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USP 70

El molde de la excelencia académica

En el marco de la serie de artículos dedicados al 70° aniversario de la Universidad de São Paulo, Pesquisa FAPESP muestra la trayectoria de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas, un laboratorio de ideas que transformó la enseñanza superior

La Universidad de São Paulo (USP) se convirtió en el gran paradigma brasileño de excelencia académica merced a un modelo sembrado en forma pionera en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH). La USP fue creada en 1934, y a ella se incorporaron notables escuelas superiores que formaban a la época a los profesionales de la elite paulista brasileña, como lo eran la Facultad de Medicina, la de Derecho del Largo de São Francisco y la Politécnica. Pero en la Facultad de Filosofía, nacida junto con la universidad para servir de amalgama interdisciplinaria entre las unidades ya existentes, se aplicaron conceptos que moldearían la enseñanza superior nacional, tales como la indisociabilidad de la enseñanza y la investigación, el rigor científico como método y la subvención de la investigación básica, aquel conocimiento desinteresado que expande las fronteras del saber y produce contribuciones sorprendentes.

Hasta el momento de la creación de la USP, los catedráticos de la Facultad de Medicina, por ejemplo, eran grandes clínicos y cirujanos, que la mayor parte de su tiempo se abocaban a salvar vidas. Solamente un puñado de ellos hacia investigación de calidad. La Politécnica y la Facultad de Derecho abastecían al país de ingenieros y abogados, pero sus profesores se dividían entre la formación de los alumnos y sus actividades profesionales particulares.

Salvo honrosas excepciones, se destacaban más bien por transmitir un saber tecnológico que por producir conocimientos básicos. “Hasta el momento de la creación de la Facultad de Filosofía y de la USP, no estaba muy claro el límite entre lo científico y lo erudito, entre el investigador y el diletante”, dice el profesor de sociología Sedi Hirano, actual director de la FFLCH”. La propia idea de que la actividad científica es una vocación, una profesión de dedicación exclusiva, solamente se consolidó no país con base en la experiencia llevada a cabo en Filosofía”, afirma.

Hoy en día la FFLCH tiene 10.235 estudiantes de grado y 2.117 de posgrado, y agrupa a 11 departamentos en el área de Humanidades: Letras Clásicas, Letras Modernas, Letras Orientales, Lingüística, Teoría Literaria, Filosofía, Historia, Geografía, Antropología, Sociología y Ciencia Política. Pero, en sus primordios, prácticamente todo el conocimiento cabía dentro de la institución. Ésta surgió en 1934 con un nombre envolvente: Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras (FFCL), que reunía también a los núcleos de Ciencias Naturales, Química, Física y Matemática.

Era una “universidad en miniatura”, tal como la definiera el sociólogo Florestan Fernandes (1920-1995) en el libroA questão da USP (1984). Bajo los auspicios de la oligarquía paulista, la naciente Facultad de Filosofía bebió directamente en la fuente europea. El primer director de la institución, Theodoro Augusto Ramos, matemático de la Escuela Politécnica, fue el encargado de contratar decenas de docentes franceses, italianos, alemanes y portugueses.

Las misiones extranjeras aportaron hábitos que signarían la cultura universitaria en Brasil, tales como la renovación anual de las carreras y la planificación rigurosa de las clases. Había entre ellos profesores consagrados y también jóvenes talentosos, que construyeron brillantes carreras académicas en las décadas siguientes.La mayoría llegó proveniente de Francia, como fueron los casos del antropólogo Claude Lévi-Strauss, el historiador económico Fernand Braudel, el sociólogo Roger Bastide o los profesores de filosofía Martial Guéroult y Jean Maugüé, éste último muy influyente en el estudio de la psicología.

Italia envió entre otros a su gran poeta Giuseppe Ungaretti y al físico Gleb Wataghin, ruso de nacimiento, uno de los responsables de la fijación de la física experimental como actividad científica en Brasil. Alemania compartió con Brasil su base teórica en química, enviando a profesores de la talla de Heinrich Rheinboldt. El portugués era un idioma rarísimo en las aulas: las clases se impartían en general en francés o en italiano. Parecía una misión colonizadora, pero la realidad era más complexa que las apariencias.

