brazCuatro grandes programas de investigación que ofrece la FAPESP pasaron por un inédito proceso de evaluación, que en líneas generales reveló un elevado grado de eficiencia en el apoyo a las pequeñas empresas de base tecnológica, en el estímulo a las asociaciones entre empresas y universidades, en el fomento a la formulación de políticas públicas relevantes y en el impulso al ascenso profesional de jóvenes investigadores con carreras consistentes. La evaluación estuvo a cargo del Grupo de Estudios sobre Organización de la Investigación y de la Innovación (Geopi), vinculado al Departamento de Política Científica y Tecnológica (DPCT) del Instituto de Geociencias de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), con base en una iniciativa del Consejo Técnico-Administrativo de la FAPESP. “Este estudio presenta no solamente los principales resultados de cada programa sino también sus impactos, es decir, los efectos que dichos resultados tienen en diversas dimensiones: la económica, la social, la industrial y la de capacitación de recursos humanos”, dijo Sergio Salles Filho, profesor del DPCT y coordinador del proyecto. “Estimamos, por ejemplo, que las pequeñas empresas de base tecnológica beneficiadas ya han pagado en impuestos un valor muy cercano a la inversión realizada por la FAPESP”, dice Salles. Los datos fueron relevados con los responsables de los proyectos de investigación concluidos hasta 2006 y vinculados a cuatro programas: Investigación Innovadora en la Pequeña y Micro Empresa (Pipe), Investigación en Asociación para la Innovación Tecnológica (Pite), Programa de Investigación en Políticas Públicas y Apoyo a Jóvenes Investigadores. El trabajo del grupo proseguirá. Por una parte, se mejorarán las metodologías de recabado de datos, para que el proceso de evaluación se convierta en rutina en la FAPESP. Por otra, se iniciarán las evaluaciones de otros programas de la Fundación. A continuación, los principales resultados de las evaluaciones:
Pequeñas empresas
La evaluación del programa Investigación Innovadora en la Pequeña y Micro Empresa (Pipe) muestra que aproximadamente un 60% de los proyectos evaluados generaron innovaciones tecnológicas, índice considerado bastante satisfactorio. “Esto representó 111 innovaciones, siendo 59 consideradas novedades en el país y 17 novedades a nivel global”, afirmó Sergio Salles Filho. “Estas innovaciones se refieren fundamentalmente a productos, seguidos por software y procesos. Son innovaciones de base tecnológica, siguiendo así la propuesta inicial del Pipe”. En total todo se examinaron 214 proyectos – el 63% del total de concluidos hasta 2006. Éstos recibieron 52,9 millones de reales, un promedio de 247 mil reales por empresa.
El Pipe fue lanzado en 1997, con el objetivo de apoyar el desarrollo de investigaciones innovadoras en empresas con potencial de crecimiento. El índice de mortalidad observado en las empresas, del orden del 8%, fue muy inferior al patrón brasileño – el 70% de las pequeñas y medianas empresas desaparecen en 5 años. La facturación de la mayoría de las empresas es modesta – en promedio 480 mil reales anuales cada una –, pero la tendencia es de aumento creciente. La muestra estudiada facturó en total 146 millones de reales, pero 11 proyectos concentran el 90% de ese valor. El 10% de las empresas obtuvo aportes de capital, ocho de capital simiente (pequeñas inversiones para transformar una idea en producto) y siete de capital de riesgo (inversiones para expandir la capacidad de producción). Tan sólo cinco tuvieron un aumento de facturación ligado a la actividad exportadora.
Uno de los destacados de la evaluación fue la identificación de las características comunes a las empresas de mayor éxito. En general se trata de empresas que son spin-offs de otras (y heredaron competencia emprendedora), no fueron incubadas (una cierta fragilidad caracteriza a las empresas que recurren al ambiente protegido de las incubadoras), tuvieron coordinadores que se convirtieron en socios de la empresa y que ya tenían formación en posgrado.
Para João Furtado, docente de la Escuela Politécnica de la USP y uno de los coordinadores del Pipe, el desempeño superior de las empresas cuyos coordinadores son posgraduados se explica por la experiencia significativa que una maestría o un doctorado promueve en el perfil profesional. “Quien hizo un posgrado tiene una ventaja, que es la experiencia en cumplir plazos y metas y tener compromiso con resultados – comportamientos que marcan la diferencia dentro de una empresa”, dice Furtado. Éste juzga que uno de los datos más relevantes es aquél que apunta el crecimiento constante de la facturación de esas empresas. “El mercado está reconociendo que lo que esas empresas producen vale dinero. Y varios de esos productos tienen un enorme potencial”, afirma. La cantidad de empleados en esas empresas creció un 29% durante la vigencia del programa, pero los evaluadores encontraron un dato negativo: muchos de los coordinadores de proyectos (el 40% do total) dejaron los espacios al término del proyecto. Surgió un dato curioso al evaluar lo que sucedió con proyectos contemplados en la primera fase del Pipe, pero que no fueron aprobados para pasar a la fase II. Nada menos que el 20% de los proyectos denegados alcanzaron innovaciones, una señal indicativa de que el rigor con que fueron evaluados no les impidió proseguir.
