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John Beddington

John Beddington: El Sir de la ciencia

El consejero científico en jefe del gobierno británico narra cómo participan los científicos en la formulación de políticas públicas

John-Eduardo CesarJohn Beddington, consejero científico en jefe del gobierno de Reino Unido, combina habilidades de científico, diplomático, articulador y movilizador de amplia visión. Representa a los investigadores de las universidades y le muestra al gobierno británico comenzando por el primer ministro, David Cameron, a quien se reporta cómo utilizar el conocimiento científico para sustentar sus decisiones. Luego de asumir su cargo, en 2008, convenció a 17 ministros del Estado para darles espacio a los consejeros científicos, actualmente activos en áreas tan variadas como educación, medio ambiente y transportes. Beddington se reúne con los otros consejeros todos los miércoles en un desayuno: es cuando crean estrategias para trabajar en conjunto. Siempre que surgen emergencias, tales como la gripe porcina, o el caos aéreo del año pasado, causado por el esparcimiento de las cenizas de un volcán de Finlandia, o el accidente nuclear de Japón, él articula grupos de expertos que rápidamente le sugieren al gobierno la forma de actuar frente a las crisis.

Beddington es Professor, el equivalente a profesor titular en Brasil, de biología aplicada en el Imperial College London, y Sir, título de nobleza otorgado por la propia reina de Inglaterra. En su anterior cargo en el gobierno, como jefe de ciencia y tecnología, verificó que no existía un registro de cuántos ingenieros y científicos trabajaban para el gobierno. Entonces comenzó a propiciar encuentros entre ellos, aunque fuesen de distintas áreas. Formamos una comunidad de científicos gubernamentales, con alrededor de 4 mil integrantes, nos encontramos varias veces al año y poseemos un sitio web, de tal manera que todos los científicos o ingenieros que trabajan para el gobierno ahora cuentan con la oportunidad de hablar unos con otros, contó.

Poco después de haber asumido el puesto de consejero jefe para asuntos científicos del gabinete de Ciencia y Tecnología de Reino Unido, Beddington visitó Brasil por primera vez en 2008. Regresó en mayo de este año: el día 10, visitó Embrapa (la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) y el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Al día siguiente, como parte de una reunión de los coordinadores de los proyectos aprobados en el marco del Programa FAPESP de Investigación sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG), realizó una presentación en São Paulo sobre lo que él denomina como tormenta perfecta, la combinación entre el crecimiento de la población mundial y de las ciudades, la demanda creciente de alimentos y energía y los cambios climáticos. Luego, acompañado por una delegación compuesta por representantes de universidades y agencias británicas de fomento de la investigación, participó en la firma de convenios de cooperación científica y tecnológica entre la FAPESP y las universidades de Nottingham y Southampton, y atendió a dos reporteros de esta revista para mostrar de qué manera él y su grupo de consejeros científicos resuelven y anticipan problemas.

¿Cada ministro de gobierno del Reino Unido cuenta con un consejero científico?
Sí. Mi trabajo es complicado, ya que ciencia y tecnología es un asunto muy amplio. Por eso, luego de mi asunción, estaba claro para mí que debería haber un consejero científico en cada ministerio. Hay un consejero científico en el Ministerio de Energía y Cambios Climáticos, otro en el de Medio Ambiente, en Transporte, en Agricultura y Ganadería, en Alimentación, en el Ministerio de Defensa, y así sucesivamente. Hay un consejero científico en el Ministerio de Educación. El único ministerio que no cuenta con uno es el de Finanzas, y estamos negociando para que el gobierno nombre uno. Discutimos con los ministros y adoptamos una definición amplia de lo que es un consejero científico, que incluye a investigadores sociales, ingenieros y economistas.

