Durante los últimos 30 años, las ciudades brasileñas de mediano y gran porte han sido objeto de significativas transformaciones, que establecieron una ruptura con los modelos de formas y usos que prevalecieron en el siglo XX. Estudios realizados en 70 municipios de todas las regiones de Brasil revelan que durante ese período se produjo una proliferación de los loteos y los condominios cerrados, al tiempo que también se expandió la apropiación del espacio público. Desde 2006, el Laboratorio Marco de Paisajismo (Lab Quapá) de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP) realiza investigaciones de amplitud nacional para analizar de qué modo se desarrollan los espacios libres urbanos, proponiéndoles directrices prácticas a las gestiones municipales acerca de cómo mejorar su uso. “Una de las constataciones indica que las poblaciones de distintas ciudades pasaron a ocupar esos espacios de diferentes maneras, para fines políticos y religiosos, y para actividades físicas y de esparcimiento”, afirma Eugênio Fernandes Queiroga, docente de la FAU-USP y coordinador de un proyecto de investigación sobre el tema.
En dicha investigación se trabaja con una concepción de los espacios libres que comprende no solamente las zonas de conservación ambiental, sino que abarca también territorios sin edificaciones, tales como ciertas áreas de patios, pistas de aeropuertos, estaciones de tratamiento de agua y alcantarillado, calles y avenidas, por ejemplo. Durante la década de 1970, de acuerdo con datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), la población urbana brasileña superó a la rural: 56% de los habitantes pasó a vivir en las ciudades. En esa época, según explica Fernandes Queiroga, los espacios libres de mejor calidad predominaban sobre todo en los barrios de la elite, tales como Casa Forte en la ciudad de Recife, Graça en Salvador o Jardim América en São Paulo. El sistema vial estaba concebido exclusivamente para la circulación de vehículos automotores, sin contemplar a los peatones y a los ciclistas. “En el siglo XXI surge una búsqueda de una distribución más ecuánime de los espacios libres públicos en el territorio”, resume el investigador, quien recuerda que algunas directrices elaboradas en el marco de este proyecto y referentes al uso de los espacios libres se incorporaron al plan director de São Paulo en 2014.
Según el investigador, a diferencia de lo que ocurría en aquella época, hoy en día los espacios libres comienzan a propagarse hacia otras áreas de las ciudades. Algunas características son comunes a casi todos los municipios analizados, independientemente del tamaño, y están presentes en todas las capitales. Una de ellas indica que las calles funcionan como los principales elementos de los sistemas de espacios libres urbanos en el ámbito público, con excepción de Florianópolis y Río, en donde existe una fuerte presencia de áreas verdes. Junto con los espacios libres privados, constituyen la mayoría de los espacios no inhabilitados en las ciudades. “Pese a que aún son minoritarios en el paisaje urbano, constatamos la proliferación de otras categorías de espacios libres públicos de uso común y compartido por toda la población en distintas zonas de las ciudades, tales como parques, plazas, jardines, paseos y avenidas costaneras”, sostiene el investigador.
De acuerdo con Fernandes Queiroga, pese a la que la verticalización constituye una impronta creciente del paisaje urbano, dada la construcción cada vez más frecuente de edificios de más de cuatro pisos, los municipios aún son fundamentalmente horizontales. Prevalecen en los territorios estudiados las construcciones de hasta tres pisos. “Al contrario de lo que se imagina, en São Paulo, por ejemplo, en menos del 15% de las cuadras predominan los edificios de más de cuatro pisos”, informa.
La arborización de las ciudades no suele superar el 10% de los espacios vacíos dentro de las cuadras, y las grandes extensiones de cobertura vegetal son comunes únicamente en parques, plazas, terrenos baldíos y áreas de preservación ambiental. “Algunas excepciones pueden hallarse en barrios de elite, que poseen aceras más anchas. Con ello se expande el espacio destinado al plantío de árboles, a ejemplo de los barrios Jardins, en São Paulo, Jardim Oceânico en Río de Janeiro y Jurerê, en Florianópolis”, destaca. Por otra parte, en distritos periféricos ocupados fundamentalmente por la población de escasos ingresos, tienden a prevalecer los espacios libres limitados a calles, pequeñas plazas y canchas de fútbol.
