Imprimir Republish

Geología

El Himalaya brasileño

Hace 630 millones de años, una cadena de altas montañas dominaba el paisaje hoy llano de los estados Goiás y Minas Gerais.

La mirada no logra posarse en medio de las tierras planas. Plantaciones de caña de azúcar y soja o pasturas con ganado disperso se extienden por kilómetros y kilómetros en la región central de Brasil, cuya monotonía sólo es quebrada por unos pocos árboles retorcidos, típicos del Cerrado (sabana). Mucho más altas y solemnes, se yerguen aquí y allí palmeras con sus características hojas y pesados racimos de cocos son los buritizeiros (las palmeras citadas), árboles simbólicos de la capital del país. Millones de años atrás, sin embargo, el paisaje por aquí era inhóspito. Donde ahora se asienta esa meseta existía una extensa cadena montañosa, con picos que alcanzaban los 8 mil metros de altura, de rocas apenas cubiertas con líquenes y nieve. Era el Himalaya brasileño, que se extendía por casi 1.500 kilómetros, desde el sur del actual estado de Tocantins hasta el sur de Minas Gerais.

Quien viaja hoy por esos estados sólo encuentra morros (cerros) con algunas centenas de metros de altura: lluvia, viento y fracturas naturales consumieron la inmensa masa de granito al cabo de 630 millones de años. Pero del macizo rocoso quedaron resquicios a partir de los cuales, geólogos de  São Paulo y Brasilia, están reconstruyendo la historia geológica del Centro-Oeste del país. Los sólidos bloques que componían esa imponente cadena de sierras mucho antes que los continentes adquirieran la forma actual fueron pulverizándose a lo largo de centenas de kilómetros en Minas Gerais y Goiás, mezclados con la tierra rojiza que tiñe el cielo de color pardo antes de las tempestades.

No todo se convirtió en polvo. Los equipos de los geólogos Renato Moraes y Mario da Costa Campos Neto, de la Universidad de São Paulo (USP), y de Reinhardt Fuck, de la Universidad de Brasilia (UnB), encontraron en Goiás y Minas Gerais, testimonios de ese remoto Himalaya del nuevo mundo. Son los granitos, rocas cuya coloración varía desde crema a verde azulado, salpicada de puntos caramelo oscuro. Bajo el microscopio se observan los cristales de cuatro minerales  cuarzo, feldespato, granate y piroxeno. Los granitos se formaron solamente en regiones debajo de la superficie terrestre sujetas a temperaturas elevadas, del orden de 800 ºC y a presiones altísimas, miles de veces superiores que las que los seres humanos soportan diariamente. Según Campos Neto, quien desde 1995 estudia los granitos del sur de Minas Gerais, esas condiciones de alta presión o alta temperatura generalmente ocurren en regiones muy profundas de la corteza terrestre. Esas rocas se encontraban en la raíz de esa cadena de montañas, comenta.

Montañas en crecimiento
Algunas peculiaridades de la composición mineral revelan que los granitos del Centro-Oeste se formaron entre 40 y 60 kilómetros debajo de la superficie terrestre. Resultan de la recombinación de sus componentes esenciales, como silicio, calcio, potasio, hierro y magnesio, que se reagrupan en proporciones diferentes, originando compuestos más estables. Sólo afloran en el norte de Goiás y en el sur de Minas por causa del constante y lento movimiento de las gigantescas placas rocosas que conforman los continentes y el lecho de los océanos. Las placas continentales colisionan al deslizarse sobre el manto terrestre, una capa más caliente y pastosa que la corteza. En consecuencia, una placa puede provocar el repliegue de aquella con la cual colisionó.

En un tiempo relativamente corto, estimado en pocas decenas de millones de años, en la medida que una placa comprime a la otra y amplía el plegamiento, puede surgir una cadena montañosa como el actual Himalaya, la cordillera de 2.500 kilómetros en el sudoeste asiático que alberga los picos más elevados del mundo  el Everest, con 8.848 metros, y el K2, con 8.611 metros. Una placa continental también puede presionar el lecho oceánico. En éste caso, la camada de rocas bajo el mar, normalmente se sumerge bajo la placa, levantando cordilleras como la de los Andes, una cordillera más bien joven, que bordea la costa oeste de América del Sur.