¿Por qué el Ministerio de Finanzas no cuenta con un consejero científico?
Buena pregunta. Ya he tratado ese tema con el ministro de Finanzas, porque ya contamos con consejeros científicos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en el de Justicia y en el que se ocupa de los asuntos internos, sólo el de Finanzas no tiene. Por eso estamos discutiendo seriamente ese tema. Una de mis tareas consiste en dirigir el programa de anticipación. Por ejemplo, ¿qué tipo de problemas tendremos de aquí a cinco, 10, 20 ó 50 años? Hemos concluido un amplio estudio, de 400 páginas, con 400 investigadores de 35 países, sobre el futuro de la alimentación y de la agricultura, que incluye un análisis de Brasil, a cargo de Embrapa. Para demostrar cómo la ciencia es importante para las finanzas, otro estudio trata acerca del futuro de las negociaciones financieras. Existen dos preocupaciones principales en esa área. La primera es que una cantidad creciente de negociaciones financieras actualmente se realiza por medio de algoritmos en computadoras. La segunda es que la velocidad con que se realizan esos negocios en las bolsas de valores se está tornando cada vez más rápida: en milisegundos. Esto significa que 20 mil operaciones pueden realizarse en un abrir y cerrar de ojos, pero ése es un sistema que origina mucha inestabilidad. Tenemos ahí un nuevo problema, que involucra, tanto cuestiones de ingeniería como ecológicas, de mayor amplitud. En mayo de 2010 hubo un crash en la bolsa de valores de Nueva York y varios centenares de millones de dólares en acciones simplemente desaparecieron en menos de dos minutos. Nadie sabe explicar qué pasó. Parte de la explicación es que los algoritmos de las computadoras estaban haciendo negocios unos con otros. Mediante un estudio patrocinado por el Ministerio de Finanzas, les planteamos cuestiones de mercados financieros a ingenieros, físicos y economistas. La ciencia y la ingeniería van realmente mucho más allá de la ciencia y de la ingeniería.

¿Cómo trabajan los consejeros científicos?
Son 17 consejeros científicos. Yo me reúno con ellos cada semana, los miércoles, en un desayuno. Eso significa que conformamos una red de personas en cada uno de los principales ministerios y discutimos problemas comunes que debemos trabajar en conjunto. Podemos, por ejemplo, tener una conversación entre nuestro departamento de transportes y nuestro departamento de energía para tratar su incidencia en los cambios climáticos. Intentamos mantener esa red. También nos encontramos cada dos o tres meses para discutir asuntos específicos; dentro de dos semanas, nos reuniremos para debatir sobre alimentos, agricultura y cambios climáticos. Y cada tres meses nos reunimos con los coordinadores de los Consejos de Investigaciones del Reino Unido para debates durante el día, con actividades sociales por la noche. De esa forma, todos los que se encuentran involucrados con la ciencia y la tecnología en el Reino Unido forman parte de esa red y se reúnen regularmente.

¿El gobierno aprovecha las ideas que ustedes le ofrecen?
Pienso que si. Diariamente, en cada ministerio, los consejeros científicos evalúan si una idea es realmente buena o inviable mientras se formulan las políticas públicas. Ellos también son responsables por la decisión de cuánto invertir en cada área de los Consejos de Investigación. Brindaré un ejemplo: los biocombustibles. Hace dos años, el Ministerio de Cambios Climáticos realizó una propuesta destinada a aumentar la proporción de biocombustibles en los combustibles para el transporte. Existía una preocupación al respecto sobre su impacto en los precios de los alimentos y productos agrícolas. Entonces convoqué a un grupo de consejeros no sólo del área de transportes, sino también de las de alimentos y cambio climático. Llamamos a expertos para ayudar en la formulación de recomendaciones para el gobierno y ellos modificaron la decisión. Los consejeros científicos también lidian con emergencias. El gobierno cuenta con un grupo de alto nivel interministerial que integra la comisión COBR, que significa cabinet office briefing room. Es un nombre excelente. Cuando ocurre una emergencia, yo convoco a un grupo, el Sage, scientific advisory group in emergencies (sage significa sabio en inglés). Cuando hizo eclosión la epidemia de gripe porcina, reuní a un grupo integrado por consejeros científicos del gobierno, de los departamentos de salud y acción social porque incidía en cuestiones laborales y también a especialistas de universidades, para aconsejar al gobierno acerca de qué hacer. En 2010, cuando el espacio aéreo de Europa tuvo que cerrarse a causa de la expansión de cenizas de una erupción volcánica, formé un grupo con los consejeros científicos de todos los departamentos y expertos independientes de universidades y del servicio geológico y meteorológico para recomendar lo que podría permanecer abierto o no y qué podría modificarse en las reglamentaciones. Recientemente, concluimos otro al respecto del desastre nuclear en Japón, para decidir si era necesario evacuar a nuestros ciudadanos o cerrar la embajada. Con ingenieros nucleares, meteorólogos y especialistas en radiación y salud, nuevamente, de universidades, del gobierno y de la industria, aconsejamos la reunión de la comisión COBR. Afortunadamente, consideramos que no era necesario evacuar, ya que, aun en el peor de los casos, los niveles de radiación no serían muy graves.

