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Tecnología

Fibras del mar

Una empresa fabrica suplementos nutricionales con materia prima extraída de crustáceos

Cabeza de camarón, cáscara de langosta y caparazón de cangrejo. Partes de crustáceos abundantes y descartadas por la industria pesquera de Ceará que han dejado de tener en la basura su destino final. Ahora se transforman en suplementos alimentarios en forma de cápsulas y comprimidos que funcionan como coadyuvantes para la reducción del colesterol, la pérdida de peso y el control de enfermedades tales como la artrosis.

Las sustancias benéficas presentes en los restos de crustáceos son la quitina y la quitosana, dos biopolímeros que poseen propiedades químicas y biológicas importantes. De acuerdo con estudios realizados en Estados Unidos y Japón, la quitosana activa la captura y la eliminación de grasas, a través de un mecanismo de secreción de ácidos biliares. Fuera del área de la salud, la quitosana es empleada en procesos de purificación y tratamiento del agua, en la fabricación de lentes de contacto y en el rubro de cosméticos, como ingrediente en la fabricación de champúes, lociones y cremas protectoras.

Los biopolímeros extraídos de los crustáceos son la razón del éxito de la empresa Polymar, de Ceará. La firma es titular de 11 patentes de productos y procesos referentes a la quitina y la quitosana, entre las cuales se encuentran una técnica desarrollada en la empresa para la obtención de esas sustancias, los propios alimentos funcionales con formulación y metodología de procesamiento y una membrana para uso en la regeneración de tejidos y cicatrizaciones.

Una de las innovaciones -también patentada- desarrollada por Polymar se refiere al reaprovechamiento de uno de los reactivos utilizados para la extracción de la quitina y en la obtención de la quitosana: el hidróxido de sodio. “La reutilización de esta sustancia química es perfecta tanto desde el punto de vista ambiental como del económico pues, al margen de eliminar residuos, su costo final de producción se reduce en aproximadamente un 60%”, dice el químico Alexandre Cabral Craveiro, vicepresidente de la empresa.

Como resultado de ese desarrollo, Polymar recibió el premio nacional del Instituto Euvaldo Lodi (IEL), del Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (Sebrae) y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), en 1999. Y, por los resultados alcanzados durante los últimos seis años, la empresa ha recibido dos galardones de peso en el apartado innovación tecnológica en 2003: el de pequeña empresa de la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep) y el de empresa graduada de la Asociación Nacional de Entidades Promotoras de Emprendimientos de Tecnologías Avanzadas (Anprotec), que reúne a las incubadoras y parques tecnológicos de todo Brasil.

Producción ampliada
La empresa Polymar, creada en 1997 por Craveiro y Danilo Queiroz, por ese entonces doctorandos en química orgánica de la Universidad Federal de Ceará (UFC), ocupó originariamente un galpón de 80 metros cuadrados del Parque de Desarrollo Tecnológico (Padetec), con sede en el campus de dicha universidad. Allí los investigadores dieron inicio a los estudios con biopolímeros, que comprendieron la inmovilización de células y enzimas, la separación de sustancias y la producción de fibras de quitina y quitosana. En abril de 2000, la empresa egresó de la incubadora y se instaló en la periferia de Fortaleza, en una planta industrial de más de 1.600 metros cubiertos y una capacidad de procesamiento de 800 toneladas anuales de caparazone sin natura.

“Primeramente tomamos impulso como proveedores de quitosana para la competencia”, comenta Craveiro. Como a Polymar le interesaba afirmarse como productora de materia prima en Brasil, empezó a suministrar quitosana a otras empresas, “cosa que para algunos parecía incoherente desde el punto de vista mercadológico”, dice. Hace dos años la empresa empezó también a fabricar productos con marcas específicas para sus competidores, y el mercado se expandió por todo el país. Con todo, esta evolución no ha sido fácil.

