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Zoología

La madre de todas las yararás

El antepasado de las serpientes que causan mayor cantidad de accidentes en Brasil era pequeño y mantenía una dieta variada

La serpiente del cual descienden todas las yararás – la número 1 – habría llegado a Sudamérica hace entre 11 y 20 millones de años. Probablemente, provenientes de América Central, mudándose de una isla a otra, antes de la formación del istmo de Panamá. La madre de todas las yarará era pequeña – no debía superar el metro de longitud, y era levemente gruesa. Vivía reptando en las selvas y tenía una dieta variada: comía todo animal que no se la comiese primero. Los biólogos Marcio Martins, de la Universidad de São Paulo, Otávio Marques, del Instituto Butantan, e Ivan Sazima, de la Universidad Estadual de Campinas, arribaron a esa conclusión después de analizar el tamaño y los hábitos alimenticios de casi tres mil ejemplares de yarará capturados en todos los estados brasileños y preservadas en museos locales y de Estados Unidos.

Precisamente por no ser selectiva, es que esa yarará número 1, según la visión de los investigadores paulistas, debe haber colonizado los más diferentes tipos de hábitat – desde los desiertos de la costa de Perú hasta la Amazonia – y originado a las otras 40 especies de yarará actualmente encontradas en  América del Sur, 26 de ellas sólo en Brasil, que integran un grupo de víboras que alcanzan desde 50 centímetros hasta casi 2 metros de longitud, que, escondidas en todo tipo de terreno y vegetación, son las que más accidentes causan en el país.

La madre de todas dejó descendientes semejantes a ella, aunque de hábitos distintos, presentados en detalle por los biólogos en el libro “Biology of vipers”. Según Martins, sus probables características físicas se asemejan a las de dos especies actuales: la Bothrops cotiara, que vive en los bosques de araucarias del sur del país, y la Bothrops fonsecai, de las áreas altas de las sierras Mantiqueira (formación rocosa que se extiende por los estados de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais) y Do Mar (en São Paulo). Ambas tienen el mismo tamaño que la matriarca, pero adoptaron una dieta especializada: sólo comen mamíferos – sapos y lagartos, ya no.

Esas dos especies de Bothrops no fueron las únicas en buscar caminos propios de supervivencia y en distanciarse de los orígenes de la estirpe – no por elección, sino por imposición del ambiente. Los cambios en el paisaje del litoral paulista probablemente contribuyeron al surgimiento de otras dos especies de yarará brasileñas.

Archipiélagos
Hace alrededor de 18 mil años, el mar estaba más de 100 metros por debajo de los niveles actuales, y un extenso bosque costero cubría parte de lo que hoy es el litoral de São Paulo, por entonces fundido con las actuales islas de Alcatrazes y Queimada Grande. Tiempos después, el mar subió y los antiguos cerros se transformaron en islas. Aisladas, las poblaciones de yarará de Alcatrazes y de Queimada Grande comenzaron a diferenciarse, como asegura el trío de biólogos. Actualmente esas víboras conforman especies bien diferentes de la yarará común, la Bothrops yarará, que puede alcanzar hasta 1,40 metros (los machos no pasan de 1 metro), vive tanto en el suelo como en los árboles y se alimenta de anfibios, lagartos y ciempiés mientras es joven y de roedores y otros pequeños mamíferos cuando es adulta. Los hábitos alimenticios de las especies que comenzaron a surgir cuando el mar subió también son diferentes, ya que los roedores desaparecieron de esas islas hace siglos.

En las 43 hectáreas de Queimada Grande – y sólo allí – vive la Bothrops insularis. Los adultos se alimentan exclusivamente de pájaros, que son más difíciles de capturar que un sapo y presentan un riesgo extra: pueden picar. Con alrededor de 1 metro de longitud, la yarará de Queimada Grande desarrolló un veneno más letal que le permite morder y matar un pajarito antes de cualquier reacción defensiva.

En Alcatrazes, a menos de 50 kilómetros de allí, vive la Bothrops alcatraz, descripta en 2002 por Marques, Martins y Sazima en un articulo de la revista Herpetológica. Es bien diferente. No mide más de medio metro de largo y se alimenta casi exclusivamente de ciempiés, que, a su vez, se hartan con las cucarachas que cubren el suelo cenagoso a causa del exceso de estiércol de las aves marinas. “La yarará de Alcatrazes mantuvo la dieta juvenil, lo que hizo de ella una víbora enana”, comenta Martins. La número 1, difícilmente la reconocería como integrante de la misma familia que llegó al continente sudamericano millones de años atrás. Tal vez la viese como presa y la devoraría.

El Proyecto
Historia natural y evolución en los hábitos de las víboras vipéridas del género Bothrops.
Modalidad
Línea Regular de Apoyo a la Investigación
Coordinador
Marcio Costa Martins – USP
Inversión
R$ 128.687,23

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