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Estrategias

La ciencia rusa empieza a despabilarse

Tras una década prácticamente perdida, con su presupuesto reducido a un cuarto del que recibía en los áureos tiempos del comunismo, y habiendo perdido a manos de otros países o de la naciente iniciativa privada local el 60% de sus investigadores, la ciencia rusa da señales de que podría estar renaciendo. Aún no hay motivos para grandes celebraciones, pero lo peor parece haber quedado atrás. Una de las primeras medidas del presidente del país, el ex espía de la KGB Vladimir Putin, electo en mayo, fue extinguir el antiguo Ministerio de Ciencia y Tecnología y crear, en su lugar, una supercartera. Se trata del renovado y fortalecido Ministerio de Industria, Ciencia y Tecnología, que alberga a más de 1.400 empresas, principalmente las del complejo industrial militar. La economía nacional, después de años de achicamiento, volvió a crecer. Y el resultado se nota en los laboratorios: por primera vez en casi una década, el salario promedio de los investigadores federales superó al de los trabajadores en general, llegando a 80 dólares, una cantidad todavía irrisoria, pero creciente. Incluso el Premio Nobel de Física de este año, dividido entre el ruso Zhores Alferov, el alemán naturalizado norteamericano Herbert Kroemer y el estadounidense Jack Kilby, sirvió de estímulo para que los ex soviéticos ahuyentasen el desánimo que imperaba en las universidades.

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