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Homenaje

Entre el laboratorio y el despacho

Oscar Sala alió excelencia científica y liderazgo institucional

CLAUDINE PETROLI/AGÊNCIA ESTADOEs común que los investigadores alteren la dirección de sus actividades principales con el correr de los años. Algunos optan por convertirse en gestores de ciencia y tecnología y terminan por ser absorbidos por la burocracia de tal manera que raramente vuelven a frecuentar laboratorios o aulas. Pero existen científicos que logran conciliar las distintas actividades con la misma aptitud y calidad durante la mayor parte de sus  vidas. Oscar Sala fue una de esas inusuales figuras de la ciencia brasileña, a juzgar por todos los testimonios sobre su trayectoria. Fallecido el día 2 de enero como consecuencia de un paro cardíaco a los 87 años, fue uno de los principales físicos del país y un gestor competente e importante, íntimamente ligado a la historia de la FAPESP como director científico entre 1969 y  1975, y  presidente, entre 1985 y 1995. Dejó a su esposa, Rosa Augusta, tres hijos y seis nietos.

Oscar Sala nació en Milán, Italia, de padre brasileño y madre italiana. Llegó junto a su familia a la ciudad de Baurú, interior paulista, a los dos años. Estudió música en el conservatorio de la ciudad, pero optó por cursar ingeniería en la Escuela Politécnica. Su paso a la física se produjo durante un período de vacaciones en Baurú. “En el campo de aviación había un gran movimiento con los globos que llegaban a gran altura para medir la radiación cósmica. Un día estaba allí y me puse a conversar con un señor, que era precisamente Gleb Wataghin”, comentó Sala en entrevista con Amélia Imperio Hamburger, publicada en el libro Cientistas do Brasil (SBPC, 1998). Wataghin, un ruso radicado en Italia, fue uno de los docentes extranjeros que ayudaron a consolidar la Universidad de São Paulo (USP), responsable de una extraordinaria generación de físicos brasileños. “Yo había leído algo sobre la radiación cósmica y le hice algunas preguntas, y él me preguntó que hacía yo; al final me convenció a que saliera de la Poli y entrase en Física”. Los experimentos formaban parte de la expedición encabezada por el estadounidense Arthur Compton, quien visitó Brasil en 1941. Ese mismo año, Sala empezó como alumno de Física y se recibió en 1945. Siendo todavía estudiante, colaboró con el Ejército brasileño en la construcción de los transmisores portátiles usados en la campaña de Italia, durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1946 se convirtió en asistente de la cátedra de física general y experimental, a cargo de Marcello Damy de Souza Santos, otro discípulo de Gleb Wataghin. Ese mismo año ganó una beca de la Fundación Rockefeller para hacer una pasantía en la Universidad de Illinois, Estados Unidos, bajo la supervisión de Maurice Goldhaber, para trabajar con física de neutrones. En 1948 se mudó a la Universidad de Wisconsin, en el mismo país, y proyectó con Ray Herb el acelerador electrostático tipo Van de Graaff, para su instalación en la USP. Ése fue el primer aparato que utilizó haces pulsados en estudios sobre reacciones nucleares con neutrones rápidos, importante para la investigación en el área de energía nuclear. En 1972, en el Instituto de Física de la USP, montó el proyecto parcial del acelerador Pelletrón, que reemplazó al Van de Graaff.

Acción y reacción
“Sala se daba cuenta a las claras del momento en que las cosas sucedían y sabía cómo reaccionar ante ellas”, dice el físico e historiador Shozo Motoyama, del Centro Interunidad de Historia de la Ciencia de la  USP. Así, por ejemplo, enseguida después de la Segunda Guerra Mundial, habida cuenta de la importancia que la física nuclear experimental podría tener en Brasil, se esmeró por consolidarla. Supo elegir bien los aceleradores de partículas adecuados al exiguo presupuesto brasileño para ciencia y tecnología, pero capaces de contribuir con resultados científicos relevantes en aquel momento histórico. Fue dentro de esa percepción que montó el Van de Graaff en la década de 1950 y el Pelletrón en los años 1970. Alrededor esas máquinas se formaron al menos dos generaciones de físicos nucleares brasileños. “En 1981, Sala recibió el premio Moinho Santista, en gran medida merced a esos trabajos”, afirma Motoyama.