El hecho es que la sociedad y la comunidad académica de São Paulo mostraron madurez como para absorber la contribución europea. El escritor modernista Mário de Andrade, por ejemplo, se asoció a Claude Lévi-Strauss en la fundación de la Sociedad de Etnografía y Folclore. Rápidamente, los maestros europeos se vieron rodeados de discípulos brasileños, como ocurrió con el profesor francés de geografía humana Pierre Monbeig y el estudiante Caio Prado Júnior, o el físico ítalo-ruso Gleb Wataghin y los jóvenes Mário Schenberg y Marcelo Damy.

Algunos maestros europeos permanecieron por pocos años en Brasil, en tanto que otros se quedarían hasta mediados de los años 1960 inaugurando una tradición de intercambio internacional de docentes y estudiantes que es fuerte hasta hoy (la facultad mantiene 40 convenios con instituciones del exterior). Pero, como estaba previsto, los docentes extranjeros cederían su espacio paulatinamente a los brasileños que ayudaron a formar, como en los casos del físico Oscar Sala, el genetista Crodowaldo Pavan, el sociólogo Florestan Fernandes y el geógrafo Aziz Ab?Saber.

Audaz y grandilocuente, el proyecto de la Facultad de Filosofía sufrió turbulencias en el despegue, tal como era de esperarse. Entre 1936 y 1937, se llegó a discutir el cierre de la institución, toda vez que los aspirantes al ingreso en la USP seguían por el camino de la Facultad de Medicina, la Escuela Politécnica o la Facultad de Derecho, probablemente asustados con la exótica experiencia en marcha en la Facultad de Filosofía. Durante los primeros años de existencia de la institución, era moda entre la elite paulistana frecuentar las clases de Filosofía, para mejorar el quórum en las aulas.

Se debe a la ingeniosidad del educador, sociólogo e historiador Fernando de Azevedo, quien fuera director de Instrucción Pública de São Paulo y dirigiría la facultad en los años 1940, la solución que rescató a la institución de sus dificultades iniciales. En lugar de formar a la elite, como hacían las unidades de la USP más antiguas, la nueva facultad se volcó a la clase media.

Un decreto determinó que maestrosde las escuelas primarias que pasasen el examen de ingreso en las carreras de la Facultad de Filosofía y tuvieran siempre nota superior a 7 podrían dejar las aulas y continuar percibiendo sus haberes docentes mientras estudiaban, un artificio conocido como comisionamiento. De este modo la facultad se llenó de ex normalistas para formar buenos profesores secundarios.

“Merced a ese decreto pude recibirme”, recuerda el historiador José Sebastião Witter, profesor emérito de la FFLCH. En 1953, Witter había estudiado en una Escuela Normal de Mogi das Cruzes, y luego de trabajar cinco años como maestro primario ingresó en la Facultad de Filosofía, esto en 1958. “La situación de la enseñanza era completamente diferente. Las escuelas normales daban una excelente formación y tenían docentes competentísimos”, dice Witter. La vocación de formar docentes se mantiene hasta hoy, sobre todo en carreras tales como letras, historia y geografía, pese a que la figura del comisionamiento fue dejada de lado.

Las décadas de 1950 y 1960 constituyeron la época de oro de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, que se convirtió en el centro del pensamiento brasileño. En 1941, la efervescencia conquistó una dirección: la Facultad de Filosofía, que vagara por diversos edificios, algunos de ellos prestados, se afincó en el legendario edificio de la calle Maria Antônia. En sus pasillos uno podía cruzarse con los grandes referentes académicos, como Antonio Candido, que se convertiría en el ícono de la teoría literaria en Brasil, o el sociólogo Florestan Fernández; eso sin contar a Sérgio Buarque de Holanda, el historiador que creó el concepto de hombre cordial y se incorporó a la facultad a finales de los años 1950.

Ellos orbitaban alrededor de doña Floripes, no docente que anotaba recados para todos en la portería de la calle Maria Antônia. Esta época es signada por los trabajos sobre relaciones raciales no Brasil, liderados por Fernández, Octavio Ianni y Fernando Henrique Cardoso, que refutaron la idea del paraíso racial brasileño, o del libroOs parceiros do Rio Bonito , de Antonio Candido, un clásico de la sociología brasileña, sobre los campesinos marginados del interior paulista.