Otro movimiento común registrado en el marco del proyecto comprende la expansión de loteos (la división de terrenos en parcelas o lotes destinados a la edificación) y condominios cerrados, que contemplan las demandas de los estratos de ingresos medianos y altos de la población. “Sin embargo, esta dinámica no significa necesariamente que la gente dejó de frecuentar los espacios públicos. Al contrario, lo que constatamos es que la misma se vio acompañada de una mayor apropiación de esos espacios, tal como sucedió después de junio de 2013, por ejemplo, cuando ocurrieron manifestaciones políticas en las calles y plazas de ciudades de todos los portes”, sostiene Fernandes Queiroga. En ese sentido, en el marco del proyecto se detectó la creación de nuevos espacios destinados al encuentro y a la convivencia pública más allá de las áreas convencionales, tales como plazas y parques.
En São Paulo, por ejemplo, la Ordenanza Municipal nº 16.833, de febrero de este año, transformó el paso elevado João Goulart, conocido también como Minhocão, en un parque municipal, con lo cual se amplió la ya existente restricción del tránsito de coches y el horario destinado al esparcimiento. Antes, en junio de 2016, y con base en la Ley Federal nº 2.587, promulgada en enero de 2012 con el objetivo de promover el desarrollo sostenible de la ciudad y asegurar la equidad en el uso de los espacios públicos, la municipalidad paulistana había creado el programa Calles Abiertas. Mediante dicho programa, en calles y avenidas como la Paulista se pasó a prohibir el flujo de coches en algunos domingos y feriados, una práctica que hoy en día funciona semanalmente e incentiva la circulación de los transeúntes, las actividades físicas y la recreación. “Los viaductos o las avenidas que se transforman en parques sin perder su rol inicial, que es la circulación de vehículos, expresan niveles de multifuncionalidad que no estaban previstos en sus diseños iniciales”, afirma Fernandes Queiroga.
Y los ejemplos se repiten en otros lugares, informa Eneida Maria Souza Mendonça, docente del Departamento de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes). Desde 2012, la alcaldía de Vitória (la capital del estado), por ejemplo, restringe el acceso de los coches a una de las pistas de una avenida importante, situada en la playa de Camburi, con la finalidad de estimular las prácticas deportivas y de esparcimiento. En Río de Janeiro, las plazas, los paseos y fundamentalmente los viaductos, que brindan protección contra el sol, también han sido utilizados para la realización de ferias y eventos y el dictado de clases, explica Vera Tangari, docente del Departamento de Proyectos de Arquitectura de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). La investigadora recuerda que, en Río, las periferias y los cerros, en donde se concentra la población de bajos ingresos, crecieron más que las áreas centrales. Pero esa expansión no se vio acompañada por la creación de nuevos espacios libres.
En Florianópolis, las playas también cumplen una función importante como espacios libres destinados al esparcimiento, sostiene Alina Gonçalves Santiago, docente del Programa de Posgrado en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC). De acuerdo con la investigadora, las áreas libres, tales como plazas y parques, no llegan a representar el 1% del total del municipio. “Y la municipalidad justifica las escasas inversiones en espacios de esta índole debido a la existencia de las playas, que cumplirían la función de ofrecerle espacios de esparcimiento a la población”, comenta. Pese a ello, la capital del estado de Santa Catarina dispone de una extensa área de preservación ambiental, que cubre alrededor del 50% de su territorio. Así y todo, buena parte de ella se encuentra desconectada de la malla urbana y no brinda una estructura de acceso, consistente en calles destinadas al ingreso de coches, estacionamientos o sendas para la realización de caminatas.
El siglo de los parques
Si bien en Europa el siglo XIX se volvió conocido como el tiempo de la proliferación de los parques urbanos, en Brasil el desarrollo de dichas áreas cobró impulso solamente a partir de la segunda mitad del siglo pasado. Fernandes Queiroga consigna que la creación de parques constituye otra tendencia reciente en el país, e informa que esta dinámica surge de la Constitución Federal de 1988, que estipula la creación de espacios de conservación ambiental dentro de las ciudades. De acuerdo con el arquitecto, Goiânia es la capital de estado que más áreas destinó a la creación de parques durante este siglo. “La profusión de parques se concretó fundamentalmente en las capitales, que difundieron esa cultura urbanística y paisajística hacia ciudades menores”, enfatiza; y recuerda que en el estudio se detectó la existencia de parques incluso en municipios pequeños, como es el caso de Engenheiro Coelho, en la Zona Metropolitana de Campinas (interior de São Paulo), que tiene alrededor de 20 mil habitantes.
