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DESARROLLO

La expansión de la educación superior en Brasil tuvo un impacto tangible en las realidades locales, pero aún afronta obstáculos para consolidarse

El déficit de una política de densificación del sector industrial es señalado como una de las trabas en los efectos económicos que algunas instituciones federales podrían generar en las regiones donde se instalaron

En las últimas dos décadas, el gobierno federal brasileño ha creado 27 universidades y 19 institutos de educación superior públicos, y se construyeron decenas de campus nuevos vinculados a instituciones existentes, varios de ellos en ciudades alejadas de los grandes centros urbanos del país. Desde entonces, los estudiosos se han propuesto evaluar los impactos de la política de expansión de la educación superior en el desarrollo económico y regional. Estudios recientes indican que el esfuerzo ha tenido un impacto tangible en las realidades locales, ayudando a generar conocimiento y riqueza, aunque se enfrenta a obstáculos para consolidarse.

Para dimensionar el efecto de estas políticas, puede citarse como ejemplo a la ciudad de Pau dos Ferros, de 30.000 habitantes, situada en el interior del estado brasileño de Rio Grande do Norte. Desde 1976, el municipio alberga un campus de la Universidad del Estado de Rio Grande do Norte (UERN), cuyo diseño curricular incluye carreras de ciencias humanas, sociales y de la salud. Su radio de actividad académica se amplió en 2009 cuando se convirtió en la sede de un instituto federal de educación superior y, en 2012, con la inauguración de un campus de la Universidad Federal Rural del Semiárido (Ufersa). En la actualidad, también alberga instituciones privadas, tales como Faculdade Anhaguera y Faculdade Evolução Alto Oeste Potiguar (Facep), atrayendo a estudiantes del propio estado y de los vecinos Paraíba y Ceará.

Según Ronie Cleber de Souza, del Departamento de Economía de la UERN, al transformarse en un lugar de trabajo y estudio para nuevos docentes, no docentes y estudiantes, la ciudad expandió su estructura física y de servicios: en 2018, el campus de la UERN tenía 1.156 alumnos en las carreras de grado y 265 en el posgrado. El mercado inmobiliario de la ciudad dio un fuerte salto, con la creación de 10 barrios nuevos entre 2010 y 2015, sumado al crecimiento del mercado laboral local, que registró un incremento del empleo formal de un 102,5 % entre 2000 y 2010, que superó ampliamente las vacantes abiertas en las instituciones de educación superior públicas. “Se hizo evidente que la participación del sector público en el empleo formal descendió de un 57 % a un 34 % en ese período, lo que refleja claramente la dinámica favorable que se vivió en esa década”, dijo De Souza, uno de los autores de una investigación publicada en la compilación intitulada Universidade e território – Ensino superior e desenvolvimento regional no Brasil do século XXI [Universidad y territorio. Educación superior y desarrollo regional de Brasil en el siglo XXI], organizada por el Instituto de Investigaciones Económicas y Aplicadas (Ipea). La obra, que salió a la luz en mayo, reúne trabajos de académicos de diversas áreas e instituciones del país que analizan la contribución de la difusión y la interiorización de la educación superior en la dinamización de pequeñas ciudades del Brasil, impulsando la economía local y mejorando las condiciones sociales.

El ejemplo de un impacto más significativo tal vez sea el de Rio Grande do Sul. Entre 2003 y 2015, el estado sumó nuevas universidades e institutos federales, además de 20 campus nuevos de instituciones ya existentes, muchos de ellos instalados en ciudades con menos de 100.000 habitantes. Al evaluar los efectos de estas políticas, el grupo de la economista Ana Lúcia Tatsch, de la UFRGS, comprobó que la estrategia, como se esperaba, ha ampliado la oferta de carreras técnicas, de grado y de posgrado en regiones menos desarrolladas del estado, particularmente en las áreas de agronomía y veterinaria. “Esto tiene sentido, teniendo en cuenta que el sector agropecuario ostenta un rol preponderante dentro del conjunto de las actividades productivas locales”, subraya la investigadora, autora de uno de los 16 estudios del libro del Ipea.