Probablemente fue ese segundo mecanismo  la introducción del lecho oceánico debajo de la placa, también llamado de subducción lo que comenzó a erigir el Himalaya brasileño hace 700 millones de años. En aquella época los continentes no existían tal como hoy los conocemos: se hallaban todos reunidos en un mega continente la Rodinia o Tierra madre, en ruso que se encontraba próximo al polo sur y en aquella época comenzaba a separarse. Durante esa separación, el sólido bloque continental sobre el cual actualmente se asienta parte del Nordeste brasileño, el cratón  de São Francisco, se encontraba conectado a lo que hoy es Namibia y el desierto de Kalahari, en el sur de África. La separación de esas placas empujó el cratón de São Francisco contra el lecho de un océano primitivo denominado Goianides, descrito por Campos Neto y por el geólogo francés Renaud Caby, de la Universidad Montpellier II, en artículos publicados en  Precambrian Research, en 1999 y en Tectonics, en 2000. Conforme penetraban bajo las márgenes del cratón, las rocas del océano alcanzaron regiones próximas al manto, tornándose pastosas y sus componentes químicos pasaron a recombinarse en compuestos más estables, formando nuevos minerales.

Durante esa inmersión rumbo al centro de la Tierra, parte de esos minerales es arrastrado nuevamente en dirección a la superficie o expulsado por entre las fracturas de las rocas hacia regiones menos calientes o de menor presión. De ese modo, se enfría rápidamente y preserva en forma de cristales, registros de la profundidad que alcanzaron. Cristales de cianita (turmalina)  mineral formado por aluminio y silicio  revelaron a Campos Neto que los granitos encontrados con facilidad entre las ciudades mineras de Três Pontas y Pouso Alto, probablemente se formaron en una región muy profunda de la corteza terrestre. Incolora bajo el microscopio y azul claro en cantidades macroscópicas, la cianita de esos granitos debe haberse formado a casi 60 kilómetros de profundidad, soportando una presión entre 13 mil y 17 mil veces mayor que la de la atmósfera y a temperaturas que variarían entre 750 y 900 ºC.

Rocas intrigantes
Ahora bien, en la región central de Goiás, los granitos contienen zafiro, mineral de un a tonalidad azulada exuberante, formado por silicio, aluminio y magnesio. Los granitos de allí se formaron a 40 kilómetros de profundidad, pero bajo la acción de temperaturas mucho más elevadas: entre 1.000 y 1.100 ºC, consideradas anormales aún por los geólogos. Ese descubrimiento resulta perturbador, dice Moraes, quien describió el descubrimiento en el Journal of Petrology en 2002 y en dos artículos en el Journal of Metamorphic Geology, el más reciente de ellos publicado durante el año pasado. Aún no podemos explicar con exactitud por que esas rocas se formaron a temperaturas tan elevadas.

Moraes comenzó a investigar ese tipo de roca en 1995 durante su doctorado, bajo la supervisión de Reinhardt Fuck, de la UnB. Viajando por la región de Goianésia, encontró afloramientos bastante dispersos, distantes decenas de kilómetros unos de otros, algunos del tamaño de una sala, con 5 metros de longitud por 5 metros de anchura y 3 metros de altura. A golpes de almádena extrajo centenas de muestras con el tamaño aproximado de un puño cerrado, semejantes a las que encontró años más tarde en la región de Inhumas, más próximo a Goiânia.

Durante una temporada en la cual trabajó con el equipo de Rudolph Trow, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Moraes conoció los afloramientos de granito del sur de Minas Gerais, por donde ya investigaba Campos Neto. Contratado por la USP en 2003, Moraes se acercó a Campos Neto. Algunas veces al año, ambos salen con sus alumnos, en excursiones para recolectar más muestras de granito en Minas y en Goiás. Queremos conocer mejor la estructura de esa cadena montañosa, afirma Moraes. El Himalaya brasileño puede que no haya sido el único en serpentear por las tierras que hoy conforman Brasil. Mucho antes, alrededor de dos mil millones de años atrás, aparentemente existieron cadenas montañosas bastante elevadas en la región de la actual Amazonia y en el nordeste, cuenta Campos Neto. Pero esa es otra historia.

El Proyecto
El rol de los líquidos silícicos en la evolución de rocas de alto grado en la región de Brasilia
Modalidad
Línea Regular de Apoyo a la Investigación
Coordinador
Renato de Moraes – USP
Inversión
R$ 114.356,50 (FAPESP)

Republicar