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Anatomía

Entre la cátedra y el taller

Los dibujos de anatomía de Leonardo da Vinci, desconocidos durante siglos, revelan su intento de unir arte y ciencia

The Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth IICráneo seccionado, 1489The Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth II

¿Qué esconde la sonrisa de Mona Lisa? La respuesta a esta pregunta puede decepcionar a los fans de los códigos secretos: lo que hay detrás de ese rostro es un intento de Leonardo da Vinci (1452-1519) de superar límites e impulsar un acercamiento entre el arte y la ciencia durante el Renacimiento. Más que un pintor “aventurándose” en temas científicos, Leonardo aspiraba a crear una “ciencia visual”. La anatomía fue el campo elegido por Da Vinci para plasmar su síntesis de arte y ciencia. Esto es lo que revelan tanto la exposición Leonardo da Vinci: anatomist, que reúne más de 200 dibujos del cuerpo humano que el pintor produjo, en exhibición en Londres hasta el 7 de octubre, como el estudio intitulado La naturaleza, la razón y la ciencia del hombre: una edición de los estudios de anatomía de Leonardo da Vinci, del historiador Eduardo Kickhöfel, docente de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). Este último proyecto prevé la edición comentada de la serie “anatómica” de Leonardo. En él se analiza el lugar del artista ‒en su carácter de anatomista‒ en la historia de la filosofía natural, con el propósito de ayudar a describir cómo se concretó el desarrollo de los términos “arte” y “ciencia”.

Entre 1490 y 1513, el pintor diseccionó más de 30 cuerpos y describió lo que tenía antes sus ojos con precisión; un verdadero tratado que, si hubiese sido publicado, habría transformado el estudio de la anatomía en Europa mucho antes y mejor que De humanis corporis fabrica (1543), de Vesalius. “No había dibujos de anatomía en la época de Leonardo. El conocimiento anatómico era el texto, especialmente el libro de Mondino de Liuzzi, un anatomista del siglo XIV, que se leía en las demostraciones que realizaban en las universidades. Tal como lo haría Vesalius posteriormente, Da Vinci preconizaba la experimentación directa y creó un tipo de pintura con tanta información proveniente de las ciencias naturales que ella misma pasaba a ser una ciencia. Nada en el Renacimiento italiano se asemeja a su legado”, explica Kickhöfel. “La mayoría de las estructuras que describió sería descrita solamente siglos más tarde. De haber publicado su tratado de anatomía, hoy en día sería conocido como uno de los científicos más grandes de la historia”, evalúa el historiador Martin Clayton, curador de la exposición londinense en exhibición en la Queen’s Gallery.

Resulta difícil no impresionarse con su técnica, que puede verse en los dibujos reproducidos en estas páginas, todos correspondientes a la exposición inglesa. En particular, Clayton se emociona con el niño dentro del útero, una excepción dentro de la serie anatómica de Da Vinci, debido al uso del color. “El tono rojo funciona como una sugerencia del potencial de vida del bebé, aunque se basa en la disección de una vaca preñada”, comenta el curador. “Estuvo cerca de descubrir la circulación de la sangre un siglo antes de Harvey, pero, aunque estudió latín por cuenta propia, Leonardo nunca se sintió cómodo con el lenguaje de los escritos científicos de sus contemporáneos y lamentaba su estatus ‘inferior’ ante los profesores de las universidades, pese a que se jactaba de ser un ‘discípulo de la experiencia’”, sostiene Clayton.

The Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth IIÓrganos centrales y venas, c. 1485-90The Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth II

Esta “timidez”, y la dificultad para conciliar sus observaciones con las creencias establecidas, como así también una cierta cuota de infortunio, sumadas a su perfeccionismo, le impidieron terminar el tratado. Luego de su muerte, por un camino tortuoso de ventas y compras, sus manuscritos terminaron yendo a parar a manos del rey Charles II en 1690, y quedaron guardados en la Royal Collection.  Sólo en 1900 salieron publicados. Pero en ese entonces su capacidad de afectar al progreso del conocimiento de la anatomía había desaparecido. “De todos modos, en su tiempo, reforzó el tránsito de una cultura de la memoria y la instrucción a una cultura del descubrimiento y la invención, que generaba una tensión entre la autoridad y lo empírico, cosa que apareció en Vesalius y culminó con la condena a Galileo”, afirma Eduardo Kickhöfel. “Las razones por las cuales Leonardo no terminó su proyecto son muchas, pero, esencialmente, sucedió que la cultura de aquella época no permitía la síntesis que planteaba Da Vinci entre el arte, que producía mediante el uso de una materia imperfecta y corruptible, y la ciencia, que demostraba mediante textos las causas y los principios eternos e inmateriales. El ‘arte-ciencia’ de Leonardo, con sus dibujos y textos, fue un esfuerzo por ‘producir-demostrar’, algo impensable para sus contemporáneos”, sostiene el investigador.

Y qué esfuerzo: “Usted puede verse detenido por las ganas de vomitar. Es terrible soportar el miedo de vivir a la noche, en compañía de esos hombres muertos, desmembrados y diseccionados”, anotó en un dibujo, con el hábito de describirse en tercera persona, mostrando la ardua tarea de disecar cuerpos en un tiempo en que no existía refrigeración o formas de preservación. Pero al menos no faltaban cuerpos. A los artistas se les entregaban cadáveres sin impedimentos, mientras que los médicos solamente recibían dos cuerpos por año. “La enseñanza de la medicina consistía en ese entonces la lectura de textos en latín a cargo de un profesor, distante del cuerpo, en una cátedra, durante las disecciones, realizadas por barberos-zurujanos. El objetivo no era corregir la tradición, mucho menos servir para hacer investigaciones independientes, sino confirmar las doctrinas y las teorías”, dice el investigador. En tanto, a los artistas les interesaba solamente la descripción superficial del cuerpo para realizar dibujos o esculturas. “Resulta difícil imaginar que un médico universitario nunca haya pensado en usar el trabajo de un artista para ilustrar un libro de anatomía”. Pero, según la tradición aristotélica, los saberes más elevados eran los que estaban más alejados de los sentidos: la vita contemplativa.

Recién a mediados del siglo XIV entraron en escena los valores de la vita activa, y así, poco a poco, el conocimiento iba dirigiéndose hacia la vida del hombre en una sociedad en movimiento. “De todos modos, el prejuicio ante las actividades manuales perduró y la ciencia siguió siendo básicamente expresada por textos, aunque algunos médicos empezaban a diseccionar y dar inicio a una cultura de descubrimientos e invenciones, tal como lo muestran algunos libros de finales del siglo XV, con pocas y crudas ilustraciones anatómicas”, sostiene Eduardo. Surgieron tímidas aplicaciones entre ciencias y artes, tales como la pintura y la escultura. Con todo, su objetivo consistía solamente en decir cuánta ciencia había en sus obras a los efectos de elevar el estatus social de los artesanos. En 1435, el arquitecto Leon Alberti ideó, en el tratado De pictura, un pintor que era una especie de hombre letrado que creaba a partir del conocimiento de los principios y las causas: “Primeramente, el pintor pondrá cada hueso del animal en su posición, luego sus músculos y después sus carnes”, escribió. “Aspiraba a la verosimilitud, pero no a la descripción de las partes del cuerpo, pues ciencia y arte no se juntaban”, sostiene Kickhöfel.

The Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth IITracto gastrointestinal, c. 1508The Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth II

Artesano y poco letrado, al igual que Leonardo, el escultor Lorenzo Ghiberti escribió, entre 1447 y 1455, el tratado I comentarii, en el que advierte que sus colegas deberían saber anatomía, pero solamente lo relativo a los huesos y a los músculos, pues “no necesitamos tanto las otras cosas de la medicina”. “Ghiberti sabía acerca de los límites de la tradición en que se encontraba”, sostiene el investigador. Leonardo también lo sabía, pero resolvió ir mucho más adelante. En 1489 empezó sus estudios a partir de un cráneo. Pese al trazado impecable de la cabeza, Leonardo intentaba hallar mediante sus dibujos aquello a lo cual Aristóteles denominó “sentido común”: esa búsqueda de la posición exacta del “alma”, junto a la observación “científica”, signará la paradoja de su relación con la anatomía, como un mosaico de concepciones nuevas y antiguas. “Su proyecto de un catálogo, de 1489, revelaba las tensiones que lo acosaban: entre la tradición textual y la disección anatómica, la base del conocimiento real; entre las repeticiones de la tradición y las fantasías de su época y los descubrimientos, tales como la concepción mecánica del cuerpo humano, por mencionar solamente tiempos más recientes”, analiza Kickhöfel. De allí, entre otros “pecados”, el de haber dejado “escapar” la comprensión de la circulación sanguínea.

Al fin y al cabo, la existencia de válvulas de sentido único era incompatible con las antiguas creencias, que apuntaban que el corazón solamente bombeaba sangre hacia dentro y fuera de los ventrículos, generando calor y “espíritu vital”. “No fue capaz de conciliar lo que observó con aquello que creía que era la verdad, y así se vio ante un callejón sin salida”, dice el investigador. Al mismo tiempo, luego de disecar a un hombre centenario, realizó las primeras observaciones de la historia de la medicina sobre la oclusión coronaria y la arteriosclerosis. Su descripción detallada de la cirrosis hepática sólo se reharía en el siglo XIX. Pero no importan tanto los descubrimientos sino su concepción de anatomía, ubicada a mitad de camino entre la universidad y el taller, pues innovó al mostrar las materias anatómicas en lo que constituyó una progresiva elaboración de la “ciencia visual” en oposición a la otra, meramente textual.

“No ilustró las materias de la anatomía, sino que las concibió con el dibujo, en el espíritu de su formación en el taller de Verrochio, en un contexto semi letrado, en el cual la expresión usual era visual, no la de la palabra. Leonardo pasó a identificar arte y ciencia de manera inédita y a pensar en una concepción mecánica del cuerpo”, dice Eduardo. Al contrario que Alberti, para quien investigar la apariencia del cuerpo ya era suficiente para un pintor, para Da Vinci las representaciones de los afectos demandaban el conocimiento de sus causas. “Si el pintor de Alberti era un docto para ser elocuente y verosímil, el pintor de Leonardo aspiraba a ser un docto para decir la verdad en el sentido de demostrar cuestiones de la filosofía natural de moldes aristotélicos, para la cual la sensación es el fundamento de toda cognición. Él insistía en la necesidad de la experiencia”. La distinción entre arte y ciencia desaparecía.

“La palabra ‘demostrar’ es común en los estudios anatómicos de Leonardo, y su sentido es cercano al de ‘figurar’, con productos que eran ‘dibujos-conceptos’ que mostraban la vera notizia o la intera cognizione de partes del cuerpo, tratados lo más mecánicamente posible, precursores de diversos ‘mecánicos’ del siglo XVI, y apuntando hacia la ciencia del siglo XVII”, explica el investigador. Su arte era una ciencia.

Uno de los dibujos más impactantes de Da Vinci es este feto en el útero, uno de los pocos en que se vale del color para mostrar el potencial de la nueva vida

The Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth II Uno de los dibujos más impactantes de Da Vinci es este feto en el útero, uno de los pocos en que se vale del color para mostrar el potencial de la nueva vidaThe Royal Collection (c) 2012, Her Majesty Queen Elizabeth II

