NEGREIROSEn enero de 2005, el entonces rector de la Universidad Harvard, el economista Lawrence Summers, dijo durante una conferencia que la escasa participación de las mujeres en las ciencias y en la matemática se explicaría debido a una natural ineptitud femenina para esos campos del conocimiento. Esa declaración sin asidero científico le redituó a Summers una avalancha de críticas que culminaron con su destitución del cargo de rector de una de las más prestigiosas universidades estadounidenses. Un estudio publicado en enero en la revista Science ve una relación entre la baja participación femenina en ciertas áreas de la ciencia y la idea de que los talentos innatos determinan trayectorias científicas, pero de una forma muy distinta a aquella que Summers planteó.
En ese trabajo se recabaron evidencias de que ciertos campos del conocimiento, tales como la matemática y la física, combinan una participación magra de mujeres en el contingente de doctores con una creencia propagada dentro y fuera de sus comunidades de científicos de que es necesario contar con un talento natural para seguir dichas carreras. Los autores sugieren que las mujeres, bombardeadas tempranamente con la idea de que les falta aptitud natural, sencillamente tienden a evitar tales carreras, lo que ‒eso sí‒ explicaría su participación restringida. “Ese mensaje se combina con estereotipos arraigados en nuestra cultura que llevan a una merma de la diversidad de género en la ciencia”, dice Sarah-Jane Leslie, docente del Departamento de Filosofía de la Universidad Princeton y autora principal del artículo.
Para la investigadora, cuando las mujeres internalizan esos estereotipos, pueden también decidir que los campos del conocimiento mencionados no son para ellas. Como resultado de ello, terminan por tener poca representación en esas áreas que requerirían contar con un talento especial. Leslie conjeturó esa idea tras participar en una conferencia de la Sociedad para la Filosofía y la Psicología (SPP, por sus siglas en inglés). “Reparé que los filósofos le daban suma importancia a la idea de aptitud innata, en tanto que los psicólogos enfatizaban más la aplicación y el esfuerzo”, dice. “Al mismo tiempo, me percaté de que había en el lugar más varones filósofos y más mujeres psicólogas”, añade. Con base en esa observación, Leslie decidió verificar en la práctica si esa correlación entre la cantidad de investigadores en un campo del conocimiento y la creencia en el talento innato aparecía en otras áreas.
Y la respuesta fue positiva. La creencia en algún tipo de talento innato o aptitud innata apareció en las llamadas ciencias duras, tales como la física, y las tecnológicas, tales como las ingenierías y la computación, campos en los cuales la participación femenina generalmente es menor, fundamentalmente en la cima de la trayectoria. De acuerdo con el estudio, este fenómeno explica la variación de la representación femenina en algunas disciplinas de las ciencias humanas, campo en donde la frecuencia de mujeres es más acentuada. En Estados Unidos, por ejemplo, hay más doctoras que actúan en historia del arte y psicología (alrededor del 70%) que en economía y filosofía (menos del 35%).
Leslie y su equipo aplicaron 1.820 cuestionarios con estudiantes de posgrado y recién doctores de diversas partes de Estados Unidos, que participaron en un estudio realizado en 2011 por la National Science Foundation (NSF), la principal agencia de fomento de la investigación científica de ese país. Los entrevistados pertenecían a 30 áreas distintas: 12 de ciencias naturales y tecnológicas, incluidas las ingenierías y matemática, y 18 de ciencias sociales y humanidades. Se les pidió a los participantes que respondiesen a algunas cuestiones. En una de ellas se preguntaba: “¿Ser un científico reconocido en mi área requiere contar con alguna aptitud especial que no puede aprenderse?”. Los participantes tuvieron que decir si coincidían o no con los enunciados y también suponer qué dirían otras personas de sus áreas sobre eso.
Para medir el nivel de “creencia en la importancia del talento innato”, los autores de la investigación utilizaron un modelo estadístico según el cual cuanto menor sea el número en la escala (de 3,2 a 5,2), menor es el número de personas que creen en el talento innato en un área del conocimiento. En filosofía, por ejemplo, ese índice llega a casi 5,2, lo que indica el gran énfasis que los profesionales del área le otorgan a la idea del talento innato. No por casualidad, dice el estudio, la filosofía exhibe uno de los menores porcentajes de doctoras en Estados Unidos: aproximadamente el 30% en 2011 (véase el gráfico). En tanto, la psicología tiene un índice de “creencia” inferior a 3,7% y una representación femenina superior al 70%.
NEGREIROSLos análisis también abarcaron a dos grupos de minorías raciales: afroamericanos y descendientes de asiáticos. De acuerdo con el estudio, el mismo fenómeno que se registra con las mujeres explicaría la escasez de esos grupos étnicos en algunas disciplinas. En el caso de los doctores negros, se observa su escasa inserción (menos del 15%) en todas las áreas. “Investigadores que desean diversificar sus áreas deben minimizar la idea de que los afroamericanos y las mujeres están menos dotados y destacar la importancia del esfuerzo personal”, concluyen los investigadores en el estudio.
