Hace tres años que el cotidiano de la Escuela Estadual Professora Olívia Bianco, de Piracicaba, en el interior de São Paulo, ya no es el mismo. La locomotora de la transformación, que aún se encuentra en curso, es un convenio firmado en 2010 con la Universidad de Campinas (Unicamp), con el objetivo de acercar a los alumnos de 2º y 3º año de la enseñanza media a la universidad. La escuela selecciona cada año a seis alumnos con buen desempeño en el aula para que, a lo largo de 12 meses, desarrollen trabajos de iniciación científica bajo la tutela de docentes de la Unicamp. “Los alumnos participantes dicen que es entrar a otro mundo”, comenta la directora Vera Alice Castro Schiavinato. Ella opina que los adolescentes que no participan en el programa son motivados por sus compañeros que frecuentan los laboratorios como gente grande. “Se establece una cadena: el alumno que cursa iniciación científica influye sobre los demás, y el interés por el estudio crece notablemente en la escuela”, añadió.
Lucas Lordello dos Santos, ex alumno del Olívia Blanco, actualmente estudia ciencias del deporte en la Unicamp. Hasta comienzos de 2011, cuando ingresó al programa de iniciación científica, nunca había pisado un laboratorio de investigación. “Yo creía en ese estereotipo de que un alumno de una escuela pública no logra ingresar en buenas universidades públicas. El proyecto no sólo me ayudó a ingresar en la Unicamp, sino que también me impulsó a querer ir más allá”, afirma el muchacho, quien elaboró su proyecto en el área de anatomía de la Facultad de Odontología. Los alumnos que se inscriben en iniciación científica durante la secundaria pasan ocho horas semanales en laboratorios de la universidad, durante un año, plazo que puede extenderse, de ser necesario.
Una serie de iniciativas similares a la anteriormente relatada, ha logrado impulsar el intercambio entre colegios de la red pública y universidades mediante la creación de nuevas becas de iniciación científica para la enseñanza media. En las principales universidades del estado de São Paulo, por ejemplo, la cantidad de alumnos seleccionados, así como la de proyectos, ha aumentado significativamente. A comienzos de abril, la Unicamp abrió sus puertas a 300 adolescentes de las escuelas de Campinas y la zona, lo cual representa un aumento del 66% con respecto a 2010. Siguiendo la misma tendencia, la Universidad de São Paulo (USP) puso a disposición 512 vacantes en el marco de su Programa de Preiniciación Científica (Pré-IC), 97 más en comparación con 2012. En los últimos años, la Universidade Estadual Paulista (Unesp) también amplió su programa enfocado en los alumnos secundarios, al extenderlo a las escuelas de todo el estado de São Paulo y no tan sólo para los colegios técnicos ligados con la universidad.
El Programa de Iniciación Científica Junior (PICJr) se instauró en la Unicamp en 2007, con el apoyo del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), y, desde 2003, concede cupos de becas para alumnos de la enseñanza media. En la primera edición del programa se seleccionaron 119 alumnos entre un grupo de 488 estudiantes de 43 escuelas secundarias públicas de las ciudades de Campinas, Limeira y Piracicaba. Para el año siguiente, la cantidad de escuelas participantes aumentó un 84% y participaron 750 alumnos, de los cuales se seleccionaron 144. Con el aumento de la demanda, la Prorrectoría de Investigación pasó a incentivar, con el apoyo de la FAPESP, a los docentes tutores con un aporte de 3 mil reales anuales para solventar las actividades de los laboratorios involucrados. En 2010, mediante la creación de otro brazo en el CNPq, el Programa Institucional de Becas de Iniciación Científica para la Enseñanza Media (Pibic-EM), a la Unicamp se le asignaron otras 150 becas de estudio, completando las actuales 300 vacantes. Este año, la universidad recibió 1.026 solicitudes de alumnos interesados en participar en los 78 proyectos propuestos por docentes e investigadores. El sector que ofrece mayor cantidad de líneas de investigación es el de las ciencias biomédicas.
“Al principio, el alumno presenta cierta timidez, pero en el transcurso del año eso cambia, y, cuando expone el póster con los resultados del proyecto, ocurre una transformación en su calidad de vida”, explica el docente y asesor de la Prorrectoría de Investigación de la Unicamp, Mário Fernando de Góes. Los alumnos reciben una beca de 100 reales, y tanto la alimentación como el transporte son pagados por la institución. Según Góes, el gran éxito del programa consiste en acercar a los estudiantes al día a día académico y ofrecerles la oportunidad de desarrollar el sentido crítico frente a los desafíos actuales de la ciencia, mediante la construcción y transmisión del conocimiento.