A juicio del investigador, la creación de áreas verdes urbanas genera entre otras consecuencias la valoración de la idea de la conservación ambiental en el seno de la sociedad. Sin embargo, para que dicha conservación se plasme efectivamente, resulta fundamental que los espacios verdes ofrezcan estructura de acceso. “De nada sirve crear áreas verdes y dejarlas relegadas, tal como es el caso del mayor parque municipal de São Paulo, el parque Anhanguera: son 9 millones de metros cuadrados, pero su zona de visitas no llega a una tercera parte del tamaño del parque Ibirapuera. Por eso nadie lo conoce”, analiza.
En tanto, la creación de jardines públicos es producto de distintas motivaciones, las cuales varían según la ciudad. De este modo, municipios tales como Curitiba (estado de Paraná), Manaos (Amazonas), Rio Branco (Acre) y Sorocaba (São Paulo), según explica Fernandes Queiroga, desarrollaron sus parques con base en la necesidad de evitar inundaciones y sanear arroyos, mientras que en Campo Grande (Mato Grosso do Sul) y Maringá (Paraná), esas instalaciones públicas son producto de acciones de una planificación urbana que reservó espacios libres previendo sus creaciones futuras. En Maringá, por ejemplo, los espacios libres se planificaron desde su fundación en 1947, cuando se determinó la construcción de aceras de entre 3 y 5 metros de ancho y se reservaron áreas para la arborización, además de parques constituidos como estrategia de conservación de los cursos de agua. Fernandes Queiroga recuerda que el Código Forestal Brasileño, actualizado por la Ley Federal nº 12.727, de 2012, estipula que deben dejarse márgenes de 30 metros en las orillas de ríos con menos de 10 metros de ancho. “La planificación de Maringá va más allá y fija una reserva de márgenes de 60 metros, lo cual hace posible con el correr de los años la construcción de parques lineales en los espacios laterales a los ríos”, dice el investigador, al apuntar a Campo Grande como otra ciudad que cuenta con espacios libres bien planificados. Desde la década de 1960, además de las áreas reservadas a la creación de parques, el municipio también concibió extensas avenidas o bulevares, con canteros centrales de hasta 20 metros, lo cual, con el tiempo, viabilizó la construcción de ciclovías y áreas exclusivas
para peatones.
Silvio Soares Como contrapunto, Fernandes Queiroga sostiene que esas dos ciudades se distancian de Brasilia. En la capital federal, según constata el investigador, solamente la zona del plan piloto estuvo bien planificada. En la ciudad satélite de Águas Claras, por ejemplo, la mayor parte de la producción de nuevos espacios urbanos comprende la construcción de edificios de más de 20 pisos, que ofrecen recreación interna y aceras angostas, inadecuadas para la circulación de los transeúntes. En la misma línea, Belo Horizonte también posee espacios libres planificados, fundamentalmente en su área central, según afirma Staël de Alvarenga Pereira Costa, docente de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). “Pero en los barrios periféricos, las únicas áreas libres son las calles y las canchas de fútbol.”
Silvio Soares Macedo, de la FAU-USP y responsable de la coordinación del proyecto de investigación hasta 2016, comenta que para mapear la situación de los espacios libres, el equipo utilizó imágenes satelitales disponibles en internet, que se incorporaron a un sistema de georreferenciación. Le cupo el equipo del proyecto –que solamente en São Paulo reunió a unas 25 personas entre docentes y alumnos de grado y posgrado– efectuar la identificación de las características de cada cuadra de todas las ciudades analizadas, incluidos sus niveles de arborización y la presencia de edificios, jardines o aceras anchas.