Alexandre Affonso

Una de las derivaciones de este movimiento ha sido el incremento del número de programas de posgrado en Rio Grande do Sul, que aumentó de 102 a 239, y de los grupos de investigación registrados en el directorio del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), que pasaron de 1.869 a 3.601, entre 2002 y 2016. Según los investigadores, los datos sugieren que la expansión de la educación superior y técnica en el estado ha colaborado para instaurar una cultura de la investigación científica en regiones apartadas de las principales ciudades de Rio Grande do Sul. El impacto en el sistema productivo e innovador del estado puede medirse tomando como base los vínculos de las universidades con la matriz productiva local y nacional. En 2002, el 11 % de los 893 grupos de investigación que ya existían en las universidades e institutos federales declararon que interactuaban con empresas, instituciones públicas y privadas de enseñanza e investigación, organismos públicos, entre otras organizaciones. En 2016, el 33 % de los 2.325 grupos de investigación dijeron tener conexiones con esos colaboradores externos.

El estudio muestra que las instituciones jóvenes cuentan proporcionalmente con más socios locales. Los grupos de investigación más antiguos sumaron 1.543 colaboraciones en 2016, 826 (el 53 %) de ellas con organizaciones de Rio Grande do Sul y 717 (el 46 %) de otros estados. En tanto, las instituciones más nuevas se relacionaron con 164 (el 73 %) colaboradores de este estado y 60 (el 27 %) de otros estados. Para el economista Iago Luiz da Silva, uno de los autores del estudio, esta dinámica puede explicarse por el hecho de que las universidades más nuevas han sido creadas con el propósito específico de promover el desarrollo regional.

Los resultados detectados en Rio Grande do Sul confirman las tendencias observadas en otras regiones. “En general, las empresas que demandan soluciones más complejas para sus problemas buscan el apoyo de grupos con calidad académica comprobada en las universidades de los centros metropolitanos”, resalta el economista Renato Garcia, del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (Unicamp), estudioso del impacto regional de las instituciones de investigación y educación superior, quien no participó en la recopilación del Ipea. “A menudo, este acercamiento lo promueven los exalumnos contratados para trabajar en los departamentos de I&D [investigación y desarrollo] de las empresas”, comenta el también economista Eduardo da Motta e Albuquerque, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) e investigador del Centro de Desarrollo y Planificación Regional (Cedeplar). Según él, la literatura específica indica que “la capacidad de los grupos de investigación para formar recursos humanos calificados y producir ciencia de alto impacto concita la atención de las empresas que buscan socios para solucionar sus problemas”.

La ciudad de São Carlos, en el interior del estado de São Paulo, es una referencia de esta dinámica. A partir de la década de 1950, la urbe, situada a 230 kilómetros de la capital del estado, vio como crecía la cantidad de instituciones de enseñanza e investigación, primero con la Escuela de Ingeniería de São Carlos de la Universidad de São Paulo (USP), en 1953; a principios de la década de 1970 fue el turno de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) y la creación de nuevas unidades de la USP: el Instituto de Ciencias Matemáticas de São Carlos y el Instituto de Física y Química de São Carlos, desmembrado en 1994. Un año antes, la estatal Embrapa Instrumentación Agropecuaria se instaló en la región. Las inversiones transformaron a la ciudad en un polo científico y tecnológico, dotado de dos parques tecnológicos y responsable de la formación de recursos humanos calificados, especialmente en las áreas de ingeniería y ciencias exactas y de la Tierra. Según una encuesta realizada por el Instituto de Química de São Carlos, el municipio cuenta con un profesional doctorado por cada 100 habitantes, una cifra 10 veces superior a la media nacional, y muchos de estos cuadros son absorbidos por las casi 200 empresas de alta tecnología que en los últimos años se han radicado en la región para estar cerca de los centros de excelencia. Algunas de estas empresas han sido fundadas ahí mismo por exalumnos de los institutos de enseñanza e investigación.

