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Entrevista

Gilberto Câmara: Por un nuevo programa espacial

El cerrado círculo en donde ocurren las investigaciones espaciales brasileñas comenzó 2006 estando bajo los reflectores. Dos hechos contribuyeron a eso. El primero es la inminente ida del teniente coronel Marcos Pontes al espacio. Después de ocho años, él deberá embarcar al final de este mes en la nave rusa Soyus 10 para una temporada en la Estación Espacial Internacional. El segundo hecho fue la nominación del ingeniero electrónico Gilberto Cámara para la dirección general del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe).

La atención recibida por el primer astronauta brasileño es fácil de entender -es hasta previsible. Pero la promoción de un director general del Inpe no acostumbra a llamar la atención. Normalmente quien dirige el instituto no tiene el hábito de hacer declaraciones polémicas o despertar la curiosidad de la comunidad científica. Escogido por un Comité de Busca del Ministerio de la Ciencia y Tecnología, Gilberto Cámara, 49 años, comenzó su gestión de modo diferente. Inmediatamente en la toma de posesión, en diciembre de 2005, se convidó para conversar con otros investigadores en la sede de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), en São Paulo, al  inicio de este año. En esa reunión, él dio la línea de su dirección: es preciso luchar por un programa espacial que sea del tamaño de Brasil. O, en otras palabras: los programas nacionales tecnológicos precisan estar volcados para las necesidades brasileñas. “No es sólo colocar un astronauta en el espacio”, dijo en esa ocasión. También se declaró abierto a las críticas y sugerencias que la comunidad científica desee hacer al instituto o a los programas desarrollados allá.

Natural de Fortaleza, Cámara cursó el Instituto Tecnológico de la Aeronáutica (ITA) e hizo toda su carrera en el Inpe, donde entró en 1980. En los últimos años viene liderando el equipo de investigación y desarrollo en geoprocesamiento y coordinó la Observación de la Tierra, un centro del Inpe que trabaja en los campos de sensoriamiento remoto y geoprocesamiento, análisis de recursos naturales y monitoramiento del medio ambiente. Publicó cuatro libros, más de 120 artículos, además de textos sobre política científica y tecnológica y divulgación de la ciencia. Es casado con Vera Lúcia, con quien tiene una hija, Anita, de 20 años, estudiante de filosofía.

Su interés por la ciencia rivaliza con la pasión por la música. “El mejor amigo del hombre no es el perro. Es el iPod. El iPod es el perro digital”, dice él refiriéndose al tocador de música y video digital, en la práctica una computadora portátil del tamaño de un radio pequeño que puede almacenar cientos de miles de fajas. Cámara oye música todo el tiempo: en el carro, en el trabajo, al caminar. Creó hasta un blog en donde intenta difundir la música contemporánea erudita. En él, escribe sobre Iannis Xenakis, Pierre Boulez o Béla Bartók, entre otros. En fin, un ingeniero ecléctico.

Desde que asumió la dirección general del Inpe usted ha predicado un re-posicionamiento del Programa Espacial Brasileño para adecuarlo al país. ¿qué necesita cambiarse?
Hoy tenemos una cuestión que remite a la lógica de desarrollo tecnológico que Brasil tuvo en los años 1970 y 1980. Los grandes programas tecnológicos de aquellos años, como el nuclear, el espacial y el de informática, por ejemplo, tenían una lógica que seguía el modelo de sustitución de importaciones. Deberíamos tener la tecnología aquí porque Brasil sería autónomo en cada una de esas áreas. La idea era: primero desarrollo toda la tecnología, después paso los resultados a la sociedad. Esa fue un poco la lógica de la política de informática. Se pagaba muy caro para tener una computadora mientras se desarrollaba la tecnología en Brasil. Ese modelo está en crisis. Yo digo que, en este modelo, Brasil está al servicio del programa. Hoy los programas nacionales tecnológicos necesitan estar volcados hacia las necesidades brasileñas. Ellos tienen que convencer a la sociedad de que van a resultar beneficios concretos, rápidos y operacionales. Y a partir de ese convencimiento la sociedad tiene que  disponerse a financiar la tecnología. Eso es lo que llamo un programa al servicio de Brasil o un programa espacial del tamaño de Brasil.