Para Maria Conceição da Costa, investigadora del Núcleo de Estudios de Género Pagu, de la Universidad de Campinas (Unicamp), la investigación publicada en la revista Science aborda un problema complejo de una forma que suena simplista. El trabajo, dice Da Costa, carece de un análisis más profundo que relacione distintos factores, tales como género, raza, condición económica y condiciones regionales. “Es demasiado genérico hablar únicamente de mujeres y varones. Existe una diferencia, por ejemplo, entre la mujeres negras del sur de Estados Unidos, con mayor acceso a la universidad que las mujeres negras del norte del país”, dice. Da Costa también llama la atención sobre la falta de comentarios críticos en el artículo. “Funciona más como una declaración y no como una crítica a la creencia en el talento innato. Más que gráficos, es necesario mostrar los mecanismos y las condiciones que llevan a la gente a creer que los varones son más capaces que las mujeres”, afirma.
Frente a los resultados del estudio, es posible cuestionar lo siguiente: ¿la presencia masiva de mujeres en áreas tales como psicología y educación favorece la valorización de la idea del esfuerzo personal? Según la socióloga Gilda Olinto, investigadora del Instituto Brasileño de Información en Ciencia y Tecnología (Ibict) y docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), puede ser que esté en marcha el desarrollo de una cultura femenina en la ciencia que valora el esfuerzo personal. “Eso sería un aspecto positivo”, dice. Olinto subraya que los propios autores de la investigación –al analizar la relación entre el sexo de los entrevistados y la valoración del talento innato, en contraposición a la dedicación al trabajo– verificaron que las mujeres valoran más la dedicación que los hombres. “La menor valorización del talento innato es también característica de disciplinas más femeninas. De este modo, la menor valoración del talento innato puede ser una consecuencia de la cultura académica característica de las disciplinas más femeninas”, afirma Gilda Olinto. Por ende, añade la investigadora, la mayor representación de las mujeres en un área puede no ser consecuencia de la valoración del esfuerzo, sino al contrario: cuantas más mujeres hay en un área, menor importancia se le da al argumento del talento innato.
Para la física Marcia Barbosa, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), la idea de un talento innato está asociada con una imagen perimida del científico, que, sin embargo, perdura todavía en los días actuales. “Figuras tales como las de Newton, Einstein y Galileo, entre tantos otros, ganaron el imaginario popular que relaciona a la genialidad y la brillantez con esos hombres”. No obstante, sostiene la investigadora, esa imagen tiende a perder fuerza en el transcurso del siglo XXI. “Para hacer ciencia hay en día, se necesita más contar con la unión de talentos que con la genialidad de una sola persona. La investigación científica es más colaborativa y por eso, casos como el de Einstein serán más raros de ahora en adelante”, dice la investigadora, para quien, en el caso de la comunidad científica de Brasil, la creencia en el talento innato es un factor menos importante a la hora de explicar la escasa representación de las mujeres en algunos sectores.
Marcia Barbosa es una de las autoras de un estudio en el cual se analizó la participación femenina en la ciencia brasileña. En dicho trabajo, publicado en el libro Trabalhadoras: análise da feminização das profissões e ocupações, de 2013, se evaluó a becarios de Productividad en Investigación Científica en Brasil del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) entre 2001 y 2011, en las áreas de física y medicina. La investigación muestra que, incluso en el caso de medicina, donde el porcentaje de mujeres llega a casi el 40% en el nivel 2 –el más básico–, a medida que se sube en la carrera, ese índice disminuye y llega al 20% en el nivel 1A, que se les asigna a investigadores más experimentados en la clasificación del CNPq. En física, los números son peores (véase el gráfico). Aunque las mujeres sean mayoría entre los estudiantes de las universidades brasileñas y representen actualmente alrededor del 50% de los docentes de las instituciones públicas, según datos del Censo de la Educación Superior de 2010, el estudio muestra que su acceso a los niveles más altos de la investigación científica aún está restringido.
Un estudio dado a conocer en marzo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por ejemplo, muestra que en la franja de los 15 años el desempeño escolar de las chicas en diversas disciplinas ‒matemática inclusive‒ es superior al de los chicos. En Estados Unidos, entre los alumnos con bajo desempeño en la escuela, el 63% corresponde niños y el 36% a niñas. En Brasil, la disparidad es menos acentuada: el 52% de niños y el 47% de niñas. En total se evaluó a 510 mil estudiantes de 64 países que participan en el Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos (Pisa, por sus siglas en inglés), que evalúa la capacidad de los estudiantes para analizar, razonar y reflexionar sobre sus conocimientos y sus experiencias. La investigación también muestra que los padres son mucho más proclives a esperar que sus hijos varones sigan carreras en áreas tecnológicas que sus hijas, aunque ellas tengan un buen rendimiento en la escuela. En países tales como Chile, Hungría y Portugal, por ejemplo, menos del 20% de los padres entrevistados espera ver a sus hijas actuando en áreas científicas. Una de las conclusiones del estudio de la OCDE indica que las disparidades de género no constituyen el resultado de diferencias innatas entre ambos sexos, sino de las actitudes de los alumnos con relación al aprendizaje y al comportamiento que tenían en la escuela. “Diversos factores contribuyen a moldear tales comportamientos, entre ellos la educación familiar, el trabajo de los docentes en las aulas y lo que hacen los jóvenes en su tiempo de esparcimiento. Los estudiantes, ya sean chicos o chicas, tienen el mismo potencial”, dice el estudio.
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