Un arma secreta en el combate contra la malaria, una enfermedad que anualmente afecta a más de 500 millones de personas en el mundo, sobre todo en las regiones más pobres, puede estar en el intestino de un mosquito. Entre los parásitos causantes de la enfermedad, el Plasmodium falciparum es el más común y responsable de la forma más grave. Pero solo completa su ciclo de vida después de pasar por el sistema digestivo del mosquito Anopheles, que consume sangre infectado de mamíferos enfermos y después inocula los parásitos en las víctimas siguientes. El grupo del bioquímico brasileño Marcelo Jacobs-Lorena, radicado en el Instituto de Investigación de la Malaria de la Universidad Johns Hopkins de Salud Pública, Estados Unidos, acaba de describir en artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) detalles de como P. falciparum se fija al intestino del mosquito. El secreto está en el carbohidrato glicosaminoglicana con sulfato de condroitina, que el parásito reconoce y al cual se vincula. Los investigadores inhibieron la producción de ese carbohidrato en mosquitos vivos y con eso redujeron en hasta 95% la infestación por P. falciparum en los intestinos de los insectos. La identificación del sulfato de condroitina puede ser el paso inicial para una potencial vacuna contra la malaria, objetivo aún distante de ser alcanzado. Primero es necesario descubrir cuál proteína del plasmodio reconoce esa glicosaminoglicana para posteriormente usarla como objetivo para bloquear la transmisión del parásito. Es más munición para el arsenal de Jacobs-Lorena en la lucha contra el paludismo: la edición de agosto de la PNAS se refiere a otra proteína identificada por su grupo, la aminopeptidasa, que también puede ser objetivo de vacuna bloqueadora de transmisión.
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