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Especial

Instituto de Botánica gana espacio y da cátedra de ciencia

Con nuevas instalaciones, crecieron las líneas de investigación

La modernización de los laboratorios del Instituto de Botánica ya comienza a dar los primeros frutos. Las investigaciones despegaron a un ritmo que sorprende hasta a los propios investigadores y la preparación de los trabajo científicos para publicación también está más acelerada. El laboratorio de Ficología, por ejemplo, ya reunió más de 3.500 muestras de algas de agua dulce y salada, recolectadas en cuatro décadas de dedicación. El investigador Carlos Bicudo, que coordina en el Programa Biota-FAPESP el censo de las especies de algas que se encuentran en São Paulo, está animado y afirma categórico: “Producimos más en estos últimos dos años que en los 40 anteriores”. Con mejores condiciones de trabajo y equipos más modernos, los resultados son evidentes. El primero de los 13 volúmenes sobre la fauna de algas del estado está listo para ser publicado. “Ahora, las investigaciones salen. Es una línea de producción”, dice Bicudo.

Pero no siempre fue así. Creado en 1938 con el objetivo de desarrollar investigaciones en el área de botánica para subsidiar la política ambiental del estado y mantenido por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente, los 18 edificios del instituto, que albergan laboratorios, herbarios, palinoteca (colección de polen), xiloteca (muestras de maderas) y el Museo del Jardín Botánico, fueron construidos en las décadas de los años 60 y 70 y hace más de 20 años que no recibían ninguna inversión en infraestructura.

El apoyo de la FAPESP, de cerca de 2.2 millones de reales, permitió recuperar la infraestructura de investigación, deteriorada después de años de adaptaciones, como ocurría en el edificio del laboratorio de Ficología. Construido para abrigar un herbario, no era nada apropiado para el estudio de algas. En otros laboratorios, la humedad provocada por filtraciones y goteras generaba la proliferación de hongos indeseables en las paredes, como en el de Micología, donde trabaja el investigador Adauto Ivo Milanez, que dirigió el instituto entre 1995 y 1999. Era una amenaza constante de contaminación para los otros hongos, cultivados con finalidades específicas. En la sección de palinología, los estudios con polen también estaban comprometidos. Los oxidados marcos de las ventanas no cerraban adecuadamente y el polen de los árboles que rodean el instituto invadía el laboratorio en la época de la floración y contaminaban las muestras.

Los fondos del Programa de Infraestructura se utilizaron para reformar los ambientes de trabajo, recuperar la red hidráulica y eléctrica, las instalaciones y los equipamientos. Y los resultados no se hicieron esperar, en la cantidad de trabajos producidos y en la calidad. Maria Amélia Vitorino da Cruz Barros, jefe de la sección de Dicotiledóneas, de la División de Fitotaxonomia, está entusiasmada. El laboratorio adquirió cuatro nuevos microscopios, tres comunes y uno fotónico, acoplado a una cámara y una impresora. “El fotónico revolucionó nuestro trabajo”. El haz de luz de este microscopio efectúa cortes que permiten visualizar y medir de forma precisa las estructuras de las camadas del polen, cuyos granos pueden llegar a 2 micrómetros de diámetro. Conectado a otros medios informatizados, el aparato acelera la preparación de artículos científicos. “Un trabajo que antes llevaba tres meses hoy se realiza en apenas un mes”, afirma Maria Amélia. Por permitir la identificación de especies vegetales, el estudio de polen tiene grandes aplicaciones en programas de preservación ambiental. A partir de muestras recogidas en el suelo de las regiones ya devastadas, los investigadores pueden identificar las especies que crecían en el lugar, incluso obtener, por deducción, datos del clima, lluvias e indicar qué animales habitaban la región.

En el laboratorio de Fisiología e Bioquímica de Plantas, las cinco nuevas cabinas (antes eran dos) mejoraron las condiciones de almacenamiento de los reactivos y solventes orgánicos, lo que aumentó la seguridad. Las salas de cultivos climatizadas permiten evaluar mejor la respuesta de las plantas ante estímulos que afecten su desarrollo y provoquen cambios bioquímicos. Para el investigador Edson Paulo Chu, sin estas reformas, difícilmente el laboratorio lograría hacerse cargo de los proyectos. En la línea de investigación con plantas medicinales, una sustancia con actividad anticancerígena está prácticamente lista para ser probada en animales.

Libre de moho y de otros obstáculos técnicos, Milanez tiene un motivo más para retrasar su jubilación. Sus investigaciones con hongos también indican resultados prometedores. Especialista en hongos del Bosque Atlántico, estudia ahora los del Cerrado (sabana). “Queremos descubrir qué hongos existen en el suelo y qué papel pueden jugar en la agricultura”, explica. Milanez cree que algunas especies podrían ser eficaces agentes naturales contra plagas agrícolas o para la recuperación de suelos contaminados por residuos industriales y explotación mineral.

Pero Milanez señala otros resultados positivos del Programa de Infraestructura. El Instituto de Botánica está ahora en condiciones de recibir más alumnos y ya hay interés en la creación de una carrera de maestría sobre biodiversidad.

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