¿Usted puede dar algunos ejemplos?
¿Qué significa el “tamaño de Brasil”? Es algo que no se va, que no se pierde. Son las dimensiones geográficas que nosotros tenemos (por ejemplo, la Amazonas), las dimensiones ambientales (por ejemplo, el Pantanal, el Cerrado, el Semi-Árido nordestino, nuestras ciudades). Son también las dimensiones de demanda económica de la sociedad brasileña, en la cuestión de telecomunicaciones y GPS [Sistema Global de Posicionamiento por Satélite, en la sigla en inglés]. Todas esas son necesidades de la sociedad brasileña atendidas por el programa espacial. El ejemplo más evidente es el combate a la deforestación del Amazonas, en el cual el programa espacial tiene una contribución importante. ¿Qué mejorías podemos hacer en nuevos sensores y satélites para que nuestra capacidad de monitorear, controlar y evitar la deforestación en la región sea todavía mayor? Ese es un programa que parte primero de la necesidad de Brasil, y no de la sustitución de importaciones ni de la tecnología. Eso es lo que yo llamo un programa del tamaño de Brasil.

Ese cambio no depende sólo del Inpe, sino también de la Agencia Espacial Brasileña y del Ministerio de la Ciencia y Tecnología. ¿Cómo lidiar con esta cuestión?
Los estadounidenses tienen un término para eso: evangelización. O, como llamábamos anteriormente: ganar corazones y mentes. Esta cuestión es un debate que tiene que hacerse público. Queremos mostrar que tendremos un programa espacial coherente, más fuerte, que traerá beneficios, como una capacidad tecnológica mejor. Voy a dar un ejemplo: tenemos hoy el sistema de Detección de Deforestación en Tiempo Real, el Deter, que utiliza imágenes de los satélites americanos Terra y Acqua. Según las informaciones de la Nasa, ellos tendrán una vida útil de tres años más. Si quisiéramos continuar con la capacidad de monitoreo en tiempo real del Amazonas después de ese plazo tendremos que conseguir una solución. Eso sugiere que debemos lanzar, en el 2009, uno o más satélites que nos den esa capacidad diariamente. Esto es óptimo, porque señala una fecha firme. Es una fecha definida es la mejor cosa para un programa. Programas apenas volcados hacia la tecnología siempre pueden ser aplazados porque, en fin de cuentas, la autonomía tecnológica no tiene fecha para conseguirla. Entonces podemos aplazar uno, dos, o tres años  como sucedió con varios programas extremamente importantes en Brasil. Como en el área nuclear, por ejemplo. Es siempre un motivo para el área económica del gobierno decir: “Ah, pero si no tiene fecha, si sólo es una cuestión de autonomía tecnológica, la gente espera un año”.

El problema es que esos grandes proyectos tecnológicos están siempre comprometidos por la falta de dinero, lo que da un margen para más aplazamientos.
Al establecer metas y fechas, en verdad, lo que establecemos son desafíos. Con la mezcla adecuada de tecnología hecha en Brasil y alguna absorción de tecnología de afuera, nosotros vamos a conseguir cumplirlos. Lo que la historia de la ingeniería en el mundo muestra es que los grandes éxitos son hechos a partir de metas muy firmes establecidas en un cronograma. Los ingenieros son forzados a usar toda su habilidad, toda su creatividad, para resolver el problema. El ejemplo clásico es el discman de la Sony, un caso de ingeniería famoso. El jefe de los ingenieros de la Sony mandó a construir una pequeña caja de madera y dijo a su equipo: “Quiero un tocador de CD que tenga la dimensión de esta caja y un peso menor que 1 kilo. No me importa si ustedes van a colocar cigarras o grillos dentro de la caja, sino que busquen un modo de que eso produzca un sonido. Y quiero eso en un año”. Fue hecho.

¿En un año?
En un año. La historia se hizo famosa. Los ingenieros, durante madrugadas de insomnio, llegaban a considerar cambiar la caja por otra mayor. Pero no lo hicieron y construyeron lo que fue pedido. Hay otros ejemplos en los cuales el tiempo era una restricción y aún así los objetivos fueron alcanzados en el plazo establecido.

