Dos artículos científicos publicados el mes pasado proyectaron escenarios para el futuro de las selvas tropicales con base en cálculos y modelos computacionales. Se señala, por ejemplo una alta probabilidad de que el calentamiento global convierta una parte de la Amazonia brasileña en sabanas, como consecuencia de la reducción de la cantidad de agua en el suelo. Pero, por otro lado, tanto los cambios globales como sus efectos en la cobertura vegetal podrán verse mitigados en caso que se reduzcan las deforestaciones practicadas por el hombre. Los artículos fueron escritos por varios científicos y, en común, tienen la firma del brasileño Carlos Nobre, investigador del Centro de Pronóstico del Tiempo y Estudios Climáticos (CPTEC) del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe sigla en portugués) y miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, en la sigla en inglés), foro creado por las Naciones Unidas.
Publicado en el sitio de la revista Science, el estudio Tropical forests, climate change and climate policy muestra que, en el caso que sea mantenido el ritmo de deforestación de los últimos años, la destrucción de las selvas tropicales deberá lanzar una cantidad adicional de 87 mil millones a 130 mil millones de toneladas de carbono hasta el año 2100 el equivalente a más de una década de emisiones causadas por combustibles fósiles. Pero, si los países consiguen reducir las tasas de deforestación en 50% hasta 2050 y mantener este ritmo hasta 2100, será posible eliminar 50 mil millones de toneladas de carbono. Eso equivale a más de 10% de los cortes necesarios para mantener las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono en 450 partes por millón, límite arriba del cual, según el IPCC, el calentamiento sobrepasará un nivel de 2ºC y producirá problemas en escala global. El texto es firmado también por científicos de Australia, Canadá, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido y fue divulgado en la sección Policy Forum, en la cual Science recomienda estudios aplicables en políticas públicas.
Hace tiempo los países industrializados son señalados como los grandes responsables por las emisiones de gases causantes del efecto invernadero, lo que llevó a los científicos a colocar en segundo plano el potencial de reducción de los países en desarrollo. Estas naciones quedaron fuera de la primera fase de compromisos asumidos en el Protocolo de Kyoto. Eso está cambiando. Según datos sellados por el IPCC, la deforestación de florestas tropicales lanzó en la atmósfera en la década de 1990 cerca de 1,5 mil millones de toneladas de carbono por año o 20% de las emisiones de gases causantes del efecto invernadero promovidas por el hombre. Recientemente, en el ámbito de la Convención sobre Cambios Climáticos de la ONU, surgió una iniciativa volcada para identificar políticas capaces de reducir emisiones de la deforestación en países en desarrollo. Fue esta iniciativa que abasteció de datos el estudio publicado en el sitio de Science.
Trayectoria declinante
Además de la importancia de controlar la devastación, el artículo sugiere que ese tipo de iniciativa está en el rol de las opciones más baratas para contener la deforestación. Los investigadores destacan, sin embargo, que países en desarrollo necesitan apoyo financiero para reducir la devastación. Tiene que ser un esfuerzo mundial y parte de las reducciones necesita ser financiada por los países ricos, dice Carlos Nobre.
Una buena noticia es que Brasil, en la evaluación de Nobre, tiene amplias condiciones de alcanzar la meta de reducción de 50% mucho antes de 2050. La trayectoria de las deforestaciones en Brasil es declinante y soy optimista en relación a nuestra capacidad de mantenerla bajo control en el futuro, afirma. El poder público por primera vez ha tenido acciones efectivas para cohibir al crimen organizado que deforesta la selva, y ya se ve el impacto de eso. Por otro lado, la población brasileña tiende a estabilizarse en las próximas décadas y las enormes áreas ya deforestadas son más que suficientes para abrigar actividades económicas de la población rural actual y del proyectado aumento de esta población. Brasil necesita comprometerse, pero el cuadro es favorable, afirma. Ya el caso de las florestas tropicales de Indonesia es más complejo, según el investigador. El control institucional allá es más complicado y, como mucho ya fue deforestado, lo que sobró es especialmente vulnerable.
El segundo estudio, publicado en la revista Geophysical Research Letters, en alianza con los investigadores Luis Salazar, del Inpe, y Marcos Oyama, del Centro Técnico Aeroespacial, utilizó 15 modelos climáticos computacionales disponibles para proyectar el impacto del calentamiento global en los biomas de Sudamérica. Estos modelos aún presentan grandes divergencias de resultados, como en el caso del régimen de lluvias, por ejemplo. ?Hay controversias, por ejemplo, en relación al papel de las nubes, que son de difícil representación en los modelos, dice Nobre. El aumento de la evaporación deberá estimular la formación de nubes, que, al reflejar la radiación solar, pueden servir de antídoto para el calentamiento y contrabalancear efectos de los cambios globales. Ese tipo de inseguridad aún hace no factible, por ejemplo, prever el destino de la llamada Caatinga brasileña. Pero hay un consenso importante. Más del 75% de los modelos convergen e indican que es probable que el sudeste de la Amazonia, principalmente en las selvas del estado del Pará, sufra un proceso de sabanización.
Esta región ya tiene una estación seca más larga que otras áreas de la floresta. Los modelos indican que, con una evaporación mayor y la consiguiente reducción de la cantidad de agua en el suelo, ella puede convertirse semejante a las regiones de Goiás y Tocantins, dice Carlos Nobre. El investigador, con todo, evita comparar la biodiversidad que restará con el panorama del Cerrado (sabana). Será una nueva sabana mucho más empobrecida, afirma. Las proyecciones indican una reducción de 18% de las áreas cubiertas por florestas tropicales hasta el final de este siglo, con el aumento de 30,4% de las áreas cubiertas por sabanas.
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