Alexandre Affonso

Otro ejemplo para destacar es Santa Rita do Sapucaí, en Minas Gerais, que en 1959 incorporó una escuela técnica de electrónica, la primera de América Latina. “La institución formó gran cantidad de mano de obra de nivel técnico en el área de electrónica y telecomunicaciones, ayudando a cubrir una laguna importante para el desarrollo de esta industria en Brasil”, destaca Renato Garcia, quien analizó los factores asociados al dinamismo del sistema de producción de la industria de la electrónica en la región. Según él, varias empresas fueron fundadas por exalumnos de la escuela. El proceso se acentuó con la llegada del Instituto Nacional de Telecomunicaciones (Inatel), en 1965, que pasó a ofrecer una carrera superior de ingeniería centrada en las telecomunicaciones, aportando personal y experiencia a empresas tales como Telemig, Dentel y Telebras.

Para Garcia, la expansión reciente de algunas instituciones federales podría suponer un obstáculo al impacto económico en los lugares donde se instalaron: la ausencia de una política de concentración del sector industrial en estas regiones, capaz de atraer empresas que saquen provecho de los profesionales formados allí. “El caso de Rio Grande do Sul es interesante porque la interiorización de las universidades se produjo en áreas con una estructura industrial relativamente afianzada, que respondió rápidamente al estímulo”, subraya. “En cambio, en las regiones que no cuentan con actividad industrial, la estrategia de estímulo a la innovación y el desarrollo regional debe sentar primero loas bases, con la formación de competencias locales”. Otra dificultad, según el investigador, ha sido la disminución de la financiación de la ciencia, que ha escaseado en los últimos años, frenando el proceso de consolidación de esas instituciones (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 304).

Antes de promover el desarrollo regional, el objetivo principal de la expansión de las universidades públicas era aumentar la oferta de vacantes para los estudiantes. La cantidad de inscritos en las instituciones federales de educación superior aumentó de 505.000 en 2001 a 1,2 millones en 2020, según datos del Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas Anísio Teixeira (Inep). Esta fue una de las ambiciones de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), que a partir de 2004 abrió campus en ciudades varias ciudades paulistas, entre ellas Diadema, Osasco, Guarulhos y São José dos Campos, ampliando sus vacantes presenciales en las carreras de grado en más de un 1.000 % en poco más de 15 años. En 2005, disponía de cinco carreras de grado en su campus de la capital paulista, que alberga a la tradicional Escuela Paulista de Medicina, y pasó a ofrecer 52 carreras, con más de 13.000 alumnos matriculados en la actualidad.

Es cierto que la instalación de un nuevo campus siempre genera impactos positivos en la economía local. En Cuité, una ciudad de 20.000 habitantes en el interior del estado de Paraíba, la apertura en 2006 del Centro de Educación y Salud de la Universidad Federal de Campina Grande (CES-UFCG) impulsó la actividad inmobiliaria local y atrajo más inversiones, servicios y gente. “Tras la instalación de la filial de la UFCG, con propuestas de educación básica, técnica y superior, al menos cinco instituciones privadas se instalaron en la ciudad”, señaló el geógrafo Josias de Castro Galvão, del Centro de Ciencias Exactas y de la Naturaleza de la Universidad Federal de Paraíba (UFPB), quien estudió los impactos del CES-UFCG en la región en un artículo publicado en 2020 en una recopilación organizada por investigadores de la UFPB y de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.

