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Memoria

Finalmente, negro sobre el blanco

Después de décadas de intentos, salen los primeros tomos de las obras completas de Adolpho Lutz

Al final del año pasado, culminaron sesenta y cuatro años de planes e intentos frustrados, y puede decirse que en gran estilo. Los principales trabajos, estudios, artículos y cartas de Adolpho Lutz (1855-1940), uno de los más talentosos y productivos científicos brasileños, comenzaron a publicarse en versión completa: una obra sin precedentes en Brasil. En noviembre se presentó una caja con cuatro tomos – Primeiros trabalhos: Alemanha, Suiça e Brasil (1878-1885); Hanseníase; Dermatologia e micología; y un suplemento contiendo un glosario, índices y resúmenes. A finales de este año han de salir otras cuatro cajas, formando de este modo la Obra completa de Adolpho Lutz (Editorial Fiocruz, R$ 150,00 la primera caja). Cada una de ellas contendrá entre tres y cinco libros, con resúmenes en portugués e inglés de los trabajos reunidos, índices de remisión específicos para los tres idiomas principales en que se presentan (alemán, portugués e inglés) y un glosario bilingüe de términos técnicos y de nombres citados por Lutz. Los libros muestran la producción del científico carioca relativa a uno o más temas, con textos de apoyo elaborados por expertos de las áreas abordadas, que comentan la importancia de esos trabajos para la ciencia moderna (muchos tienen más de cien años).

Se estima que las cinco cajas sumarán alrededor 10 mil páginas impresas en un proyecto que involucra al menos a unas 50 personas, coordinadas desde el año 2000 por el historiador Jaime Benchimol y por la bióloga e historiadora de la ciencia Magali Romero de Sá, ambos de la Casa de Oswaldo Cruz, de la Fundación Oswaldo Cruz (COC/ Fiocruz). Y los participantes de esta obra podrían multiplicarse, esto si los deseos de Bertha  Lutz, la hija del científico, hubieran comenzado a realizarse inmediatamente después de octubre de 1940, cuando Lutz murió. En enero de 1941, ella manifestó su clara intención de no dejar disperso o guardado el saber generado por su padre. Conocida internacionalmente como líder feminista y zoóloga del Museo Nacional, entre 1941 hasta 1965 Bertha fue incansable en la tarea de reunir y organizar el material disponible en poder de la familia, de amigos y de científicos que se relacionaban con su padre. También se esmeró en crear y mantener vínculos con las instituciones, los políticos e intelectuales que pudieran ayudar a exponer y publicar toda la producción de Lutz. Este período le redituó algunos pequeños éxitos y grandes fracasos, pues no logró publicar la biografía ni reimprimir de los estudios más significativos.

La investigadora luchó aún durante algún tiempo, pero parece haberse cansado en 1965, cuando estaba ya con 71 años. “Su archivo se detiene por esa época y no contiene otros registros que indiquen si hizo nuevas incursiones en ese terreno”, dice Magali Romero de Sá. Bertha murió en 1976, pero se cuidó de dejar todo el acervo que reuniera depositado en el Museo Nacional. Finalmente, en el año 2000, los investigadores de la COC lograron aunar recursos provenientes de varias fuentes para financiar la publicación de la obra y otros proyectos.

La Biblioteca Virtual Adolfo Lutz está en fase de desarrollo en un trabajo conjunto con Bireme (Centro Latinoamericano y del Caribe de Información en Ciencias de la Salud). “Además de terminar la publicación de la obra completa, en nuestros planes figura un documental, una exposición, un seminario y todo lo que sea necesario con el difundir el trabajo de este extraordinario científico”, dice Benchimol. La atracción ejercida por Lutz sobre otros investigadores e historiadores se explica, en buena medida, por su versatilidad como científico. “Uno de los rasgos característicos de su personalidad es la combinación de la cultura médica con la vocación de naturalista y el papel pionero que desempeñó al aplicar los conocimientos de las diferentes áreas a la medicina tropical”, explica Benchimol.

Pero, ¿cuáles habrían sido los caminos que lo llevaron a ese nivel como científico? Adolpho Lutz nació en Río de Janeiro en 1855, siendo hijo de padres suizos. Su padre, Gustav, se casó con Mathilde Oberteuffer en 1849 y emigró a Brasil inmediatamente después del viaje de luna de miel. En Río, en sociedad con otro suizo, Gustav fundó una tienda destinada a la importación de “víveres secos” y a la exportación de géneros agrícolas, pero en 1857 dejó el negocio en las manos de su socio y regresó con su familia para Berna, quizá motivado por la insalubridad de la capital imperial – además de la fiebre amarilla, el cólera brotó en la ciudad en 1855, año del nacimiento de Adolpho, uno de los diez hijos de la pareja. En 1864, la familia estaba de regreso a Brasil, habiendo sin embargo dejado en Basilea a los tres hijos mayores para que cursaran la escuela, Adolpho entre ellos. Mathilde, tan emprendedora cuanto Gustav, creó en Río el Colegio Suizo-Brasileño. Mientras tanto, Adolpho se sumergía en los estudios, interesado en la historia natural. En una carta enviada a su madre en febrero de 1871, cuando tenía 15 años, Lutz le exponía sus planes: “Lo que siempre anhelé siendo niño y, sin reflejarlo aún debidamente, anhelo aún ahora, es ser investigador en ciencias naturales. (…) Voy acumulando todos los conocimientos de historia natural que logro adquirir, hago observaciones propias, asisto a clases públicas y, durante las vacaciones, estudio todos los libros de biología que están a mi alcance”. A los 19 años, en 1874, ingresó en la Universidad de Berna para seguir medicina. Tres años después se trasladó a la Universidad de Leipzig, e hizo cursos rápidos en Praga y Estrasburgo en diversas especialidades médicas. En tanto, siguió trabajando con historia natural. En marzo de 1878 presentó su primer trabajo en el área, referente a la descripción de una nueva especie de micro-crustáceo (Alona verrucosa) en la Sociedad de Ciencias Naturales de Berna. Un año después fue a trabajar en un hospital suizo, donde escribió su tesis sobre los efectos terapéuticos de un vegetal: el quebracho, y publicó un estudio clínico sobre un caso de bronquitis fibrinosa aguda, hoy conocida como seudomembranosa. A los 25 años, ya graduado, Lutz decidió reencontrarse con su familia en Brasil.

