Imprimir Republish

Música

El regreso de la malvada de Gomes

Joanna de Flandres, una ópera olvidada hace 140 años, es recuperada en el marco de dos proyectos

REPRODUCCIÓNJoanna real: detalle de tapiz belga de 1703 que muestra a la personajeREPRODUCCIÓN

Fue como si la posteridad quisiera castigar las maldades medievales de Joanna de Flandres, la mujer que renegó al padre para no perder la corona y al amante. La ópera que Carlos Gomes escribió sobre ella en 1863 – y que en cierta forma fue su “pasaporte” para estudiar en Italia – fue dejada por el compositor en Brasil antes de partir rumbo a Europa, y pasó 140 años en el olvido total, pues nunca más fue puesta en escena, tras su tormentoso estreno en Río de Janeiro. Muchos llegaron incluso a darla por perdida, cosa nunca ocurrió. “¡Fin de un triunfiasco!”, anotó Gomes en la última página de su partitura, previendo sin querer el futuro.

Pero ahora la muchacha terrible está de regreso y por partida doble. La profesora de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) Lenita Waldige Mendes Nogueira acaba de compilar la versión integral de Joanna de Flandres, un trabajo concluido con apoyo de la FAPESP, al tiempo que otros dos investigadores, Achille Picchi, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), y el maestro Fábio Gomes de Oliveira, también terminaron su edición íntegra de la ópera de Gomes, con el apoyo de Unisys y de la Secretaría de Cultura del Estado de São Paulo.

Lo curioso es que la profesora de la Unicamp no sabía acerca del otro trabajo, y viceversa. “Fue una sorpresa. Pero, así como existen varias ediciones de una sinfonía de Beethoven, por ejemplo, no hay nada de malo en que tengamos esas dos compilaciones de Joanna “, comenta Lenita. Al fin y al cabo, fueron décadas de ausencia. A decir verdad, la partitura estaba a disposición de los interesados en forma de microfilm en los archivos de la Biblioteca Nacional (el acto I) y de la Escuela de Música de la Universidad Federal de Río de Janeiro (del acto II al acto IV).

“No sabemos por qué estaban en archivos separados, pero eso debe haber confundido a los investigadores, que la llegaron a declarar perdida”, explica la profesora. Sea como sea, no existen más excusas para que las orquestas y los maestros no vuelvan a revivir la segunda ópera de Gomes, escrita (al igual que la anterior, A Noite do Castelo, de 1861), sobre libreto en portugués de Salvador de Mendonça para la Ópera Nacional, que intentaba fomentar ese género en lengua portuguesa. Joanna fue el canto del cisne del proyecto nacionalista musical de José Amat, creador de la institución.

Así y todo, su historia no es de las más tropicales: Balduino, el padre de Joanna y conde de Flandres, ha desaparecido en las Cruzadas. La muchacha asume el poder y se enamora de un trovador, Raúl, y se casa con éste. En el momento en que el muchacho va a ser proclamado como el nuevo señor de Flandres, reaparece Balduino. Sin querer perder el poder y el amante, Joanna lo acusa de impostor y lo manda a prisión. Arrepentido, Raúl intenta convencerla de liberte a su padre y acaba apuñalándola. Balduino es liberado y saludado por la multitud, y llega a tiempo solamente para ver a su hija muerta y a su “yerno” matándose frente a él.

Cae el telón. “Gomes fue audaz al musicalizar un drama sobre una mujer mala como Joanna, algo inédito para ese tiempo. Le tomó gusto a la cosa y luego hizo varias otras óperas con mujeres difíciles, como Fosca “, observa Lenita. “Musicalmente, la obra también es un progreso en relación con A Noite do Castelo, y muestra rasgos de aquello que Gomes sería más tarde”, acota. “Pese a estar vinculada a una estética algo superada a la época, hay momentos muy buenos, coros bonitos y una orquestación más avanzada y menos supeditada a las modas, cosa que se observa ya en su creación anterior.”

Hay mucho de Donizetti y Bellini – compositores que Gomes admiraba por entonces -, en la escritura de Joanna. “Pero”, observa el musicólogo Luiz Heitor Correa de Azevedo, “la melodía de esa ópera, sin la preocupación de seguir la senda de los modelos ya consagrados, tiene momentos de abandono que dejan los cielos mediterráneos por el ardor de los trópicos, y evoca imprecisamente algo que está muy cerca nuestro.”

Intercambio de ofensas
Para Lenita, Joanna de Flandres , la prueba del deseo de Gomes de transponer sus límites técnicos, sufre en cierto sentido la osadía del músico. “La partitura es muy irregular. El acto I es muy largo, dura casi la mitad de toda la ópera, con dúos enormes. Curiosamente, en los actos siguientes, es como si el autor quisiera compensar esa dimensión o estuviese cansado de la partitura, pues la acción transcurre rápidamente.

La muerte de la protagonista es cortísima. En ese todo puede estar faltando todavía una apertura de la obra, quizá perdida. Poco antes del estreno, el compositor y la producción de la ópera intercambiaron ofensas en cartas publicadas en los periódicos. “Hago un llamado a la lealtad que distingue al Sr. Nicolai (el regente de la producción en 1863), para que declare ante el público en qué punto la partitura de mi ópera sufre sus correcciones, cortes y agregados que no fuesen apuntadas por mí, o sugeridos apenas por una necesidad de la ejecución”, disparó Gomes, enfurecido con el ritmo de la producción, la falta de cantores y de preparación de la orquesta y las alteraciones efectuadas en su partitura. Gomes se mostró furibundo incluso con el atraso del libretista para enviarle el texto para musicalizarlo.

Un genio difícil
La polémica, por cierto fascinante, muestra la precaria situación de la escena musical carioca de entonces, y el genio difícil de Gomes, que sería puesto a prueba varias veces, con la incuria de los teatros con sus óperas, incluso enIl Guarany, estrenada en 1870 en el Scala de Milán. Los productores llegaron a organizar un grupo para abuchear durante el estreno de Joanna e intentar infructuosamente destruir al compositor. El 15 de septiembre de 1863, la ópera fue por fin puesta en escena, ante la presencia del emperador.

Al año siguiente, Gomes embarcaba rumbo Europa. Con todo, no llevó consigo la partitura. “Creo que él sabía que no existía interés por una obra en portugués en Italia, y quizá la considerase una obra indigna del futuro glorioso que auguraba tener”, analiza la profesora. Pero en su partida contó mucho el talento del músico.

Existía un decreto del Conservatorio de Música de Río de Janeiro que establecía como función de los maestros “proponer al gobierno, cada cinco años, el nombre de algún alumno o artista que se haya distinguido por su talento transcendente, con el fin de enviarlo a Europa para perfeccionarse en música”. Y con esa ópera el compositor logró el derecho a estudiar en el exterior, y no por una regalía de Pedro II. La maldad de la moza fue la suerte del mozo de Campinas.

El proyecto
Restauración de la Ópera Joanna de Flandres, de Carlos Gomes (nº 01/07227-3); Modalidad Línea regular de auxilio a la investigación; Coordinadora Lenita Waldige Mendes Nogueira – Instituto de Artes de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp); Inversión R$ 23.894,00

Republicar