Si el lector distraído imagina que el libro de Leda Tenório da Motta es una historia sistemática de la crítica literaria brasileña durante el último medio siglo, puede llegar a decepcionarse. Quizá sea más adecuado clasificarlo como un libro de ensayos inteligentes y muy bien argumentados, que abarcan temas no precisamente brasileños (como el capítulo sobre “La literatura, el público y el gusto medio”) y no precisamente sobre la crítica (como “Una risa azul clara”). En ese capítulo, por ejemplo, Leda problematiza entre otras cosas la noción de lector, afirmando que, si la realidad de la alfabetización creó nuevos lectores, no por ello los hizo para la lectura en toda su extensión, o los “moldeó a la altura del juego de la literatura” (p. 113-114).
Los textos más focalizados en la “crítica brasileña de los últimos 50 años”, en términos de historia y fundamentos, son los dos ensayos iniciales. Tal como los títulos lo indican (“Sobre Clima y Noigandres, las revistas, los grupos, los parti pris”; “Sobre Clima, la literatura y el país”), la autora no pretende efectuar un cuadro que abarque lo que se ha producido en la órbita de la crítica literaria durante el último medio siglo, sino más bien concentrarse en dos grupos paulistas, con sus respectivos parti pris. El primero de esos ensayos es la mejor tentativa de sistematizar la historia y los fundamentos de los embates entre los grupos de las revistas Clima y Noigandres, desde una perspectiva francamente favorable a este último grupo.
Si bien por una parte es siempre interesante observar las razones invocadas en una explicitación inteligente, por otra, muchas cosas quedan fuera de un cuadro tan dicotómico (“concretistas” versus “sociológicos”). Y no estoy refiriéndome únicamente al natural exceso de críticas hacia un lado y de elogios hacia el otro, común en situaciones de parti pris. Me refiero a aquello que permanece por fuera, cuando el foco se concentra solo en un par opositivo. Por ejemplo, “la hipótesis –itan Noigandres!– de una cultura literaria no solamente genuina, sino también avanzada en la colonia del siglo XVII, de Gregório de Matos– que sería nuestro primer antropófago” (p. 50), vista tan solo en clave de contraste con Antonio Candido, deja de lado, en el propio terreno paulista y de la USP, a la obra de João Adolfo Hansen, que no pertenece a ninguno de los dos grupos, pero diverge tanto de la versión de Candido como de la hipótesis de Campos.
En los ensayos de Leda, Haroldo de Campos, como “jefe de escuela” (p. 202), “crítico-scholar” y “crítico-artista”, recibe un merecido homenaje, no solamente por la continua evocación de su obra en las notas de pie de página y/o en el propio cuerpo textual de los ensayos, sino también en el extenso ensayo que le dedica, intitulado “Sobre el Último Haroldo de Campos Cosmovisionario”. Con gran sensibilidad, la autora procura captar las transformaciones en la obra del poeta y crítico en su producción más reciente, apuntando intertextualidades, continuidades y/o rupturas con momentos anteriores. Y también colocando su propio ensayo sobre Carlos Drummond (intitulado “Un Claro Enigma Ante la Criba Crítica de Unos y Otros”) como elemento motivador para una interpretación de A Máquina do Mundo Repensada, en la clave de un “Haroldo drummondiano”, que incorpora a su quehacer poético elementos de la retomada de la tradición clásica, sin por ello perder completamente las raíces de vanguardia: “Digamos (…) que todo eso no está tan lejos de Noigandres, pese a esa artesanía que, aparentemente, balancea el concretismo de origen”. (p. 174)
Como el medio siglo al cual el título se refiere también coincide con el tiempo de actividad de Haroldo de Campos y su grupo, quizás podamos considerar que el libro de Leda Tenório da Motta forma parte de los justos homenajes a la ocasión.
José Luís Jobim es profesor de Teoría de la Literatura de la UERJ y de la UFF. Es autor de A Biblioteca de Machado de Assis (Topbooks/ ABL), entre otros libros.
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