Alexandre Affonso

El interés de esas instituciones por Cuité no era casual, sino una consecuencia del arribo de personas que empezaron a frecuentar o se radicaron en la ciudad para trabajar o estudiar en el centro de la UFCG. Según Galvão, el 84,4 % de los docentes y personal técnico-administrativo de la institución proviene de otras regiones o estados. Algunos se mudaron a la ciudad luego de la apertura del CES, otros se desplazan a diario hacia allí durante el período lectivo. “Aunque pasan poco tiempo en la región, estos individuos demandan bienes y servicios para atender a sus actividades y necesidades cotidianas”, comenta el geógrafo. “La tendencia dominante indica que ellos podrían convertirse en una nueva franja de consumidores en la región”. Otra consecuencia del proceso migratorio es el auge del sector inmobiliario. La radicación de parte de los estudiantes y empleados generó un aumento de la demanda de viviendas. Esto impulsó las inversiones del sector inmobiliario en la construcción de casas y la venta de terrenos en loteos abiertos y cerrados, desencadenando un alza en el valor de los inmuebles en diversas zonas de la ciudad.

Se espera que los impactos económicos relacionados con la apertura de una nueva institución de educación superior se superpongan, en primera instancia, a los generados por la producción de conocimientos. Sin embargo, también es de esperar que esta relación se invierta con el paso de los años, de manera tal que se cree un círculo virtuoso a medida que las competencias específicas de los nuevos grupos de investigación se consoliden y logren formar recursos humanos cualificados y atrayendo inversiones. Esto puede motorizar la innovación y la apertura de nuevas empresas, que atraerán más capital y mano de obra cualificada a la región, como sucede en São Carlos y en Santa Rita do Sapucaí. Con todo, se advierte que en muchos lugares esta dinámica aún no se ha desarrollado: el impacto de la expansión de la educación superior se ha limitado a un efecto inmediato de corto plazo, casi siempre asociado a la activación del mercado urbano. Esto es lo que puede verse reflejado en Cuité, donde a pesar de haberse movilizado el comercio local, cuesta retener a los estudiantes que se forman en el CES.

Según la geógrafa Doralice Sátyro Maia, del Departamento de Geociencias de la UFPB, esto indica que no basta con instalar una institución de educación superior en una determinada locación para impulsar su desarrollo. “Hacen falta políticas públicas complementarias, que incorporen instrumentos fiscales, financieros e institucionales para promover un mayor intercambio entre las actividades de enseñanza, investigación y extensión y las estructuras económicas y sociales”, subraya.

En el norte de Brasil, la creación de la Universidad Federal del Sur y Sudeste de Pará (Unifesspa), en junio de 2013, amplió el número de vacantes en las carreras superiores en un 196,2 %, llegando a los 1.857 alumnos en 2019. Esto llevó a que los proyectos de extensión en asentamientos, escuelas, comunidades de pescadores y territorios indígenas diseminados por el sudeste del estado aumentaran de 27, en 2017, a 77 en 2020.

Un sondeo llevado a cabo por dos investigadores del Instituto de Estudios en Desarrollo Agrario y Regional de la Unifesspa identificó diversas acciones tendientes a conectar el conocimiento generado en la universidad con las necesidades de la población, tales como la construcción de biodigestores en asentamientos rurales, la popularización del acceso a la universidad pública a través de los cursillos impartidos por el personal discente de la Unifesspa y la inclusión digital mediante cursos de informática básica e intermedia, entre otras. La institución también ha colaborado en la formación de docentes para las escuelas de la región. Según los autores, la inmensa mayoría (el 82,8 %) de los estudiantes que ingresaron a la universidad entre 2014 y 2019 provenían de la escuela pública, muchos de los cuales optaron por la licenciatura.

Libros
MACEDO, F. C. et al. (comp.). Universidade e território: Ensino superior e desenvolvimento regional no Brasil do século XXI. Brasilia: Ipea, 2022.
MAIA, D. S. y MARAFON, G. J. (comp.). Ensino superior e desenvolvimento regional: Reconfigurando as relações entre as cidades e o campo. Río de Janeiro: Eduerj, 2020.
SERRA, M. et al. (comp.). Universidade e desenvolvimento regional: As bases para a inovação competitiva. Río de Janeiro: Ideia D, 2018.

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