Ese es un ejemplo del área privada, acostumbrada con plazos y competencia. En el caso público sabemos que las complicaciones y los insomnios son mayores.
No hay dudas. Pero lo que sucede es que todos los ejemplos de los años recientes indican que hay una enorme restricción de la política económica y hasta, por extensión de la sociedad a programas tecnológicos sin fecha.  Lo esencial es que exista una meta y que ella sea una meta del Estado brasileño. Con eso tenemos chance – no quiere decir que siempre tendremos éxito – de influenciar al gobierno, para convencerlo de que habrá un beneficio para la sociedad y por eso las metas del cronograma tienen que ser cumplidas. Desdichadamente, el argumento de que -ciencia y tecnología es bueno para el Brasil- llegó a su límite de financiamiento.

Esto es, apenas hablar bien de ciencia y tecnología no resuelve nada.
Nada, nada. Ese discurso llegó al nivel de la trivialidad, o sea, él es aceptado por todos, nadie lo cuestiona. El peligro de un argumento de ese tipo es que él se agota en sí mismo. Es necesario que hayan bienes tangibles en el horizonte, beneficios palpables y ahí no tendremos dificultades de financiamiento.

¿Eso es válido para la ciencia y la tecnología en general?
Es válido. Un ejemplo que es un éxito, en el caso del Inpe, es el Centro de Previsión del Tiempo y Estudios Climáticos, el CPTEC. Nosotros establecemos un centro que, desde el inicio, tenía un carácter operacional. No era un centro de investigación en supercomputación para la previsión numérica de tiempo, que iría a general la capacitación para un servicio operacional en el futuro. El CPTEC tenía que generar previsiones del tiempo, en un determinado plazo de inversión, que mejorasen sustantivamente la capacidad de Brasil en ese sector. ¿Qué sucedió? Hoy nosotros tenemos la previsión del tiempo del Inpe, que está diariamente en los telediarios de la Red Globo.  Nuestra previsión de cuatro, cinco y hasta seis días es muy buena. Creamos un centro que tenía la meta de llegar hasta la previsión en los medios. Fue eso lo que nos ayudó a conseguir inversiones y nos llevó, inclusive, a combinar la investigación con la operación en un nivel diferente de aquel que la universidad, tradicionalmente, y hasta los institutos de investigación del gobierno, está acostumbrada a trabajar.

De cualquier manera, la investigación básica tiene como principio una gran elasticidad, una manera de trabajar que no lleva en cuenta esa operatividad deseada por usted. 
Nosotros estamos hablando de investigación básica. La small science, que es la ciencia de la investigación básica, del investigador, tiene una lógica universal. Hablamos de grandes programas nacionales que tienen un carácter de inversión de gobierno. Estos son programas en los cuales Brasil está trabajando con grandes tecnologías de grandes ciencias (big science). Cuando digo que el programa espacial tiene que tener el tamaño de Brasil, y no Brasil tener el tamaño del programa, digo que tenemos que revertir la lógica de operación de un programa de grandes inversiones como es el programa espacial.

Ahí hay una cuestión que viene siendo bastante discutida en los últimos meses. Los investigadores del área y hasta el ministro Sergio Rezende, de la Ciencia y Tecnología, tienen relativizado cada vez más la ida del teniente coronel Marcos Pontes al espacio. ¿Los 10 millones de dólares gastados con esa operación no podrían ser utilizados en otra dirección con resultados más palpables? 
Los recursos invertidos en el astronauta son pequeños ante el nivel de inversión que tenemos en el programa espacial. Por lo tanto, el dinero que estaríamos economizando con la no ida del astronauta no iría a resolver problema ninguno. No es el caso de dejar de hacer un satélite para lanzar un astronauta. Desde ese punto de vista, el gran mérito del vuelo del astronauta brasileño es el de conquistar los corazones y las mentes de la sociedad. El objetivo es decir -nosotros tenemos capacidad para tener un programa espacial-, de la misma forma que fue hecho en los Estados Unidos, en Rusia y en China. Es una inversión pequeña comparada con el volumen de recursos del programa, frente a la exposición a los medios que el hecho está teniendo y frente a colocar en la cabeza de la sociedad brasileña que el programa espacial puede ser pacífico, civil, con vinculación con las universidades.