Manos a la obra
El profesor José Joaquín Lunazzi, del Instituto de Física Gleb Wataghin, de la Unicamp, ya dirigió a 10 estudiantes secundarios desde el comienzo del programa en proyectos que abarcan imágenes tridimensionales y cine digital. Sus alumnos son introducidos inicialmente en los procesos de óptica y luego aplican lo que aprendieron en la construcción de aparatos, utilizando materiales simples: espejos, herramientas y cámaras fotográficas. “Hago hincapié en que se pongan manos a la obra, que es lo que hace falta en la enseñanza media”, analiza. Para Lunazzi, el programa también aporta beneficios para el tutor, quien frente a los innumerables planteos que presentan los estudiantes debe crear nuevas formas de transmisión el conocimiento. “Podría haberme jubilado en 2002, pero quise seguir transmitiéndoles algo de mi experiencia a los más jóvenes, aprendiendo nuevas maneras de enseñar la física de un modo más sencillo”.
Para Belmira Bueno, coordinadora de los programas de preiniciación científica de la USP, la idea no es formar científicos, sino ampliar la capacitación de los alumnos en forma integral, para que cuenten con más elementos y realicen una mejor elección de sus carreras. Ella dice que la universidad comenzó con la organización de una investigación que identificará, dentro de la red pública, a los alumnos participantes en el programa desde 2009. “Pronto contaremos con un cuadro más detallado sobre el destino de esos jóvenes, para saber cuántos ingresaron en la universidad y cuántos lograron afortunadamente insertarse en el mercado laboral”, explica. En este caso, el objetivo es conocer si se registraron intentos y cuáles fueron los límites impuestos a los egresados del Pré-IC para que no hayan ingresado aún en la educación superior.
El programa de la USP se implementó en 2008 y adoptó un modelo diferente al de otras universidades. Se encuentra completamente institucionalizado por medio de convenios establecidos mediante dos acuerdos: uno con la Secretaría Estadual de Educación (SEE) y otro con el Centro Paula Souza (CPS). El Pré-IC de la USP cuenta, desde 2010, con el apoyo de la CNPq y del Banco Santander, que también responde por las becas concedidas a los estudiantes. También hay un aporte de Monsanto de 220 mil reales, que se destina al pago de becas para docentes de la enseñanza media, quienes participan como supervisores, y para la realización del Seminario Anual de Preiniciación Científica. Esos recursos son administrados por la Fundación de la USP (Fusp). Como resultado de ello, la USP emite cada año tres llamados con la finalidad de seleccionar a los alumnos de las redes de enseñanza pública participantes en el programa y entre los alumnos de sus dos escuelas secundarias, la Escuela de Aplicación, en la capital paulista, y el Colegio Técnico de Lorena.
“Les ofrecemos a los estudiantes de la enseñanza media la oportunidad de abocarse a un tema en particular. Se trata de algo diferente a las clases expositivas de la escuela”, declara el prorrector de Investigación de la USP, Marco Antonio Zago, quien también fue presidente del CNPq entre 2007 y 2010. Según Zago, se espera que programas como el de la USP inspiren la creación de otros, para que las experiencias existentes cobren mayor escala.
El CNPq destina actualmente 6,7 millones de reales a programas de iniciación científica en la enseñanza media, cifra que contempla a 109 universidades en total. En 2012 se concedieron 4.359 becas, entre convenios y acuerdos de cooperación. Según la coordinadora de Programas Académicos del CNPq, Lucimar Almeida, la institución está trabajando con miras a perfeccionar los instrumentos destinados a evaluar y establecer el itinerario de los becarios hasta su ingreso a la universidad. Uno de los problemas para la consolidación de los indicadores radica en la falta de actualización del Currículo Lattes, puesto que muchos alumnos no siguen actualizando el sistema una vez que finalizan su iniciación científica. Otra traba es el conjunto de falencias con que cargan los estudiantes desde el comienzo de su escolaridad. “La situación de la educación básica se refleja en los resultados de los proyectos de iniciación científica. Hay que fortalecer la enseñanza en ciencias y matemática desde el vamos, porque el bagaje de buena parte de los alumnos es muy pobre”, dice.
