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Ambiente

Flancos vulnerables

Indicador mapea el impacto de los cambios climáticos en la salud pública en todos los estados

Son raros países del mundo, incluso los de la lista de los más desarrollados, que se han ocuparon de mapear cómo están vulnerables a los cambios del clima, aunque muchos sean signatarios de convenciones internacionales que recomiendan ese tipo de análisis. Y Brasil no huía de la regla. Produjo estudios aislados sobre el impacto de las alteraciones climáticas, por ejemplo, en ciertos cultivos agrícolas y en ecosistemas marinos y terrestres. Pero ahora, un grupo de investigadores de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), patrocinados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT), va a presentar un aporte importante en ese campo. Se trata de una metodología que podrá servir de base para que cualquier nación evalúe las amenazas del calentamiento a un flanco crucial, el de la salud pública. El resultado fue la creación de un indicador, el Índice de Vulnerabilidad General (IVG), compuesto por la ponderación de datos sobre la incidencia de algunas enfermedades, las condiciones de vida de la población y las oscilaciones del clima, que se propone a apuntar cuanto una cierta región está sensible a los daños de la transformación climática.

Coordinada por el epidemiólogo Ulisses Confalonieri, docente de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fiocruz, la metodología demoró tres años para ser concluida y aplicada en todos los estados brasileños. La principal conclusión es que la Región Nordeste, gracias a una combinación de pobreza, exposición a molestias y el cíclico fenómeno de la seca, es la que demuestra menor capacidad de soportar los efectos del calentamiento. El que se destaca n negativamente es el Estado de Alagoas. En la escala de 0 a 1, Alagoas exhibió un IVG de 0.64, el más alto del país. En seguida despuntan los estados de Bahía (0.46) y Pernambuco (0.44). En el otro extremo surgieron los estados de Río Grande del Sur (0.13), Mato Grosso del Sur (0.14), Distrito Federal (0.17), Paraná (0.18), Santa Catarina (0.19) y Goiás (0.20). “Ellos se revelaron menos susceptibles a los cambios y/o los más capaces de enfrentarlas”, dice Confalonieri, que participa, como coordinador del comité de salud, del Panel Intergubernamental sobre Cambios Climáticos (IPCC, en la sigla en inglés), grupo de científicos vinculados a las Naciones Unidas que evalúa el conocimiento existente sobre el cambio climático.

La ecuación desarrollada por la Fiocruz se inspira en la metodología del Índice de Desarrollo Humano (IDH), creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo con el objetivo de comparar la situación de los países a partir de indicadores de educación, longevidad y renta. El IVG es calculado a partir de la media aritmética de otros tres indicadores, también idealizados por el equipo de Confalonieri. El primero es el Índice de Vulnerabilidad Socioeconómica (IVSE), que combina 11 indicadores, cada cual con un peso específico, relacionados con demografía, grado de urbanización, renta, educación, saneamiento y salud. En ese aspecto, São Paulo y Santa Catarina revelaron los menores índices, respectivamente, de 0.10 y 0.15, en la escala de 0 a 1. En la otra punta, Alagoas (0.76), Maranhão (0.75) y Piauí (0.73) despuntaron como los más vulnerables.

Una segunda categoría de datos componen el Índice de Vulnerabilidad Epidemiológica (IVE), que tiene en cuenta la incidencia actual de enfermedades como el dengue, la malaria, el cólera, la leishmaniosis, la leptospirosis y las hantavirosis, endémicas prevalentes en el Brasil y sensibles a la variación climática. El caso clásico es el de la leptospirosis, cuyos brotes epidémicos se dan en áreas inundadas. De la misma forma, los extremos de precipitación también influencian el ciclo biológico de mosquitos transmisores de la malaria y del dengue. Los estados más susceptibles fueron Bahía (0.30) y Pará (0.31). En el caso de Bahía, los índices para el dengue, cólera, leptospirosis y leishmaniasis (cuatro de las seis enfermedades) se mostraron peculiarmente elevados. En tanto, con relación a  Pará, hay tasas elevadas de incidencia de dengue y malaria.

La tercera categoría de informaciones forma el Índice de Vulnerabilidad Climatológica (IVC), que clasificó las unidades de la Federación según la incidencia de las oscilaciones drásticas de precipitación, como secas e inundaciones, en los últimos 42 años. Alagoas, con un índice de 1 – en la escala de 0 a 1 -, presentó el mayor número de eventos extremos, seguido de Sergipe, Ceará y Maranhão, con índice de 0.55. Ya los estados de Acre (índice 0), Amazonas (0.01) y de Pará (0.01), aún en los meses en que sus niveles de lluvia son altos, no presentaron oscilaciones abruptas. “Los escenarios futuros asociados al calentamiento global incluyen, como hipótesis, mayor inestabilidad de fenómenos vinculados a las variaciones climáticas”, dice Confalonieri. “Esa inestabilidad potencializa la vulnerabilidad, porque es difícil prever su ocurrencia y proteger la población”, afirma.

Alagoas es el estado más vulnerable porque sufrió más eventos extremos de precipitación, ostenta alta densidad demográfica, la más alta tasa de pobreza, una de las menores tasas de servicios de saneamiento, la menor esperanza de vida al nacer y la más alta tasa de mortalidad infantil brasileña. También fue la unidad de la Federación con la mayor incidencia de cólera.

