La fachada del Teatro Oficina [oficina es taller en portugués], en la calle Jaceguai –una estrecha vía de acceso a la avenida 9 de Julho, en el barrio de Bixiga, São Paulo– posee la sencillez de un garaje. Cuando la pesada puerta de entrada se abre, se revela una estructura que no parece para nada un teatro convencional: adentro, una especie de larga pasarela corre por entre dos tribunas de acero y madera.
Nada de cortinas, nada de escenario, nada de asientos. Quienes transitan por ese pasillo notan un ligero declive en dirección a los fondos. A la izquierda, al lado de una de las tribunas y ya en el medio del trayecto, una inmensa ventana de vidrio tiene una vista a los edificios del barrio.
La arquitecta italiana Lina Bo Bardi proyectó ese espacio en la década 1980 para que el director José Celso Martinez Corrêa, actualmente con 75 años, pudiese desarrollar una línea de trabajo que tiene un pie en el escenario griego y otro en el Carnaval. Los espectáculos que allí se presentan ocupan no solamente la pasarela: suelen esparcirse por todos los rincones. No raramente, el lugar del auditorio es también el lugar de la escena, y el público entra en el baile.
José Celso está siempre presente, muchas veces en escena, con sus canas y sus ropas claras. “El ‘Teato’ es una hechicería que engulle el hechizo general con que la sociedad de espectáculos, con el fetiche de la mercancía, esclaviza a la humanidad. Nosotros queremos ‘desvuducearnos’. Traer soplos que inviertan las ecuaciones abstractas dominantes”, dice.
El director escribe la palabra teatro siempre sin “r” –o con la “r” entre paréntesis– para conjugar la sílaba “te” con la palacra “ato” [acto en portugués]. Dice que acto y representación no son lo mismo, ampliando así el sentido de la mímesis, del texto memorizado, hacia un trabajo performático con aires de celebración dionisíaca. La última obra del Teatro Oficina, Macumba antropófaga, tiene ese perfil: el espectáculo empezaba dentro del teatro y partía rumbo a las calles. Bajaba por la calle Jaceguai y, por entre las cortadas, las casas y los pasajes del vecindario, proseguía con los actores conduciendo performances al son de bombos, panderetas y declamaciones.
Es un momento actual del grupo. José Celso considera que forma parte “del descubrimiento del teatro como intervención urbana”. Pero lo que no cambia es la directriz estipulada por una referencia fundamental: la obra del escritor Oswald de Andrade (1890-1954), especialmente su Manifiesto antropófago.
El redescubrimiento de Oswald “fue la revolución cultural más importante de la segunda mitad del siglo XX”, dice el director, en referencia al movimiento Tropicalista. “Nadie lo conocida, ni siquiera Glauber [Rocha, cineasta], ni Caetano [Veloso], ni Gil [Gilberto Gil] ni Hélio Oiticica [artista plástico]; la antena de Oswald nos conectó en este movimiento definitivo de descolonización de la lengua, del cuerpo, del arte”, prosigue.
El Oficina fue fundado en 1958 por José Celso, Renato Borghi y Etti Fraser, entre otros actores. Tuvo una primera fase realista, con investigaciones fundamentadas en la metodología del ruso Constantin Stanislavski. Luego de un incendio que destruyó completamente el teatro, el grupo puso en escena O rei da vela, de Oswald, en 1967. Esa obra signa la nueva investigación, volcada al teatro épico del alemán Bertolt Brecht.
El grupo se deshizo en parte debido a la situación política –la dictadura militar lleva a José Celso al exilio, luego de 20 días de prisión a causa de los manifiestos contra el régimen– y en parte por desacuerdos entre los integrantes. El director regresó a Brasil en 1978 y llegó entonces el tiempo de reanudar su trabajo. Una reanudación lenta y gradual, ahora sí articulada con la asociación con la arquitecta Lina Bo Bardi.
La reapertura del repertorio del Oficina ocurrió en 1991, con el espectáculo As boas, con texto de Jean Genet y con Raul Cortez en el elenco. Ham-let (1993), basado en la obra de Shakespeare, y As bacantes (1996), de Eurípides, profundizan la inspiración en la mitología griega de Dionisio, dios de los placeres, la locura, el vino y el sexo. El Oficina afirma su terreno en la celebración de la desnudez, del cuerpo y de la carne como puente hacia un goce espiritual.
Es una línea de investigación que resulta en espectáculos largos, muchas veces de hasta cuatro horas de duración. Así era Cacilda!, de 1998, basada en la vida y el trabajo de la actriz Cacilda Becker, y la trilogía de Os sertões, adaptación da obra de Euclides da Cunha, de modo que el original se dividía en tres partes: A terra, O homem y A luta. Hubo sesiones que unían los tres espectáculos, de más de 10 horas de duración. Una de éstas se presentó en el mismo municipio de Bahía donde se perpetró la masacre de Canudos, narrada en el libro de Euclides da Cunha.
Republicar