“Todo lo que es innovador paga un precio elevado, desde la confianza en el producto hasta el proceso inherente a su aprobación y uso”, evalúa Craveiro. Al principio la empresa no lograba obtener el registro para comercializar sus productos en el país. Debido a ese impasse, Polymar resolvió abrir una filial en Miami -un proceso rápido y fácil, de acuerdo con su vicepresidente- y empezó a exportar a materia prima rumbo a ese destino, importando posteriormente el producto terminado y debidamente registrado. Este hecho acabó funcionando como una presión extra en favor de la reglamentación de los productos en Brasil.

La comercialización de los productos en el mercado minorista se inició con la autorización surgida de resoluciones basadas en protocolos obtenidos en la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), mediante la presentación de estudios clínicos de eficacia y seguridad de la quitina y la quitosana llevados a cabo en Japón, Europa y Estados Unidos.

Aunque Craveiro resalta que los cuidados de Anvisa son enteramente justificados, “porque los productos para el consumo humano deben ser rigurosamente probados”, aboga en pro implantación de un tratamiento diferenciado para las empresas de base tecnológica, y exige una mayor agilidad de parte de los órganos públicos para el reconocimiento de productos originados principalmente en las empresas ligadas a las universidades y parques tecnológicos. “A menudo, proyectos innovadores desarrollados por investigadores competentes y que podrían aportar potenciales beneficios a la población se ven perjudicados debido a la demora en su aprobación.”

En Estados Unidos tal aprobación es mucho más rápida merced a una ley de 1994 (Dietary Supplement Health and Education Act – Dshea – o Procedimiento de Salud y Educación de Suplementos Dietéticos) que creó una nueva categoría de productos denominados suplementos dietéticos, fuera de la órbita de acción directa de la Food and Drug Administration (FDA), la entidad del gobierno estadounidense responsable de autorizar nuevos alimentos industrializados y medicamentos. Esta medida permitió que los fabricantes difundieran las propiedades funcionales de sus productos, siempre y cuando se basasen en evidencias científicas. De acuerdo con Craveiro, diversos grupos de investigadores de universidades y centros de investigación internacionales se encuentran abocados al estudio de las acciones y propiedades de esos alimentos.

Más allá de los problemas de registro, Polymar ha enfrentado otros diversos obstáculos, tales como la falta de líneas de crédito de apoyo a empresas de pequeño porte. Para sortear tales dificultades fue necesario crear e improvisar, tal como sucedió en el marco del proyecto y en el desarrollo de equipamientos para la fabricación de los productos. Así fueron adaptados tanques de fibra de para las etapas iniciales de la producción, se construyeron reactores y un molino industrial -en sociedad con una empresa de ingeniería mecánica- y se proyectaron estufas de secado que aprovechan la energía solar y la energía eólica, ambas abundantes en Ceará.

En Polymar proyectan ahora desarrollar productos asociándose a otras empresas. Tal es el caso de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, sigla en portugués), con la que se han creado dos líneas de investigación: la primera de ellas estudia el uso de la quitosana (ésta posee también propiedades bactericidas y fungicidas) en la protección de semillas de frutas contra hongos invasores, y la segunda desarrolla una película protectora que extiende la vida útil de frutas y verduras en las góndolas. En el marco de una sociedad con Petrobras se procura emplear la quitosana en el combate contra la contaminación del mar provocada por derramamientos de petróleo. Cuando se la aplica sobre la masa de crudo, esta sustancia forma un aglomerado que facilita su remoción. Petrobras realizó las primeras pruebas en 2003, y otros en mayor escala están previstos para este año.

Polymar registró una facturación de 5,4 millones de reales en 2003. En 2002 habían sido 2,55 millones de reales. La empresa destina alrededor del 12% de esa facturación al área de investigación y desarrollo. La participación de las exportaciones en ese monto es aún pequeña y se concentra en los países del Mercosur; pero, según Craveiro, se va ampliar: las negociaciones están bien encaminadas con Francia y Portugal.

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