Léo RamosEn los adolescentes, la pérdida de tan sólo un 8% del sobrepeso, el equivalente a una reducción que va de 6 a 11 kilogramos (kg) de su masa corporal, puede ser suficiente como para contrarrestar las alteraciones metabólicas causadas por la obesidad, mantener el apetito bajo control y salir de la franja de riesgo de padecer diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, que normalmente se asocian con la obesidad. “No se necesita perder 20 kg en poco tiempo, como suele intentarse hacer, para evitar los problemas de salud que se agravan con el sobrepeso”, dice Ana Dâmaso, docente de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) y coordinadora del estudio interdisciplinario que arribó a tales conclusiones. Durante un año, médicos, nutricionistas, psicólogos, profesores de educación física y fisioterapeutas trataron a 77 adolescentes de entre 14 y 19 años con pesos entre 101 y 120 kg, estimulándolos a perder peso gradualmente, mediante ejercicios físicos y la adopción de una dieta más rica en verduras y frutas, como así también con hábitos de vida más saludables, como por ejemplo dormirse más temprano y durante por lo menos ocho horas, en lugar de pasarse la noche en internet comiendo papas fritas.
Otros estudios habían asociado ya la obesidad con el aumento de riesgos de padecer diabetes tipo 2, hipertensión, cáncer, afecciones renales, pancreáticas y hepáticas, además de dificultades para dormir, y detectado que una pérdida de 5 kg en el peso reducía el riesgo de diabetes a la mitad. Ahora, con estos nuevos estudios, comienza a definirse un valor de reducción del peso ‒por confirmarse o ajustarse mediante otros estudios‒ necesario para reordenar al organismo. Los avances son relevantes, pues los adolescentes representan un grupo de riesgo en cuanto a problemas de salud: se estima que la incidencia del sobrepeso entre los adolescentes brasileños se ha triplicado ‒pasó del 4% al 13%‒ durante la última década. Según datos del Ministerio de Salud, un 20% de los adolescentes y un 48% de la población se hallan por encima del peso recomendado para su edad y su talla. “Cuanto más pronto trabajamos con adolescentes obesos y les proponemos cambios en su estilo de vida, menor será la carga de dolencias crónicas entre adultos y menores los gastos del sistema de salud pública”, dice Danielle Caranti, quien durante su doctorado trabajó con adolescentes obesos en un hospital de enfermedades metabólicas de Italia antes de comenzar a tratar adultos en la Unifesp de Santos, en 2010.
Los adultos obesos probablemente deberán perder mayor peso que los adolescentes para mitigar las alteraciones metabólicas provocadas por la obesidad. Según un estudio en curso con 43 pacientes con edades entre 21 y 60 años que se lleva adelante en la Unifesp de Santos, los niveles de hormonas que controlan el apetito y los procesos inflamatorios derivados del exceso de peso pueden hallarse hasta tres veces por encima de lo normal, lo que exige por ello mayor esfuerzo y tiempo para recobrar los niveles considerados saludables. Según Danielle Caranti, coordinadora de esa investigación, los resultados preliminares señalaron que, en adultos, la reducción mínima de masa corporal necesaria para normalizar los niveles de las principales hormonas relacionadas con la obesidad parece hallarse en el orden del 10% al 20%, y sólo se llega a ese valor luego de un año de ejercicios físicos y ajustes en la dieta y en el estilo de vida. Un estudio reciente del grupo de Mario Saad en la Universidad de Campinas (Unicamp) indicó que, en ratones, la práctica de ejercicios físicos, más allá de quemar calorías, como ya se sabía, contribuye a reducir la inflamación en las neuronas del hipotálamo, la región del cerebro que regula el hambre, y a restablecer la saciedad (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 173).
Esos trabajos apuntan que es importante perder peso gradualmente, para darle tiempo al organismo a restablecer el equilibrio perdido, en lugar de adelgazar mucho de repente. “Cuando se adelgaza muy rápidamente, la grasa abdominal tiende a desplazarse hacia el hígado y el corazón”, dice Ana Dâmaso. Para evitar la euforia por perder peso velozmente y recuperar todo enseguida, los investigadores proponían a los adolescentes la meta de perder entre 0,5 y 1,5 kg semanales, y algunos, luego de un año de tratamiento, perdieron hasta 22 kg.