Con la cartografía lista, el laboratorio de la FAU organizó más de 40 talleres en universidades asociadas y también con gestores del poder municipal. Como parte de las actividades, se realizaron sobrevuelos en las áreas investigadas, de manera tal de hacer posible un análisis más cercano a las zonas inicialmente mapeadas vía satélite. La articulación con las alcaldías abarcó a las ciudades paulistas de Santos, São José dos Campos, Sorocaba y São Paulo. “En esas reuniones, les demostramos a los profesionales encargados del desarrollo urbano cómo pueden utilizar los datos recabados en el marco del proyecto para mejorar los sistemas de espacios libres de esas ciudades, mediante el diseño de planes directores y la elaboración de legislaciones municipales tendientes a regular la actuación de los principales agentes de transformación del territorio”, comenta Fernandes Queiroga.
Silvio Soares Como resultado de esos encuentros con el poder municipal, uno de los principales logros se concretó en 2014, con la inclusión en el plan director de São Paulo de conceptos referentes a los sistemas de espacios libres que van más allá de la mera creación de áreas verdes. “Logramos que el plan paulistano, un instrumento básico de la política de desarrollo urbano, estipulase la creación de espacios de disfrute público en propiedades privadas, por ejemplo. Ahora los desarrollos inmobiliarios están obligados a reservar una parte de sus proyectos al uso público, mediante la creación de áreas de paso o destinadas al descanso de los transeúntes dentro de las construcciones que pongan en marcha, por ejemplo”, dice el investigador. Este tipo de medidas, explica Fernandes Queiroga, contemplan la densificación de la población, y permiten que las nuevas edificaciones tengan en cuenta la circulación creciente de transeúntes en el medio urbano.
Un punto fuera de la curva
A la ciudad de Macapá no puede llegarse por vía terrestre: solo mediante las escasas líneas de aviones o barcos. Esto hizo que dicha ciudad experimentase con una menor intensidad las transformaciones que se registraron en otras regiones de Brasil. Fundada en el siglo XVIII con base en un plan director elaborado en el período colonial, se considera que la capital del estado norteño de Amapá constituye un punto estratégico, dado que se ubica en la entrada del río Amazonas, y posee conexiones fluviales con Belém y Manaos, y acceso al océano Atlántico. Pedro Mergulhão, docente de la carrera de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Federal de Amapá (Unifap), afirma que los planes directores de la ciudad se elaboraron en sintonía con el primero, manteniendo el patrón de ancho de las calles y cuadras perpendiculares al río Amazonas.
“De este modo, parte del paisaje urbano del período colonial se preservó, incluso las plazas y las orillas ribereñas, a las cuales la población tiene acceso, a diferencia de lo que sucede en Belém, en el estado también norteño de Pará, una ciudad edificada de espaldas al río”, explica. A ejemplo de lo que sucede en la mayor parte del estado, y al contrario que en otras capitales de estados brasileños, Macapá aún cuenta con extensas áreas desocupadas, lo cual favorece la planificación de espacios libres capaces de asegurarle una mejor calidad de vida a la población.
La proliferación de condominios cerrados se vio acompañada por una mayor ocupación del espacio público
Soares Macedo, quien empezó a investigar este tema a mediados de la década de 1990, explica que en ese entonces los proyectos urbanísticos tendían a valorar la creación de áreas verdes. No obstante, el investigador afirma que tiene más sentido pensar el desarrollo urbano a partir de los espacios libres, en la medida en que son esos espacios los responsables de estructurar la calidad de vida en las ciudades, al determinar la incidencia de la luz y la circulación del aire. Al analizar las ciudades a partir del desarrollo de los espacios libres, Vera Tangari acota que los estudios realizados en el Lab Quapá ayudaron a crear una escuela brasileña de morfología urbana. “Antes, se interpretaba ese campo de estudios mediante análisis históricos de la arquitectura, teniendo como parámetro el desarrollo de las ciudades europeas”, dice. De acuerdo con la investigadora, los análisis basados en la evolución de los espacios libres aportan una mejor comprensión de la configuración de las ciudades brasileñas, más cercanas a los municipios latinoamericanos. Con base en esta constatación, los investigadores del proyecto pretenden crear un observatorio latinoamericano de paisajes urbanos.
Publicado en septiembre de 2018
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