La misión es acusada de tener poca expresión científica.
Científicamente la expresión de lo que el astronauta hará está limitado por las propias restricciones de una misión tripulada con experimentos en el espacio. Eso vale para el programa tripulado como un todo, no es sólo en Brasil. Hay poquísimas cosas en el espacio que no pueda ser hecha por robots o por elementos automáticos. Entre esas pocas cosas están los experimentos como el que el astronauta deberá hacer. Ocurre que una de las principales motivaciones de un programa tripulado es la conquista del espacio por el hombre. Es importante que Brasil señalice su participación en ese proyecto.

En esos 45 años de programa espacial, Brasil produjo solito dos satélites, hizo otros dos en cooperación con China y avanzó en el desarrollo de material propelente. Pero tuvo también sus reveses, como los tres vehículos lanzadores y de satélites que tuvieron éxito. ¿Considerando el tempo y lo que se gastó en el período, usted halla que el saldo es positivo?
La inversión en el programa espacial tiene una característica importante: él necesita plazos. El SCD-1 y el SCD-2, que son satélites de recolecta de datos, y el CBERS son casos en los que cumplimos las metas. La meta de tener un vehículo lanzador continúa siendo importante. Y la propia revisión que fue hecha en el programa de lanzadores está señalando deficiencias que, todo indica, están siendo suplidas por la nueva generación de lanzadores proyectada por el Centro Técnico Aeroespacial, el CTA. Espero que nosotros consigamos resolver ese problema. Pero lo principal de esa historia fue, haber en el proceso de construcción de satélites, también construido instituciones. En ese caso, el Inpe es un buen ejemplo que busca unir la relevancia de lo que hace con la excelencia y la calidad de sus trabajos. El Inpe tiene una lógica de funcionamiento, inclusive con programas de post-graduación, de formación de personas, de investigación, que construye una unión fuerte entre la investigación y la operación. Esta lógica permitió construir un centro de previsión del tiempo y diseminar la tecnología de sensoriamiento remoto en Brasil. Tenemos hoy un gran conocimiento sobre meteorología, climatología, geofísica espacial, sensoriamiento remoto y geoinformación en razón del trabajo del Inpe. Las conquistas no se limitan a los satélites. A largo plazo, uno de los resultados más importantes es el producir instituciones que dan respuestas. Aunque todos los satélites hubieran fallado, el Inpe aún tendría una respuesta fuerte porque no hicimos sólo el satélite – hacemos todas las tecnologías e investigaciones asociadas a ese programa de satélite.

Usted le dijo a Pesquisa FAPESP, en 2003, inmediatamente después del accidente de Alcántara, la siguiente frase: “No hay caminos baratos para la tecnología de punta, que cuesta caro en términos de inversión, gente y compromiso nacional”. Usted reclamaba que el programa espacial nunca tuvo inversiones a la altura.
O que las inversiones que son colocadas no son suficientes para el tamaño del programa. Continúo con esa idea. Esa frase es la motivación por la cual el programa espacial tiene que ser el tamaño de Brasil. Al hacer eso, el programa debe obtener resultados que convenzan a la sociedad a colocar inversiones en la magnitud que nosotros necesitamos. Queremos hacer un satélite de observación de la Tierra que tenga capacidad de reproducir imágenes del mundo entero, inclusive de Brasil, repetidas veces. Queremos también que él funcione operacionalmente, con confiabilidad, durante varios años. No se trata sólo de lanzar y funcionar una vez – eso no atiende ningún programa de la sociedad porque no será capaz de dar las informaciones que ella necesita.

¿Los gastos brasileños son comparables a los de otros países en desarrollo?
El programa espacial brasileño hoy tiene un nivel tope de 100 millones de dólares por año. China gasta más de 1,5 mil millones de dólares, la India está gastando 600 millones de dólares. Es una diferencia brutal. Nosotros consideramos que, en un país del tamaño del nuestro, ese programa no refleja lo que él podría ser para atender a la sociedad. Sólo que para que convenzamos a la sociedad – y también a los ministros de Planificación y de Hacienda – de que necesitamos tener un presupuesto comparable al presupuesto de la India es necesario mostrar que habrá beneficios muy concretos. No basta decir que ellos tienen un presupuesto seis veces mayor que el nuestro.