Cesar1Eduardo CesarUsted debe conciliar transparencia con secretos ¿cierto? ¿Podría brindar ejemplos de cosas que funcionan y cosas que no?
Un área en la que estamos trabajando es la seguridad nacional. Una de mis realizaciones fue convencer al servicio de seguridad para nombrar a un consejero científico… discúlpeme, pero no puedo revelar su nombre. Cuando muestro, en presentaciones, todo el equipo de consejeros, en la foto solamente aparece la silueta de quien se desempeña en el departamento de seguridad. Los consejeros científicos se desempeñan en el corazón de estos asuntos: debemos pensar en las amenazas terroristas. Hay cosas más simples de resolver, como son las explosiones, pero el terrorismo implica también ataques biológicos o radioactivos. Además necesitamos detectar redes de terroristas, por ejemplo, rastreando el uso de teléfonos celulares. Existen formas de valerse de la ciencia, no sólo para combatir al terrorismo, sino también al crimen organizado.

¿Cómo convencer a personas de otros grupos?
Eso siempre es un problema, pero el gobierno está comprometido con la producción de políticas basadas en evidencias, que pueden ser científicas, económicas o legales. Eso sucede en las altas esferas gubernamentales, yo me reporto directamente al primer ministro. También dirijo el Consejo de Ciencia y Tecnología, formado no solamente por científicos de renombre, sino también por empresarios importantes. El consejo también se reporta al primer ministro. Por ejemplo, durante el año pasado, el consejo presentó un informe acerca de la necesidad de desarrollo de una infraestructura, obviamente de autopistas y ferrocarriles, pero también en un sentido más amplio, de redes informáticas y energéticas. El primer ministro también se reúne regularmente con el consejo, la última vez fue hace seis o siete semanas, para evaluar cómo pueden conectarse la ciencia y la tecnología con el corazón del gobierno. Lo más interesante es que sólo dos países de la Unión Europea cuentan con consejeros científicos jefes que responden directamente al jefe de estado: uno es Reino Unido y el otro, la República de Irlanda.

¿Todo país debería contar con consejeros científicos?
Resulta difícil generalizar. En el caso de Brasil, un país comparable, en términos geográficos, es Estados Unidos. El presidente Obama posee un consejero científico, John Holdren, que trabaja en la Casa Blanca. Estados Unidos también cuenta con un Consejo de Ciencia y Tecnología del presidente, que agrupa no sólo a ganadores del Premio Nobel, sino también a representantes de empresas. Ellos poseen científicos en prácticamente todos los departamentos, pero no logran reunirse con frecuencia. Eso resulta más fácil en un país pequeño como el Reino Unido, que en un país grande como Brasil. Todos residimos en Londres, entonces coordinar un desayuno de trabajo es muy fácil. No hay un modelo único para todos. Francia y Alemania no cuentan con una persona en el cargo; Japón lo tiene, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Canadá también. Existe un grupo de consejeros científicos jefe y ministros de Ciencia, el Carnegie Group, formado por los G8+5, que incluye a México, Brasil y China, y nos reunimos una vez al año. Es un encuentro en el que no podemos realizar anotaciones.