Asociación para la innovación
El programa Investigación en Asociación para la Innovación Tecnológica (Pite) sembró frutos duraderos. Un dato elocuente: el 69% de las empresas y el 76% de las instituciones de investigación celebraron nuevas sociedades después del Pite y apuntan hacia la experiencia promovida por la FAPESP como una gran motivación para la repetición. El Pite fue lanzado en 1995, con el objetivo de financiar estudios en instituciones académicas o de investigación, desarrollados en cooperación y con cofinanciamiento de empresas. La intención, pionera en la época, era estimular un tipo de sociedades que tuviera como objetivo investigaciones innovadoras cimentadas en las universidades y también que asegurase el compromiso de las empresas con el proceso de transferencia del conocimiento, mediante contrapartidas financieras y la participación en los riesgos del proyecto.
Los evaluadores analizaron 65 proyectos concluidos hasta 2006. Las asociaciones implican en su mayoría a universidades e institutos públicos (95%) y grandes empresas brasileñas (un 67% con más que 500 empleados; un 82% con capital nacional). La iniciativa partió de las universidades en el 70% de las propuestas, con el 30% restante originado en las empresas. La FAPESP invirtió 43,1 millones de reales en ellos, 525 mil en promedio por cada uno. Con la contrapartida de las empresas, el valor total invertido por investigación trepó a 1,1 millón de reales. Los datos muestran que el 60% de los proyectos resultaron en el desarrollo de tecnologías y conocimiento nuevo, pero sin aplicación inmediata, mientras que el 30% generaron innovaciones a nivel nacional y mundial y 10% innovaciones en el ámbito de la empresa.
Estos datos llevaron a los evaluadores a considerar que la cantidad de empresas que efectivamente produjeron la innovación, 26 en un universo de 65, estuvo por debajo de las expectativas. “Alrededor del 60% de los proyectos Pite no generaron innovación, y por eso debemos investigar mejor las razones para la no aparición de más actividades de esa índole”, aseveró. “Eso demuestra que el Pite, mucho más que un programa de innovación, se aboca a las asociaciones que generan desarrollo tecnológico de largo plazo”, apuntó. Para Sérgio Queiroz, docente del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp y uno de los coordinadores del Pite, la interpretación de esos datos puede llevar a una confusión. “No se puede decir que hubo un desvío del objetivo en la fracción de proyectos en que el Pite generó avances de conocimiento, pero no innovaciones”, afirma Queiroz. “Muchas empresas necesitan esos avances para superar cuellos de botella; eso más adelante les permitirá innovar. En el presupuesto de investigación y desarrollo (I&D) de las empresas se gasta en general el 20% con investigación y el 80% con desarrollo. Se puede afirmar que, en muchos casos, las empresas recurren a la asociación para sortear obstáculos en el campo de la investigación que, en un segundo momento, permitirán avances en sus equipos de desarrollo”, dice Queiroz. El profesor recuerda también que los proyectos Pite son clasificados en tres categorías (Pite 1, 2 y 3), divididas de acuerdo con el riesgo tecnológico implicado en la propuesta – la contrapartida de la FAPESP es mayor en los proyectos Pite 3, que tiene mayor riesgo. “Es natural que en proyectos de mayor riesgo la producción de innovaciones no sea tan expresiva como en los de menor riesgo”, afirma.
La percepción de los socios – universidades e instituciones de investigación – revela una elevada satisfacción con el Pite. Del lado de la institución de investigación, la principal competencia informada fue I&D, pero también hubo impacto en apartados tales como la gestión de proyectos y la detección de demandas de las empresas. Del lado de las empresas, además del I&D, los destacados fueron las mejoras de competencia en la negociación con actores públicos y el conocimiento de fuentes de financiamiento.
brazPolíticas públicas
En el Programa de Investigación en Políticas Públicas, que financia asociaciones entre investigadores e instituciones volcadas a la atención de demandas sociales, fueron analizados 75 proyectos entre 1999 y 2006, lo que representó el 85% de los concluidos en el período. La FAPESP invirtió 10,2 millones de reales en la muestra examinada, un promedio de 137 mil reales por trabajo. Un resultado importante fue la creación de una cultura de innovación en las organizaciones ejecutoras de políticas públicas. Cincuenta y cuatro proyectos informaron haber alcanzado, en el total, 180 resultados, entre los cuales 89 innovaciones tecnológicas. Nada menos que el 89% de esos resultados se implementaron parcial o totalmente como políticas públicas por parte de las instituciones socias.
