Las modernas calculadoras caben en la palma de la mano de un niño. Pero cuando se inventó la primera máquina de calcular en 1642, hace 360 años, ésta estaba constituida por una gran caja llena de engranajes y apoyada sobre una mesa. Efectuaba solamente sumas y restas, pero causó asombro. En primer lugar, porque lo más parecido que existía a una máquina de calcular hasta el siglo XVII era el ábaco. En segundo, porque su inventor, el francés Blaise Pascal (1623-1662), la construyó siendo aún muy joven, cuando tenía entre 19 y 21 años. Su objetivo era ayudar a su padre, Étienne, un matemático famoso en Francia. Años después, Pascal se transformó también en un importante matemático, además de ser escritor y un filósofo respetable.
La pascalina (nombre dado por él a la calculadora) tuvo como antecesor al ábaco, que no era propiamente una máquina y sí un instrumento creado entre 3 mil y 4 mil años atrás en Asia que permite realizar cálculos rápidos mediante el uso de cuentas o semillas secas, que se deslizan sobre varillas paralelas dentro de un rectángulo de madera. El ábaco, un instrumento increíblemente eficiente cuando se adquiere práctica en su uso, aún es utilizado en diversas regiones asiáticas. El problema es que cualquier distracción lleva a un error. Entretanto, la pascalina es un artefacto mecánico con seis ruedas dentadas, cada una con los números del 0 al 9. Con ésta era posible sumar tres partes en una sola operación, hasta el valor de 999.999.
Existen relatos que refieren que, 20 años antes, en 1623, el alemán Wilhelm Schickard habría creado un instrumento similar al del francés. Destruido posteriormente por un incendio, nada restó de ese ejemplar y ni siquiera una ilustración que comprobara esa historia. Pascal construyó su máquina sin saber de la tentativa de Schickard. Actualmente la misma es expuesta en el museo del Conservatoire des Arts et Metiers, en París, y todavía funciona. Casi 30 años después de la pascalina, en 1671, el matemático y filósofo alemán Gottfried Leibniz perfeccionó la calculadora de Pascal: además de sumar y restar, la nueva máquina multiplicaba y dividía.
La calculadora “de bolsillo”, con circuitos transistorizados, con un peso de 1 kilo y un costo de 150 dólares, apareció solamente en 1970 en Estados Unidos. En poco tiempo, su diseminación hizo que su precio y su peso cayeran abruptamente. Hoy en día es posible comprar una calculadora por menos de 5 reales, que pesa apenas 60 gramos (con la pila incluida).
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