¿Hay chances reales de que el programa espacial sea plenamente retomado este año?
Yo creo que son reales. El Inpe trabaja arduamente en la finalización del satélite CBERS-2B, en colaboración con China, para el lanzamiento en este año o como máximo al inicio del año que viene. Nosotros estamos construyendo el CBERS-3, cuyo lanzamiento va a ocurrir al final de 2008 o al inicio de 2009. Eso indica que estamos en plena carga de trabajo. Nuestros equipos están trabajando con mucho ahínco para mantener el cronograma del programa dentro de los requisitos de la sociedad. El CBERS no puede parar. Entonces, el CBERS-2 ya está en el aire hace casi dos años y medio y nosotros tenemos que tener el CBERS-2B en el aire a tiempo de que cuando el CBERS-2 complete su vida útil, él ya entre en operación.

Vamos a hablar ahora del Inpe como institución. ¿Cómo será la relación con la Agencia Espacial Brasileña con los cambios que ocurrieron el año pasado, cuando el presupuesto del Inpe pasó a estar subordinado a la agencia?
Creo que los cambios tienen un impacto menor que lo que ha sido dicho. Lo más importante hoy es que exista una forma de trabajar en la cual el INPE sepa cual es su misión y la agencia sepa cual es la de ella. La agencia es el gran órgano de política espacial. Es donde son tomadas las macrodecisiones, del tipo “vamos a hacer un programa con China”, “vamos a hacer un satélite de recolección de datos”, “vamos a hacer un lanzador en cooperación con Rusia”. Y, al decidir lo que se va a hacer, escoger si será el CTA o el Inpe, que son los órganos de ejecución. Creo que, si todos supieran trabajar en conjunto, hay una sinergia posible, necesaria y positiva entre la agencia y el Inpe. Aunque el Inpe no sea subordinado a la agencia, es ella la que define el programa espacial. En esa materia, el Inpe no puede tomar decisiones solito. O sea, si quisiéramos cambios o ajustes en el programa, tenemos que convencer a la agencia de que son necesarios.

¿Tenemos ahí, entonces, un problema de organigrama?
No lo creo. Por lo menos no como algo fundamental. La agencia, para mí, representa al gobierno. Se puede decir que la agencia es el órgano del gobierno que dice al Inpe cuales son los límites de su actuación. Una institución del tamaño del Inpe está condicionada por factores externos.  Todo lo que hacemos es negociado. es inviable que yo transfiera la autonomía de un laboratorio universitario, donde el investigador tiene completa libertad con su alumno para la definición de la tesis de doctorado, para una institución del tamaño del Inpe. Es inviable el imaginar que podamos simplemente decidir lo que hacer a partir de nuestra cabeza. Si quisiéramos influenciar al Brasil, tenemos que aceptar que  Brasil nos influencie. No podemos tener una actitud de redoma, de decir “nosotros sabemos lo que Brasil necesita”.

Eso nos lleva a otra cuestión. La comunidad científica, de modo general, considera el Inpe un instituto muy cerrado, de decisiones verticales, poco permeable al debate. ¿Por qué eso sucede?
Creo que esa percepción es absolutamente correcta. El Inpe tiene un encuentro fracasado con la sociedad y tiene tarea por hacer, que es disponerse  al diálogo y a la crítica con todo sector de la sociedad, incluyendo ahí a la comunidad científica. El Inpe tiene una tradición de no exponerse al debate, de cerrarse y de servirse de auto-referencia, de bastarse. Eso no es satisfactorio para los días corrientes. La institución tiene una tradición de bunker, de casamata.

¿Esa tradición tiene que ver con algún tipo de militarización de la institución?
No directamente. El Inpe no corre, no corrió y no correrá el riesgo de militarización. Pero tiene que ver con su herencia. Evidentemente el programa espacial nació dentro de un locus que tiene una herencia militar, que es São José dos Campos. Hasta hoy hay una enorme lógica militar y estratégica en la ciudad, que nunca tuvo universidad pública. Eso hace la diferencia.