Otra conclusión adoptada por ciertos grupos de investigación, consiste en que a la obesidad debe tomársela como una enfermedad crónica multicausal y, por ende, debe tratársela de un modo integral. Tanto los adolescentes como los adultos se sometieron a una terapia interdisciplinaria de reducción de peso que Ana Dâmaso conoció en Alemania en 2002 e implementó en la Unifesp dos años más tarde. En los últimos años, tal abordaje ha sido aplicado y evaluado por otros grupos de investigación en los estados de Paraná, Pernambuco y São Paulo, con una extensión variable entre 3 y 12 meses.
Mediante esta estrategia, médicos, educadores físicos, fisioterapeutas, psicólogos y nutricionistas adoptan los mismos objetivos y proponen modificaciones en el estilo de vida para adolescentes y adultos. “Debemos atacar la obesidad en varios frentes, simultáneamente”, dice Danielle Caranti. En principio, resulta más sencillo adelgazar siendo adolescente, aunque los adultos obesos también logren modificar sus hábitos. Joana Ferreira, del grupo de la Unifesp, comprobó que el consumo diario promedio de calorías en un grupo de 49 adultos obesos pasó de 2.195 kilocalorías (kcal) a 1.603 kcal, y la compulsión alimentaria descendió del 23,8% al 4,8% entre los obesos moderados y del 9,5% al 0% entre los obesos mórbidos, desde el comienzo hasta el final de un tratamiento de seis meses.
Beneficios
Los frutos son proporcionales a la pérdida de peso, según el artículo publicado este mes en la revista Clinical Endocrinology. El primero de los cuatro grupos en que se dividió a los adolescentes, luego de un año de tratamiento perdió hasta 5,8 kg, es decir, un 3,4% de su masa corporal. Los 19 chicos y chicas de ese grupo presentaron una reducción en su nivel en sangre de la principal hormona que regula el apetito, la leptina, aunque no a punto tal de recobrar el valor normal de 24 nanogramos por decilitro (obsérvese el gráfico).
Los resultados y beneficios para la salud fueron más evidentes a partir del segundo grupo con 19 integrantes, que adelgazó entre 5,8 y 10,9 kg, el equivalente al 8% de su masa corporal. El nivel medio de leptina en dicho grupo era mayor, pero descendió de manera más pronunciada, llegando casi al nivel normal. De acuerdo con ese estudio, la reducción del índice de leptina propició el adelgazamiento y contribuyó a la reducción del denominado proceso inflamatorio subclínico, característico en la obesidad, que eleva el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. A partir de una reducción del 8% de la masa corporal, los niveles de grasa abdominal y en el hígado recobran niveles normales.
Léo RamosLos 19 integrantes del 3º grupo perdieron entre 11 y 16 kg, es decir, un 12% de su masa corporal. Más allá de exhibir reducciones incluso más acentuadas de leptina, se redujeron sustancialmente algunos factores del denominado síndrome metabólico, caracterizado por el exceso de azúcar y lípidos en sangre y una presión arterial elevada. También se normalizaron los indicadores de riesgo para afecciones cardiovasculares: el nivel de triglicéridos, calculado mediante análisis de sagre, y el espesor de la pared de la arteria carótida a la altura del cuello, medida por ultrasonido.
Los 20 integrantes del grupo 4 perdieron como mínimo 16 kg, es decir, un 19% de su masa corporal, y obtuvieron mayores beneficios: la concentración de colesterol de baja densidad y la presión arterial retornaron a los niveles considerados normales. Sólo en ese grupo, el nivel de adiponectina ‒la principal hormona que inhibe los procesos inflamatorios, reduce el riesgo de problemas en el corazón y en los vasos sanguíneos y contribuye a regular la acción de la insulina y la absorción de glucosa‒ aumentó a punto tal de llegar a lo normal y reordenar nuevamente el metabolismo de los adolescentes.
Transpirar más, comer mejor
Los beneficios surgen de varios tipos de adaptaciones y modificaciones en el estilo de vida. Los adolescentes participaron en un programa de adelgazamiento que demandó un año e incluía cuatro frentes de acción. El primero eran los exámenes médicos mensuales, con análisis de sangre y ecografías.