La FAPESP creó el programa en 1998 con el objetivo de apoyar investigaciones capaces de producir y sistematizar conocimientos relevantes para la definición e implementación de políticas públicas. Los proyectos obligatoriamente se desarrollan por medio de asociaciones entre investigadores y un órgano o institución gubernamental, o con una organización que actúe en el campo de las políticas públicas. La intención es asegurar que los resultados de la investigación se lleven a la práctica. En el caso de la muestra evaluada, la mayoría de los socios eran instituciones públicas de la administración directa, siendo un 48% en la esfera municipal y un 38% en la estadual, y un 12% con entidades privadas.
Se generaron también 3,8 tesinas de maestría y 2,2 tesis de doctorales por proyecto del programa. “Más del 80% de los proyectos desarrollaron algún tipo de capacitación, siendo la mayor parte para representantes de las instituciones socias que formularon y ejecutaron políticas, lo que contribuyó para la transferencia mutua de conocimientos. Eso sin contar que 89% de los resultados de los proyectos fueron implementados como políticas públicas por las instituciones socias”, dijo Salles Filho. La conclusión de los evaluadores es que el programa promueve la interacción entre instituciones de investigación y las entidades que formulan políticas públicas y que a investigación es realimentada por el contacto con ça política real. Entre las sugerencias destinadas a perfeccionar el programa, figuran ideas tales como estimular más la iniciativa de las instituciones socias – la mayoría de los proyectos provino de investigadores – e incentivar propuestas más densas en términos de recursos y asociaciones.
Joven investigador
El programa Apoyo a Jóvenes Investigadores de la FAPESP fue lanzado en 1995 con la propuesta pionera de estimular la independencia y la maduración de doctores, en aquella fase de la carrera en que se enfrentan percances tales como la falta de vínculo laboral y las dificultades materiales para liderar proyectos robustos. El objetivo era crear oportunidades de trabajo para investigadores o grupo de investigadores de gran potencial, de preferencia en centros emergentes. “Entre las principales ventajas de ese programa están la fijación de nuevos grupos de investigación en lugares por donde esos jóvenes investigadores pasaron”, dijo Sergio Salles Filho. Se examinaron 340 proyectos o el 86% de las investigaciones finalizadas de 1996 a 2007. La FAPESP invirtió 64,6 millones de reales en la muestra, el equivalente a 190 mil reales por proyecto. Los beneficiados fueron profesionales con vasta experiencia en investigación – el 72% tiene posdoctorado. El promedio de edad es de 42 años. Pese al nombre del programa, no existen restricciones en relación con la edad de los postulantes.
Los evaluadores constataron que varios propósitos del programa se alcanzaron. Uno de ellos fue la ambición de crear nuevos núcleos de investigadores. Los datos muestran que el 70% de los jóvenes investigadores creó o impulsó grupos de investigación activos, la mayoría de ellos hasta ahora. El relieve le cupo a los beneficiarios instalados en instituciones privadas distantes de los grandes centros urbanos. Las áreas que más inspiraron la creación de grupos de investigación fueron Ciencias Exactas y de la Tierra, Ciencias Biológicas e Ingenierías. En total, el 87% de los individuos estaba contratado en el período en que se realizó el estudio. Alrededor del 26% de los investigadores apoyados por el programa ya estaban contratados por las instituciones, el 42% fueron admitidos durante o después del auxilio y el 19% fueron admitidos por otras instituciones de educación superior.
Del universo de instituciones e investigadores entrevistados, el 70% afirmó que el auxilio tuvo impacto en los programas de posgrado, especialmente con relación a la creación de nuevas disciplinas. La productividad promedio de los jóvenes investigadores, medida por el número de publicaciones en periódicos científicos, también creció considerablemente después de la recepción del auxilio de la FAPESP. Con todo, hubo objetivos del programa que no fueron atendidos, según los evaluadores. Se observó por ejemplo que una gran mayoría de jóvenes investigadores se vincularon a instituciones públicas que ya tenían programas de posgrado, sugiriendo que la meta de estimular la creación de centros emergentes no fue propiamente alcanzada. Esta conclusión desencadenó un debate durante la presentación de los datos de la evaluación, el día 16 de abril, en el auditorio de la FAPESP. Presente en la presentación, el profesor Rogério Meneghini, uno de los mentores del programa Jóvenes Investigadores, afirmó que la idea inicial no era solamente crear nuevos centros, sino también fortalecer instituciones con tradición en investigación aún en desarrollo: “Desde el punto de partida el programa tuvo éxito, porque las universidades con más tradición, como la USP y la Unicamp, entendiendo el propósito de la iniciativa, presentaron menos propuestas que, por ejemplo, la Unesp, que tenía una carencia mayor en el desarrollo de nuevos núcleos de investigación”, dijo Meneghini. Entre las sugerencias planteadas por los evaluadores para perfeccionar el programa, se destacaron la mejor definición de centros emergentes y el fomento a propuestas fuera de las instituciones de investigación tradicionales.
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