¿Por qué?
El hecho de que São José dos Campos sea, una de las ciudades tecnológicas de São Paulo, la única que no tiene universidad pública de gran porte, ya sea estadual o federal, hace toda la diferencia. No tenemos espacio de debate aquí. São José es una ciudad de ingenieros. Los sociólogos hacen falta. Los ingenieros no discuten, hacen. Al Ingeniero no le gusta discutir, ni justificarse. Lo que le gusta es hacer. Entonces, a él no le importa quien está mandando a hacer, lo importante es hacer el artefacto, ya sea un satélite, una bomba, un avión o una computadora. La realización del ingeniero está en el acto de realizar, de construir. La falta que hace tener una reflexión familiar más amplia, humanística, que es lo que traería una universidad pública en São José dos Campos, es enorme. Al perpetuar en la ciudad y en el Inpe la lógica del ingeniero que no discute y que hace, se crea la mentalidad de bunker. Pero eso no puede continuar. Yo fui el primer director del Inpe que fue a la SBPC a debatir abiertamente con la comunidad científica. Y voy a hacer eso siempre con todos, de una forma clara y abierta. Es muy cómodo no tener que dar explicaciones a nadie. La democracia da trabajo.

¿Internamente no hay un consejo que reciba esa presión de abajo?
Hoy existe un Consejo Técnico-Científico (CTC), pero estamos redimensionando su papel de tal forma que los miembros internos del consejo tengan una capacidad mucho mayor de influenciar las acciones de la dirección que la que tuvieron en el pasado. Con reuniones frecuentes, con discusiones, con debates internos. Yo soy el primer director del Inpe que responde e-mail de funcionario, sólo para que usted tenga una idea. Cuando no nos disponemos a discutir el debate no existe.

¿Cuáles son las prioridades científicas para los próximos diez años, hasta el 2015?
Estamos iniciando un programa de planificación de la institución, para lo cual estamos contando con el apoyo del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE), del Ministerio de la Ciencia y Tecnología, y del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp. Es un programa que envolverá los diagnósticos de los ambientes interno y externo, que llevará a la definición de grandes metas para la próxima década. Ya existe, colocada como un desafío científico fundamental para el Inpe, la creación de lo que llamamos por el momento Centro de Ciencia del Sistema Terrestre, una de las respuestas que  Brasil tiene que dar al desafío de entender lo que son los cambios globales y cómo ellas van a afectar a la sociedad. Es algo que junta la capacidad del modelado climático para el futuro, el proceso de cambios globales, con la capacidad de entender los cambios de uso del suelo y otras que el hombre está provocando en la naturaleza. Necesitamos entender las condicionantes de esos cambios y también las consecuencias de eso sobre el ambiente humano. Esa ciencia del sistema terrestre es una ciencia multidisciplinaria de la cual el Inpe tiene hoy una parte. Tenemos hoy algunos grupos muy buenos en meteorología y climatología, en sensoriamiento remoto y otro en geofísica. Faltan grupos buenos en ciencias humanas. Pero ellos aún harán parte del Inpe en 2015, dentro de un centro multidisciplinario y multi-institucional. La introducción de la Ciencia del Sistema Terrestre como disciplina de trabajo y como meta es una imposición de los cambios globales sobre Brasil. De nuevo: es el programa del tamaño de Brasil. Brasil es uno de los países que tiene el mayor potencial para que sea afectado por los cambios globales negativamente. Mientras que Rusia puede tener una estepa menos fría, nosotros vamos a tener un Cerrado más caliente. Por lo tanto nuestra agricultura puede sufrir mucho con las condiciones climáticas, así como el agronegocio y la disponibilidad de agua para nuestras ciudades, por ejemplo.

¿Usted piensa en esos proyectos a mediano plazo?
Necesitamos instalar ese tipo de competencia hasta el 2015 para pensar en el Brasil del 2030, 2040 y 2050. Pero el sueño se construye un día cada vez. El Inpe tiene una tradición de trabajo multidisciplinario. Falta montar los rompecabezas para construir ese Centro de Ciencia del Sistema Terrestre. ¿Es posible que un día nosotros contratemos sociólogos? Claro, yo ya fui orientador de tres arquitectos en la post-graduación. Uno de mis proyectos de investigación es el Políticas Públicas de la FAPESP con el centro de post-graduación en servicio social de la PUC de São Paulo, con la profesora Aldaíza Sposatti. Entonces no se espante si un día el Inpe abre vacantes para contratar sociólogos y antropólogos.

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