La temperatura media del planeta se elevó de 0.6 a 0.7 grados Celsius en los últimos cien años, de acuerdo con investigaciones divulgadas en revistas internacionales. Los cinco años más calientes desde el inicio de los registros climáticos modernos, en 1890, ocurrieron en la última década, según el Instituto Goddard de Estudios Espaciales, de la Nasa. La enorme mayoría de los investigadores del sistema climático cree que la causa del calentamiento son las emisiones de gases causantes del efecto invernadero promovidas por las industrias, los automóviles y las quemadas. El IPCC trabaja con varios escenarios climáticos para los próximos cien años, de dos tipos principales: con la estabilización o con el aumento de las emisiones de gases. En ambos se  proyectan aumentos de temperatura, de 1 a 6 grados Celsius. Los efectos pueden ser desastrosos, desde la elevación del nivel del mar hasta la desestabilización de ecosistemas, pero no hay modelos confiables que permitan vislumbrar el tamaño del estrago.

“Desde el  punto de vista de la formulación de políticas públicas, los estudios de vulnerabilidad son fundamentales para que los gobiernos tengan claridad sobre los problemas y puedan tomar decisiones duras, como maniobrar en las matrices energéticas”, dice el astro-geofísico Luiz Gylvan de Meira Filho, del Instituto de Estudios Avanzados (IEA) de la Universidad de São Paulo (USP).

La creación del IVG es un paso para mapear tales impactos en el área de la salud. “Ese trabajo es el primero con foco en la salud y cambios del clima y ayudará a crear políticas que actúen en el sentido de mejorar el control de enfermedades”, observa Haroldo Machado Filho, de la Coordinación de Cambios Climáticos del MCT, órgano que encomendó el estudio a la Fiocruz. No obstante, el propio autor de la investigación señala algunos límites de su metodología. El principal de ellos, dice Confalonieri, fue la delimitación del universo evaluado. “Analizamos el impacto vinculado a las enfermedades, pero hay otros factores vinculados a la salud, como la oferta de agua y de alimentos, que necesitan ser igualmente mapeados para dar un sentido más completo a la vulnerabilidad”, afirma.

Al principio, el MCT dio prioridad a un tipo de análisis, el inventario de las emisiones de gas carbónico en el país. El incentivo a investigaciones sobre la vulnerabilidad comenzó a surgir recientemente. Además del estudio de Confalonieri, fueron financiadas investigaciones dirigidas a temas específicos, como el impacto de los cambios climáticos en la muerte de arrecifes de corales.

Otra limitación fue el uso de un dato meteorológico simple – los índices de precipitación de los últimos 42 años -, cuando se sabe que eventos climáticos son tremendamente complejos. Es cierto que el actual estado de conocimiento no permite establecer escenarios regionales de cambios climáticos con gran precisión, pero existen modelos matemáticos que permiten simular, con un grado cada vez mayor de confianza, los efectos futuros del cambio del clima. “Hoy intentaría hacer ese análisis de una forma más abarcadora”, dice Confalonieri.

La metodología no contempla un fenómeno importante: la capacidad de adaptación de las poblaciones a los efectos de los cambios climáticos. Según Confalonieri, eso tiene peso en la situación de vulnerabilidad. Él cita un ejemplo: en los estados nordestinos, a pesar de la susceptibilidad elevada, una capacidad de adaptación se desarrolló a lo largo de siglos de sequía. La tendencia es que el labrador abandone su tierra por no tener que comer y va para la ciudad. Son conocidas las estrategias para reducir el éxodo, como los frentes de trabajo que garantizan alguna renta a los labradores.

Ya en la región amazónica, donde son raros los eventos extremos del clima, la capacidad de adaptación es menor. La calamidad provocada por la seca de  2005 mostró eso. Como los ríos se secaron, las poblaciones ribereñas perdieron la movilidad y una fuente de alimento, los peces. “Ellos saben adaptarse al exceso de lluvia, pero quedaron impotentes ante la seca”, dice Confalonieri.

Esa laguna deberá ser llenada por dos investigaciones que la Fiocruz se prepara para desarrollar. Una de ellas, a cargo de Confalonieri,  pretende recoger datos sobre el potencial de adaptación en nivel municipal en la Amazonia Central, en el entorno del municipio paraense de Santarém. La segunda también va a analizar la capacidad regional de adaptación, en un esfuerzo patrocinado por una organización no-gubernamental inglesa que también financiará estudios en otros países en desarrollo.

La elaboración de un mapa integrado de vulnerabilidad nacional fue una de las principales recomendaciones de un panel de 27 especialistas que se reunió en Brasilia hace dos años por invitación del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE), vinculado al Núcleo de Asuntos Estratégicos (NAE) de la Presidencia de la República. El encuentro actualizó el conocimiento científico a cerca de las amenazas. Un ejemplo: en el campo de la agricultura, el aumento de la concentración de carbono en la atmósfera tiene el don de aumentar la productividad agrícola, pero el exceso de lluvias puede acentuar la erosión de suelos frágiles. Un grande consenso unió a los especialistas – el diagnóstico de la vulnerabilidad depende, en mucho, de la inversión en nuevas investigaciones sobre agricultura, zona costera, ecosistemas y energía, con el objetivo de identificar a las poblaciones y áreas de mayor riesgo. El gobierno está preocupado con suplir esa deficiencia. El MCT ya comenzó a patrocinar una nueva zafra de investigaciones, algunas de ellas en las áreas propuestas por los especialistas.

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