Sin embargo, había algunos problemas con sus métodos. Él empezaba con la experiencia investigativa, con el contacto de los sentidos como material anatómico. Con base en esa experiencia investigativa, pudo elaborar, con la ayuda de textos que leyó o en el eventual contacto con investigadores de la anatomía (como Marcantonio dela Torre, profesor de anatomía de la Universidad de Padua), el conocimiento sobre las formas y las funciones de las partes del cuerpo. De este conocimiento surgiría la experiencia constructiva, es decir, la reelaboración mediante el dibujo seguido de la escritura, una acción casi siempre ejecutada lejos del material anatómico. “Leonardo dibujó muchas anatomías sin jamás haberlas visto. Creía que una vez alcanzado un cierto conocimiento, ya no era necesario estar en contacto con los cuerpos. La experiencia constructiva de Leonardo tenía pretensiones de ciencia y sus resultados constituían síntesis a partir de diversas disecciones particulares, no copias de la realidad. Eso hizo posible la ‘ciencia visual’, la codificación de conocimientos elaborada a partir de conceptos dibujados que podían ser conocidos por su observador.”

“La idea central de su tratado era la siguiente: para el anatomista, la experiencia visual es fundamental, pero la elaboración del conocimiento debe hacerse después, sin contacto directo con el material anatómico, para que se puedan controlar, al retornar a éste, los resultados de esa elaboración”, dice Eduardo. Para el investigador, Da Vinci dibujó muchas formas lejos de la experiencia visual, lo que generó resultados artificiales o ficticios. “Si hubiera visto y dibujado al mismo tiempo, podría haber comparado la disección y el boceto, y esto le hubiese posibilitado ‘ver mejor’. La distancia entre ambas experiencias, la de ver y la de elaborar, hizo que pudiese sintetizar las partes de los cuerpos, elaborando ‘conceptos dibujados’. Pero, por otra parte, esa distancia hizo que él quedase vulnerable a la acción de teorías erróneas, propias o de la tradición, en general una mezcla de ambas”, sostiene el autor. “Con todo, el momento de codificar el conocimiento anatómico generó no solamente ideas para nuevas investigaciones, sino también para nuevas demostraciones. Probablemente, Leonardo no habría hecho lo que hizo de haber leído y diseccionado únicamente: sus descubrimientos y sus métodos demostrativos se fueron refinando con el correr de los años.”

No existió una comunión de intereses entre artistas y anatomistas de las universidades hasta mediados del siglo XVI. “De haberla habido, la ilustración anatómica se habría desarrollado mucho antes que el programa de Vesalius.”  Pero no había lugar entonces para una forma de conocer basada en las ciencias naturales que debía plasmarse junto al arte, es decir: una ciencia que producía apariencias, aunque ideadas, era una contradicción en sus propios términos”, explica el historiador.

Leonardo osó ejecutar la operación que otros artífices no habían concretado e intentó superar la brecha existente entre artes y ciencias. Al llevar hacia la pintura conocimientos de la filosofía natural, modificó el significado de la pintura, que pasó a representar una mayor cantidad de conocimientos, en un contexto de cultura que no permitía la existencia de una ciencia cuyos resultados no requerían del discurso. “Los objetos técnicos sobre los cuales  trabajaba como ‘ingeniero’ fueron para él modelos para pensar el cuerpo como un conjunto de palancas y sus movientes”, afirma el investigador. En el Renacimiento, la idea del hombre como un mecanismo se enmarcaba en la cultura de las máquinas que empezaban a formar parte del cotidiano.

Como una curiosa ironía, arqueólogos italianos encontraron el mes pasado, en el convento de Santa Úrsula, ubicado en la ciudad de Florencia, un altar en donde posiblemente yazcan los restos mortales de Lisa Gherardini, la supuesta modelo de La Mona Lisa. A Leonardo le hubiese encantado ver de cerca los huesos que engendraron la sonrisa más celebrada de la historia.

El proyecto
La naturaleza, la razón y la ciencia del hombre (nº 2012/01124-2); Modalidad Ayuda a la investigación; Coordinador Eduardo Kickhofel – Unifesp; Inversión R$ 16.000,00 (FAPESP)

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