó que la geografía humana se había olvidado del espacio.
Sí. Porque nosotros trabajábamos con el espacio euclidiano, de la naturaleza; ahora la gente de economía va al espacio relativo, de las geometrías relacionales. No soporto eso de dividir entre geografía física y geografía humana. La geografía no es una ciencia exacta, quiérase o no, porque tiene un pie en la filosofía. Ése es el problema. ¿Por qué no se estudia sociología ni geología en la escuela primaria, pero sí se estudia geografía Porque uno está mostrándoles el mundo a los niños y a los adolescentes. Se les enseñan los accidentes geográficos, la división política, el clima, el relieve, esas cosas básicas. La geografía no es para andar fragmentándola, especializándose más… La filosofía para mí está en un plano superior, no es la historia de la filosofía; la filosofía es pensar, es criticar. La geografía está debajo, en un plano más modesto, pero junta, unida. Una colega de Brasilia escribió que la naturaleza ya es conocida y está suficientemente bajo control, y ahora la geografía debe pasar para lo social. Ahora bien, vea, São Paulo no resuelve ni el escurrido de las aguas pluviales en el verano, ¡la ciudad vive inundada! Existía el determinismo ambiental, pero de allí pasamos al determinismo económico en 1948, con Bretton Woods. Por supuesto que la economía es importante. Instalar una fábrica es un acto económico, pero cuando la fábrica se transforme en una entidad física, expelerá gases, adquirirá una materialidad y se encajará en el medio natural. No pueden separar y eliminar las consecuencias. La geografía humana considera solamente lo colectivo, solamente lo social; así es como la economía asume una importancia que va más allá de la que es necesaria. Las personas exageran mucho en hacer de lo colectivo lo principal; todo lo que es humano es visto como colectivo. Las partes se completan, no se puede ignorar lo colectivo, pero tampoco se puede ignorar la parte interior del hombre. Tenemos el derecho de desarrollar una percepción crítica; es importante preparar a los otros para que tengan libertad cuando critiquen y no sigan al rebaño haciendo todo lo que los otros hacen.
¿Cómo ve los debates sobre los cambios climáticos?
Existe una exageración, porque la gente no tiene una real noción de la escala. Una cosa es una tendencia, otra es la realidad, porque la atmósfera es desquiciada, un año hace frío, el otro es hace calor. La tendencia general puede efectivamente ser de aumento, pero debemos considerar más al Sol, nuestra fuente de energía, que sigue siendo un desconocido, porque aquellas manchas varían, ora aumentan, ora disminuyen. Cuando vienen las manchas solares con más o menos energía, se calienta o se enfría el Pacífico ecuatorial y por eso se da el calentamiento y el enfriamiento del Pacífico, que produce El Niño y La Niña. Otra cosa es la presencia del hombre en la Tierra, que es recientísima, y aun así encontramos registros históricos [de alteraciones climáticas significativas]. Y hay más tierras en el Hemisferio Norte que en el Hemisferio Sur, económicamente ambos hemisferios también son distintos. De aumentar la temperatura, países como Rusia y Canadá, de inviernos rigurosísimos, donde plantar tomates es la mayor dificultad, van a sacar más réditos con ese aumento de temperatura. El que saldrá perjudicado es el Hemisferio Sur, los pobres miserables a vera del Sahara. Pero no se considera el todo, la escala temporal y la espacial, y por eso el catastrofismo. Hay también un lado benéfico: el catastrofismo deja a las personas con miedo y las incentiva a cambiar de actitud.