También durante ese período la facultad se transformó en una caldera de efervescencia política. Brotaba entre docentes y alumnos aquello que quedaría después conocido como “pensamiento radical”, con base en el cual los intelectuales, en su mayoría de orientación marxista, se veían como que en una esfera aparte de la de los políticos y la del pueblo, y reivindicaban para sí la misión de conducir los cambios de la sociedad. El primer gran movimiento ocurrió entre 1955 y 1962, cuando la Facultad de Filosofía fue el principal polo de debate y crítica a la privatista reforma de la enseñanza propuesta por el político Carlos Lacerda.

El bastión en defensa de la escuela pública era el edificio de calle Maria Antônia, con Florestan Fernandes a la cabeza. Luego de que João Goulart fuera depuesto, los militares tuvieron en la Facultad de Filosofía, con sus docentes y alumnos de fuerte inclinación izquierdista, un aguerrido foco de desafío a la dictadura. “La facultad se distanció mucho de aquello que las oligarquías pensaron para ellas”, dijo el profesor Antonio Candido, en un reciente discurso por ocasión de las conmemoraciones del 70° aniversario de la facultad. “En 1964, todas las dependencias de la USP apoyaron el golpe militar, menos la Facultad de Filosofía. Y no era por ser de izquierda, sino porque era contraria a la opresión.”

El resultado de este embate entró a las páginas de los libros de historia: el día3 de octubre de 1968, una batalla campal entre líderes estudiantiles de la Facultad de Filosofía y seguidores de la organización derechista Comando de Caza a los Comunistas apostados en la vecina Universidad Mackenzie terminó con la muerte de un estudiante secundario, tres universitarios baleados, decenas de heridos y la depredación de la sede de la FFLCH. Pero el mayor golpe vendría luego, con la cesantía obligatoria basada en el Acto Institucional 5 de las voces más prestigiosas de la facultad, como José Arthur Giannotti, Emília Viotti da Costa, Octavio Ianni, Florestan Fernández y Fernando Henrique Cardoso, entre otros.

La FFLCH pasó entonces por un cambio de perfil. Con la reforma universitaria, perdió los últimos departamentos aún ligados al área de ciencias, concentrándose en las humanidades. También fue expulsada del ambiente integrador de la calle Maria Antônia para dispersar a alumnos y docentes en un conjunto de edificios de 41 mil metros cuadrados ubicado en la Ciudad Universitaria. Así y todo, y aunque destituida de sus cabezas más famosas y lejos de su modelo original, la FFLCH demostró durante los años 1970 y 80 que seguía siendo capaz de producir masa crítica de primerísima línea y continuó siendo un importante polo del pensamiento académico.

Recientemente fueron aprobados varios proyectos temáticos de la FAPESP que cuentan con la coordinación de docentes de la Facultad de Filosofía, que abordan temas tales como la filosofía del siglo XVII, filosofía e historia de la ciencia y la moral, política y derecho. La facultad, que se hizo notable por su efervescencia política en los años 1960, aportó cuadros al poder luego de la redemocratización. En los años 1990, con la asunción del profesor de sociología cesanteado por el AI-5 Fernando Henrique Cardoso a la Presidencia de la República, egresados de la FFLCH ocuparon cargos importantes: desde el Ministerio de Cultura (Francisco Weffort) hasta la formulación de las políticas educativas. Y tal circunstancia se repite, naturalmente que con otros nombres, en el gobierno de Lula ?desde el vocero presidencial André Singer hasta el presidente del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), Glauco Arbix.

La producción de los más de 300 alumnos de grado que tienen proyectos de iniciación científica abastece a una colección de libros llamada Primeros Estudios, que es editada por la propia facultad. “Son trabajos de calidad, de los cuales la facultad se enorgullece”, dice el presidente de la Comisión de Investigación, Moacyr Novaes. El primer ejemplar, publicado en 2001, reúne una colección de textos referente a las políticas de industrialización de São Paulo durante los años 1990, coordinado por el profesor de sociología Glauco Arbix.

El segundo, lanzado en 2003, discurre sobre el pensamiento de Jean-Paul Sartre. De sus 24 programas de posgrado, 16 tienen concepto excelente, siendo que tres tienen la nota máxima de la evaluación de la Coordinación del Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes): Literatura Brasileña, Semiótica y Lingüística General y Sociología. Como puede verse, el rigor metodológico y la curiosidad científica sembrados por las misiones europeas no perdieron su empuje en el transcurso de los 70 años de existencia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la USP.

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