¿Se trata de una reunión secreta?
No. Solamente significa que no necesitaremos leer sobre esas conversaciones más tarde. Tenemos discusiones precisas al respecto de algunos temas. El año pasado, por ejemplo, hablamos bastante sobre medicamentos falsos. Son organizaciones criminales que elaboran productos con menos o ningún principio activo en envases idénticos a los de los medicamentos reales, es una industria inmensa.

¿Y qué decidieron?
¡No voy a revelarlo!

¿Cuáles son sus prioridades como consejero científico jefe de Reino Unido?
Tal como el primer ministro, me encuentro muy preocupado por hacer que la ciencia y la ingeniería aporten más crecimiento económico.

¿Y cómo utilizar la ciencia para ayudar al crecimiento económico?
Es lo que estoy discutiendo con la FAPESP. Por ejemplo, podemos pensar en desarrollar técnicas para biorefinerías, en modos más eficientes de utilizar productos agrícolas o utilizar computadoras para tornar más eficientes los procesos de manufactura, en cualquier área. En el Consejo de Ciencia y Tecnología, que reúne a científicos, ingenieros y empresarios de alto nivel, estamos reorganizando los métodos de financiación de la ciencia. Actualmente, una persona, el director general de conocimiento e innovación, Sir Adrian Smith, se ocupa de toda la ciencia, todas las universidades y toda la innovación del Reino Unido. Es un matemático que dirigió el Departamento de Matemática del Imperial College, luego se desempeñó al frente del Queen Mary College, una de las universidades de Londres, antes de ingresar al gobierno. Ahora cuenta con un presupuesto de 16 mil millones de libras esterlinas por año (alrededor de 40 mil millones de reales) para hacer que la investigación en las universidades llegue a las empresas.

¿Otras prioridades?
Otra prioridad en la que espero trabajar: ¿cuáles son los desastres potenciales que podrían ocurrir Una de las áreas que destacamos recientemente es el hecho de que el Sol está ingresando en una fase más activa, y modificaciones en el clima espacial pueden causar daños en los satélites y en las redes de comunicaciones. Escribí un artículo con John Holdren, de Estados Unidos, publicado en el New York Times, advirtiendo que tenemos que tomar al espacio con mayor seriedad. No contamos con suficiente investigación como para lidiar con esos problemas potenciales. Nuestro mundo es mucho más vulnerable de lo que era.

¿En qué estado se encuentran las negociaciones sobre cambios climáticos en Reino Unido?
Voy a evitar responder, porque soy un consejero científico, no un analista político. Diría que existen evidencias crecientes de que el cambio climático es real, está sucediendo, es amenazante y es causado por el ser humano.

¿Usted logra reunir a las personas e instituciones para trabajar en conjunto y lidiar con ese problema?
Sí. En el Reino Unido tenemos el Hadley Center, el departamento de energía y de cambios climáticos, el de medio ambiente y el de alimentación trabajando coordinadamente. Hay un ministerio responsable por la adaptación a los cambios climáticos y otro por la adaptación a los efectos provocados por esos cambios. Existen consejos de investigación que actúan en esa área, con programas de investigación, y estamos desarrollando cooperaciones, por ejemplo, con la FAPESP. También colaboramos con grupos de investigación en Estados Unidos, Europa, China, India, Canadá y Australia, entre otros. Nuestras embajadas, en los principales países, cuentan con personal que integra la red de ciencia e innovación, y se encuentran pendientes de nuevas posibilidades de cooperación e innovación, tal como sucede aquí en São Paulo, en Delhi, en Pekín y en Washington. Como mencioné en mi presentación, la colaboración es el camino del futuro.

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