En los años 1960 se hizo cargo de la cátedra de física nuclear y comenzó a actuar de maarchivo familiarnera sistemática en organizaciones de Brasil y del exterior para abordar temas relacionados con su especialidad y otros vinculados a la política científica y  tecnológica. Integró el Comité Internacional sobre Estructura Nuclear (Kingston, 1960) y el Consejo Deliberativo del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y  Tecnológico (CNPq, 1964-1968), entre diversos organismos. Fue también uno de los fundadores y el primer presidente de la Sociedad Brasileña de Física (1966).

En 1969, el entonces director científico de la  FAPESP, Alberto Carvalho da Silva, fue  cesanteado por los militares. El presidente del consejo superior de la Fundación, Antonio Barros Ulhôa Cintra, ex rector de la USP, le pidió a Sala que se hiciera cargo de la dirección. “Me dijo que si yo no aceptase, la FAPESP sería cerrada”, le contó Sala a Amélia Hamburger para Cientistas do Brasil. “Durante más de un año fui a la casa de Alberto semanalmente para discutir directrices, y desarrollamos una amistad muy grande”. Con habilidad, firmeza y buenos contactos, el físico logró mantener al régimen militar a una buena distancia de la Fundación, para que no obstaculizase su rutina. “Lo interesante es que hizo un dúo influyente con Alberto Carvalho da Silva durante muchos años”, afirma Amélia.

“Sala fue director científico en un momento sumamente delicado. Su actuación fue  decisiva en el proceso de consolidación de los ideales de la Fundación”, dice Celso Lafer, presidente de la FAPESP. “Tuvo una enorme influencia en el buen desarrollo de la  FAPESP en la dirección científica y en la presidencia de la institución”, corrobora el director científico Carlos Henrique de Brito Cruz. José Fernando Perez, ex director científico (1993-2005) y actual presidente de la empresa Recepta Biopharma, dice que el físico fue “un campeón” en la permanente afirmación de la  autonomía de la Fundación. “Sala supo protegerla con sabiduría y firmeza contra las ingerencias políticas”, recuerda

Grandes proyectos
En el año en que se convirtió en director científico, presentó un plan destinado a apoyar grandes proyectos, aprobado por el consejo superior de la  FAPESP. De acuerdo con el acta del consejo de 1969, el objetivo era “destinar el 30% del total de los fondos de apoyo a la investigación científica al costeo de proyectos mediante los cuales puedan resolverse o en todo caso mitigarse importantes problemas de determinadas áreas”. A partir de esta fecha, la nueva política de apoyo resultó en Iniciativas y Proyectos Especiales. Una de las consecuencias inmediatas de ello fue el Plan para el Desarrollo de la Bioquímica en la ciudad de São Paulo, el Bioq-FAPESP, con 14 proyectos científicos y una inversión inicial de un millón de dólares, con tres años de duración prevista.

“El Bioq eliminó jerarquías, principalmente la científica: elaboraba proyectos el que quería y ganaba quien podía o hacía un buen proyecto”, comenta el bioquímico Walter Colli, investigador del Instituto de Química de la USP, dirigido por él en dos oportunidades (1986-1990 y 1994-1998). “Una gran cantidad de jóvenes armó sus laboratorios de investigación, elaborando informes y publicando trabajos”. De acuerdo con Colli, todos los que participaron del programa tuvieron éxito. La participación de Oscar Sala no se limitó a la propuesta del plan. “Montó un comité externo con tres científicos extranjeros presididos por el estadounidense Marshall Nirenberg, Premio Nobel de Medicina (1968), que vino varias veces a Brasil. Ese comité hacía un seguimiento de la marcha de los trabajos de los distintos grupos, entrevistándolos, uno por uno”, recuerda el bioquímico. “Como ése era un proyecto para la ciudad de São Paulo, había una distribución racional de equipos entre los diversos grupos”. El Bioq-FAPESP resultó en la formación de decenas de proyectos, grupos y laboratorios, que involucraron aproximadamente a dos centenares de investigadores, además del intercambio con científicos extranjeros y la llegada de docentes visitantes, de acuerdo con el libro Prelúdio para uma históriaCiência e  tecnologia no Brasil, organizado por Shozo Motoyama (Edusp/ FAPESP, 2004).

