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CONSERVACIÓN

La caza de subsistencia en las reservas extractivas de la Amazonia y sus efectos

Los impactos sobre la población de animales son mayores a menos de cinco kilómetros de las comunidades residentes

Comunidad São Francisco, en la Resex de Médio Purus, cercana al municipio de Lábrea, en Amazonas

Henrique Santos Gonçalves / CENAP / ICMBio

Desde hace unos años, un dilema se ha instalado en Periquito, una de las comunidades diseminadas por los alrededores y en el interior de la Reserva Extractiva Riozinho da Liberdade, cercana a la ciudad de Cruzeiro do Sul, en el estado brasileño de Acre. Al darse cuenta de que necesitaban recorrer distancias cada vez mayores para encontrar una paca, un venado o un pecarí para alimentarse, los lugareños establecieron una norma: de un lado del río estaba permitido cazar con la ayuda de un perro; del otro no. La colaboración canina hacía que la captura fuera más eficiente, tal vez incluso en demasía, agotando la disponibilidad de alimentos.

El biólogo y analista ambiental Ricardo Sampaio, del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), arribó a Periquito en 2018 en medio de las discusiones acerca de la efectividad de la restricción autoimpuesta. Su objetivo era investigar el impacto de la caza sobre las poblaciones de mamíferos y aves de las reservas extractivas – las Resex, como se las denomina –, unidades de conservación que también están destinadas a preservar los medios de vida y la cultura de las poblaciones tradicionales mediante la explotación sostenible de los recursos naturales. Además de las 8 comunidades de la Resex Riozinho da Liberdade, él y sus colaboradores recolectaron datos en otras 91 situadas en otras 8 unidades de conservación de uso sostenible en el centro y el sudoeste de la Amazonia. Los resultados, publicados en la edición de agosto de la revista Biological Conservation, sugieren que la caza de subsistencia, permitida exclusivamente para el consumo de quienes viven en estas áreas, tiene un impacto significativo sobre las poblaciones de algunas especies silvestres tan solo en las proximidades – un radio menor a 5 kilómetros (km) – de las comunidades humanas. A mayores distancias, el efecto se atenúa.

“En otras selvas tropicales, este impacto de la caza se extiende a un radio mayor, de 7 a 10 km”, dice Sampaio. Según el biólogo, la ausencia de un comercio legal de carne de caza en Brasil contribuye a que el impacto disminuya. “En Perú, como así también en países de Asia y África donde la caza está permitida, el área en el que las especies silvestres se ven afectadas es mayor”, comenta Sampaio.

“En los ecosistemas muy fragmentados, como los que se encuentran más al sur en Brasil, estos 5 km pueden parecer mucho. En el caso de la Amazonia, es poco”, comenta el ecólogo australiano William Ernest Magnusson, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa), quien no participó en el estudio.

Entre 2013 y 2019, Sampaio y sus colaboradores recorrieron las 100 comunidades situadas en los alrededores o en el interior de nueve Resex y, en cada una de ellas, instalaron 10 trampas fotográficas con las que se pudo registrar la presencia de 29 especies de mamíferos y aves. Las cámaras se instalaron alineadas a una distancia variable entre 75 metros y 15 km del centro de cada comunidad y se mantuvieron activas durante un promedio de 42 días. “Se necesitaron casi 30 días para instalar las cámaras en cada Resex y otros 30 aproximadamente para retirarlas”, recuerda Sampaio.

Ricardo Sampaio / CENAP / ICMBioCorzuela amazónica (Mazama nemorivaga) y un grupo de pecaríes barbiblancos (Tayassu pecari), captados por una de las cámaras trampa utilizadas en el estudioRicardo Sampaio / CENAP / ICMBio

Los registros de las trampas fotográficas le sirvieron a él y a los investigadores Ronaldo Morato, también del ICMBio, y Adriano Chiarello, de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de Ribeirão Preto de la Universidad de São Paulo (FFCLRP-USP), para calcular la diversidad de especies y la cantidad de ejemplares de cada una a distintas distancias de las comunidades. Además de la proximidad de las aldeas, los investigadores tuvieron en cuenta la influencia sobre la diversidad y la población de animales silvestres de otras seis variables: el número de habitantes y la densidad de la población humana en la comunidad, la distancia y la cantidad de habitantes del centro urbano más próximo, la disponibilidad de proteínas alimenticias procedentes de la pesca y la ubicación dentro o fuera de la Resex.

El factor más influyente en la disminución de la diversidad de especies y el tamaño de sus poblaciones fue, por mucho, la proximidad de las comunidades rurales. A menos de 5 km de los poblados, el tamaño de la población de las 29 especies silvestres era menor que a 15 km de distancia. Trece de estas especies presentaban una reducción superior al 50 %. Las poblaciones de tapires, muitúes, pecaríes, corzuelas amazónicas y acuchíes sufrieron algún grado de declive incluso a distancias mayores, mientras que las de corzuelas coloradas, pacas y agutíes, más adaptadas a los ambientes alterados, se encontraron en mayor abundancia a menos de 5 km de las comunidades.

En opinión de los investigadores, las tres últimas especies, en teoría, podrían convertirse en candidatas a tener sus poblaciones gestionadas a través de la caza controlada por esas comunidades, con la posibilidad de comercializar el excedente, algo ya permitido por la legislación que rige el funcionamiento de las Resex, la Instrucción Normativa nº 26 del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), de 2002. Como contrapartida, se establecerían moratorias para proteger a las especies más sensibles.

En Brasil, la Ley de Protección de la Fauna, de 1967, prohibió la caza y ayudó a controlar el mercado de carne y pieles de animales silvestres, pero dejó en un limbo a las poblaciones que habitan en zonas donde ésta es una de las pocas fuentes disponibles de proteína animal. Aunque la normativa del Ibama permite la explotación de la fauna en las áreas de uso sostenible y la Ley de Delitos Ambientales, de 1998, establece que no es delito la caza que se practica “en situaciones de necesidad, para saciar el hambre”, no hay ninguna norma que defina lo que es “situación de necesidad”. Por consiguiente, queda a cargo de los jueces decidir si en una situación determinada la caza tuvo lugar de manera ilegal o si fue para la subsistencia.

“La caza está prohibida desde hace tanto tiempo en el país que ya no tenemos una cultura de esta actividad y no sabemos, por ejemplo, cuantos ejemplares de pecarí barbiblanco, corzuela o pecarí de collar podrían explotarse por kilómetro cuadrado sin afectar el estado de conservación de la especie”, dice Chiarello, de la USP, uno de los autores del estudio. “Esto quizá pueda cambiar”.

El trabajo de Sampaio ayudó a la comunidad de Periquito a tomar una decisión. Los datos demostraron que la abundancia y la diversidad de especies eran mayores en la ribera del río en la que se habían prohibido los perros. “Al cabo de un año, recibí el acta de una asamblea en la que reafirmaron el acuerdo de no utilizar perros, y también empezaron a controlar su reproducción”, relata el investigador.

Proyecto
Los conflictos entre los humanos y la fauna silvestre en el interior de las reservas extractivas amazónicas. La huella ecológica espacial y el impacto de la caza de subsistencia sobre los vertebrados forestales (nº 17/08461-8); Modalidad Ayuda de Investigación – Regular; Investigador responsable Ronaldo Gonçalves Morato (ICMBio); Inversión R$ 126.157,51.

Artículo científico
SAMPAIO, R. et al. Vertebrate population changes induced by hunting in Amazonian sustainable-use protected areas. Biological Conservation. ago. 2023.

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