El mundo árabe parece más dispuesto a invertir en ciencia y tecnología. En marzo se realizó un encuentro en Sharjah, en los Emiratos Árabes Unidos, de la Fundación Árabe de Ciencia y Tecnología (ASTF), para definir prioridades en el área. El consejo de la fundación planea destinar 150 millones de dólares en los próximos cinco años para investigación. La ASTF fue criada en 2000 con la misión de hacer renacer la ciencia en la región, que ya ha tenido una producción riquísima el pasado. Cuando Europa estaba sumergida en las tinieblas, durante la Edad Media, los árabes desarrollaron el álgebra y la moderna astronomía, por ejemplo. Actualmente la situación es inversa. Colectivamente, las naciones árabes gastan apenas un 0,15% de su Producto Bruto Interno (PBI) con investigación y desarrollo (I&D) – en cuanto que la media mundial es del 1,4%.
En los últimos años, el PBI de los países de Medio Oriente ha caído, y muchos de éstos comienzan a invertir en C&T con la esperanza de volver a crecer – esta vez con base también en I&D y no solamente en petrodólares. De acuerdo con un editorial de la revista Nature (del 14 de marzo), las señales son prometedoras. Especialmente porque los científicos árabes pretenden de hecho incrementar el intercambio con los investigadores de Occidente y sus instituciones. Obviamente, tal cooperación tiene sus riesgos, dados los conflictos políticos constantes en Medio Oriente. Por eso la ASTF apuesta también a las donaciones individuales.
El mejor ejemplo proviene precisamente de los judíos, oponentes históricos de los árabes. El Instituto de Ciencia Weizmann de Israel, recibe un 17% de su presupuesto anual (de cerca de 180 millones de dólares) de donaciones. Más de la mitad de ello proviene de los judíos establecidos en Estados Unidos. La ASTF tendrá mucho para ganar si convence a los adinerados árabes estadounidense a hacer como hacen sus rivales judíos y apoyar la investigación.
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