Pero antes hizo otra gira por Europa – realizando cursos rápidos en Viena, asistiendo a clases y cirugías en Londres. Según algunos biógrafos, así fue como conoció a Louis Pasteur, en París. En 1881, el joven Adolpho llegaba a Río. En sus relatos, dice estar sorprendido con el “proteccionismo y el nepotismo” entrañado en el pueblo brasileño y la tremenda penetración de la lengua y la cultura francesa en la elite local. Después de una breve permanencia en Petrópolis se estableció en Limeira, interior de São Paulo, adonde se había mudado su hermana Helena, recién casada; y allí se quedó entre 1882 y 1885. En los intervalos del trabajo como clínico, investigaba y escribía. En 1885 publicó un estudio decisivo sobre la ancilostomiasis, en el marco de una serie de artículos que salieron en una colección de lecciones de clínica médica de Volkman, editada en Leipzig. “Esa investigación representó una contribución tan importante que fue publicada íntegramente en portugués en O Brazil-Médico (1888, 1887) y en Gazeta Médica da Bahia”, comenta Benchimol. En marzo de 1885, Lutz fue a trabajar durante un año en la clínica del renombrado dermatólogo alemán Paul Gerson Unna, en Hamburgo, Alemania, y sus pasos fueron rumbo a la bacteriología, relacionada con varias enfermedades dermatológicas, en especial la hanseniasis. Cuando regresó a Brasil, el científico se mudó a São Paulo, pero enseguida, Unna lo nominó para la leprosería de la isla de Molokai, Hawai, adonde llegó en noviembre de 1889. Fue en aquellas islas de la Polinesia que conoció a la enfermera inglesa Amy Marie Gertrude Fowler, con quien se casaría poco tiempo después.

Permanecieron allí hasta mediados de 1892 y, tras pasar por Estados Unidos, regresaron a Brasil en enero del año siguiente. En São Paulo, donde fijaron su residencia, nacieron los dos hijos de la pareja: Bertha, en 1894, y Gualter Adolpho, en 1903, futuro profesor de medicina legal. También en 1893, más precisamente en marzo, Lutz fue designado subdirector del Instituto Bacteriológico de São Paulo y, en octubre, director interino – asumiendo el cargo de manera efectiva en 1895. Lutz ejerció dicha función durante 15 años. Con sus auxiliares, realizó investigaciones relevantes sobre las enfermedades infecciosas endémicas y epidémicas en el estado y afrontó controversias con el ala mayoritaria del campo médico y de otros sectores de la sociedad. La bacteriología adquiría importancia en la salud pública, con los frecuentes brotes de cólera, fiebre tifoidea, disentería, fiebre amarilla y otras enfermedades. Los diagnósticos de Lutz y de otros profesionales más jóvenes que comenzaban a destacarse como bacteriólogos en Río se basaban en pruebas de laboratorio inaccesibles a la mayoría de los médicos. Lutz era el cuadro técnicamente más calificado entre los bacteriólogos brasileños, con mayor experiencia, más trabajos publicados y mejores relaciones con la comunidad científica internacional.

En 1908 se trasladó al Instituto Oswaldo Cruz (IOC) de Río, por invitación del propio Cruz. Juntos habían combatido años antes una epidemia de cólera en Vale do Paraíba. Lutz tenía una gran autoridad y gozaba de prestigio como científico. Ejercía una fuerte influencia “que incluso llegaba a intimidar” sobre sus allegados. “No por casualidad, las historias del doctor Lutz siguen contándose hasta los día actuales en los pasillos de la Fiocruz. Sigue fascinando”, escribió en el primer libro de la Obra completa Luiz Fernando Rocha Ferreira da Silva, profesor titular de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fiocruz. “Pero no era un timonel del porte de Oswaldo Cruz, no tenía las mismas cualidades de jefe, de aglutinador y formador de discípulos, y parecía abominar la publicidad inherente a la condición de hombre público”, analiza Benchimol. Cuando dirigió el Instituto Bacteriológico, rebautizado como Adolfo Lutz tras de su muerte, dejó siempre a cargo de Emílio Ribas la responsabilidad y los laureles de las grandes acciones públicas. Su ida al IOC parece tener relación con la posibilidad de reanudar las investigaciones en zoología y botánica que habían permanecido en segundo plano durante el tiempo que estuvo inmerso en la bacteriología y en la línea de frente de la salud pública.

Durante el período final de su vida, tuvo una producción relacionada a temas de interés médico o de importancia puramente biológica, ajeno a los conflictos de la institución.  “La densidad de su trayectoria científica le permitió a Lutz llegar más cerca que nadie de aquel espejismo de la torre de marfil en donde tantos científicos sueñan con vivir recluidos”, concluye Benchimol.

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