El segundo, el tratamiento psicológico individual y grupal para identificar y controlar la depresión, la ansiedad o la compulsión alimentaria, que inducen a comer en demasía, pero no siempre se las tiene en cuenta en los tratamientos de reducción del peso. En un estudio publicado este año en el British Journal of Medicine & Medical Research, un equipo de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), luego de entrevistar a 128 adolescentes obesos (76 chicas y 52 muchachos), comprobó que la ausencia de autocontrol y la falta de contención social eran las principales barreras para la pérdida de peso.
El tercer frente de actividades consistía en tres sesiones semanales de una hora de ejercicios físicos aeróbicos y de musculación para inducir la quema de grasas. En Santos, al no contar con un sitio específico para las actividades prácticas del grupo de investigación, Danielle Caranti hizo que su grupo de 40 varones y mujeres con exceso de peso corriera, bailara y saltara en un anfiteatro o en el sector externo de la universidad. Los investigadores les proponían a los adolescentes y adultos que continuaran la práctica habitual de ejercicios fuera de las sesiones de gimnasia, realizando caminatas, surf, canotaje, subiendo escaleras o bailando.
El cuarto consistía en consultas semanales con nutricionistas. “Muchos deseaban comer mejor, pero no sabían qué comer”, comentó Deborah Masquio, una de las nutricionistas del grupo. En uno de los salones, los adolescentes ‒con los ojos vendados‒ probaron diferentes alimentos, tales como brócolis, zanahoria, melón y papaya. “Muchos decían que no les gustaban, ¡pero nunca los habían probado!”, afirmó.
El cambio en el estilo de vida incluía también masticar más como forma de controlar el apetito. “Quien engulle come más de lo que realmente necesita para mantener el peso”, advertía Masquio. Una vez por mes, las nutricionistas subrayaban la importancia de variar los alimentos mediante charlas con los padres de los jóvenes, que, en general, también presentaban sobrepeso (tan sólo un 11% se ubicaba en un rango de peso recomendable para su altura y edad).
Muchos abandonaron el tratamiento ‒de los 132 adolescentes que comenzaron el tratamiento de un año, solamente 77 lo finalizaron‒ porque los resultados tardaban en aparecer. La reducción de peso y el cambio de imagen corporal fueron más evidentes una vez transcurridos seis meses del inicio del programa. “Las chicas comenzaron a arreglarse más, a pintarse los labios y a peinarse con mayor esmero”, señaló Ana Dâmaso.
A medida que adelgazaban, los adolescentes perdían talle, por lo que sus ropas ya no les servían, mientras notaban cómo la ansiedad, que los hacía comer con avidez, se desvanecía. Algunos perdieron hasta 25 kg, debiendo atravesar una readaptación corporal para reaprender a caminar o a subir escaleras, pero no todos perdieron peso. En diciembre de 2011, durante la última entrevista con los investigadores, una adolescente de 15 años se disculpó, puesto que ella no había adelgazado y creía que los había decepcionado. Pero luego les pidió que no se preocuparan porque había logrado volver a pasear por el shopping y ya no sentía vergüenza de sí misma, como consecuencia de la ayuda psicológica que había recibido.
Proyectos
1. Incidencia de la hiperleptinemia en las respuestas inflamatorias y aterogénicas en adolescentes obesos; Modalidad Línea Regular de Ayuda al Proyecto de Investigación (2011/50414-0); Coord. Ana Dâmaso/ Unifesp – Santos; Inversión R$ 68.026,14 (FAPESP).
2. Efectos de la terapia interdisciplinaria en el control del síndrome metabólico en adultos obesos y su relación con las adipocinas pro y antiinflamatorias (11/51723-7); Modalidad Línea Regular de Ayuda al Proyecto de Investigación; Coord. Danielle Arisa Caranti/Unifesp – Santos; Inversión R$ 228.228,51.
Artículos científicos
MASQUIO, D.C.L. et al. The effect of weight loss magnitude on pro-/ anti-inflammatory adipokines and carotid intima-media thickness in obese adolescents engaged in interdisciplinary weight loss therapy. Clinical Endocrinology. 79, p. 55-64. 2013.
LOFRANO-PRADO, M.C. et al. Reasons and barriers to lose weight: obese adolescents’ point of view. British Journal of Medicine & Medical Research v.3, n.3, p.474-82. 2013.
CARVALHO-Ferreira, J.P. et al. Interdisciplinary lifestyle therapy improves binge eating symptoms and body image dissatisfaction in Brazilian obese adults. Trends in Psychiatry and Psychotherapy, v. 34, p. 223-33. 2012.