archivo familiarEl proyecto para el área de meteorología fue otra iniciativa importante de la dirección científica de aquel período. Como ese campo se encontraba en estado precario a comienzos de los años 1970, pese a su importancia estratégica para la agricultura, la FAPESP financió la llegada de James Weiman, del Departamento de Tecnología de la  Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Weiman analizó la situación y recomendó la instalación de un radar meteorológico. Iniciado en 1974, el Proyecto Especial denominado Radasp se instaló en el Instituto de Investigaciones Meteorológicas de la Fundación Educacional de Baurú, posteriormente incorporado a la Universidad Estadual Paulista (Unesp). Los resultados aparecieron inmediatamente: los periódicos paulistas pasaron a usar los datos de los pronósticos del tiempo publicados y a propagar dichas informaciones. “Investigador emérito, Sala aportó mucho al desarrollo científico del estado de São Paulo y de Brasil”, dice el director administrativo de la FAPESP, Joaquim José de Camargo Engler. “Conviví y trabajé con él como consejero y después como director administrativo, en una relación siempre muy cordial y respetuosa.”

Oscar Sala dejó la directoria científica en 1975. Pero volvió a la Fundación en 1985 como presidente del consejo superior, y se puso al frente del proceso de informatización de la  FAPESP. El objetivo era desarrollar bancos de datos y sistemas de administración de becas y de auxilios concedidos. Su apoyo fue importante para algo que empezaba a surgir con fuerza en Brasil: las discusiones relativas a la conexión brasileña a las redes internacionales precursoras de internet, que estaba en pañales en la década de 1980. Se  creó el programa Rede ANSP (Academic Network at São Paulo), uno de los principales puntos de conexión de internet con el exterior y responsable de la interconexión de las redes académicas universitarias, institutos y centros de investigación paulista. “Su sentido de oportunidad funcionó una vez más cuando se percató acerca de la importancia que tendría la informatización y su conexión en red para la investigación, y orientó a la Fundación en esa línea”, evalúa Shozo Motoyama.

“La actuación de Sala fue decisiva cuando la FAPESP aseguró inicialmente el acceso por parte de la comunidad de física de São Paulo, vía e-mail, al Fermilab, de Estados Unidos”, dice el ex director científico José Fernando Perez. “A partir de esa semilla, la Fundación se convirtió en referencia para la internet brasileña. Hasta hace poco tiempo, la FAPESP era responsable por la concesión de dominios en la red, incluso para la internet comercial”. De acuerdo con el ingeniero electrónico Demi Getschko, invitado por Sala para integrar el Centro de Procesamiento de la FAPESP en 1986, la propia asociación con el Fermilab solamente fue posible gracias a los contactos del entonces presidente. “Él sostuvo todo el proyecto, armó el equipo y dio apoyo a todo aquello”, declaró a la Agencia FAPESP Getschko, actualmente director presidente del Núcleo de Información y Coordinación del punto BR (NIC.br).

Además de las relaciones delicadas enfrentadas durante el período en que se desempeñó como director científico de la FAPESP, entre 1973-1979, Sala fue presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC). Su principal realización consistió en lograr que la tradicional reunión anual no dejase de hacerse. La de 1977, cuya realización en la ciudad de Fortaleza inicialmente el gobierno federal prohibió, se realizó al final en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) y fue especialmente conturbada, con la invasión del campus por parte de la policía. “Presidió la SBPC con audacia y habilidad durante un período difícil de la vida brasileña, resistiendo al arbitrio y defendiendo el desarrollo de la ciencia en Brasil”, dice Brito Cruz. “Es más, Sala fue un de los grandes científicos brasileños, aliando excelencia científica y liderazgo institucional y sirviendo de modelo de carrera para generaciones más jóvenes.”

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