Superación
Pero en muchos casos las dificultades sirven para posibilitar que el joven despierte del falso mito que fue creado en torno de la educación pública: el que señala que los estudiantes de la escuela pública no son capaces de convertirse en alumnos de una buena universidad pública en Brasil. “Una vez un profesor me dijo que yo no estaba en condiciones de recuperar el tiempo perdido e intentar ingresar en una universidad de buena calidad. Un tiempo después, ahí estaba, en mi escuela, enseñándoles a mis compañeros y sirviendo como inspiración para que otros también elijan el camino de la investigación científica”, relata Willian Apolinario de Paula, quien en 2011 ingresó en un proyecto de preiniciación científica de la Escuela Politécnica de la USP, sobre automatización y sostenibilidad, mientras todavía cursaba la enseñanza media en la Escuela Estadual Anecondes Alves Ferreira, en los suburbios de Diadema. Actualmente es alumno del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología (IFSP). Willian dice tener la certeza de que si no fuera por la beca de preiniciación científica, no contaría con la perspectiva de un futuro que nunca imaginó poder delinear. Ni bien se gradúe, pretende continuar con la maestría en la USP y seguir una carrera académica. El tutor de Willian en la Poli, Diolino Santos Filho, sostuvo que el principal atributo del programa radica en la posibilidad de multiplicar el conocimiento en la escuela. “Lo que más me motiva a formar parte de esta experiencia es observar el desdoblamiento de los conocimientos que se perfeccionan en la universidad”, aclara.
Desde 2012, el Proyecto de Experiencias de Turismo de Base Comunitaria en Vale do Ribeira, realizado por el Instituto de Psicología de la USP (IPUSP) en colaboración con escuelas técnicas de los municipios de Iguape, Registro y Peruíbe, en Vale do Ribeira, región sur del estado de São Paulo, congrega investigaciones sobre manifestaciones artísticas y religiosas, recreación y sociabilidad e interacción con el turismo de comunidades tradicionales de la región, tales como los remanentes de cimarrones [quilombolas]. El gran aporte del proyecto para los 50 alumnos secundarios involucrados en el mismo es la posibilidad de interactuar con becarios de maestría, posdoctorado e iniciación científica de grado que también desarrollan trabajos en la región. “Se trata de una política de focalización que acerca la enseñanza pública superior a la enseñanza media, y por medio de ella se articulan procesos educativos y científicos”, explica Alessandro de Oliveira dos Santos, uno de los docentes del IPUSP implicados en el proyecto.
Modificación de patrones
Fuera del ámbito de las universidades estaduales, una experiencia que viene asomando es el Programa Futuro Científico (PFC), una iniciativa del campus de Sorocaba de la Universidad Federal de São Carlos. Aunque está vinculado a la UFSCar, el proyecto es independiente y sobrevive gracias a asociaciones con empresas, tales como Gerdau y el grupo Objetivo. Otras universidades también forman parte de la trama de colaboradores, como por ejemplo la Universidad de Sorocaba (Uniso), la Unesp de Botucatu, el Instituto de Física de São Carlos y la PUC de Sorocaba, que también admiten alumnos. Según Fábio de Lima Leite, creador y coordinador del programa y docente del Departamento de Física, Química y Matemática de la UFSCar de Sorocaba, de los 300 estudiantes que pasaron por el programa, alrededor del 10% abandonaron los estudios por diversas razones, incluso por problemas con drogas. “Las escuelas estaduales se encuentran en una situación precaria; notamos que hay niños que asisten a la escuela sólo para poder comer. Muestra misión consiste en mostrarles a esos jóvenes que el ingreso a la universidad es un proyecto de vida”. Las becas para la enseñanza media son aportadas por el CNPq, pero para los otros módulos, que abarcan a los estudiantes del enseñanza básica (del 6º al 9º año), los recursos provienen de los patrocinadores. Los alumnos de la enseñanza básica trabajan bajo la forma de redes de investigadores y, al ingresar en la enseñanza media, son “adoptados” por el programa e inician el proceso de formación científica en la universidad, explica Ismail Barra Nova de Melo, otro de los coordinadores del proyecto.
Los programas de iniciación científica para alumnos de la enseñanza media pueden contar con potencial para modificar ciertos patrones arraigados en la enseñanza. “El modelo predominante en las escuelas se basa en el currículo, que es relativamente rígido e basado en las calificaciones. La creencia de que el currículo define todo no tiene fundamento”, sostiene el prorrector Marco Antonio Zago. En su opinión, el sistema más eficiente es aquél donde el salón de clases se transforma en un equipo, integrando a alumnos y docentes con el objetivo de resolver cuestiones fundamentales, tal como ocurre en las investigaciones científicas.
“La meta pasa a ser la resolución de múltiples problemas, que se encuentran relacionados con la vida en la sociedad, con los seres vivos”, afirma Zago. Dentro de este modelo, por ende, el trabajo en grupo, la libre reunión entre los alumnos y los docentes y la libertad para arriesgar son los factores que ayudan a definir no sólo el resultado en sí de una investigación, sino el nivel de interés por el hecho de estudiar en un aula. “A los jóvenes les agrada hacer todo en grupo, como cuando salen. ¿Por qué no aprender del mismo modo?”, concluye.
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